‏ 1 Peter 2

Espiritualidad cristiana

1Deponed, pues, toda malicia y todo engaño, las hipocresías, las envidias y toda suerte de detracciones, 2y, como niños recién nacidos, sed ávidos de la leche espiritual no adulterada, para crecer por ella en la salvación
2. La leche espiritual : la pura y verdadera Palabra de Dios (Hb. 5, 12 s.). En 1, 23 nos habló S. Pedro de renacer por la Palabra (cf. St. 1, 18 y nota). Ahora nos habla de crecer en la salud por medio de ella, y nos dice que debernos anhelarla como niños.
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3si es que habéis experimentado que el Señor es bueno
3 s. Nótese el proceso espiritual: primero desear sus dones (v. 2) y luego, si hemos gustado que Él es benigno, allegarnos a Él (cf. 2 Pe. 1, 2 ss. y nota). Es muy natural que el que cree en la bondad de Dios aproveche para pedirle mucho. Pero, al verlo tan bueno y admirable, descubre que Él es también, y sobre todo, atrayente por Sí mismo. Entonces es a Él a quien busca, y cuando va a pedirle, le pide ante todo su amistad, pues ha comprendido que hay mayor felicidad en Él mismo que en todas las cosas que puede dar. S. Pedro nos señala de esta manera el proceso de la sabiduría.
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Sois sacerdotes y reyes

4Arrimándoos a Él, como a piedra viva, reprobada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, 5también vosotros, cual piedras vivas, edificaos (sobre Él) como casa espiritual para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por Jesucristo
5. La gran casa o templo espiritual, así edificada sobre Él como Piedra viva (vv. 4 y 6; Ef. 2, 20) y cuyas piedras somos nosotros, es la Iglesia (Mt. 16, 18; Hb. 10, 21; Judas 20). Todos somos llamados a ese sacerdocio santo, es decir, los cristianos tenemos el derecho y el deber de ofrecer esos sacrificios espirituales que S. Pablo llama “sacrificios de alabanza, fruto de nuestros labios” (Sal. 115, 8; Hb. 13, 15 y nota). Cf. Ef. 2, 21 s.; Sal. 50, 17.
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6Por lo cual se halla esto en la Escritura: “He aquí que pongo en Sión una piedra angular escogida y preciosa; y el que en ella cree nunca será confundido”
6. Piedra angular: Jesucristo. Cf. Is. 28, 16 y nota; Rm. 9, 33; 10, 11.
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7Preciosa para vosotros los que creéis; mas para los que no creen, “la piedra que rechazaron los constructores esa misma ha venido a ser cabeza de ángulo”
7 s. Cf. Sal. 117, 22; Is. 8, 14 s.; Mt. 21, 42; Hch. 4, 11; Rm. 9, 32 s.
8y “roca de tropiezo y piedra de escándalo”; para aquellos que tropiezan por no creer a la Palabra, a lo cual en realidad están destinados. 9Pero vosotros sois un “linaje escogido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo conquistado
9. Sacerdocio real: es decir, como Cristo, sacerdotes y reyes. Sacerdotes como Él, injertados por el Bautismo, en el Sumo Sacerdote celestial (Rm. 7, 6 ss.; Sal. 109, 4 y nota) y capaces de ofrecer los sacrificios del v. 5. Y reyes como Él, partícipes de su reino y llamados a juzgar con Él al mundo (1 Co. 6, 2; Ap. 2, 26; 5, 10). Pueblo conquistado: como propio Suyo, según debió serlo Israel (Ex. 19, 4-6). Cf. Mal. 3, 17; Tt. 2, 14.
, para que anunciéis las grandezas de Aquel que de las tinieblas os ha llamado a su admirable luz”;
10a los en un tiempo (llamados ) “no pueblo”, ahora (se les llama) pueblo de Dios; a los (llamados) “no más misericordia”, ahora “objeto de la misericordia”
10. S. Pablo (Rm. 9, 25) hace también libremente esta cita de Os. 2, 24 (2, 25 en hebreo) y la aplica a los cristianos venidos de la gentilidad como ejemplo de la soberana libertad de Dios para hacer misericordia. Las palabras del profeta, según observa Crampon, “en su sentido propio y literal, tratan de las diez tribus (del Norte), corrompidas e idólatras como verdaderos paganos separados de Yahvé y cuya conversión, que les devolverá las prerrogativas de pueblo de Dios, se presenta al espíritu de Pablo como figura de la entrada de los gentiles”. ¿Hace Pedro igual aplicación aquí? ¿O se refiere más bien, como Apóstol de la circuncisión (Ga. 2, 7-9), a la nueva Alianza según Oseas, tal como lo hace Pablo en Hb. 8, 8 ss. con respecto a Jeremías? Los comentadores suelen aplicarlo de un modo genérico a los cristianos, es decir, tanto a los israelitas o judíos a quienes se dirige especialmente la Epístola (1, 1 y nota), como a los de la gentilidad. Cf. 1, 14; Ef. 2, 11 ss.; Hb. 11, 40 y nota.
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El buen ejemplo

