2 Samuel 16
Fidelidad de Sibá
1 ▼▼1 ss. La actitud de Sibá no es del todo trasparente. Parece que quiere traicionar a su señor para ponerse en posesión de sus bienes. Véase la defensa de Mefibóset en 19, 24-30.
Apenas hubo David pasado un poco más allá de la cumbre, he aquí que Sibá, siervo de Mefibóset, vino a su encuentro con un par de asnos aparejados, y sobre ellos doscientos panes, cien cuelgas de pisas, cien frutas de verano y un odre de vino. 2Preguntó el rey a Sibá: “¿Qué quieres con estas cosas?” Respondió Sibá: “Los asnos son para que monte en ellos la familia del rey, y el pan y las frutas para que coman los mozos, y el vino para que beban los que se fatiguen en el desierto.” 3Preguntó más el rey: “¿Dónde está el hijo de tu señor?” Sibá respondió al rey: “He aquí que se ha quedado en Jerusalén, diciendo: «Hoy me devolverá la casa de Israel el reino de mi padre.»” 4Dijo entonces el rey a Sibá: “He aquí que todo lo que pertenece a Mefibóset, es tuyo.” A lo que contestó Sibá: “Yo me prosterno. ¡Halle yo gracia a tus ojos, oh rey, señor mío!” Semeí maldice a David
5Cuando el rey llegó a Bahurim, he aquí que de allí le salió al encuentro un hombre de la parentela de Saúl, cuyo nombre era Semeí, hijo de Gerá. Salía, echando maldiciones, 6 ▼▼6. Tiraba piedras: Cf. lo que hicieron con Jesús (Juan 8, 59). Semeí era hijo de la tribu de Benjamín, la cual tenía rencor contra David, porque con la muerte de Saúl la realeza había pasado a aquel.
y tiraba piedras contra David, y contra todos los siervos del rey David, mientras toda la gente y todos los hombres de guerra marchaban a la derecha y a la izquierda (del rey). 7Y así decía Semeí en sus maldiciones: “¡Vete, vete sanguinario y hombre de Belial! 8Yahvé ha hecho recaer sobre ti toda la sangre de la casa de Saúl, en cuyo lugar te has hecho rey; Yahvé ha dado el reino en manos de Absalón, tu hijo; y a ti te ha prendido en tus maldades, porque eres un sanguinario.” 9Entonces Abisai, hijo de Sarvia, dijo al rey: “¿Por qué este perro muerto ha de maldecir a mi señor el rey? Iré, con tu permiso, y le cortaré la cabeza.” 10 ▼▼10. Cf. 15, 14. No quiere decir que Semeí hubiera proferido sus maldiciones por orden de Dios, sino que el santo rey reconocía en estas una disposición de la justicia de Dios. “¡Oh paciencia tan alta, oh invención tan grande, para extinguir las injurias!” (San Ambrosio). “Sublime respuesta, digna de quien llevaba en su pecho un corazón según el corazón de Dios. Heroico ejemplo de mansedumbre. Quien destrozaba el león y le arrancaba su presa (I Reyes 17, 14 s.), quien venció mil veces en los campos de batalla... sufre en paciencia los groseros insultos de un villano” (Fernández, Flor. Bibl. I, pág. 12 s.).
El rey respondió: “¿Qué tengo yo que ver con vosotros, hijos de Sarvia? ¡Que siga él maldiciendo! Si Yahvé le ha dicho: «¡Maldice a David!» ¿Quién osará decirle: «Por qué haces esto»?” 11Y dijo David a Abisai y a todos sus siervos: “Mirad, mi propio hijo, que salió de mis entrañas, busca cómo quitarme la vida. ¿Con cuánta más razón puede hacerlo este hijo de Benjamín? Dejadle que siga maldiciendo; porque se lo ha mandado Yahvé. 12Quizás Yahvé mirará mi aflicción y me devolverá bienes en lugar de las maldiciones de hoy.” 13Así, pues, David y sus hombres siguieron su camino, mientras Semeí iba por la falda del monte, cerca de David, maldiciendo y tirando piedras hacia él y esparciendo polvo. 14El rey y toda la gente que le acompañaba llegaron extenuados y descansaron en aquel lugar. Aquitófel y Cusai
15Entretanto Absalón y todo el pueblo, los hombres de Israel, habían llegado a Jerusalén, y con él Aquitófel. 16También Cusai, el arquita, amigo de David, fue a presentarse a Absalón; y dijo Cusai a Absalón: “¡Viva el rey! ¡Viva el rey!” 17Absalón dijo a Cusai: “¿Es esta tu piedad para con tu amigo? ¿Por qué no has ido con tu amigo?” 18Respondió Cusai a Absalón: “¡No! Yo soy de aquel a quien ha escogido Yahvé y este pueblo y todos los hombres de Israel; con ese me quedaré. 19Por lo demás: ¿A quién voy a servir? ¿No es a un hijo suyo? De la misma manera que he servido al padre, así te serviré a ti.” 20Dijo entonces Absalón a Aquitófel: “¡Dad vuestro consejo! ¿Qué debemos hacer?” 21Aquitófel respondió a Absalón: “Entra a las concubinas de tu padre; que él ha dejado para custodiar la casa; y oirá todo Israel que te has hecho odioso a tu padre; así se fortalecerán las manos de todos los que están contigo.” 22 ▼▼22. Sobre el terrado; “sin duda en aquel mismo terrado en que David había concebido su pecaminosa pasión por Betsabee” (Vigouroux, Polyglotte). Cf. 11, 2. Así se cumplió la amenaza del profeta (12, 12). Cf. 20, 23. Era costumbre en Oriente que el pretendiente al trono ocupara el harén de su predecesor; pero esta villanía no la hacía el hijo con las mujeres de su padre. Aquitófel recibirá su merecido muy pronto (cf. 17, 23). Véase el Salmo 54.
Levantaron, pues, para Absalón un pabellón sobre el terrado y Absalón entró a las concubinas de su padre, viéndolo todo Israel. 23En aquel tiempo un consejo dado por Aquitófel era mirado como un oráculo que un hombre pedía a Dios. Así (eran estimados) todos los consejos de Aquitófel tanto por David como por Absalón.
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