‏ Daniel 3

La estatua de oro

1
1. Según los Setenta y otras versiones, este episodio de la estatua de oro ocurrió dieciséis años después del sueño narrado en el capítulo 2, o sea, el año 18 del reinado de Nabucodonosor, que fue el mismo de la ruina de Jerusalén (IV Reyes 25, 8; Jeremías 52, 12). La llanura de Dura se extiende al sudeste de la ciudad de Babilonia. San Jerónimo opina que la estatua representaba al mismo Nabucodonosor, quien de este modo se hacía adorar como Dios. Otros piensan que se trataba de una columna hueca, revestida de chapas de oro, y coronada con la imagen del dios Marduk (Bel), el ídolo principal de los caldeos. Consideramos más acertada la opinión de San Jerónimo porque, históricamente, cuadra con la soberbia del rey conquistador del mundo y “cabeza de oro” de todos los imperios (cf. 2, 37 s.); y proféticamente nos muestra un anuncio de los honores divinos tributados al “hombre de pecado” que San Pablo revela en su profecía sobre el Anticristo (II Tesalonicenses 2, 3 ss.). Cf. versículos 6 y 18 y notas. Las proporciones de la estatua corresponden al sistema sexagesimal que en Babilonia estaba en uso (60 codos de altura por 6 de anchura = 30 por 3 metros, aproximadamente), siendo de notar que, así como el número siete es sagrado (cf. versículo 47), el número seis, aquí repetido, es propio de lo humano, y así también es el número 666, propio de la bestia apocalíptica (Apocalipsis 13, 18). En ese capítulo 13 sobre el Anticristo, encontramos un acontecimiento paralelo al presente: el Falso Profeta hace adorar una imagen de la Bestia (Apocalipsis 13, 14 ss.).
El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro de sesenta codos de alto y seis codos de ancho. La erigió en la llanura de Dura, en la provincia de Babilonia.
2
2. Los sátrapas: los más altos dignatarios del imperio, puestos al frente de las provincias. Véase Esdras 8, 36; Ester 3, 12. Ellos y todos los jefes deberán someterse al plan del rey. Por cierto que Daniel no figura entre ellos aunque era alto personaje (cf. 2, 48). Pero tampoco figura luego junto a sus compañeros perseguidos (versículo 12 ss.), lo cual hace pensar que estaba, sin duda, ausente en aquellos días. De lo contrario, ¿no habría él disuadido al rey de su insensato proyecto de la estatua?
Y mandó el rey Nabucodonosor reunir a los sátrapas, los gobernadores, los generales, los altos magistrados, los tesoreros, los consejeros, los jueces y todos los intendentes de las provincias, para que asistiesen a la dedicación de la estatua levantada por el rey Nabucodonosor.
3Se reunieron los sátrapas, los gobernadores, los generales, los altos magistrados, los tesoreros, los consejeros, los jueces y todos los intendentes de las provincias para asistir a la dedicación de la estatua levantada por el rey Nabucodonosor; y estaban en pie delante de la estatua que Nabucodonosor había erigido. 4Y gritaba un pregonero en voz alta: “A vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas se os manda 5
5. La postración rostro en tierra, era entre los orientales el gesto de adoración (cf. 2, 46). Como se ve, se trataba de un culto idolátrico, al cual Daniel y sus compañeros no habrían podido acomodarse aunque se les hubiera prometido todo el imperio.
que al tiempo que oyereis el sonido del cuerno, de la flauta, de la cítara, del sambuco, del salterio, de la gaita y de toda suerte de instrumentos músicos, os postréis para adorar la estatua de oro que ha levantado el rey Nabucodonosor.
6
6. En el Apocalipsis, es el Falso Profeta, o bestia de la tierra, quien manda matar a todos cuantos no adoraren la imagen de la Bestia del mar (Apocalipsis 13, 15). Después de anunciarnos Daniel en el capítulo 2 la caída de la potestad temporal de los imperios gentiles (cf. Ezequiel 30, 3 y nota), vemos aquí el fenómeno religioso: la idolatría del hombre (versículo 1 y nota), y su forma obligatoria que suprime la libertad espiritual, sometiéndola al orden político y económico y dirigiendo la “opinión pública”, la mentira en común, como lo vemos en este siglo xx.
Quien no se postrare ni (la) adorare, al instante será echado en un horno de fuego ardiente.”
7Por lo cual, al momento de oír todos los pueblos el sonido del cuerno, de la flauta, de la cítara, del sambuco, del salterio, de la gaita y de toda suerte de instrumentos músicos, se postraron todos esos pueblos, naciones y lenguas, y adoraron la estatua de oro que el rey Nabucodonosor había alzado.

