1 Maccabees 3
II. JUDAS MACABEO
Elogio de Judas
1Y le sucedió su hijo Judas, que tenía el sobrenombre de Macabeo. 2Le ayudaban todos sus hermanos, y todos cuantos se habían unido con su padre, y peleaban con alegría por la defensa de Israel. 3 ▼▼3. Los versículos 3-9 cantan la gloria de Judas Macabeo, figura central de todo el libro. Se nota aun en la traducción el paralelismo y ritmo poético del pensamiento hebreo. Nótese la magnífica imagen en que el autor retrata al héroe de Dios: protegía con su espada todo el campamento.
Y dio Judas de nuevo lustre a la gloria de su pueblo; se revistió cual gigante la coraza, se ciñó sus armas para combatir, y protegía con su espada todo el campamento. 4Parecía un león en sus acciones, y se asemejaba a un cachorro cuando ruge sobre la presa. 5Persiguió a los malvados, buscándolos por todas partes; y abrasó en las llamas a los que turbaban el reposo de su pueblo. 6El temor que infundía su nombre hizo desaparecer a sus enemigos, todos los malvados se llenaron de turbación; y con su brazo obró la salud. 7Preparaba gran amargura a muchos reyes; sus acciones eran la alegría de Jacob, y será eternamente bendita su memoria. 8Recorrió las ciudades de Judá, exterminando de ellas a los impíos y apartó el azote de sobre Israel. 9Su nombradía llegó hasta el cabo del mundo, y reunió alrededor de sí a los que estaban a punto de perecer. Victoria de Judas sobre Apolonio
10 ▼▼10. Apolonio era, según Josefo, prefecto de Samaria. Véase II Macabeos 4, 21; 5, 24. Vemos una vez más que los samaritanos continuaban separados y hostigando a los judíos. Cf. Nehemías 4, 1 ss.
Apolonio, empero, juntó las naciones, y sacó de Samaria un grande y poderoso ejército para pelear contra Israel. 11Informado de ello Judas, le salió al encuentro, y le derrotó, y le quitó la vida; quedando en el campo de batalla un gran número de enemigos, y echando a huir los restantes. 12Se apoderó en seguida de sus despojos, reservándose Judas para sí la espada de Apolonio; de la cual se servía siempre en los combates. Victoria sobre Serón.
13En esto llegó a noticia de Serón, general del ejército de Siria, que Judas había congregado una multitud y congregación del pueblo fiel; 14y dijo: “Yo voy a ganarme gran reputación y gloria en todo el reino, derrotando a Judas y a los que le siguen; los cuales no hacen caso de las órdenes del rey”. 15Con esto se preparó; y se le unió un considerable refuerzo de tropas de impíos, para vengarse de los hijos de Israel. 16 ▼▼16. Bethorón, situada a 20 km. al oeste de Jerusalén, se dividía en dos ciudades, la alta y la baja. Esta ciudad tenía la misma importancia que las Termopilas para Grecia. Véase Josué 10, 10 ss.; I Reyes 13, 18.
Y avanzaron hasta Bethorón, y Judas le salió al encuentro con pocas tropas. 17Así que estas vieron al ejército que venía contra ellas, dijeron a Judas: “¿Cómo podremos nosotros pelear contra un ejército tan grande y valeroso, siendo, como somos, tan pocos, y estando debilitados por el ayuno de hoy?” 18 ▼▼18.Admirables palabras dignas de David (cf. Salmos 32, 16-19; 43, 6 s.; II Paralipómenos 14, 11). El que manda combatir, da también la victoria (cf. Proverbios 21, 31). Así Gedeón dispersó a ciento veinte mil madianitas con trescientos hombres desarmados. Abrahán, con trescientos dieciocho criados venció a cuatro reyes. Judit derribó a Holofernes, David a Goliat. “Dios, dice San Agustín, no manda lo imposible, sino que al dar preceptos, advierte que se haga lo que se pueda y que se pida auxilio en lo que no pueda hacerse; entonces da la fuerza de obrar.” El Dios del cielo: La palabra Dios falta en los mejores manuscritos griegos. Lo mismo sucede en el versículo 22 con el nombre Señor. La Vulgata los añade con toda razón, porque faltaban en el texto original solamente por escrupulosidad. Los judíos de aquella época no se atrevían a pronunciar el Nombre santísimo de Dios, sino que lo substituían por Cielo, Nombre, etc. Véase Éxodo 3, 14 y nota; Mateo 5, 34.
