Acts 28
San Pablo en Malta
1Puestos en salvo, supimos entonces que la isla se llamaba Melita ▼▼1. Melita: hoy Malta. El lugar de la isla donde el Apóstol naufragó se llama aún Bahía de S. Pablo,
. 2Los bárbaros ▼▼2. Bárbaros no en el sentido moderno de la palabra sino según el uso que le daban los griegos y romanos, quiere decir que los habitantes de la isla no hablaban el latín ni el griego.
nos trataron con bondad extraordinaria; encendieron una hoguera y nos acogieron a todos a causa de la lluvia que estaba encima y a causa del frío. 3Mas al echar Pablo en el fuego una cantidad de ramaje que había recogido, salió una víbora a raíz del calor y prendiósele de la mano. 4Al ver los bárbaros al reptil colgado de su mano, se decían unos a otros: “Ciertamente este hombre debe ser un homicida, a quien escapado salvo del mar, la Dike ▼▼4. Dike : la diosa de la justicia. La Vulgata dice: la Venganza.
no le ha permitido vivir”. 5Mas él sacudió el reptil en el fuego y no padeció daño alguno. 6Ellos, entretanto, estaban esperando que él se hinchase o cayese repentinamente muerto. Mas después de esperar mucho tiempo, viendo que ningún mal le acontecía, mudaron de parecer y dijeron que era un dios ▼▼6 ss. Se cumple aquí en S. Pablo lo que anunció Jesús en Mc. 16, 18: “Tomarán las serpientes; y si beben algo mortífero no les hará daño alguno; sobre los enfermos pondrán sus manos y sanarán”. Acerca de esto último véase el v. 8 s. y nota. Bien podemos, pues, invocar a San Pablo como intercesor en casos tales. Un dios: cf. el caso de Listra en 14, 12.
. 7En las cercanías de aquel lugar había campos que pertenecían al hombre principal de la isla, por nombre Publio, el cual nos acogió y nos hospedó benignamente por tres días. 8Y sucedió que el padre de Publio estaba en cama, acosado de fiebre y disentería. Pablo entró a él, hizo oración, le impuso las manos y le sanó. 9Después de este suceso, acudían también las demás personas de la isla que tenían enfermedades, y eran sanadas, 10por cuyo motivo nos colmaron de muchos honores, y cuando nos hicimos a la vela nos proveyeron de lo necesario. De Malta a Roma
11Al cabo de tres meses, nos embarcamos en una nave alejandrina que había invernado en la isla y llevaba la insignia de los Dióscuros ▼▼11. Dióscuros: Los mellizos Cástor y Póllux, hijos de Júpiter y Leda, que eran tenidos por protectores de los navíos. S. Pablo no repara en embarcarse, haciendo caso omiso de esa superstición,
. 12Aportamos a Siracusa, donde permanecimos tres días, 13De allí, costeando, arribamos a Regio; un día después se levantó el viento sur, y al segundo día llegamos a Putéolos ▼▼13. De Siracusa , en Sicilia, pasan a Reggio de Calabria, y de allí a Pozzuoli, cerca de Nápoles.
, 14donde hallamos hermanos, y fuimos invitados a quedarnos con ellos siete días. Y así llegamos a Roma. 15Teniendo noticia de nosotros, los hermanos de allí nos salieron al encuentro hasta Foro de Apio y Tres Tabernas. Al verlos, Pablo dio gracias a Dios y cobró buen ánimo ▼▼15. Cobró buen ánimo: ¡Cuán consolador es, para los que somos tan débiles, el ver que S. Pablo, el gran animador de los demás (cf. 27, 21 ss. y nota), también necesitaba confortarse! Véase Lc. 22, 43.
. Primera prisión en Roma
16Cuando llegamos a Roma, se le permitió a Pablo vivir como particular con el soldado que le custodiaba ▼▼16. Como particular, en su casa, es decir, que su prisión no era dura, y en ella podía, como veremos, continuar su incesante apostolado, no obstante conservar sus cadenas (cf. v. 20; Flp. 1, 17; Flm. 1), come las tuvo también en su segunda prisión, cuando escribió la última carta a Timoteo (2 Tm. 2, 9).
. 17Tres días después convocó a los principales de los judíos, y habiéndose ellos reunido les dijo: “Varones, hermanos, yo sin haber hecho nada en contra del pueblo, ni contra las tradiciones de nuestros padres, desde Jerusalén fui entregado preso en manos de los romanos ▼▼17. El Apóstol, que bien conoce la mentalidad de sus paisanos, quiere evitar falsos rumores, por lo cual informa personalmente a los principales sobre su apelación al César.
, 18los cuales después de hacer los interrogatorios querían ponerme en libertad, por no haber en mí ninguna causa de muerte; 19mas oponiéndose a ellos los judíos, me vi obligado a apelar al César, pero no como que tuviese algo de que acusar a mi nación ▼▼19. Me vi obligado: (25, 12 y nota). Es de observar la caridad y delicadeza con que habla aquí de los judíos, que tanto lo habían perseguido.
. 20Este es, pues, el motivo porque os he llamado para veros y hablaros; porque a causa de la esperanza de Israel estoy ceñido de esta cadena” ▼▼20. Cf. 23, 6; 26, 6 s.
. 21Respondiéronle ellos: “Nosotros ni hemos recibido cartas de Judea respecto de ti, ni hermano alguno de los que han llegado, ha contado o dicho mal de ti. 22Sin embargo, deseamos oír de tu parte lo que piensas porque de la secta esa nos es conocido que halla contradicción en todas partes” ▼▼22. Halla contradicción en todas partes: valioso testimonio, en boca de los judíos de Roma, sobre esta característica de los discípulos que había sido la del Maestro. Pablo era de ello un ejemplo viviente.
