‏ 1 Kings 18

Acab en busca de Elías

1
1. En el tercer año: Según Lucas 4, 25, la sequía duró tres años y medio. Para solucionar la dificultad, hay que tomar como años completos, a la manera de los judíos, los últimos meses del año primero, y los primeros del último. La sequía se extendió, pues, sobre 19-20 meses. Compárese el cómputo de los tres días de Cristo en el sepulcro, los cuales se suman del mismo modo.
Muchos días después, en el tercer año, fue dirigida esta palabra de Yahvé a Elías: “Ve, muéstrate a Acab, pues voy a dar lluvia a la tierra.”
2Partió Elías para presentarse a Acab. El hambre era grande en Samaria; 3
3. En plena corte de Acab, cuya maldad superó a la de todos (21, 25), Dios conserva fiel el corazón del mayordomo Abdías, mostrándonos que la maldad del mundo no puede quitarnos su amor (Romanos 8, 35; Gálatas 1, 4). “Este Abdías era lo que su nombre significa: un verdadero siervo de Yahvé, uno de los siete mil que no habían doblado su rodilla ante Baal (19, 18)” (Nácar-Colunga).
por lo cual Acab llamó a Abdías, que era mayordomo de su casa. Abdías era muy temeroso de Yahvé,
4pues cuando Jezabel exterminaba a los profetas de Yahvé, Abdías tomó a cien profetas y los escondió, cincuenta en una cueva y cincuenta en otra, sustentándolos con pan y agua. 5Y dijo Acab a Abdías: “Da una vuelta por todo el país hacia todas las fuentes de agua y hacia todos los arroyos; quizás hallaremos pastos para conservar con vida a los caballos y mulos y evitar la destrucción del ganado.” 6Y se repartieron entre sí el país para recorrerlo. Acab iba por un camino, y Abdías separadamente por el otro.

7Estando Abdías de camino, he aquí que Elías le salió al encuentro. Le reconoció y cayó sobre su rostro diciendo: “¿Eres Tú, mi señor Elías?” 8Él le respondió: “Yo soy. Vete y di a tu señor: Ahí está Elías.” 9Replicó (Abdías): “¿En qué he pecado yo para que tú entregues a tu siervo en manos de Acab, a fin de que me mate? 10Vive Yahvé, tu Dios, que no hay pueblo ni reino adonde no haya enviado mi señor a buscarte; y cuando decían: No está, hacía jurar a aquel reino y a aquel pueblo que no te habían hallado. 11¡Y ahora tú dices: Vete y di a tu señor: Ahí está Elías! 12
12. Hay en la Biblia varios ejemplos de traslado por el Espíritu de Dios. El profeta Ezequiel fue trasladado dos veces por el Espíritu (Ezequiel 3, 14 s.; 11, 1) y otras veces más “en visión” por el mismo Espíritu. Cf. también Daniel 14, 35.
Y, además, cuando yo te deje, el Espíritu de Yahvé te llevará yo no sé dónde, y cuando yo vaya a decírselo a Acab; resulta que él no podrá hallarte y me matará, bien que yo, tu siervo, amo a Yahvé desde mi niñez.
13¿Acaso nunca han contado a mi señor lo que hice yo cuando Jezabel mataba a los profetas de Yahvé; cómo yo escondía cien profetas de Yahvé, cincuenta en una cueva, y cincuenta en otra, sustentándolos con pan y agua? 14Y ahora tú me dices: Vete y di a tu señor: Ahí está Elías. De seguro me matará.” 15Respondió Elías: “Vive Yahvé de los Ejércitos, a quien yo sirvo, que hoy mismo me presentaré (a Acab).” 16Marchó, pues, Abdías para encontrar a Acab, y le dio la noticia. Y Acab salió al encuentro de Elías.