Respondió Judas: “Fácil cosa es que muchos sean presa de pocos; pues cuando el Dios del cielo quiere dar la victoria lo mismo es para Él que haya poca o que haya mucha gente; 19porque el triunfo en los combates no depende de la multitud de las tropas, sino del cielo, que es de donde dimana la fortaleza. 20Ellos vienen contra nosotros con una turba de gente insolente y orgullosa, con el fin de aniquilarnos a nosotros, y a nuestras mujeres, y a nuestros hijos, y despojarnos; 21mas nosotros vamos a combatir por nuestras vidas y por nuestra Ley. 22El Señor mismo los hará pedazos en nuestra presencia; y así no los temáis.” 23Luego que acabó de pronunciar estas palabras, se arrojó de improviso sobre los enemigos, y derrotó a Serón con todo su ejército. 24Y les persiguió desde la bajada de Bethorón hasta el llano y habiendo quedado ochocientos hombres tendidos en el campo de batalla, huyeron los demás al país de los filisteos. 25Con esto Judas y sus hermanos eran el terror de todas las naciones circunvecinas; 26y su fama llegó hasta los oídos del rey, y en todas partes se hablaba de las batallas de Judas. Preparativos de Antíoco para una nueva guerra contra los judíos
27Luego que el rey Antíoco recibió estas noticias, se embraveció sobremanera, y mandó que se reunieran las tropas de todo su reino, y se formase un poderosísimo ejército. 28Y abrió su erario, y habiendo dado a las tropas la paga de un año, les mandó que estuviesen apercibidas para todo. 29Mas observó que se iba acabando el dinero de sus tesoros, y que sacaba pocos tributos de aquel país, por causa de las disensiones y de la miseria, que él mismo había ocasionado queriendo abolir los fueros que allí regían desde tiempos antiguos; 30 ▼▼30. Como antes hacía con largueza: “Era uno de los defectos de Antíoco, según nos cuenta Polibio. Hacía dádivas extravagantes. Así, por ejemplo, en Naucratis (Egipto) dio una pieza de oro a todos los habitantes griegos de la ciudad” (Bover-Cantera).
y temió que no podría ya gastar ni dar, como antes hacía con largueza y con una munificencia superior a la de todos los reyes sus predecesores. 31Hallándose en gran consternación resolvió pasar a Persia, con el fin de recoger los tributos de aquellos países, y juntar gran cantidad de dinero. 32Dejó a Lisias, príncipe de sangre real, por lugarteniente del reino desde el Éufrates hasta el río de Egipto, 33y para que tuviese cuidado de la educación de su hijo Antíoco hasta que él volviese. 34Le dejó la mitad del ejército y los elefantes, y le comunicó órdenes sobre todo aquello que él quería que se hiciese; y también por lo respectivo a los habitantes de la Judea, y de Jerusalén. 35mandándole que enviase contra ellos un ejército para destruir y exterminar el poder de Israel; y los restos que quedaban en Jerusalén, y borrar de aquel país hasta la memoria de ellos; 36y que estableciese en toda aquella región habitantes de otras naciones, distribuyéndoles por suerte sus tierras. 37 ▼▼37. La expedición de Antíoco continúa en el capítulo 6. La fecha corresponde al año 165-164 a. C.
Tomó el rey la otra mitad del ejército, y partiendo de Antioquía, capital de su reino, el año ciento cuarenta y siete, y pasado el río Éufrates, recorrió las provincias superiores. El enemigo se acerca a Jerusalén
38En esto eligió Lisias a Ptolomeo, hijo de Dorimino, a Nicanor, y a Gorgias, que eran personas de gran valimiento entre los amigos del rey; 39y envió con ellos cuarenta mil hombres de a pie y siete mil de a caballo, para que pasasen a asolar la tierra de Judá, según lo había dejado dispuesto el rey. 40 ▼▼40. Emaús, que más tarde se llamaba Nicópolis, distaba unos 30 km. de Jerusalén. Hoy día lleva su antiguo nombre de Amwás. Es, según la tradición más antigua, la localidad en que Jesús en el día de la resurrección se dio a conocer a dos de sus discípulos. Véase Lucas 24, 13 ss. y nota.
Avanzaron con todas sus tropas, y vinieron a acampar en la llanura de Emaús. 41 ▼▼41. En vez de criados dicen el texto siríaco y Josefo: cadenas, lo que concuerda mejor con el contexto. Las cadenas servían para atar a los prisioneros, que por derecho común eran esclavos. Los mercaderes los compraban a los ejércitos y los vendían en los mercados de las grandes ciudades.
