‏ Dan 14

Daniel se niega a adorar al ídolo Bel

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1. En este último capítulo se narran dos episodios de la vida de Daniel que prueban la vanidad de los ídolos. Es una ilustración del capítulo 6 de Baruc, donde se describe la impotencia de los dioses de los gentiles. El rey aquí aludido es Ciro, como se deduce del capítulo anterior (13, 65), cuyo último versículo forma la transición a estos dos episodios de Bel y el dragón. Algunos creen que se trata del rey Cambises. Daniel no comía de los manjares de la corte, como sabemos por el capítulo 1, aunque se dice aquí que era comensal del rey. Esto solo quiere decir que el rey costeaba el sustento del profeta.
Era Daniel uno de los comensales del rey, quien le honraba más que a todos sus amigos,
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2. Bel, llamado también Marduk, era el ídolo principal de los babilonios. Los paganos creían que los dioses comían los manjares colocados delante de sus estatuas. Por eso, en las inscripciones cuneiformes los sacrificios se llaman “manjares de los dioses”. De ahí la cólera del rey por el embuste de los sacerdotes al ver que eran ellos los que comían los manjares ofrecidos a Bel (versículo 20). Doce arfabas: 670 litros. Seis cántaros: seis metretas: 220 litros, más o menos.
Había a la sazón en Babilonia un ídolo llamado Bel; y se gastaban para él cada día doce ambas de flor de harina, cuarenta ovejas y seis cántaros de vino.
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3. Llama la atención el hecho de que el persa Ciro haya tributado culto a los dioses de Babilonia. Así lo vemos efectivamente en una inscripción babilónica. Lo hizo sin duda por razones políticas.
Le tributaba culto también el rey e iba todos los días a adorarlo. Daniel, empero, adoraba a su Dios. Y el rey le dijo: “¿Por qué no adoras a Bel?”
4A lo que respondió, diciendo: “Porque no adoro a los ídolos hechos de mano, sino al Dios vivo, que creó el cielo y la tierra, y es Señor de toda carne.” 5El rey le replicó: “¿Crees tú acaso que Bel no es un dios vivo? ¿No ves cuánto come y bebe cada día?” 6A esto contestó Daniel riendo: “No te dejes engañar, oh rey; porque él por dentro es de barro, y por fuera de bronce, y nunca come.” 7Montó el rey en cólera, y llamó a los sacerdotes del ídolo, a los cuales dijo: “Si no me decís quién come todo eso que se gasta, moriréis. 8Pero si me hacéis ver que todo eso lo come Bel, morirá Daniel por haber blasfemado contra Bel.” Y dijo Daniel al rey: “Sea como has dicho.”

9Eran los sacerdotes de Bel setenta, sin contar las mujeres, los párvulos y los hijos. Fue el rey con Daniel al templo de Bel, 10y dijeron los sacerdotes de Bel: “He aquí que nosotros nos salimos fuera; y tú, oh rey, haz poner las viandas y servir el vino, después cierra la puerta, y séllala con tu anillo. 11Y si mañana temprano, al entrar no hallares que todo se lo ha comido Bel, moriremos nosotros sin remedio, o morirá Daniel, que ha mentido contra nosotros.” 12Ellos no tenían miedo, pues habían hecho debajo de la mesa una comunicación secreta, y siempre entraban por allí y se lo comían (todo).

Daniel descubre los engaños de los sacerdotes

13Luego que se hubieron salido, hizo el rey poner las viandas delante de Bel, y Daniel mandó a sus criados traer ceniza, y la hizo esparcir con una criba por todo el templo en presencia del rey. Después salieron, cerraron la puerta, sellándola con el anillo del rey, y se fueron. 14Durante la noche entraron los sacerdotes, según su costumbre, con sus mujeres e hijos, y se lo comieron y bebieron todo.

15Se levantó el rey muy de mañana, y del mismo modo Daniel; 16y preguntó el rey: “¿Están intactos los sellos, Daniel?” Respondió este: “Intactos están, oh rey.” 17Abrió luego el rey la puerta y miró a la mesa y exclamó en alta voz: “Grande eres, oh Bel y no hay en ti engaño alguno.” 18Mas Daniel se rio y detuvo al rey para que no entrase dentro, y dijo: “Mira al pavimento, y ve de quién son estas pisadas.” 19“Veo, dijo el rey, pisadas de hombres, de mujeres y de niños.” 20Con esto se irritó el rey e hizo prender a los sacerdotes y a sus mujeres e hijos; y le mostraron el postigo secreto por donde entraban a comer cuanto había sobre la mesa. 21
21. Según otra versión griega, solo fue destruida la sala de Bel y este mismo. Así quedó demostrada la inanidad del ídolo que en opinión de los babilonios estaba animado y habitado por la divinidad.
El rey los hizo morir y entregó a Bel en poder de Daniel quien lo destruyo juntamente con el templo.

