Psalms 17

Gratitud de David

1
1. David entona esté grandioso Salmo al Dios de los ejércitos por la victoria obtenida sobre sus enemigos. Fue compuesto por el rey profeta probablemente poco antes de concluir su gloriosa vida. Véase el paralelo en II Reyes capítulo 22.
Al maestro de coro. Del servidor de Dios, de David, el cual dirigió al Señor las palabras de este cántico en el día en que le libró de las manos de todos sus enemigos y de las de Saúl.
2Y dijo: Te amo, Yahvé, fortaleza mía,
mi peña, mi baluarte, mi libertador,
3
3. Mi roca: No es fácil apreciar, sin honda meditación, todo lo que significa para nosotros el poder decir esta palabra, tan reiterada en la Biblia. El que tiene conciencia de que no puede contar con su propia nada, ni menos con los demás, que también son la nada, comprenderá lo que es la dicha inmensa de tener una roca que es firme siempre y más acogedora que una madre. San Pablo parece citar este versículo según los LXX en Hebreos 2, 13, refiriéndose a la confianza del propio Cristo en el Padre celestial.
Dios mío, mi roca, mi refugio,
broquel mío, cuerno de mi salud, asilo mío.
4
4. El celebrante de la Misa, después de consumir la Hostia y antes de hacerlo con el cáliz, exclama con el Salmo 115: “¿Qué daré al Señor por todo lo que Él me da?” Y más adelante pronuncia este versículo para mostrarnos que la oración que alaba la misericordia divina es el mejor homenaje que nuestra miseria puede rendir al Amor del Padre. Así lo enseña San Pablo en Hebreos 13, 15 y esto es lo que hace David en los Salmos. Cf. Salmos 12, 6; 49, 23; 68, 31 s., etc.
Invoco a Yahvé, el digno de alabanza,
y quedo libre de mis enemigos.
5Olas de muerte me rodeaban,
me alarmaban los torrentes de iniquidad;
6las ataduras del sepulcro me envolvieron,
se tendían a mis pies lazos mortales.
7En mi angustia invoqué a Yahvé,
y clamé a mi Dios;
y Él, desde su palacio, oyó mi voz;
mi lamento llegó a sus oídos.
8
8 ss. En Salmo 96, 3 se muestra en forma semejante la Parusía de Cristo. Esta ira sublime con que Dios acude misericordiosamente en socorro de David, su amigo, nos muestra lo que será “la ira del Cordero” en el gran día del Señor, cuando Cristo venga con gloria a premiar a los que lo esperan y a confundir a los que no quieren ser sus amigos (cf. Apocalipsis 6, 16 s.; 19, 11 ss.; I Tesalonicenses 4, 16; II Timoteo 4, 8, etc.).
Se estremeció la tierra y tembló;
se conmovieron los cimientos de los montes
y vacilaron, porque Él ardía de furor.
9Humo salió de sus narices;
de su boca, fuego devorador;
y despedía carbones encendidos.
10Inclinó los cielos, y descendió
con densas nubes bajo sus pies.
11
11. “Los querubines” son el trono del Señor y le sirven de carroza. Véase en Éxodo capítulo 25 su descripción y su posición en el Arca de la Alianza. Cf. Salmo 79, 2; Ezequiel 1, 4 ss.
Subió sobre un querube y voló,
y era llevado sobre las alas del viento.
12Se ocultaba bajo un velo de tinieblas;
aguas tenebrosas y oscuras nubes
lo rodeaban como un pabellón.
13Se encendieron carbones de fuego
al resplandor de su rostro.
14
14. Cf. II Pedro 3, 10 ss. “El trueno” significa la voz de Dios (Salmo 28, 3 ss.; Job 37, 2 ss.).
Tronó Yahvé desde el cielo,
el Altísimo hizo resonar su voz;
15
15. Saetas: El rayo (Salmo 76, 17).
y lanzó sus saetas y los dispersó;
multiplicó sus rayos,
y los puso en derrota.
16Y aparecieron a la vista
los lechos de los océanos;
se mostraron desnudos
los cimientos del orbe terráqueo,
ante la amenaza de Yahvé,
al resollar el soplo de su ira.
17
17. Me arrebató: cf. versículo 8 ss. y nota. Las muchas aguas aparecen igualmente en Apocalipsis 17, 1 y su significado se explica en Apocalipsis 17, 15 como representativo de los pueblos gentiles. Véase Salmo 137, 7; 143, 7, donde se formula una súplica semejante.
