‏ Acts 20

Viaje a Macedonia y Grecia

1Luego que el tumulto cesó, convocó Pablo a los discípulos, los exhortó, y despidiéndose salió para ir a Macedonia. 2Y después de recorrer aquellas regiones, exhortándolos con muchas palabras, llegó a Grecia
2 s. En Grecia: Allí se detuvo el Apóstol en Corinto, donde escribió la Epístola a los Romanos en el invierno del año 57-58.
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3donde pasó tres meses; mas cuando ya estaba para ir a Siria, los judíos le armaron asechanzas, por lo cual tomó la resolución de regresar por Macedonia. 4Le acompañaban hasta Asia: Sópatro de Berea, hijo de Pirro; Aristarco y Segundo de Tesalónica, Gayo de Derbe, y Timoteo, Tíquico y Trófimo de Asia. 5Estos se adelantaron y nos esperaban en Tróade. 6Nosotros, en cambio, nos dimos a la vela desde Filipos, después de los días de los Ázimos; y en cinco días los alcanzamos en Tróade, donde nos detuvimos siete días.

Pablo resucita a Eutico

7El primer día de la semana nos reunimos para partir el pan
7. El primer día de la semana: Valioso testimonio de que ya en tiempo de los apóstoles se celebraban los sagrados misterios el domingo y no ya el sábado de los judíos. Cf. Jn. 20, 1 y nota; 1 Co. 16, 2. Para partir el pan: para celebrar la cena Eucarística. Véase 2, 42 y nota,
, Pablo, que había de marchar al día siguiente, les predicaba, prolongando su discurso hasta la medianoche.
8Había muchas lámparas en el aposento alto donde estábamos reunidos. 9Mas un joven, de nombre Eutico, se hallaba sentado sobre la ventana sumergido en profundo sueño, y al fin, mientras Pablo extendía más su plática
9 ss. Notamos aquí cómo Pablo, consecuente con su opinión sobre la máxima importancia del ministerio de la Palabra, se detenía largas horas (v. 1 y 2), hasta media noche (v. 7) y hasta el alba (v. 11), exponiendo ante los oídos maravillados de jóvenes y ancianos las inagotables riquezas de Cristo, que habían estado escondidas por todos los siglos (Ef. 3, 8-11), y amonestando “día y noche, con lágrimas” a los que tenían cura de almas (20, 31). Véase 6, 2-4 y notas. Es muy de recordar este ejemplo, para no confundir esa abundancia de predicación y riqueza de doctrina divina, con el mucho hablar a lo humano, en lo cual “no faltará pecado” (Pr. 10, 19 y nota). Véase lo que Pablo aconseja y previene al Obispo Timoteo en 2 Tm. 4, 2 ss. Cf. 1 Co. 14, 19.
, cayó del tercer piso abajo, vencido del sueño, y fue levantado muerto.
10Bajó Pablo, se echó sobre él y abrazándole dijo: “No os asustéis, porque su alma está en él”. 11Luego subió, partió el pan y comió; y después de conversar largamente hasta el amanecer, así se marchó. 12Ellos se llevaron vivo al joven, y quedaron sobremanera consolados.