Los tres jóvenes no adoran la estatua

8
8. Acusaron: El texto original (arameo) emplea para expresar esta idea, un giro muy pintoresco: los comieron a pedazos; así como hoy, por “hablar mal de otro en su ausencia”, suele decirse “sacarle el cuero”.
En ese mismo tiempo vinieron algunos caldeos y acusaron a los judíos.
9Hablaron al rey Nabucodonosor y dijeron: “¡Vive para siempre, oh rey! 10Tú, oh rey, has dado un decreto según el cual todo hombre que oiga el sonido del cuerno, de la flauta, de la cítara, del sambuco, del salterio, de la gaita y de toda suerte de instrumentos músicos, se postre y adore la estatua de oro; 11y que todo aquel que no se postrare para adorar, sea arrojado en un horno de fuego ardiente. 12
12. La sanción afectaba especialmente a los tres jóvenes por ser funcionarios (cf. 2, 49) y no haberse unido a todos los del versículo 2 s. (véase allí la nota sobre la ausencia del mismo Daniel). Los demás judíos no fueron molestados, y esto es lo que destaca más la lección magnífica que nos dan los tres jóvenes con su fidelidad al Dios verdadero, conservada en las alturas del poder, donde la vanidad y la llamada “razón de estado” provocan tantas prevaricaciones de los poderosos. Cuan implacable será Dios con ellos puede verse en 6, 6 ss.
Pues bien, hay algunos judíos, a quienes tú has puesto al frente de la provincia de Babilonia: Sidrac, Misac y Abdénago, los cuales no te tienen respeto, oh rey; no sirven a tus dioses, ni adoran la estatua de oro por ti erigida.”

13Entonces Nabucodonosor se llenó de rabia y furor, y mandó traer a Sidrac, Misac y Abdénago, los cuales fueron conducidos a la presencia del rey. 14Nabucodonosor tomó la palabra y les dijo: “¿Es de propósito, oh Sidrac, Misac y Abdénago que no servís a mis dioses, ni adoráis la estatua de oro que yo he alzado? 15Ahora, pues, estad dispuestos: Al momento que oigáis el sonido del cuerno, de la flauta, de la cítara, del sambuco, del salterio, de la gaita y de toda suerte de instrumentos músicos, prosternaos y adorad la estatua que yo he hecho. Si no la adoráis, al instante seréis arrojados en un horno de fuego ardiente; y ¿quién es el Dios que os librará de mi mano?”

16
16 ss. La arrogancia del rey no los confunde. Así lo había dicho el Espíritu Santo por boca de David (Salmo 118, 46) y lo confirmó el mismo Jesús en su promesa de Mateo 10, 19 s. La fe confiada, firme y modesta de estos santos jóvenes, semejante a la de Mardoqueo (Ester 3, 2; 13, 14), es tanto más hermosa cuanto que en el cautiverio estaban privados de pastores y culto (versículo 38), y lejos de Jerusalén, la ciudad santa que había caído a causa de sus impiedades (cf. versículo 28 ss.; Ezequiel capítulo 8 y notas).
Respondieron Sidrac, Misac y Abdénago y dijeron al rey Nabucodonosor: “No tenemos necesidad de responderte acerca de este asunto,
17Si nuestro Dios, a quien servimos, quiere librarnos, nos librará del horno de fuego ardiente y de tu mano, oh rey. 18
18. La distinción entre los dioses y la estatua, repetida en los versículos 12 y 14 precisamente confirma la opinión de que esta no era la de uno de aquellos, sino la efigie del rey. Cf. versículo 1 y nota. También Darío manda que le adoren, en 6, 7.
Y si no, sabe, oh rey, que nosotros no serviremos a tus dioses, ni adoraremos la estatua de oro que ha sido por ti levantada.”

