Amos 3
Ingratitud y castigo de Israel
1Oíd esta palabra que Yahvé ha pronunciado acerca de vosotros, oh hijos de Israel, acerca de toda la familia que Yo saqué de la tierra de Egipto, diciendo: 2 ▼▼2 s. Poco sabemos meditar hoy sobre esta asombrosa elección de Dios (Salmo 147, 8 s. y nota) y esa predilección que le hizo destrozar por Israel pueblos y reyes (Salmo 134, 8-12; 135, 10-24). Os visitaré, para juzgaros. Al privilegio de ser el pueblo escogido, responden mayores deberes, mayor responsabilidad y más severo castigo de las infracciones a la santa Ley de Dios. “Antes de anunciar más detalladamente los pormenores del castigo, el profeta emplea siete imágenes tomadas de la vida ordinaria que parecen tener por objeto demostrar que sus oráculos vienen de Dios y que nada hace ni habla sin el consentimiento de Él” (Crampón). Si Dios anuncia un juicio, el profeta no puede callar sin faltar a su sagrada misión; y lo anunciado se cumplirá infaliblemente, porque el profeta y Dios son de la misma compañía (versículo 3).
“De todas las tribus de la tierra solo conocí a vosotros; por eso os visitaré por todas vuestras maldades. 3¿Pueden acaso dos ir juntos sin estar de acuerdo? 4 ▼▼4. Sobre el Señor como león véase 1, 2 y nota. “Responde aquí a una secreta objeción que le hacen a Amós: Si tú eres pastor, ¿quién te ha metido a ser profeta? Véanse los versículos 6, 7, 8: El león prorrumpe en rugidos cuando quiere echarse sobre la presa. Así cuando Dios amenaza, es que va aparejando el cumplimiento de lo que anuncia. No en vano ruge el león de Judá” (Scío). Nótese que la profecía empieza con el rugido de Dios (1, 2), expresión que suele manifestar la ira contra los enemigos de su pueblo (cf. Isaías 42, 13; Jeremías 25, 30 ss.; Oseas 11, 10 s., etc.). El león de Judá victorioso, es nombre que se da a Jesucristo en su segunda venida (Apocalipsis 5, 5).
¿Por ventura brama el león en el bosque si no tiene presa? ¿Alza su rugido el leoncillo desde su cubil si nada ha apresado? 5¿Caerá el pájaro en el lazo sobre la tierra, sin ponérsele cebo? ¿Quién levanta el lazo desde el suelo sin estar de acuerdo? 6 ▼▼6. Aprendamos aquí, como en 4, 7, que la naturaleza no obra ciegamente, sino dirigida por la voluntad de Dios, lo cual da a las calamidades y fenómenos de orden cósmico, terremotos, etc., un significado netamente sobrenatural (véase 1, 1; Mateo 28, 2; Hechos 16, 26; Apocalipsis 6, 12; 8, 5; 11, 13; 16, 18). Cf. lo que Jeremías dice de la lluvia (Jeremías 14, 22).
¿Se toca acaso la trompeta en la ciudad sin que se estremezca el pueblo? ¿Habrá calamidad en alguna ciudad sin disposición de Yahvé? 7 ▼▼7. Dios trata a los profetas como amigos suyos (Génesis 18, 17; véase Mateo 10, 41). Los llama siervos, es decir, fieles ejecutores de lo que oyen, aunque los hombres no les den crédito (cf. Isaías 53, 1 y nota). Y aquí vemos que, por amor nuestro, el Señor revela sus secretos planes a los profetas, para que puedan comunicárnoslos a fin de que no nos sorprendan. Sobre Dios anunciador véase Isaías 41, 21 ss. y nota.
