‏ Daniel 1

I. EPISODIOS DE LA VIDA DE DANIEL

Daniel en la corte de Nabucodonosor

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1. Joakim, hijo del rey Josías de Judá, comenzó a reinar el año 608 o 607. El tercer año de su reinado corresponde, pues, al año 605 o 604.
El año tercero del reinado de Joakim, rey de Judá, vino Nabucodonosor, rey de Babilonia a Jerusalén y la asedió.
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2. Sinear, esto es, Caldea (y su capital Babilonia), la parte meridional de Mesopotamia. El nombre parece un arcaísmo, porque no se usaba más en la lengua vulgar, pero se explica por el carácter profético y apocalíptico del Libro. Véase Génesis 11, 2; 14, 1.
Y el Señor entregó en sus manos a Joakim, rey de Judá, y parte de los vasos de la Casa de Dios. Los llevó (Nabucodonosor) al país de Sinear, a la casa de su dios; y puso los vasos en la casa del tesoro de su dios.

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3 s. Nótese aquí el cumplimiento de la profecía de Isaías a Ezequías (Isaías 39, 7; IV Reyes 20, 18 y nota) y la confirmación de que Daniel llevaba, como Jesús, la sangre real de David (cf. Introducción). Los jóvenes fueron instruidos en las ciencias de los caldeos, no solamente en la lengua corriente, que en aquel tiempo era la aramea, el idioma de los habitantes de Aram o de la Siria, sino también en la antigua, que Daniel llama aquí caldea y que es la que se ha conservado en las inscripciones cuneiformes (cf. 2, 4 y nota). La instrucción abarcaba, además, la astrología y las ciencias mágicas.
Y dijo el rey a Aspenaz, prefecto de los eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real y de los príncipes,
4algunos niños que no tuviesen ningún defecto, de hermosa figura, instruidos en toda sabiduría, dotados de saber, prudentes, inteligentes y aptos para estar en el palacio del rey y aprender la escritura y la lengua de los caldeos. 5El rey les asignó una ración diaria de los escogidos manjares de la mesa real, y del vino que él mismo bebía, y mandó que los alimentasen así por tres años para que al final de ellos sirviesen al rey. 6
6. Daniel era entonces un adolescente. De ahí que los sucesos de su libro abarquen casi tres cuartos de siglo, desde Nabucodonosor hasta Darío el Medo (6, 1) y Ciro el Persa (cf. 10, 1). Su vida, que alcanzó honores casi reales (2, 46 ss.), llegó hasta el fin de la cautividad —en el cual sin duda alguna influyó como instrumento divino—, de modo que, habiendo sido contemporáneo de Jeremías y de Ezequiel (Ezequiel 14, 20; 28, 3), lo fue también de Esdras y de Zorobabel.
Entre ellos se hallaron, de los hijos de Judá: Daniel, Ananías, Misael y Azarías;
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7. Como expresa San Crisóstomo, el derecho de dar nombre equivale a ejercer el dominio y es signo de señorío sobre otro. Significa a la vez la recepción de los cuatro nobles hebreos en el pueblo caldeo, y el empeño por desvincularlos de Israel, pues sus nuevos nombres tienen vinculación con los dioses babilónicos (Bel, Nebo, etc.). Daniel significa: “mi juez (mi protector) es Dios”. Baltasar (o Belsasar según la transcripción hebraica) se traduce como una parodia del anterior: “Bel protege su vida”. Es de imaginar la repugnancia con que lo llevaría quien tan fiel había de ser al verdadero Dios de Israel (versículos 8-16, etc.). Cf. el cambio de nombre de Zorobabel (Esdras 1, 8 y nota) y el de José en Egipto (Génesis 41, 45).
a los cuales el prefecto de los eunucos les puso (nuevos) nombres; a Daniel le llamó Baltasar; a Ananías, Sidrac; a Misael, Misac; y a Azarías, Abdénago.