. Último retiro de los judíos
23Le señalaron, pues, un día y vinieron a él en gran número a su alojamiento. Les explicó el reino de Dios, dando su testimonio, y procuraba persuadirlos acerca de Jesús, con arreglo a la Ley de Moisés y de los Profetas, desde la mañana hasta la tarde ▼▼23. San Pablo se alza aquí por última vez, a lo que parece, en un extremo esfuerzo, por conseguir que Israel y principalmente Judá, acepte a Cristo tal como Él se había presentado en el Evangelio, es decir, como el Profeta anunciado por Moisés (cf. Hch. 3, 22 y nota; Jn. 1, 21 y 45; Lc. 24, 27 y 44) que no viene a cambiar la Ley sino a cumplirla (Mt. 5, 17 ss.); que “no es enviado sino a las ovejas perdidas de Israel” (Mt. 15, 24), y a Israel envía también primero sus discípulos (Mt. 10, 6). Por eso se dirige Pablo en este último discurso de los Hechos a los judíos principales de Roma, aclarándoles que en nada se ha apartado de la tradición judía (v. 17) antes bien que está preso por defender la esperanza de Israel (v. 20), y les predica según su costumbre, a Cristo y el Reino de Dios con arreglo a la Ley de Moisés y a los Profetas, como lo hace en la Carta a los Hebreos (cf. Hb. 8, 8 ss.) y como “siempre que predicaba a los judíos” (Fillion). Pero ellos se apartaron de él todos (v. 25 y 29), sin quedarse siquiera los que antes le creyeron (v. 24). Es el rechazo definitivo, pues Pablo, preso por dos años más (v. 30), no puede ya seguir buscándolos en otras ciudades (véase Hch. 13, 46; 18, 6 y notas; cf. Mt. 10, 23 y nota). Termina así este tiempo de los Hechos, concedido a Israel como una prórroga del Evangelio (cf. la parábola de higuera estéril: Lc. 13, 8 s.) para que reconociese y disfrutase al Mesías resucitado, a quien antes desconoció y que les mantuvo las promesas hechas a Abrahán (cf. 3, 25 s.). San Pablo escribe entonces desde Roma, con Timoteo, a los gentiles de Éfeso y de Colosas la revelación del “Misterio” del Cuerpo Místico, escondido desde el principio (Ef. 1, 1 ss. y notas).
. 24Unos creían las cosas que decía; otros no creían. 25No hubo acuerdo entre ellos y se alejaron mientras Pablo les decía una palabra: “Bien habló el Espíritu Santo por el profeta Isaías a vuestros padres, 26diciendo: «Ve a este pueblo y di: Oiréis con vuestros oídos y no entenderéis; miraréis con vuestros ojos, pero no veréis ▼▼26. Texto de Isaías 6, 9 s. Con la misma cita había reprochado Jesús la incredulidad de Israel (véase Mt. 13, 14; Mc. 4, 12; Lc. 8, 10; Jn. 12, 40; Rm. 11, 8). Cf. 4, 16; 13, 47 y notas.
. 27Porque se ha embotado el corazón de este pueblo; con sus oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos, para que no vean con sus ojos, ni oigan con sus oídos, ni con el corazón entiendan, y se conviertan y Yo les sane». 28Os sea notorio que esta salud de Dios ha sido transmitida a los gentiles, los cuales prestarán oídos” ▼▼28. Véase v. 23 y nota.
. 29Habiendo él dicho esto, se fueron los judíos, teniendo grande discusión entre sí ▼▼29. Este v. falta en algunos manuscritos antiguos y los críticos modernos lo suprimen aún de la Vulgata. Creemos, como Fillion, que aun podría ser auténtico, pues esta discusión parece explicable por la disidencia del v. 24, que recuerda las provocadas por el mismo Jesús (Jn. 7, 40 ss.), si bien se ve que el retiro de los judíos fue total (v. 25), pues dio lugar al solemne anuncio de Pablo (v. 28), que ya no parece de carácter personal, como los anteriores de 13, 46 y 18, 6, sino de parte de Dios. Cf. Col. 4, 11.
. 30Permaneció (Pablo) durante dos años enteros en su propio alojamiento, que había alquilado, y recibía a todos cuantos le visitaban; 31predicando con toda libertad y sin obstáculo el reino de Dios, y enseñando las cosas tocantes al Señor Jesucristo ▼▼31. El autor de los Hechos concluyó su Libro antes del fin del proceso de San Pablo. Por eso no menciona el resultado. No cabe duda de que el Apóstol fue absuelto y puesto en libertad hacia el año 63. Hemos de bendecir a la Providencia por esta demora de S. Pablo en Roma. En esta época escribió el Apóstol de los Gentiles, después del retiro de Israel, las Epístolas “de la cautividad” (Ef. Col. Flp. Filem.), joyas insuperables, las tres primeras, de divina ciencia cristológica, donde se nos revela o se nos confirma, junto con la vocación indistinta de los gentiles con Israel (Ef. 3, 6; cf. Rm. 11, 17), los altísimos misterios del amor de Cristo, “ocultos hasta entonces desde todos los siglos” (Ef. 3, 9; Col. 1, 26), hasta la dicha que nos espera cuando Él venga a “transformar nuestro vil cuerpo para hacerlo semejante al Suyo glorioso” (Flp. 3, 20 s.). El Libro de los Hechos señala así, como la Carta a los Hebreos, un nexo de transición entre “lo nuevo y lo viejo” (Mt. 13, 52), en cuya interpretación, a la luz de las últimas Epístolas paulinas, nos queda aún quizá no poco que ahondar.
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