‏ 2 Kings 6

Otro milagro de Eliseo

1Dijeron los discípulos de los profetas a Eliseo: “Mira, el lugar donde habitamos contigo, es muy estrecho para nosotros. 2Vayamos, pues, a la ribera del Jordán; allí tomaremos cada uno una viga y haremos para nosotros un lugar donde habitemos.” Él respondió: “¡Id!” 3Mas uno de ellos dijo: “Haznos el favor de venir con tus siervos.” “Yo iré”, contestó él. 4Se fue con ellos, y llegaron al Jordán, donde cortaron maderas. 5
5. Cf. 4, 38 ss. A eso llegaba la pobreza de estos hombres de Dios; ni siquiera disponían de un hacha propia. Pero disponían del poder de Dios para hacer milagros. Cf. el caso de San Pedro en Hechos 3, 6.
Pero mientras uno cortaba una viga, se le cayó el hierro en el agua, por lo cual exclamó: “¡Ay, señor mío! Era prestado.”
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6. En este leño que hace flotar el hierro vemos la eficacia de la Cruz en que Cristo, por su mérito, levanta al hombre hundido por la culpa (San Ambrosio).
Preguntó el varón de Dios: “¿Dónde ha caído?” Y habiéndosele indicado el lugar, cortó un palo, y lo arrojó allí; y salió el hierro flotando.
7Entonces dijo: “Recógelo”; y él alargó la mano y lo asió.

Eliseo y los sirios

8El rey de Siria estaba en guerra con Israel; y en un consejo que celebró con sus siervos, dijo: “En tal y tal parte estará mi campamento.” 9Entonces el varón de Dios mandó a decir al rey de Israel: “Guárdate de pasar por tal lugar; que por allí van a bajar los sirios.” 10Envió el rey de Israel gentes al lugar que el varón de Dios le había señalado y respecto del cual le había prevenido. Y así se resguardó repetidas veces. 11El corazón del rey de Siria se inquietó por esa táctica, por lo cual llamó a sus servidores y les dijo: “¿No queréis manifestarme quién de nosotros está de parte del Rey de Israel?” 12Respondió uno de sus servidores: “Ninguno, oh rey, señor mío; sino que Eliseo, el profeta que está en Israel, manifiesta al rey de Israel las palabras que tú dices en tu alcoba.” 13Dijo entonces (el rey): “Id y ved dónde está, y enviaré a prenderle.” Luego le dieron esta noticia: “He aquí que está en Dotan.” 14Envió, pues, allí caballos y carros y muchas tropas, que vinieron de noche y cercaron la ciudad. 15Y cuando el criado del varón de Dios se levantó muy de mañana y salió, he aquí que tropas tenían cercada la ciudad con caballos y carros. El criado le dijo: “¡Ay! señor mío, ¿qué haremos?” 16
16. “¿Dónde están, exclama San Ambrosio, dónde están los que dicen que las armas de los hombres son más poderosas que las oraciones de los Santos?” (Sermón 86). Dios nos pone aquí de lleno ante la realidad sobrenatural, para ejercitar fuertemente nuestra fe. La afirmación de Eliseo, de tener mucho más ejército que el rey Benhadad, parece una broma risible, ¡Acabamos de ver que no tenían ni un hacha! (Versículo 5). Sin embargo, en realidad invisible, había allí mismo una fuerza inmensa. ¡Oh, si nuestra fe fuese siquiera como un grano de mostaza! (Lucas 17, 6). “Nuestros ojos no se fijan en las cosas visibles sino en las invisibles, porque las cosas visibles no duran más que un tiempo, y las invisibles son eternas” (II Corintios 4, 18).
Mas él respondió: “No tengas miedo; pues los que están con nosotros son más que los que están con ellos.”
17Luego Eliseo se puso a orar, diciendo: “¡Yahvé, ábrele los ojos, para que vea!” Y Yahvé abrió los ojos del criado y vio este que el monte estaba lleno de caballos y de carros de fuego en derredor de Eliseo.