Elías y los profetas de Baal

17Luego que Acab vio a Elías, le dijo: “¿Tú aquí, perturbador de Israel?” 18Respondió él: “No he perturbado yo a Israel, sino tú y la casa de tu padre, porque habéis dejado los mandamientos de Yahvé y tú has ido tras los Baales. 19
19. El monte Carmelo es una montaña que sale desde Samaria avanzando, en forma de promontorio, hasta el mar Mediterráneo. Su altura máxima es de 552 metros. El lugar donde Elías se encontró con los falsos profetas, se halla, si seguimos la tradición, en el extremo sudeste del monte, donde más tarde se levantó una iglesia y se conserva todavía hoy el sitio en el nombre de El Muhraka, que quiere decir: lugar de la combustión, o del sacrificio. El Carmelo era, desde antiguo, lugar preferido de los anacoretas, hasta que en el siglo XII San Bertoldo y su sucesor Bucardo los reunieron bajo una regla común, la de los Carmelitas, que conservan allí su casa madre. Debajo del altar mayor del convento actual, se ve la gruta del profeta Elías (Schuster-Holzammer).
Ahora bien, manda congregar conmigo a todo Israel en el monte Carmelo; también a los profetas de Baal, cuatrocientos cincuenta, y a los profetas de Aschera, cuatrocientos, que comen a la mesa de Jezabel.”

20Convocó, pues, Acab a todos los hijos de Israel, y congregó a los profetas en el monte Carmelo. 21
21. Esta célebre expresión de Elías plantea el íntimo problema de la sinceridad para con Dios, que es lo único que Él nos pide: no tener dolo, como dice Jesús de Natanael (Juan 1, 47). Dios se manifiesta a quien lo busca con sencillez de corazón. Si no le damos el corazón amándolo con un amor de preferencia —esto es, “sobre todas las cosas”, como exige el primero de los mandamientos— en vano queremos ofrecerle otras prácticas. El Señor detesta al que lo alaba mientras su corazón está lejos de Él (Mateo 15, 8 y 9; Isaías 29, 13). Por eso el Apóstol Santiago (4, 8) nos urge a dejar el ánimo doble, y San Juan nos enseña que el amor del Padre no reside en aquel que ama al mundo (I Juan 2, 15; cf. Lucas 16, 13). Jamás podrán ir juntas la verdad y la mentira, las cosas del espíritu y las de la carne. No podemos disfrutar del cielo y vivir según la tierra. La fluctuación de nuestros afectos viene de la fluctuación en nuestras ideas, pues es sabido que “la voluntad sigue a la inteligencia”. El Apocalipsis enseña que a los tibios Dios los vomita de su boca. Esta terrible frase, que Dios dirige a la Iglesia de Laodicea (Apocalipsis 3, 16), está citada en la primera Encíclica de Pío XII con referencia a la época presente.
Entonces Elías, acercándose a todo el pueblo, dijo: “¿Hasta cuándo estaréis claudicando hacia dos lados? Si Yahvé es Dios, seguidle; y si lo es Baal, id tras él.” Mas el pueblo no le respondió palabra.
22Dijo, pues, Elías al pueblo: “He quedado yo solo de los profetas de Yahvé, cuando los profetas de Baal son cuatrocientos cincuenta hombres. 23Désenos dos toros; y escójanse ellos un toro, y cortándolo en pedazos pónganlo sobre la leña, sin aplicarle fuego, y yo prepararé el otro toro, y lo colocaré sobre la leña, sin poner fuego. 24E invocad el nombre de vuestro dios, y yo invocaré el nombre de Yahvé. Aquel dios que respondiere con el fuego, ese sea Dios.” Respondió todo el pueblo: “¡Bien dicho!” 25Dijo entonces Elías a los profetas de Baal: “Escogeos uno de los toros y preparadlo primero, porque sois más numerosos, e invocad el nombre de vuestro dios; mas sin poner fuego.” 26Tomaron, pues, el toro que les había sido dado y lo prepararon, invocando el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, gritando: “¡Baal, respóndenos!” Pero no había voz, ni quien respondiese, a pesar de que estaban saltando alrededor del altar que habían hecho. 27Al mediodía se burlaba de ellos Elías, diciendo: “Gritad más fuerte, ya que es dios. Está tal vez meditando, o se ha retirado, o está de viaje; o tal vez duerma y hay que despertarlo.” 28
28. Era propio del rito pagano sajarse con cuchillos en honor del Ídolo; costumbre que tiene aún su paralelo en los ritos de los derviches mahometanos, faquires de la India y varias tribus salvajes. La Ley lo prohibía (Deuteronomio 14, 1). Véase Jeremías 16, 6.
Gritaban, pues, a toda fuerza, sajándose, según su costumbre, con cuchillos y lanzas hasta chorrear la sangre sobre ellos.
29Pasado ya el mediodía, siguieron delirando hasta (la hora en que suele) ofrecerse el sacrificio sin que hubiese voz, ni quien respondiera ni atendiese.