Desde lo alto extendió su brazo
y me arrebató,
sacándome de entre las muchas aguas;
18me libró de mi feroz enemigo,
de adversarios más poderosos que yo.
19Se echaron sobre mí
en el día de mi infortunio;
pero salió Yahvé en mi defensa,
20
20. Anchura: Seguridad que Dios presta a David, su amigo fiel. El segundo hemistiquio nos descubre expresamente cómo, si Dios nos hace misericordia, es a causa de su amor por nosotros, aunque ello nos parezca cosa increíble al pensar que merecemos todo lo contrario. Esta luz, que aparece en innumerables pasajes, es la llave por excelencia que nos abre el sentido de las Escrituras y los secretos pensamientos de Dios (Jeremías 29, 11; 31, 3; Isaías 55, 8; Salmo 32, 11; 102, 13; Efesios 2, 4; I Juan 4, 10 y 17, etc.).
y me trajo a la anchura;
me salvó porque me ama.
21
21. David no se alaba a sí mismo sino que siempre lo atribuye todo a Dios que lo había preparado, como observa San Agustín. Por lo demás, no olvidemos que David es figura de Cristo, el único que puede hablar así de su propia justicia, pues todos los demás nos salvamos por misericordia gracias a los méritos de su redención. Cf. Juan 8, 29 y 46; II Concilio Arausicano Canon 22.
Yahvé me ha retribuido
conforme a mi rectitud;
me remunera según la limpieza
de mis manos.
22
22 ss. Aquí vemos de donde viene la limpieza señalada en los versículos 21 y 25: de haber tomado por normas de vida no las iniciativas propias (como las de Salmo 11, 5), sino lo que enseña Dios con sus divinas Palabras (versículo 23). El versículo 24 confirma la desconfianza del salmista en sí mismo, consciente de la debilidad humana.
Porque seguí los caminos de Yahvé,
y no me rebelé contra mi Dios;
23porque mantuve ante mis ojos
todos sus mandamientos
y nunca aparté de mí sus estatutos.
24Fui íntegro para con Él,
y me cuidé de mi maldad.
25Yahvé me ha retribuido
conforme a mi rectitud;
según la limpieza de mis manos
ante sus ojos.
26
26 s. Es la doctrina del Padrenuestro (Mateo 6, 12-15). Vemos así claramente cómo no nos conviene obrar solo según la humana equidad, para que Dios no nos trate según la justicia, sino guiarnos por la caridad, para que Él la tenga abundante con nosotros (cf. Mateo 7, 2; Lucas 6, 38; Mateo 18, 21-35, etc.). Y temblemos de aparecer dobles en su presencia.
Tú eres misericordioso con el misericordioso;
con el varón recto, eres recto.
27Con el sincero, eres sincero;
y con el doble, te haces astuto.
28
28. Muchas profecías coincidentes con este pasaje anuncian que la salvación de Israel le vendrá cuando esté en el fondo de su abatimiento. Cf. Salmo 101, 21; Sofonías 3, 12 y notas. Este versículo forma el Ofertorio de la preciosa y poco conocida Misa votiva “contra paganos”, que, como la precedente “de la propagación de la fe”, está llena de riquezas bíblicas.
Tú salvas al pueblo oprimido,
y humillas los ojos altaneros.
29
29. “Nuestra luz no nos viene de nosotros; Dios es la claridad que nos ilumina. Por nosotros mismos somos tinieblas; pero Dios esclarece esas tinieblas con los resplandores de su misericordia y de su amor” (San Agustín). Cf. Salmo 35, 10. Dios es la luz (I Juan 1, 5), y su iluminación nos viene por el Evangelio de su Enviado Jesucristo (Juan 1, 4; 8, 12; 12, 46; II Timoteo 1, 10). Las palabras “quien mantiene encendida” no figuran en II Reyes 22, 29. Ubach las suprime también aquí, como añadidas.
Eres Tú quien mantiene
encendida mi lámpara, oh Yahvé;
Tú, Dios mío, disipas mis tinieblas.
30Fiado en Ti embestiré a un ejército;
con mi Dios saltaré murallas.
31
31. Delicioso elogio del divino Padre y de su Palabra. Cf. Salmos 11, 7; 118, 140; II Timoteo 1, 8. Estos y muchos otros textos nos hacen comprender la falacia de los que impíamente tildan de escandalosa la Sagrada Escritura porque se expresa con la claridad propia de la Verdad absoluta, sin los rodeos literarios de los hombres. Estos han llegado a decir que “las palabras sirven a cada uno para ocultar lo que piensa” en tanto que Dios, en sus Palabras, nos muestra las más íntimas verdades de nuestro interior (Hebreos 4, 2) y hasta nos descubre, como lo reveló Jesús, los arcanos mismos de la Trinidad (Juan 15, 15). Cf. I Corintios 2, 10.