Los tres jóvenes son arrojados al horno

19
19. Los arqueólogos nos dicen que “el horno, con su abertura lateral, por la que se podía ver su interior e introducir el combustible, era uno de los tantos hornos de cocer ladrillos o de hacer cal que había en la región, lo suficientemente espaciosos para que en ellos se pudieran pasear los tres jóvenes” (Prado). Cf. el caso a que alude Jeremías en 29, 21-23. El fuego siete veces mayor parece simplemente un desahogo de ira, pues, como observa Fillion, con él sería más corto el suplicio. Pero esa prueba septenaria (cf. versículo 1 y nota), que encierra quizás un símbolo de las que han de purificar a los justos (I Pedro 1, 7), sirvió para que se manifestasen las obras de Dios (Juan 9, 3), como vemos en los versículos 46 ss.
Entonces Nabucodonosor se enfureció, y el aspecto de su rostro se demudó contra Sidrac, Misac y Abdénago. Y tomando de nuevo la palabra, mandó encender el horno siete veces más fuerte de lo acostumbrado.
20Y dio orden a algunos de los más robustos de su ejército, de que ataran a Sidrac, Misac y Abdénago, para arrojarlos en el horno de fuego ardiente. 21Entonces fueron atados estos varones, con sus capas, sus túnicas, sus gorras y sus (otros) vestidos, y echados en el horno de fuego ardiente. 22Y como la orden del rey era urgente, y el horno excesivamente caliente, la llama de fuego abrasó a aquellos hombres que habían echado a Sidrac, Misac y Abdénago. 23
23. Entre este versículo y el 24 trae la Vulgata la siguiente nota de San Jerónimo: “Lo que sigue no lo hallé en los códices hebreos.” Se refiere a los versículos 24-90, deuterocanónicos, que el Doctor Máximo tomó de la versión griega de Teodoción. Sin este pasaje queda una laguna, y no se explicaría el asombro del rey Nabucodonosor en el versículo 91 (que era el 24) si faltase lo que aquí se relata en los versículos 24 y 49.
Así estos tres varones, Sidrac, Misac y Abdénago, cayeron atados en medio del horno de fuego ardiente.

Oración de Azarías

24Pero ellos andaban por medio de las llamas loando a Dios y bendiciendo al Señor. 25
25. El primer pensamiento después de verse libres los jóvenes de las ataduras y de las llamas es alabar a Dios. Ora aquí Azarías, y luego lo harán los tres (versículo 51).
Entonces Azarías, poniéndose en pie, oró de esta manera, y abriendo su boca en medio del fuego, dijo:

26“Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres;

digno de alabanza es tu nombre y glorioso por los siglos.

27Porque Tú eres justo en todo lo que hiciste con nosotros;

y verdaderas son todas las obras tuyas, rectos tus caminos,

y justos todos tus juicios.

28Pues justos fueron tus juicios

en todo lo que trajiste sobre nosotros

y sobre la santa ciudad de nuestros padres, Jerusalén;

porque en verdad y en justicia enviaste todas estas cosas

por causa de nuestros pecados.

29
29 ss. Es posible que en el cántico de Azarías se haya conservado una de las oraciones que los israelitas desterrados solían rezar, o al menos, referencias a las mismas. De ahí las alusiones al cautiverio y a los pecados del pueblo. Nótese que esta oración es colectiva, a manera de las litúrgicas: el orante habla en plural incluyendo a los demás en sus plegarias, y empezando, como es característico de las oraciones bíblicas, por una sincerísima confesión de los pecados del pueblo, como acto de contrición colectiva. Así lo hace también Daniel en 9, 3 ss. Es de admirar en Israel ese “sentido de la Iglesia”, en que la oración individual no tarda en extenderse abarcando caritativamente a todo el pueblo, como lo vemos, por ejemplo, desde David (cf. Salmo 101, 1 y nota) hasta la Santísima Virgen María en el Magníficat (Lucas 1, 54 s.).
Puesto que hemos pecado y obrado inicuamente,

apostatando de Ti y en todo hemos faltado;

30no hemos obedecido tus preceptos

ni los hemos observado;

no hemos obrado según habías dispuesto

para que fuésemos felices.

31Todo cuanto has enviado sobre nosotros,

y todo lo que nos has hecho,

justísimamente lo has hecho.

32Nos entregaste en manos de nuestros enemigos malvados,

perversos y prevaricadores, y en poder de un rey injusto,

el peor de toda la tierra.

33Y ahora no podemos abrir la boca,

siendo como somos objeto de confusión y de oprobio

para tus siervos y para quienes te adoran.

34Te rogamos que por amor de tu nombre

no nos abandones para siempre,

ni destruyas tu alianza.

35
35. Israel: Jacob, a quien se le da aquí el título de santo en el sentido de consagrado, porque Dios le otorgó, por medio de su padre Isaac, la bendición privilegiada de los primogénitos, que pertenecían singularmente a Él. Cf. Génesis 32, 22 ss.
ni apartes de nosotros tu misericordia,

por amor de Abrahán, tu amado,

y de Isaac siervo tuyo, y de Israel tu santo,

36
36 ss. Aquí como en Eclesiástico 36, 17 s. se da por pendiente aún la promesa hecha a Abrahán (Génesis 15, 5), no obstante lo mucho que el pueblo se había multiplicado en otros períodos de su historia. Cf. Eclesiástico 44, 22 y nota. Esto aclara las palabras de San Esteban en Hechos de los Apóstoles 7, 17. Cf. Éxodo 1, 7.
a los cuales hablaste,

prometiendo que multiplicarías su linaje como las estrellas del cielo,

y como la arena en la playa del mar.