En Mileto

13Nosotros, adelantándonos en la nave, dimos vela a Asón, donde habíamos de recibir a Pablo. Lo había dispuesto así, queriendo irse él a pie. 14Cuando nos alcanzó en Asón, le recogimos y vinimos a Mitilene
14 ss. Conviene seguir este itinerario teniendo a la vista el mapa de los viajes de S. Pablo: maravillosa peregrinación espiritual a través de toda esa costa e islas de incomparable belleza natural, hoy como entonces. No lejos de la isla de Samos, famosa por su dulce vino, hacia el centro del Mar Egeo, tan legendario en los poetas clásicos, está Patmos, donde Juan recibió y escribió la más alta de las profecías: el Apocalipsis.
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15Navegando de allí, nos encontramos al día siguiente enfrente de Quío; al otro día arribamos a Samos, y al siguiente llegamos a Mileto. 16Porque Pablo había resuelto pasar de largo frente a Éfeso, para no demorarse en Asia; pues se daba prisa para estar, si le fuese posible, en Jerusalén el día de Pentecostés. 17Desde Mileto envió a Éfeso a llamar a los presbíteros de la Iglesia
17. Los presbíteros: Cf. 14, 23 y nota. La Vulgata dice “los mayores de edad”. Otros traducen “los ancianos” (Fillion, Boudou, etc.). Son los que San Pablo en el v. 28 llama episcopoi u obispos. El P. Boudou hace notar que para el Apóstol, como para el autor de los Hechos, los términos presbítero y obispo son estrictamente sinónimos. El P. Prat observa que los jefes de la Iglesia de Éfeso “no eran evidentemente obispos, pues que Pablo deberá más tarde dejar a Timoteo en Éfeso para ejercer allí el cargo episcopal”.
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18Cuando llegaron a él les dijo: “Vosotros sabéis, desde el primer día que llegué a Asia, cómo me he portado con vosotros todo el tiempo: 19sirviendo al Señor con toda humildad, con lágrimas y pruebas que me sobrevinieron por las asechanzas de los judíos; 20y cómo nada de cuanto fuera de provecho he dejado de anunciároslo y enseñároslo en público y por las casas; 21dando testimonio a judíos y griegos sobre la conversión a Dios y la fe en nuestro Señor Jesús. 22Y ahora, he aquí que voy a Jerusalén, encadenado por el Espíritu, sin saber lo que me ha de suceder allí
22. Por el Espíritu ; otros: en espíritu (véase 21, 4 y nota). Sin saber, etc.: Vemos que el don de profecía, que S. Pablo posee en grado eminentísimo, no significa que supiese por sí mismo lo que iba a sucederle, sino cuando Dios se lo revela especialmente (cf. v. 25; 2 Tm. 4, 6; 2 Pe. 1, 14).
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23salvo que el Espíritu Santo en cada ciudad me testifica, diciendo que me esperan cadenas y tribulaciones. 24Pero yo ninguna de estas cosas temo, ni estimo la vida mía como algo precioso para mí, con tal que concluya mi carrera y el ministerio que he recibido del Señor Jesús, y que dé testimonio del Evangelio de la gracia de Dios
24. El ministerio : la Vulgata dice el ministerio de la palabra. Nótese la preciosa expresión el Evangelio de la gracia. En el v. 32 lo llama la palabra de su gracia, siempre empeñado en mostrar el carácter esencialmente misericordioso del mensaje de Cristo, que El mismo llamó “la Buena Nueva”.
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25Al presente, he aquí yo sé que no veréis más mi rostro, vosotros todos, entre quienes he andado predicando el reino de Dios. 26Por lo cual os protesto en este día que soy limpio de la sangre de todos; 27pues no he omitido anunciaros el designio entero de Dios
27. El designio entero: Es lo que Jesús había ordenado en Mt. 28, 20 (cf. 2 Co. 4, 2; Ga. 1, 10; 2 Tm. 2, 15). Bien sabía el Apóstol que pronto vendrían falsos pastores (v. 29 ss.). Véase en Ap. 22, 18 s., las maldiciones de los que disminuyen o aumentan las Palabras de Dios.
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28Mirad, pues, por vosotros mismos y por toda la grey, en la cual el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la Iglesia del Señor, la cual Él ha adquirido con su propia sangre
