‏ 2 Kings 5

Curación de Naamán

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1 ss. Eliseo es el gran taumaturgo entre los profetas. Los numerosos milagros que Dios hizo por medio de él, tenían por objeto acreditar la verdadera religión y desacreditar el culto de Baal. Por la curación de un extranjero, Naamán de Damasco, el nombre de Dios se propaga aun entre los pueblos paganos, entre los cuales había siempre hombres justos y gratos a Dios, pues como dice San Pedro, “en todo pueblo le es acepto el que le teme y obra justicia” (Hechos 10, 35).
Naamán, jefe del ejército del rey de Siria, era un gran personaje ante su señor, y hombre de gran prestigio; pues por su medio Yahvé había salvado a Siria. Pero este hombre tan valiente era leproso.
2Ahora bien, habían salido de Siria guerrilleros que trajeron cautiva de la tierra de Israel a una jovencita, que fue puesta al servicio de la mujer de Naamán. 3Dijo ella a su señora: “¡Oh, si mi amo pudiera presentarse al profeta que hay en Samaria!, él le sanaría de la lepra. 4Fue, pues (Naamán) y avisó a su señor, diciendo: “Esto y esto ha dicho la muchacha de tierra de Israel.” 5
5. El siclo grande pesaba 16,83 gr., el talento 58 o 26 kilos.
Dijo entonces el rey de Siria: “Anda, pues, que yo enviaré una carta al rey de Israel.” Y partió él, llevando consigo diez talentos de plata y seis mil siclos de oro y diez vestidos nuevos.
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6. Según los conceptos de los reyes totalitarios de Oriente, el príncipe de un país tiene también poder sobre los profetas. Por eso dirige el rey de Siria al de Israel la extraña petición de curar a su general leproso.
Llevó también la carta para el rey de Israel, la cual decía: “Cuando llegare a ti esta carta, sabrás que te he enviado a Naamán, mi servidor, para que le sanes de su lepra.”
7Como el rey de Israel leyese la carta, rasgó sus vestidos y dijo: “¿Soy yo acaso Dios, para dar la muerte o la vida? Pues este me manda sanar a un hombre de su lepra. Reparad y veréis que busca solamente pretextos contra mí.”

8Cuando Eliseo, el varón de Dios, supo que el rey de Israel había rasgado sus vestidos, envió a decir al rey: “¿Por qué has rasgado tus vestidos? ¡Que venga (ese hombre) a mí, y sabrá que hay profeta en Israel!” 9Vino Naamán con sus caballos y su carroza y se paró a la puerta de la casa de Eliseo. 10
10. El profeta no atiende personalmente a Naamán, para poner a prueba la fe del enfermo, cuya protesta cede ante la sabia observación del Versículo 13.
Eliseo le envió un mensajero, que le dijese: “Ve y lávate siete veces en el Jordán, y recobrarás tu carne y quedarás limpio.”
11Naamán se fue enojado y dijo: “Yo pensaba que por lo menos saldría y, puesto de pie, invocaría el nombre de Yahvé, su Dios, y pasaría su mano sobre el lugar (de la llaga) para curar la lepra. 12Acaso los ríos de Damasco, el Abaná y el Farfar, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? ¿No podría yo lavarme en ellos y quedar limpio?” Y volviendo su rostro se fue, lleno de ira. 13Pero se acercaron sus siervos, y hablaron con él, diciendo: “Padre mío, si el profeta te hubiera mandado hacer algo difícil, ¿no lo habrías hecho? ¿Cuánto más ahora que te dice: Lávate y quedarás limpio?” 14
14. La ablución en el Jordán no produjo por si misma la curación sino que tuvo carácter simbólico. Jesucristo emplea el mismo símbolo en la curación de un ciego (Juan 9, 7 y 17). El número siete era un número sagrado que simbolizaba la idea de la plenitud y perfección (cf. Lucas 14, 7 y nota). El caso de Naamán es citado por Jesús en Lucas 4, 27.
Bajó, y se bañó siete veces en el Jordán, conforme a la orden del varón de Dios, y se volvió su carne como la carne de un niño pequeño, y quedó limpio.