Y oyendo la noticia de su llegada los mercaderes de aquellas regiones tomaron consigo gran cantidad de oro y plata; y con criados vinieron a los reales con el fin de comprar por esclavos a los hijos de Israel; y con ellos se unieron las tropas de Siria y las de otras naciones. Judas y sus tropas imploran el auxilio divino con oración y ayuno
42Judas, empero, y sus hermanos, viendo que se aumentaban las calamidades, y que los ejércitos se iban acercando a sus confines, y habiendo sabido la orden que había dado el rey de exterminar y acabar con el pueblo, 43se dijeron unos a otros: “Reanimemos nuestro abatido pueblo, y peleemos en defensa de nuestra patria, y de nuestra santa religión”. 44Se reunieron en un cuerpo para estar prontos a la batalla, y para hacer oración e implorar misericordia y gracia. 45 ▼▼45. Esta lamentable situación explica la plegaria que vemos en el capítulo 36 del Eclesiástico, escrito en el segundo siglo a. C. Allí el autor sagrado dirige a Dios esta oración: “Alza tu brazo contra las naciones extranjeras, para que experimenten tu poder” (Eclesiástico 36, 3).
Se hallaba a esta sazón Jerusalén sin habitantes; de modo que parecía un desierto. No se veían ya entrar ni salir los naturales de ella, era hollado el Santuario, los extranjeros eran dueños del alcázar, el cual servía de habitación a los gentiles. Desterrada estaba de Jacob toda alegría; no se oía ya en ella flauta ni cítara. 46Habiéndose reunido, se fueron a Masfá, que está enfrente de Jerusalén; por haber sido Masfá en otro tiempo el lugar de la oración para Israel. 47Ayunaron aquel día, y se vistieron de cilicio, y se echaron ceniza sobre la cabeza, y rasgaron sus vestidos. 48 ▼▼48. Pasaje oscuro. Dice, en su forma actual, que los paganos buscaban en los libros sagrados de los judíos analogías y semejanzas de su propia religión, de sus ídolos, de su culto. Fillion y Crampón suponen que el sentido original era otro: los gentiles solían apoderarse de los libros sagrados, a fin de pintar en ellos las imágenes de sus ídolos. Se trataría entonces aquí de un acto de desagravio. Jünemann, quien traduce según los Setenta, dice que “los gentiles injustamente trataban de cohonestar la idolatría por la Ley, fundados en los querubines, serpiente de bronce, etc.”. De todas maneras, es cosa indudable, como lo afirman San Agustín y Filón, que los paganos y principalmente los filósofos griegos de esa época conocieron el Antiguo Testamento, de donde sacaron muchas cosas que hoy en ellos se admiran.
Y abrieron los libros de la Ley, en donde los gentiles buscaban semejanzas para sus simulacros; 49 ▼▼49. Nazareos: los que por algún tiempo se habían consagrado a Dios, renunciando al vino, dejándose crecer la cabellera y observando otros ritos. Terminaban su voto con un sacrificio en el Templo, pero no podían entrar en Jerusalén, por hallarse la ciudad en poder de los enemigos. Véase Números 6, 2 ss. y nota.
y trajeron los ornamentos sacerdotales, y las primicias y diezmos; e hicieron venir a los nazareos que habían cumplido los días de su voto; 50y levantando su clamor hasta el cielo, dijeron: “¿Qué haremos de estos, y adonde los conduciremos? 51Tu Santuario está hollado y profanado, y cubiertos de lágrimas y de abatimiento tus sacerdotes; 52y he aquí que las naciones se han coligado contra nosotros para destruirnos. Tú sabes sus designios contra nosotros. 53¿Cómo podremos sostenernos delante de ellos, si Tú, oh Dios, no nos ayudas?” 54En seguida hicieron resonar las trompetas con grande estruendo. El ejército de Judas acampa junto a Emaús
55Nombró después Judas los caudillos del ejército, los tribunos, los centuriones, y los cabos de cincuenta hombres, y los de diez. 56 ▼▼56. Les dijo que se volviesen: Sobre esta sorprendente prueba de fe, que no imitaría ningún general moderno, véase Deuteronomio 20, 7 y nota; Jueces 7, 2 ss.
Y a aquellos que estaban construyendo casa, o acababan de casarse, o de plantar viñas, como también a los que tenían poco valor, les dijo que se volviesen cada uno a su casa, conforme a lo prevenido por la Ley. 57Levantaron luego los reales, y fueron a acamparse al mediodía de Emaús. 58Y Judas les habló de esta manera: “Tomad las armas, y tened buen ánimo; y estad prevenidos para mañana, a fin de pelear contra estas naciones, que se han unido contra nosotros para aniquilarnos, y echar por tierra nuestra santa religión; 59porque más nos vale morir en el combate, que ver el exterminio de nuestra nación y del Santuario. 60Y venga lo que fuere la voluntad del cielo.”
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