Daniel y el dragón

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22. El culto del dragón, es decir, de la serpiente alada, está atestiguado en Babilonia por las modernas investigaciones arqueológicas. Han sido encontrados relieves y figuras que representan este animal en diversas formas. El escritor pagano Arriano habla de un Templo babilónico dedicado a una serpiente que daba oráculos a la manera de la Pitia de Delfos (cf. Hechos de los Apóstoles 16, 16). La serpiente ha dejado profundas huellas, no solo en la Biblia (Génesis capítulo 3; Números 21, 6; Isaías 27, 1; Apocalipsis 12, 14, etc.), sino también en las mitologías de casi todos los pueblos, especialmente la serpiente alada, en las mitologías americanas (aztecas y mayas), y figura todavía hoy, como dragón, en el escudo de China. También en Palestina se han encontrado restos del culto de la serpiente. Los antiguos le atribuían una ciencia oculta y superior, razón por la cual la medicina que antiguamente se consideraba más bien como una ciencia mágica, lleva la serpiente en su escudo. Por esa misma razón usamos la palabra griega terapéutica, derivada de una análoga semítica que significa serpiente.
Había en aquel lugar un dragón grande al cual adoraban los babilonios.
23Y dijo el rey a Daniel: “Mira, ahora ya no podrás negar que este es un dios vivo. Adórale, pues.” 24A lo que respondió Daniel: “Yo adoro al Señor, mi Dios, porque Él es el Dios vivo; mas ese no es dios vivo. 25Y tú, rey, dame permiso, y mataré al dragón sin espada ni palo.” 26
26. El dragón reventó por comer aquellos objetos imposibles de digerir. Nótese que Daniel mató al dragón sin armas, para mostrar al rey y al pueblo que no es la fuerza la que vence a los ídolos, sino el poder del Dios vivo.
A lo cual dijo el rey: “Te lo doy.” Tomó Daniel pez, sebo y pelos, lo coció todo junto e hizo unas pellas, las qué arrojó en la boca del dragón, el cual reventó. Entonces dijo Daniel: “Ved aquí al que adorabais.”

Daniel en el foso de los leones

27Cuando supieron esto los babilonios, se irritaron en extremo; y levantándose contra el rey, dijeron: “El rey se ha hecho judío: destruyó a Bel, mató al dragón y quitó la vida a los sacerdotes.” 28Y fueron al rey y le dijeron: “Entréganos a Daniel, de lo contrario te mataremos a ti y a tu familia.” 29Viéndose el rey reciamente acometido y sin salida, les entregó a Daniel, 30
30. Es la segunda vez que Daniel es arrojado al lago de los leones. Véase 6, 16.
y ellos le arrojaron en el foso de los leones, donde estuvo seis días.
31Había en el foso siete leones, y les daban cada día dos cuerpos y dos ovejas; pero nada les dieron entonces, para que devorasen a Daniel.

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32. San Jerónimo opina que este Habacuc es idéntico con el octavo de los profetas menores. Los modernos intérpretes, en cambio, se inclinan a suponer que hubo otro profeta homónimo. El primer profeta de este nombre vivió en tiempo del rey Josías (638-608), es decir, casi cien años antes de los acontecimientos aquí relatados.
Estaba a la sazón en Judea el profeta Habacuc, el cual había cocido un potaje y desmenuzado unos panes en una vasija, para ir al campo y llevarlo a los segadores.
33Y dijo el ángel del Señor a Habacuc: “Esa comida que tienes llévala a Babilonia, a Daniel que está en el foso de los leones.” 34Contestó Habacuc: “Señor, yo no he visto a Babilonia ni tengo noticia del foso.” 35
35. Otros ejemplos de traslación corporal son la de Elías (III Reyes 18, 12; IV Reyes 2, 1 ss.), y del diácono Felipe (Hechos de los Apóstoles 8, 39 s.).
Entonces el ángel del Señor le tomó por la coronilla de la cabeza y con la velocidad de su espíritu le llevó de los cabellos de su cabeza hacia Babilonia encima del foso.
36Gritó Habacuc y dijo: “Daniel, siervo de Dios, toma la comida que Dios te envía.” 37Entonces dijo Daniel: “Tú, Señor, te has acordado de mí y no has desamparado a los que te aman.” 38Y se levantó Daniel y comió. Entretanto el ángel de Señor se dio prisa para restituir a Habacuc a su lugar.

39Al día séptimo vino el rey para hacer él duelo por Daniel; y llegando al foso miró hacia dentro y vio a Daniel sentado en medio de los leones. 40
40. Convencido por los grandes milagros aquí relatados, el rey Ciro reconoció que el verdadero Dios era el de los judíos, y permitió el regreso del pueblo israelita al país de sus padres, para reedificar el Templo y la Ciudad Santa (Esdras 1, 1 ss.), de donde se deduce la grande influencia de Daniel en ese acontecimiento (cf. 6, 28). Véase la Introducción.
Entonces exclamó el rey en voz alta diciendo: “Grande eres Señor, Dios de Daniel.”
41Y le hizo sacar del foso de los leones. Pero a aquellos que habían maquinado su ruina, los hizo echar en el foso y fueron al punto devorados en su presencia. 42Entonces dijo el rey: “Teman al Dios de Daniel todos los moradores del orbe; porque Él es el Salvador, el que obra prodigios y maravillas sobre la tierra y libró a Daniel del foso de los leones.”

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