28. Por vosotros mismos: “Los pastores de la Iglesia de Éfeso debían poner en el primer lugar de sus preocupaciones el cuidado de su santificación personal” (Fillion). Obispos : El P. Boudou traduce supervigilantes (“surveillants”) y observa con el P. Prat: “En vida del Apóstol no hubo obispos en las comunidades cristianas fundadas por él; no hubo sino visitadores o delegados temporarios semejantes a los periodeutes de los tiempos posteriores, revestidos tal vez de carácter episcopal pero revocables a discreción y sin autoridad autónoma ni situación fija. Tito y Timoteo son obispos misioneros que le sirven de coadjutores (cf. 13, 1 y nota). Las iglesias de Asia, fundadas por Pablo, pasaron finalmente bajo la influencia del Apóstol Juan, y de este recibieron su organización definitiva con el episcopado sedentario que Pablo no había establecido en ellas” (16, 6 y nota). Cf. 3_Jn. 5; S. Jerónimo, Coment. Epist. a Tt. 1, 5.
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29Yo sé que después de mi partida vendrán sobre vosotros lobos voraces que no perdonarán al rebaño
29 ss. Alude a la advertencia de Jesús en Mt. 7, 15 ss. sobre los “lobos con piel de oveja”, es decir, que están dentro del rebaño (v. 30) y se disfrazan de Cristo (2 Co. 11, 12 ss.), “teniendo apariencia de piedad” (2 Tm. 3, 5). Lo mismo dice S. Juan de los anticristos (1 Jn. 2, 19). Su característica es el éxito personal y el buscar la propia gloria, que es, como dice S. Jerónimo la capa del anticristo (v. 30; Lc. 6, 26; Jn. 5, 43; 7, 18; 10, 12; 21, 15 y nota).
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30Y de entre vosotros mismos se levantarán hombres que enseñen cosas perversas para arrastrar en pos de sí a los discípulos. 31Por tanto velad, acordándoos de que por tres años no he cesado ni de día ni de noche de amonestar con lágrimas a cada uno de vosotros
31. Véase 1 Co. 12, 26; 2 Co. 2, 12; Hb. 4, 15; Si. 7, 38.
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32Ahora, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, la cual es poderosa para edificar y para dar la herencia entre todos los santificados
32. Herencia: el reino de Dios. Cf. Ef. 1, 18; Col. 1, 12.
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33Plata u oro o vestido no he codiciado de nadie
33 s. Se revela aquí el corazón y la conciencia de Pablo. Trabajaba con sus manos para no ser molesto a su grey. Véase 18, 3 y nota; 2 Co. 11, 9.
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34Vosotros mismos sabéis que a mis necesidades y a las de mis compañeros han servido estas manos 35En todo os di ejemplo de cómo es menester, trabajando así, sostener a los débiles, acordándose de las palabras del señor Jesús, que dijo Él mismo: “Más dichoso es dar que recibir”
35. Confirma la precedente lección de desinterés dada, en los vv. 33- 34, a sus compañeros en el sacerdocio (v. 17). La preciosa sentencia de Jesús que aquí nos comunica San Pablo, no está en el Evangelio, si bien recuerda lo que el divino Maestro dijo a sus apóstoles “Recibisteis gratuitamente, dad gratuitamente. No tengáis ni oro ni plata”, etc. (Mt. 10, 8 ss.). “Muchas veces parece caridad lo que es carnalidad. Porque la inclinación de la carne, la propia voluntad, la esperanza de galardón, la afección del provecho pocas veces nos dejan” (Imit. de Cristo III, 5).
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36Dicho esto, se puso de rodillas e hizo oración con todos ellos
36 ss. Vemos cómo la suavidad de Dios consuela íntimamente nuestro débil corazón de carne, brindando al Apóstol, en medio de tantas desilusiones y persecuciones por el Evangelio, esa profunda adhesión de los creyentes. No es esta el aplauso y la admiración personal que recogen los falsos apóstoles (cf. v. 29 ss. y nota) sino el amor espiritual, puro y filial de esas almas que Pablo “había engendrado en Cristo por el Evangelio” (1 Co. 4, 15).
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37Y hubo gran llanto de todos, y echándose al cuello de Pablo lo besaban, 38afligidos sobre todo por aquella palabra que había dicho, de que ya no verían su rostro. Y le acompañaron hasta el barco.
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