1 Samuel 31
Derrota y muerte de Saúl
1Entonces los filisteos libraron batalla contra Israel, y los hombres de Israel volvieron las espaldas a los filisteos, y cayeron muertos en la montaña de Gelboé. 2Los filisteos persiguieron con todo empeño a Saúl y a sus hijos y mataron a Jonatán, a Abinadab y a Melquisúa, hijos de Saúl, 3de modo que el peso del combate vino a descargar sobre Saúl, el cual concibió gran temor cuando le descubrieron los flecheros. 4 ▼▼4. El suicidio de Saúl no carece de motivos religiosos, relacionados con el carácter sagrado de su persona. Viéndose el rey ante la perspectiva de ser capturado y escarnecido por los “incircuncisos”, se dirige a su escudero pidiéndole que le matara; y tan solo después de fracasar este intento se arroja sobre su espada. Los acontecimientos que siguieron demuestran lo acertada que fue la previsión del rey (versículo 8-10). Cf. un caso semejante en II Macabeos 14, 41 ss.
Por lo cual dijo Saúl a su escudero: “Saca tu espada, y traspásame con ella, no sea que vengan estos incircuncisos y me maten, mofándose de mí.” Mas no quiso su escudero porque tuvo gran miedo. Entonces tomó Saúl la espada y se arrojó sobre ella. 5El escudero al ver que Saúl era muerto, se echó él también sobre su espada y murió con él. 6Así murieron en aquel día Saúl, juntamente con sus tres hijos, su escudero y toda su gente. 7Cuando los israelitas que vivían en la otra parte del valle, y los de la otra parte del Jordán, vieron que habían huido los hombres de Israel y que habían muerto Saúl y sus hijos, dejaron las ciudades y se pusieron en fuga. Y vinieron los filisteos y habitaron en ellas. Sepultura de Saúl
8Al día siguiente vinieron los filisteos para despojar a los muertos, y hallaron a Saúl y a sus tres hijos tendidos en la montaña de Gelboé. 9Le cortaron la cabeza y le despojaron de sus armas y enviaron a publicar esta buena nueva por todo el país de los filisteos en los templos de sus ídolos y entre su pueblo. 10Las armas (de Saúl) las depositaron en el templo de Astarté, y colgaron su cadáver en el muro de Betsán. 11 ▼▼11. La ciudad de Jabés fue la primera que Saúl había librado de los enemigos (capítulo 11). Por lo tanto era un acto de gratitud el que los hombres de Jabés quitaran los cadáveres del muro para darles sepultura. La cremación se explica por el miedo de que los filisteos viniesen de nuevo para deshonrar al rey y a sus hijos.
Cuando los habitantes de Jabés-Galaad oyeron lo que los filisteos habían hecho con Saúl, 12todos los hombres valientes se levantaron y después de marchar durante toda la noche quitaron el cadáver de Saúl y los cadáveres de sus hijos, del muro de Betsán, y se volvieron a Jabés, donde los quemaron. 13 ▼▼13. La muerte de Saúl es el lógico final de una vida desenfrenada. Moderado y noble en un principio, mientras fue pequeño a sus propios ojos, se convierte pronto en un soberbio tirano que se aleja cada vez más de Dios, de tal manera que el Espíritu del Señor se retira de él, dando libre paso al espíritu maligno que le arruina (cf. II Reyes 7, 15). Su vida, y más aún su muerte, son una terrible lección para quienes confían solamente en su propia fuerza: “¡Qué contraste tan fundamental entre Saúl y David! Aquel se deja arrastrar por su orgullo y sus pasiones; este exclama humildemente «En Ti, Señor, confía mi alma»” (Salmo 56, 2)
Después tomaron sus huesos y los sepultaron bajo el tamarisco de Jabés y ayunaron siete días.
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