El sacrificio de Elías

30Entonces dijo Elías a todo el pueblo: “Acercaos a mí.” Se le acercó todo el pueblo, y él se puso a preparar el altar de Yahvé que estaba derribado. 31Tomó Elías doce piedras, conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob, al cual había sido dirigida la palabra de Yahvé, que decía: “Israel será tu nombre.” 32
32. Dos medidas, en hebreo, dos satos. El sato contenía entre 12 y 13 litros.
Con estas piedras edificó un altar al nombre de Yahvé, y alrededor del altar hizo una zanja, tan grande como para sembrar dos medidas de semilla.
33Luego dispuso la leña, y cortando en trozos al toro, lo puso encima de la leña, y dijo: “Llenad cuatro cántaros de agua y vertedla sobre el holocausto y sobre la leña.” 34Después dijo: “Hacedlo por segunda vez”, y lo hicieron por segunda vez. Y repitió: “Hacedlo por tercera vez”, y lo hicieron por tercera vez; 35de suerte que corría el agua alrededor del altar; y también la zanja la hizo llenar de agua.

36A la hora (en que suele) ofrecerse el sacrificio (de la tarde), se acercó el profeta Elías, y dijo: “¡Oh Yahvé, Dios de Abrahán, de Isaac y de Israel, hoy sea notorio que Tú eres Dios en Israel y que yo soy tu siervo, y que por orden tuya he hecho todas estas cosas! 37¡Respóndeme, Yahvé, respóndeme, para que sepa este pueblo que Tú, Yahvé, eres Dios, que conviertes el corazón de ellos de nuevo (a Ti)!” 38En ese momento bajó fuego de Yahvé y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, lamiendo incluso el agua que había en la zanja. 39Viéndolo todo el pueblo cayeron sobre sus rostros y exclamaron: “¡Yahvé es Dios! ¡Yahvé es Dios!” 40
40. Fueron muertos, según disponía la Ley, por haber cometido el crimen de idolatría (Deuteronomio 13, 6 ss.). El recuerdo del tremendo castigo se mantiene en el nombre del arroyo Cisón que corre por el norte del Carmelo y se llama hoy “Nahr el Mukatta”, es decir, arroyo de la matanza.
Y Elías les dijo: “Prended a los profetas de Baal; que no se escape ni uno de ellos. Ellos los prendieron, y Elías los llevó al torrente Cisón, donde les quitó la vida.

Cesa la sequía

41Entonces dijo Elías a Acab: “¡Sube, come y bebe, porque oigo ya gran ruido de lluvia!” 42Subió Acab, a comer y beber. Elías, empero, subió a la cumbre del Carmelo, e inclinándose hacia la tierra puso su rostro entre sus rodillas, 43
43. El número 7 tiene en muchos pasajes un significado simbólico y místico. Cf. IV Reyes 5, 10; Salmo 118, 164; Proverbios 24, 16; Mateo 18, 22, etc.
y dijo a su criado: “Sube y mira hacia el mar.” Subió (el criado), miró y dijo: “No hay nada.” Dijo Elías: “Hazlo siete veces.”
44
44. Pequeña como la palma de la mano de un hombre. En la nubecilla ven algunos Padres una figura de la Santísima Virgen, la cual también apareció imperceptiblemente, llevando en su purísimo seno al Salvador tanto tiempo deseado por la humanidad. Elías, orando para que cayera lluvia sobre la tierra, es figura de Jesucristo quien intercedió ante el Padre para que descendiera la lluvia de la gracia sobre la humanidad caída.
Y a la séptima vez dijo: “He aquí una nube, tan pequeña como la palma de la mano de un hombre, que se levanta del mar.” Entonces le dijo Elías: “Anda y di a Acab: «Unce y marcha, a fin de que no te ataje la lluvia».”
45Y pasado un poco de tiempo se oscureció el cielo con nubes y viento, y cayó una gran lluvia; y Acab subió y marchó a Jesreel. 46
46. Elías es también figura del Bautista: ambos son precursores, es decir, corren delante de otro. Aquí Elías hace simbólicamente con el rey lo que Juan hará con el Mesías (Lucas 1, 17; Malaquías 4, 6; Mateo 11, 14).
Entonces la mano de Yahvé se posó sobre Elías, el cual se ciñó los lomos y corrió delante de Acab hasta llegar a Jesreel.
Copyright information for SpaPlatense