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18. La ceguera no fue absoluta, sino solo una ilusión óptica, de manera que al ver los objetos no podían conocerlos. Así opina San Agustín.
Después bajaron (los sirios) contra Eliseo, el cual oró a Yahvé y dijo: “Hiere, te ruego, a estos gentiles con ceguera.” En efecto (Yahvé) los hirió con ceguera, conforme a la súplica de Eliseo.
19Entonces Eliseo les dijo: “No es este el camino, ni es esta la ciudad. Seguidme, y os llevaré al hombre que buscáis.” Y los condujo a Samaria. 20Cuando llegaron a Samaria, dijo Eliseo: “¡Yahvé, abre los ojos de estos hombres para que vean!”, y Yahvé les abrió los ojos, de modo que vieron, y he aquí que estaban en medio de Samaria. 21Al verlos el rey de Israel dijo a Eliseo: “¿Los mato, padre mío?” 22Pero él dijo: “No los mates. Mata a quienes has cautivado con tu arco y con tu espada. Pero a estos, ponles delante pan y agua, para que coman y beban, y después se vuelvan a su señor.” 23Les dio una gran comida; y comieron y bebieron; luego los despachó, y se fueron a su señor. Tras lo cual las bandas sirias no volvieron más al país de Israel.

Hambre en Samaria

24Después de esto Benhadad, rey de Siria, reunió todo su ejército, subió y puso sitio a Samaria. 25
25. El cabo contenía 2 litros más o menos. El asno era animal legalmente impuro (Levítico 11, 25), cuyo consumo demuestra la más extrema necesidad, como se ve en los versículos 28 ss.
Hubo mucha hambre en Samaria y duró el sitio hasta el extremo de venderse una cabeza de asno por ochenta siclos de plata, y la cuarta parte de un cabo de estiércol de paloma por cinco siclos de plata.
26Fue entonces que al pasar el rey de Israel sobre la muralla, una mujer le gritó, diciendo: “¡Sálvame, oh rey, señor mío!”; 27el cual le respondió: “Si no te salva Yahvé, ¿cómo puedo salvarte yo? ¿Con los productos de la era o del lagar?” 28
28. Para que le comamos: Véase Levítico 26, 29; Deuteronomio 28, 53.
Y el rey le preguntó: “¿Qué tienes?” Ella contestó: “Esta mujer me dijo: «Da tu hijo para que le comamos hoy, y mañana comeremos al mío.»
29Cocimos, pues, a mi hijo, y le comimos; mas cuando yo al día siguiente le dije a ella: «Entrega a tu hijo para que le comamos», escondió a su hijo.” 30
30. El cilicio: el áspero saco que usaban los penitentes y los que estaban de luto.
Al oír las palabras de la mujer, rasgó el rey sus vestidos; y mientras proseguía andando por la muralla, el pueblo observaba el cilicio que por dentro llevaba sobre su cuerpo.

31Dijo entonces: “Esto haga Dios conmigo, y más aún, si la cabeza de Eliseo, hijo de Safat, queda hoy sobre sus hombros.” 32Eliseo se hallaba a la sazón sentado en su casa, y los ancianos estaban sentados con él, cuando (el rey) envió uno de los hombres que le servían; pero antes que llegara este enviado a su casa, dijo (Eliseo) a los ancianos: “¿Habéis visto cómo ese hijo de homicida manda a cortarme la cabeza? Mirad: cuando llegue el enviado, cerrad la puerta y rechazadle en la puerta. ¿No se oye ya, en pos de él, el ruido de los pies de su señor?” 33
33. En vez de “emisario” ha de leerse, según Crampón: el rey. (Nova Vulgata: “apparuit rex, qui veniebat ad eum”. Nótese la blasfemia contra Dios, con la cual el rey pretende justificar su conducta con Eliseo, ¡Cuántos hay que en vez de humillarse saludablemente ante las pruebas, acusan de crueldad al Padre celestial! En el siguiente capítulo veremos una vez más, cómo el Señor responde a nuestras ingratitudes con nuevos favores.
Estaba todavía hablando con ellos, cuando he aquí que llegó el emisario a su casa, y dijo: “He aquí que esta calamidad viene de Yahvé. ¿Qué tengo ya que esperar de Yahvé?”
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