11Amados míos, os ruego que os abstengáis, cual forasteros y peregrinos, de las concupiscencias carnales que hacen guerra contra el alma
11. Comentando este pasaje, exhorta S. León Magno: “¿A quién sirven los deleites carnales sino al diablo que intenta encadenar con placeres a las almas que aspiran a lo alto?... Contra tales asechanzas debe vigilar sabiamente el cristiano para que pueda burlar a su enemigo con aquello mismo en que es tentado”. Cf. 5, 8 s.; Mt. 4, 10; Lc. 22, 34; Rm. 13, 14; Ga. 5, 16; Hb. cap. 11 y notas.
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12Tened en medio de los gentiles una conducta irreprochable, a fin de que, mientras os calumnian como malhechores, al ver (ahora) vuestras buenas obras, glorifiquen a Dios en el día de la visita.

Obediencia a las autoridades

13A causa del Señor sed sumisos a toda humana institución, sea al rey como soberano
13. A pesar de que las autoridades civiles perseguían a los cristianos, predicaban estos la sumisión a todas ellas, y no solo por razones humanas (para tapar la boca a los paganos), sino como “siervos de Dios”, de quien viene toda potestad. Véase Rm. 13, 1-7. Es de notar que estas palabras fueron escritas durante el reinado de Nerón.
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14o a los gobernadores, como enviados suyos para castigar a los malhechores y honrar a los que obran bien. 15Pues la voluntad de Dios es que obrando bien hagáis enmudecer a los hombres insensatos que os desconocen, 16(comportándoos) cual libres, no ciertamente como quien toma la libertad por velo de la malicia, sino como siervos de Dios. 17Respetad a todos, amad a los hermanos, temed a Dios, honrad al rey.

Servir, a imitación de Cristo

18Siervos, sed sumisos a vuestros amos con todo temor, no solamente a los buenos e indulgentes, sino también a los difíciles. 19Porque en esto está la gracia: en que uno, sufriendo injustamente, soporte penas por consideración a Dios. 20Pues ¿qué gloria es, si por vuestros pecados sois abofeteados y lo soportáis? Pero si padecéis por obrar bien y lo sufrís, esto es gracia delante de Dios. 21Para esto fuisteis llamados. Porque también Cristo padeció por vosotros dejándoos ejemplo para que sigáis sus pasos
21. “Esta es la vocación y este es el carácter propio de los discípulos de Jesucristo: abrazarse con la Cruz de su divino Maestro, copiar fielmente a este divino original, imitarle en la paciencia con que Él su frió todos los agravios y las persecuciones” (S. Cipriano).
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22“Él, que no hizo pecado, y en cuya boca no se halló engaño”; 23cuando lo ultrajaban no respondía con injurias y cuando padecía no amenazaba, sino que se encomendaba al justo Juez
23. Al justo Juez, es decir, al Padre celestial, en cuyas manos había puesto Jesús la justicia de su causa. La Vulgata habla, a la inversa, de entregarse al que le sentenciaba injustamente.
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24Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, a fin de que nosotros, muertos a los pecados, vivamos para la justicia. “Por sus llagas fuisteis sanados” 25; porque erais como ovejas descarriadas; mas ahora os habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas
25. El Pastor y Obispo de vuestras almas es Jesucristo. Cf. Is. 53, 6; Ez. 34, 5; Mt. 18, 12 ss.; Jn. 10, 11 s. y 16; Hb. 8, 1 ss.; 13, 20; cf. Tt. 2, 5.
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