15“Después regresó con toda su comitiva al varón de Dios, entró, y presentándose delante de él dijo: “Ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra sino solo en Israel. Acepta, pues, te ruego, un presente de parte de tu siervo.” 16
16. No aceptó nada: a pesar de ser tan pobre como hemos visto en 4, 38 ss.
Respondió él: “¡Vive Yahvé, a quien sirvo, que no lo aceptaré!” Y aunque (Naamán) insistió en que aceptara, siguió rehusando.
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17. El general sirio cree que cada dios tiene su propio territorio, por lo cual se lleva una porción de tierra para fundamento de un altar en honor del Dios de Israel. Naamán es figura de los gentiles que han de abrazar la religión de Cristo.
Al fin dijo Naamán: Pues si no, permite al menos que se dé a tu siervo la porción de tierra que puedan cargar dos mulos; porque en adelante tu siervo no ofrecerá holocausto ni sacrificio a otro dios sino a Yahvé.
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18. Parece que el profeta soluciona este caso de conciencia en sentido afirmativo y otorga, al menos en forma tácita, la autorización pedida, teniendo en cuenta que la participación de Naamán en el culto idolátrico era solo un acto exterior (Menochius, Cornelio a Lapide, etc.). Hoy todavía los cristianos de Damasco muestran la casa de Naamán en las ruinas de una iglesia.
Sin embargo, una sola cosa debe perdonar Yahvé a tu siervo: Cuando entre mi señor en el templo de Remón para adorar allí, y él se apoye en mi mano, y yo me prosterne en el templo de Remón, que perdone Yahvé a tu siervo si yo en tales circunstancias me prosterno en el templo de Remón.”
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19. Estaba ya a cierta distancia. Vulgata: era entonces la mejor estación del año.
Él le dijo: “Vete en paz.” Pero cuando (Naamán) alejándose estaba ya a cierta distancia,
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20. Sacar ventaja, enriquecerse gratis: he aquí lo que es el móvil de sus ingeniosos esfuerzos. Y todo le sirve para labrarse la propia ruina. Cf. lo que enseña San Pablo (I Timoteo 6, 9) y la norma que da Cristo (Mateo 10, 8).
Giecí, criado de Eliseo, el varón de Dios, se dijo: “He aquí que mi señor ha tratado con demasiado miramiento a Naamán, ese sirio, no aceptando de su mano lo que había traído. ¡Vive Yahvé! que voy a correr en su seguimiento para recibir de él alguna cosa.”

Avaricia de Giecí

21Salió, pues, Giecí en seguimiento de Naamán. Cuando Naamán le vio correr tras él, bajó de su carro para ir a su encuentro, y dijo: “¿Va todo bien?” 22“Bien”, respondió él; pero mi señor me ha enviado a decir: “He aquí que acaban de llegar de la montaña de Efraím dos jóvenes, discípulos de los profetas; te ruego me des para ellos un talento de plata y dos vestidos nuevos.” 23Dijo Naamán: “Hazme el favor de tomar dos talentos”. Y le instó, y ató en dos talegas los dos talentos de plata y dos vestidos nuevos, y los dio a dos criados suyos para que los llevasen yendo delante de (Giecí). 24Mas cuando llegó a la colina (Giecí) los tomó de mano de ellos, y los guardó en su casa; luego despidió a los hombres, que se fueron. 25Después entró a presentarse a su señor. Eliseo le preguntó: “¿De dónde vienes, Giecí?” Respondió: “No ha ido tu siervo a ninguna parte”. 26Mas él le replicó: “¿No iba mi espíritu (contigo) cuando cierto hombre se dio vuelta (bajando) de su carro para salir a tu encuentro? ¿Es este, por ventura, el momento para ganar dinero y vestidos, y también olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas? 27
27. Giecí no había dado importancia a su mentira, pues sabía que Naamán estaba dispuesto a regalar una fortuna por el hecho de verse curado de la lepra. Así, considerando que su amo no aceptaba nada, no tuvo reparo en pedir algo que para Naamán fuese insignificante. Desde luego no quiso manifestar este pedido suyo a su amo y, por eso, negó que se había ausentado para encontrar a Naamán. De ahí que la codicia de Giecí mereciera el castigo de la lepra, que es símbolo del pecado. Su conducta era, además, apta para poner en peligro la fe del neo convertido. “Comete un delito de simonía vendiendo de algún modo la gracia de la curación que su amo había hecho gratuitamente” (Scío).
Por eso la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre.” Y Giecí salió de su presencia leproso, (blanco) como la nieve.
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