Pues Yahvé, el Señor, no hará nada sin revelar su secreto a sus siervos los profetas. 8 ▼▼8. ¿Quién no profetizará? ¿Qué habría sido de Nínive si Jonás hubiera insistido en no profetizar? (Jonás 1, 2 ss.; 3, 4 ss.). ¡Cuántas pobres almas que no saben hoy nada de estas cosas, se convertirían como Nínive, si las oyeran! “Ay de mí si no evangelizare”, dice San Pablo (I Corintios 9, 16). Véase Ezequiel 3, 16; 33, 7 y notas. Así como merece la muerte el que habla falsamente en nombre de Dios y anuncia cosas que Él no ha dicho (Deuteronomio 18, 20; cf. Jeremías 23, 16 ss. y nota), así también es terrible infidelidad la del que pretende huir, como Jonás, de la misión divina (Jonás 1, 3-9 y notas; cf. Jeremías 20, 9). Cuanto mayor es la bondad de Dios que no quiere enviar catástrofes sin avisarnos por sus profetas (versículo 7), tanto más grave es el despreciar las profecías. Cf. Eclesiástico 39, 1 y nota.
Si ruge el león, ¿quién no temerá? Si habla Yahvé, el Señor, ¿quién no profetizará? 9 ▼▼9. Los más encarnizados enemigos, los filisteos (Azoto) , y los egipcios, son invitados a investigar las maldades de Samaria. Aun estos, hombres de malas costumbres, se pasmarán ante los crímenes que van a encontrar en la capital del reino de Israel. Cf. 2, 6 ss.; 4, 1 ss.
Pregonadlo en los palacios de Azoto y en los palacios del país de Egipto, y decid: “Congregaos en los montes de Samaria, y ved la enorme inmoralidad en medio de ella, y las violencias que allí se cometen.” 10No saben hacer lo justo, dice Yahvé; amontonan en sus palacios rapiña y robo. 11Por lo cual, así dice Yahvé, el Señor: “El enemigo rodeará el país y te quitará tu fuerza, y saqueados serán tus palacios.” 12 ▼▼12. El ángulo del diván es hoy todavía en oriente el sitio de honor. Así como prácticamente nada se salva del animal desgarrado por el león, así apenas habrá quien escape a la ruina en el rico y afeminado pueblo de Samaria, famoso por sus divanes de marfil (6, 4) y sus habitaciones de lo mismo (versículo 15).
Así dice Yahvé: “Como el pastor arranca de la boca del león dos patas o la punta de una oreja, así serán salvados los hijos de Israel que se hallan en Samaria, en el ángulo del diván o sobre un lecho damasquino. 13 ▼▼13. Casa de Jacob significa ordinariamente en la Sagrada Escritura todas las doce tribus descendientes del patriarca. Algunas veces, sin embargo, se aplica con preferencia al reino del norte, que llevaba el nombre de Israel (cf. Oseas 12, 2; Miqueas 1, 5). Así parece ocurrir también aquí, pues este anuncio se cumplió sobre Samaria (IV Reyes 17, 18-23). Sin embargo, la profecía de Amós se extiende a veces también a Judá (2, 4 s.) y al tabernáculo de David (9, 11), y en este mismo capítulo (3, 1) empieza hablando de “toda la familia” que el Señor sacó de Egipto.
Oíd y dad testimonio contra la casa de Jacob, dice Yahvé, el Señor, el Dios de los ejércitos. 14 ▼▼14. Los altares de Betel: los pecados que cometían ofreciendo sacrificios al becerro de Betel. Los cuernos del altar: Con la sangre de las víctimas se rociaban los saliente» o cuernos del altar (Lev. 4, 18 y 34), los cuales, por eso mismo, se consideraban como la parte más santa del altar. Véase Éxodo 27, 2 y nota.
Porque el día que Yo castigare las prevaricaciones de Israel,
(lo) castigaré también
por los altares de Betel, y serán rotos los cuernos del altar y caerán a tierra. 15 ▼▼15. Las personas acaudaladas solían tener dos casas, una para invierno, y otra para verano (Jeremías 36, 22).
Destruiré las casas de invierno juntamente con las casas de verano; quedarán arrasados los palacios de marfil, y desaparecerán muchas casas”, dice Yahvé.
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