Revelation of John 9

La quinta trompeta

1Y tocó la trompeta el quinto ángel, y vi una estrella que había caído del cielo a la tierra, y le fue dada la llave del pozo del abismo
1. Aunque hay otras opiniones sobre ángeles buenos, parece claro que esta estrella es la que cayó en la tercera trompeta (8, 10 y nota). Aquí Satanás se pone en campaña, abriendo el pozo del abismo, lo cual parece ser lo mismo que desencadenar a los demonios. Cf. Lc. 8, 31. En 20, 1 ss. lo veremos a él encerrado en ese abismo.
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2Abrió el pozo del abismo, y subió humo del pozo como el humo de un gran horno, y a causa del humo del pozo se obscurecieron el sol y el aire. 3Del humo salieron langostas sobre la tierra; y les fue dado poder, semejante al poder que tienen los escorpiones de la tierra
3 ss. También en el Antiguo Testamento las langostas son anunciadas como ejecutoras de los juicios de Dios contra los moradores de la tierra. Véase Ex. 10, 12-15; Sb. 16, 9; Jr. 51, 14; Jl. 1, 4 ss.; 2, 2 ss. El encargo que se les da en los vv. siguientes, y su descripción, muestran que son demonios. Ya en la antigua Babilonia, p. ej., en la leyenda de Gilgamesch algunos demonios son representados en forma de hombres-escorpiones.
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4Y se les mandó que no dañasen la hierba de la tierra, ni verdura alguna, ni árbol alguno, sino solamente a los hombres que no tuviesen el sello de Dios en la frente
4 s. Que no tuviesen sello de Dios : cf. 7, 2 ss. y nota; Lc. 21, 36. Por cinco meses: se ha observado que las plagas de langostas suelen extenderse en Asia por espacio de cinco meses.
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5Les fue dado no matarlos, sino torturarlos por cinco meses; y su tormento era como el tormento que causa el escorpión cuando pica al hombre. 6En aquellos días los hombres buscarán la muerte, y no la hallarán; desearán morir, y la muerte huirá de ellos
6. Cf. Is. 2, 19; Os. 10, 8; Lc. 23, 30.
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7Las langostas eran semejantes a caballos aparejados para la guerra, y sobre sus cabezas llevaban algo como coronas parecidas al oro, y sus caras eran como caras de hombres. 8Tenían cabellos como cabellos de mujer y sus dientes eran como de leones. 9Sus pechos eran como corazas de hierro, y el estruendo de sus alas era como el estruendo de muchos carros de caballos que corren al combate
9. El ruido de una manga de langostas es parecido al de los carros de guerra, como dice ya el profeta Joel al describir una plaga de langostas que devastaba a Palestina (Jl. 2, 5). Muchos han creído ves aquí alguna monstruosa arma de guerra ultramoderna. Pero no ha de olvidarse que salieron del pozo del abismo (v. 2).
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10Tenían colas semejantes a escorpiones, y (en ellas) aguijones; y en sus colas reside su poder de hacer daño a los hombres durante los cinco meses. 11Tienen por rey sobre ellas al ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abaddón y que lleva en griego el nombre de Apollyon
11. Abaddon , equivalente de infierno, significa en hebreo exterminio o ruina (en griego: apó’eia). Cf. Jb. 26, 6. Así se llama también el jefe del infierno, cuyo oficio consiste en la destrucción de los hombres, porque “los ángeles buenos o malos suelen tomar su nombre de aquel ministerio en que se ocupan” (S. Gregorio Magno).
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12Él primer ay pasó; ved que tras esto vienen aún dos ayes
12. Sobre los tres ayes, cf. 8, 13 y nota.
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La sexta trompeta

13Y tocó la trompeta el sexto ángel, y oí una voz procedente de los cuatro cuernos del altar de oro que está delante de Dios, 14y decía al sexto ángel que tenía la trompeta: “Suelta a los cuatro ángeles encadenados junto al gran río Eúfrates
14. El Eúfrates era el límite oriental del Imperio Romano y del mundo civilizado. Véase 16, 12.
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15Y fueron soltados los cuatro ángeles que estaban dispuestos para la hora y el día y el mes y el año, a fin de exterminar la tercera parte de los hombres
15 s. Puede tratarse muy bien de cuatro ángeles malos, pues están encadenados (cf. Tob. 8, 3). Las innumerables tropas de a caballo que producen tan enormes matanzas parecerían simbolizar las grandes guerras mundiales, que ya nos hemos acostumbrado a ver como características de nuestro tiempo (cf. 6, 2 y nota). Las cifras, como en todo el Apocalipsis, significan la inmensa magnitud de las catástrofes, aun cuando no se las tome en sentido aritmético, si bien ante los pavorosos “progresos” de la humanidad en esa materia, ya no nos sorprenden tales cifras que a los antiguos parecían siempre simbólicas.
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16Y el número de las huestes de a caballo era de doscientos millones. Yo oí su número. 17En la visión miré los caballos y a sus jinetes: tenían corazas como de fuego y de jacinto y de azufre; las cabezas de los caballos eran como cabezas de leones, y de su boca salía fuego y humo y azufre. 18De estas tres plagas murió la tercera parte de los hombres, a consecuencia del fuego y del humo y del azufre que salía de las bocas de aquellos. 19Pues el poder de los caballos está en su boca y en sus colas; porque sus colas, semejantes a serpientes, tienen cabezas, y con ellas dañan. 20Mas el resto de los hombres, los que no fueron muertos con estas plagas, no se arrepintieron de las obras de sus manos y no cesaron de adorar a los demonios y los ídolos de oro y de plata y de bronce y de piedra y de madera, que no pueden ver ni oír ni andar
20. Ni siquiera con estos castigos en que perece una tercera parte de los hombres (v. 18) se obtiene el arrepentimiento de los malos que quedan con vida. La tremenda comprobación se repite en 18, 9 y 11. Solo en 11, 13, cuando los dos testigos resucitados suben al cielo a la vista de todos se habla de un arrepentimiento cuyo alcance ignoramos. Dolorosa confirmación de la pertinacia humana, que empezó en el Paraíso y no terminará nunca mientras pueda tomar el partido de Satanás contra Cristo, como se ve en 16, 14; 19, 19 y hasta en 20, 7. Bien lo anunció ya el mismo Jesús (cf. Lc. 18, 8; Am. 4, 8 y nota).
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21Ni se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus latrocinios.
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