Daniel observa la Ley mosaica

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8. Daniel no vacila en preferir el ayuno al peligro de contaminarse comiendo manjares prohibidos por la Ley y que tal vez provenían de los sacrificios ofrecidos a los ídolos.
Daniel se propuso en su corazón no contaminarse con los manjares escogidos del rey, ni con el vino que él bebía; por lo cual pidió al prefecto de los eunucos que no le (obligara) a contaminarse.
9Y Dios hizo que Daniel hallase gracia y benevolencia ante el prefecto de los eunucos. 10Dijo el prefecto de los eunucos a Daniel: “Temo al rey mi señor, el cual ha dispuesto lo que debéis comer y beber. ¿Por qué ha de ver vuestras caras más flacas que las de los jóvenes de vuestra edad? Así me haríais culpable ante el rey.” 11
11. Malasar: no es nombre propio sino de un cargo. Este lo ejerció amablemente. Y no sin provecho para sí mismo (versículo 16).
Respondió entonces Daniel a Malasar, al cual el prefecto de los eunucos había encargado el cuidado de Daniel, Ananías, Misael y Azarías:
12Te suplico que hagas con tus siervos una prueba de diez días; dénsenos legumbres para comer y agua para beber; 13después examinarás nuestros semblantes y los semblantes de los jóvenes que comen de los manjares escogidos del rey; y según vieres, haz con tus siervos.”

14Aceptó él su propuesta y los probó durante diez días. 15
15 s. El éxito confirma la fe confiada de Daniel, y nos muestra cómo ya entonces Yahvé daba todo “por añadidura”, como dijo Jesús (Mateo 6, 33), al que buscase ser fiel a la Ley. La observancia de los preceptos mosaicos referentes a la alimentación era más grave de lo que hoy suponemos después de escuchar a San Pablo (Colosenses 2, 16-23). A los que se extrañan de que los jóvenes hebreos rechazasen los manjares de los caldeos, pero no sus ciencias, responde San Jerónimo: “Aprenden ellos, no para seguir, sino para juzgar y convencer; aprenden la doctrina de los caldeos con el mismo propósito que había llevado a Moisés a estudiar las ciencias de los egipcios.”
Y al cabo de los diez días sus semblantes parecían mejores y más llenos que los de todos los jóvenes que comían de los escogidos manjares del rey.
16Desde entonces Malasar se llevaba sus manjares escogidos y el vino que habían de beber, y les daba legumbres.

Dios bendice a los jóvenes

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17. Dios concedió: Estas palabras bastan para responder a los que se sorprenden de que Daniel pueda ser el autor de este Libro, donde varias veces se le elogia (cf. 5, 11; 6, 4; 13, 45). Reconoce él simplemente, como lo hizo José (Génesis 40, 8), y Salomón, y San Pablo, y María Inmaculada, las “grandezas” que Dios obra en él (cf. Lucas 1, 48 s. y notas). Pero no lo hubo más fiel en dar al Señor toda la gloria (2, 18 ss.; cf. Ezequiel 28, 3 y nota). La humildad es simplicidad de niño ante Dios, y no mojigatería. Esa sinceridad es lo que Dios amó en David, y lo que el mismo Dios elogia en Daniel (cf. I Macabeos 2, 60; Ezequiel 14, 20). Daniel recibió un don especial de Dios, como José en Egipto (Génesis 40, 1 ss.; 41, 1 ss.): el don de sueños proféticos y el don de interpretarlos (véase Eclesiástico 34, 1 ss. y notas); don sumamente apreciado en Babilonia (cf. 2, 1 ss.).
Dios concedió a estos cuatro jóvenes conocimiento y entendimiento en todas las letras, y también sabiduría. Daniel entendía, además, toda suerte de visiones y sueños.
18Cumplido el tiempo que el rey había señalado para que le fuesen presentados, les condujo el prefecto de los eunucos a la presencia de Nabucodonosor. 19El rey habló con ellos, y no se halló entre todos ellos ninguno como Daniel, Ananías, Misael y Azarías; por lo que fueron admitidos al servicio del rey. 20En todos los asuntos de sabiduría e inteligencia en que el rey les consultó, los halló diez veces superiores a todos los magos y adivinos de todo su reino. 21
21. El año primero del rey Ciro: Cf. 9, 25. Fecha importantísima para los judíos, pues señala el fin del cautiverio babilónico (Esdras 5, 13; 6, 3; II Paralipómenos 36, 22). No significa que Daniel muriese ese año, sino que Dios lo conservaba aún entonces —después de salvarlo de todas las persecuciones con estupendos prodigios— para que presenciase el paso del imperio a manos del Anunciado por Isaías casi dos siglos antes (cf. Isaías 45, 3 y nota), según lo vaticinara también el mismo Daniel en 2, 39 y 5, 28.
Permaneció Daniel hasta el año primero del rey Ciro.
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