¡El Dios mío!... Su conducta es perfecta,
Su palabra acrisolada.
Él mismo es el escudo
de cuantos lo buscan como refugio.
32
32. Confirma lo observado en el versículo 3 y nota.
Pues ¿quién es Dios fuera de Yahvé?
o ¿qué roca hay si no es el Dios nuestro?
33Aquel Dios que me ciñó de fortaleza
e hizo inmaculado mi camino.
34
34. Sobre las cumbres: Durante la persecución de Saúl, David pasó varios años entre montañas y cuevas (I Reyes capítulos 22-26).
El que volvió mis pies veloces
como los del ciervo,
y me afirmó sobre las cumbres.
35El que adiestró mis manos para la pelea,
y mi brazo para tender el arco de bronce.
36Tú me diste por broquel tu auxilio,
me sostuvo tu diestra;
tu solicitud me ha engrandecido.
37
37. Cf. Salmo 16, 5 y nota.
Ensanchaste el camino a mis pasos,
y mis pies no flaquearon.
38Perseguía a mis enemigos y los alcanzaba;
y no me volvía hasta desbaratarlos.
39Los destrozaba y no podían levantarse;
caían bajo mis pies.
40
40 ss. Notemos la perfecta simplicidad de niño con que se expresa David. Es como si dijera: soy el primer asombrado de verme fuerte, pues todo es puesto por Ti, oh Señor, sobre mi nada. Así también habló María Santísima en Lucas 1, 48. Todo lo que sigue de este Salmo pone de relieve el estupendo triunfo de esa humildad de David.
Tú me revestías de valor para el combate,
sujetabas a mi cetro a los que me resistían.
41Ponías en fuga a mis enemigos,
dispersabas a cuantos me aborrecían.
42Vociferaban,
mas no había quien los auxiliase;

(clamaban) a Yahvé mas Él no los oía.

43Y yo los dispersaba
como polvo que el viento dispersa;
los pisoteaba como el lodo de las calles.
44
44. Cabeza de las naciones: David extendió su dominio sobre pueblos ajenos hasta las orillas del Éufrates. Pero también encierran estas palabras un sentido profético siendo el reino de David figura del reinado de Cristo (San Atanasio y San Agustín). Cf. Salmo 71.
Me libraste de las contiendas del pueblo,
me has hecho cabeza de las naciones;
un pueblo que no conocía me sirve;
45
45 s. El salmista desarrolla el pensamiento del versículo 44. De todas las partes vienen pueblos para someterse al rey victorioso.
con atento oído me obedecen;
los extraños me adulan.
46Los extranjeros palidecen,
y abandonan, temblando, sus fortalezas.
47¡Vive Yahvé! ¡Bendita sea mi Roca!
¡Sea ensalzado el Dios mi Salvador!
48Aquel Dios que me otorgó la venganza,
que sujetó a mí las naciones;
49que me libró de mis enemigos,
que me encumbró sobre mis opositores,
y me salvó
de las manos del hombre violento.
50
50. San Pablo (Romanos 15, 9 ss.) cita este pasaje junto con Salmo 116, 1 y con Isaías 11, 10 donde se anuncia que de la raíz de Jesé o Isaí (el padre de David) saldrá el que ha de regir a las naciones gentiles, las cuales esperan en Él.
Por eso te alabaré
entre las naciones, oh Yahvé;
cantaré himnos a tu Nombre.
51
51. Y su linaje por toda la eternidad: Confirmase aquí la trascendencia mesiánica del versículo anterior. Cf. Salmo 88, 25 ss.; Eclesiástico 47, 13; Lucas 1, 55. Al escribir esto, David pensaba sin duda que iba a cumplirse inmediatamente en su familia, ignorando aún que la promesa, extendida a Salomón con carácter condicional (cf. Salmo 88, 31 ss.; II Reyes 7, 12-17), quedaría demorada por culpa de este y de sus descendientes (cf. III Reyes 11, 31 ss.), hasta los tiempos mesiánicos. Cf. Salmo 95, 10 ss. y notas.
Él da grandes victorias a su rey,
y usa de misericordia con su ungido,
con David y su linaje, por toda la eternidad.
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