Amos 6
Vicios de los ricos y magnates
1¡Ay de los que viven tranquilos m Sión y confiados en el monte de Samaria, los magnates del primero de los pueblos, a los cuales acude la casa de Israel! 2 ▼▼2. Calné, ciudad situada junto al Tigris (Génesis 10, 10; Isaías 10, 9). Hamat, centro de la Siria septentrional. Gat o Get, ciudad principal de los filisteos. Así como estas ciudades y reinos, a despecho de su gran poder y prosperidad, se derrumbaron, así también Samaria y el reino de Israel serán destruidos. Cf. Ezequiel 47, 13.
Pasad a Calné, y ved; y de allí id adelante a Hamat la grande; y bajad a Gat de los filisteos. ¿Superan ellas acaso a estos reinos? ¿o es más espacioso su territorio que el vuestro? 3Vosotros queréis alejar el día aciago, y aceleráis el imperio de la violencia. 4Duermen en divanes de marfil y se tienden sobre sus lechos; comen corderos del rebaño, y novillos sacados del establo. 5Cantan a gritos al son de la cítara, e inventan, como David, instrumentos músicos. 6 ▼▼6. En copones (Crampón: anchas copas): Las copas ordinarias ya no les bastan. Sin compadecerse: de los males que aquejan a Israel. Vemos así que no se puede amar a la Iglesia y permanecer indiferente o celebrar festines, ante los males y los escándalos que la afligen (cf. II Corintios 11, 29).
Beben vino en copones, y se ungen con el óleo más exquisito, sin compadecerse del quebranto de José. 7 ▼▼7. La batahola de los banqueteadores: Vulgata: la gavilla de los lascivos. Los magnates que viven una vida disoluta serán los primeros en ser llevados al cautiverio.
Por eso irán ahora al cautiverio, los primeros de los deportados, y desaparecerá la batahola de los banqueteadores. Castigo de los vicios
8Yahvé, el Señor ha jurado por sí mismo —oráculo del Dios de los ejércitos—. “Aborrezco la gloria de Jacob, y detesto sus palacios; entregaré la ciudad y cuanto contiene.” 9Si quedaren diez hombres en una casa, también ellos morirán. 10 ▼▼10 s. ¡Trágica escena! La miseria será tan grande que quemarán los cadáveres de los muertos porque no tendrán tiempo para enterrarlos. Su tío, el pariente que debe hacerle los ritos funerales (cf. Jeremías 34, 5). Al que está en el fondo de la casa: al único sobreviviente de la casa a quien encontró vivo el pariente, el cual parece tener miedo de que se invoque el Nombre de Dios (versículo 11), porque ello podría provocar Su ira e incitarle a enviar castigos más terribles.
Llevará (al muerto) su tío, el cual ha de quemarlo; y sacando de la casa los huesos dirá al que está en el fondo de la casa: “¿Queda algún otro?” 11Y él responderá: “No hay más.” Y (el primero) replicará: “¡Cállate! porque no hay que mencionar el Nombre de Yahvé.” 12 ▼▼12. La casa grande de los ricos, y la casa chica de los pobres, sufrirán igual miseria.
Pues he aquí que Yahvé da la orden, y herirá la casa grande con hendiduras, y la casa chica con quebraduras. 13 ▼▼13. Para probar la insensatez del pueblo impenitente, emplea Amós dos imágenes de la vida campestre, que significan: es imposible obrar injusticia y esperar la protección de Dios. Véase 5, 7 y nota.
¿Corren acaso los caballos por las peñas? ¿O se puede arar (allí) con bueyes? Así vosotros trocáis en veneno el juicio, y el fruto de justicia en ajenjo; 14 ▼▼14. El texto hebreo es enigmático y ha encontrado interpretaciones muy divergentes. Algunos suponen en él un juego de palabras. Os regocijáis en lo que es nada, es decir, el pecado. “Señor, dice San Agustín, como nada ha podido hacerse sin Ti, al hacer nosotros el pecado, que es nada, nos hemos convertido en nada. Sin Ti, por quien todo ha sido hecho, nada somos. ¡Desgraciado de mí, que tantas veces me he convertido en verdadera nada! Me he hecho miserable, he sido reducido a la nada, y lo he ignorado. Mis iniquidades me han conducido a la nada, pues nada es bueno sin el Bien Supremo. El mal no es más que la privación del bien, así como la ceguera no es más que la privación de la luz”.
os regocijáis en lo que es nada, diciendo: “¿No nos hemos hecho poderosos con nuestra propia fuerza?” 15 ▼▼15. Predice la invasión de los asirios que vendrán desde el norte por el camino de Hamat, para destruir el reino de Israel. El torrente del Arabá (Setenta: el torrente de los Sauces): el límite sur de Moab, que a la sazón pertenecía a Israel. La Vulgata dice: el torrente del desierto.
“Mas he aquí que voy a suscitar contra vosotros, una nación, oh casa de Israel —oráculo de Yahvé, Dios de los ejércitos—,
(un pueblo) que os oprimirá desde la entrada de Hamat
hasta el torrente del Arabá.
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