Amos 7
Tres visiones simbólicas
1 ▼▼1. La plaga de langostas sobreviene en el momento más desastroso, antes de la segunda siega del pasto, que pertenecía al pueblo. La primera era en total o en parte del rey. De ahí la expresión “siega del rey”.
Yahvé, el Señor, me mostró esto: He aquí que Él criaba langostas al comenzar a crecer la hierba tardía; la hierba tardía (que brota) después de la siega del rey. 2Y después que hubieron acabado de comer la hierba de la tierra, dije yo: “Yahvé, Señor, perdona, te ruego, ¿cómo podrá restablecerse Jacob siendo como es tan pequeño?” 3 ▼▼3. Dios escucha la humilde súplica del profeta y cesa de castigar. Aunque esto se verifica en una visión, es, sin embargo, un rasgo esencial de la fisonomía del Padre celestial que detiene su brazo cuando nos humillamos en la oración (cf. Éxodo 34, 6-7; Salmo 85, 5; 85, 15 y nota; 135; Joel 2, 13). La oración de los santos, dice San Jerónimo quebranta los decretos de Dios, y Santo Tomás observa que las profecías conminatorias llevan la condición de si no media el arrepentimiento (cf. Jonás 3, 10). San Efrén compara la oración de los santos a dardos con los cuales hieren el corazón de Dios y así triunfan, porque Él es “un Padre dominado por el amor” (Pío XII). Jesús nos promete todo si formulamos nuestros pedidos en su nombre: “En verdad, en verdad os digo, que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo concederá” (Juan 16, 23), y añade, no sin amargura: “Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre” (Juan 16, 24). Véase I Juan 5, 16 y nota).
Y Yahvé se arrepintió de esto, y dijo Yahvé: “No será así.” 4 ▼▼4. El fuego que seca hasta las aguas del grande abismo, es símbolo de la cólera del Señor. Sobre el grande abismo que alimenta todos los manantiales, véase Génesis 7, 11.
Yahvé, el Señor, me mostró también esto: He aquí que Yahvé, el Señor, llamaba al fuego para ejercer su justicia; y este devoró el gran abismo, e iba a devorar la herencia (del Señor). 5Dije yo: “Yahvé, Señor, cesa, te ruego, ¿cómo podrá subsistir Jacob siendo como es tan pequeño?” 6Y se arrepintió Yahvé de esto, y dijo Yahvé, el Señor: “No será así.” 7 ▼▼7 s. Un muro hecho a plomo . Se refiere al reino de las diez tribus. Ya no lo perdonaré más: Esta vez los instrumentos del albañil no servirán para construir sino para destruir.
También me mostró esto: Estaba el Señor junto a un muro hecho a plomo y en su mano tenía la plomada. 8Y Yahvé me dijo: “¿Qué es lo que ves, Amós?” Yo respondí: “Una plomada.” Y dijo el Señor: “He aquí que Yo aplicaré la plomada en medio de Israel, mi pueblo; ya no lo perdonaré más. 9 ▼▼9. Los lugares altos de Isaac, o sea, de Israel. La Vulgata vierte: los lugares altos del ídolo. “Lugares altos” se llamaban las alturas en que los cananeos y los israelitas apóstatas daban culto a Baal. La casa de Jeroboam, o sea, la dinastía de Israel, cuyo rey era Jeroboam II (783-743).
Serán devastados los lugares altos de Isaac y destruidos los santuarios de Israel, y me levantaré con la espada contra la casa de Jeroboam.” Castigo de Amasías
10 ▼▼10 ss. El sacerdote apóstata que servía al becerro de Betel, no puede soportar las palabras de verdad, y aprovecha la profecía de Amós acerca de la casa real para acusarle del crimen de lesa majestad e intimarle que se retire a su país. Es que la verdad es insufrible para los de corazón doble, como Jesús lo enrostraba a los fariseos (Juan 5, 43; 3, 19). Amasías aconseja a Amós que ejerza su “profesión” de profeta en Judá, porque por aquel tiempo el profetismo se había convertido ya en una “carrera” y los profetas se formaban en escuelas o seminarios. El sacerdote idólatra no piensa en la vocación divina de Amós, quien nada tenía que ver con las corporaciones de profetas (cf. versículo 14 s.).
Amasías, sacerdote de Betel, envió a decir a Jeroboam, rey de Israel: Amós conspira contra ti en medio de la casa de Israel; no puede la tierra soportar todo cuanto dice. 11Porque así dice Amós: “Jeroboam morirá al filo de la espada, e Israel será llevado al cautiverio, lejos de su país.” 12Y Amasías dijo a Amós: “Vete, vidente, y huye a la tierra de Judá; come allí tu pan, y allí podrás profetizar. 13pero no vuelvas a profetizar en Betel; porque es un santuario del rey y una casa real.” 14 ▼▼14. Admirable respuesta de Amós, testimonio de su humildad, y a la vez de la autenticidad de su vocación: No soy profeta de profesión, ni discípulo de profeta (véase I Reyes 10, 5); profetizo porque Dios me llamó del campo, de en medio de mis trabajos de pastor y labrador. Así fue la vocación de David (I Reyes 16, 11 ss.), y la de todos los profetas, que se sentían siempre incapaces para su misión (cf. Jeremías 1, 6 y nota; Ezequiel 2, 6 ss.). Lo mismo se puede decir de los apóstoles de Jesús, Todo el Magníficat de María (Lucas 1, 48 ss.) no hace sino recalcar esta costumbre de Dios, que saca al pobre del estiércol para hacerlo príncipe (Salmo 112, 7 s. y nota).
Respondió Amós y dijo a Amasías: “Yo no soy profeta, ni discípulo de profeta; soy pastor de ganado, y cultivo sicómoros. 15Pero Yahvé me tomó de detrás del rebaño, y me dijo Yahvé: «Ve y profetiza a Israel mi pueblo». 16Y ahora, escucha la palabra de Yahvé: Tú me dices: «No profetices contra Israel, ni profieras oráculos contra la casa de Isaac». 17 ▼▼17. Morirás en tierra inmunda, es decir, en un país pagano, probablemente Asiria.
Por eso, así dice Yahvé: «Tu mujer será prostituida en la ciudad, tus hijos y tus hijas a espada caerán, tu tierra será repartida con la cuerda de medir, tú morirás en tierra inmunda, e Israel será llevado al cautiverio fuera de su país».”
Copyright information for
SpaPlatense