37Porque nosotros, oh Señor,

hemos sido empequeñecidos más que todas las naciones,

y estamos hoy día abatidos en todo el mundo

por causa de nuestros pecados.

38
38. Ni profeta: Cf. Salmo 73, 9; Lamentaciones 2, 9; Oseas 3, 4. Daniel no era un profeta sacerdotal, que pudiese ser pastor del pueblo (véase la introducción) y “los raros profetas que quedaban no se dirigían sino a fragmentos de la nación” (Fillion). Véase Ezequiel 14, 3 y 20, 3. Cf. Ezequiel 3, 25 y nota.
Y no tenemos en este tiempo

príncipe ni caudillo, ni profeta,

ni holocausto, ni sacrificio, ni ofrenda,

ni incienso, ni lugar (donde presentarte) las primicias,

a fin de poder alcanzar tu misericordia.

39
39 s. Notará el lector que en este pasaje se inspira la oración de la Misa después del ofrecimiento del cáliz: “In spiritu humilitatis, etc.” Cf. Ezequiel 46, 15 y nota.
Pero recíbenos Tú, contritos de corazón,

y con espíritu humillado.

40Como el holocausto de los carneros y toros,

y los millares de gordos corderos,

así sea hoy nuestro sacrificio delante de Ti,

para que te sea acepto;

pues jamás quedan confundidos los que en Ti confían.

41Te seguimos ahora de todo corazón,

y te tememos, y buscamos tu rostro.

42No quieras confundirnos;

haz con nosotros según la mansedumbre tuya,

y según tu grandísima misericordia.

43
43. Glorifica, oh Señor, tu Nombre: véase en Ezequiel 36, 21-22 y nota, el admirable sentido de estas palabras.
Líbranos con tus prodigios,

y glorifica, oh Señor, tu Nombre.

44Avergonzados queden todos cuantos hacen sufrir tribulaciones a tus siervos;

queden confundidos por medio de todo tu poder

y sea aniquilada su fuerza;

45y sepan que Tú eres el Señor,

Dios único y glorioso en la redondez de la tierra.”

El ángel salva a los jóvenes

46
46. Betún (en latín, nafta), que según San Jerónimo y Dioscórides abundaba en Babilonia y es un “betún líquido, incoloro y muy inflamable”.
Entretanto, los siervos del rey que los habían arrojado, no cesaban de cebar el fuego con betún, estopa, pez y sarmientos.
47
47. Cuarenta y nueve codos: en cifra redonda. Corresponde a siete veces siete, cuyo sentido místico es símbolo de la perfección y plenitud, igual que el número cuarenta. Ambos se usan muchas veces en la Escritura, y el siete especialmente en el Apocalipsis.
Y se extendía la llama sobre el horno hasta la (altura de) cuarenta y nueve codos;
48y saltando fuera abrasó a los caldeos que halló cerca del horno. 49
49. EI Ángel del Señor: Es el cuarto personaje que ve el rey en el versículo 92.
Mas el Ángel del Señor descendió al horno, y estaba con Azarías y con sus compañeros, sacudiendo del horno la llama del fuego.
50E hizo que en medio del horno soplase como un viento de rocío; y el fuego no los tocó en parte alguna, ni los afligió, ni les causó la menor molestia.

Cántico de los tres jóvenes

51
51. Según esto, la oración impetratoria de Azarías, alusiva a todo el pueblo (versículos 24-25) se convierte aquí en cántico de agradecimiento de los tres, al verse tan prodigiosamente salvados mientras Dios mostraba su poder contra los caldeos (versículo 48).
Entonces aquellos tres, como si no tuviesen sino una sola boca, alabaron, y glorificaron, y bendijeron a Dios en medio del horno, diciendo:

52
52. La Iglesia ha recogido este grandioso himno de alabanza incorporándolo a la liturgia. “En cada uno de estos versículos se acumulan enérgicos epítetos para suplir la debilidad de la humana alabanza” (Cardenal Gomá).
Bendito eres Tú, Señor, Dios de nuestros padres,

digno de ser alabado y glorificado y ensalzado por todos los siglos.

Bendito sea tu santo y glorioso Nombre,

digno de ser alabado y ensalzado por todos los siglos.

53
53 s. Templo y trono: Como observa Fillion, no pueden referirse al Templo de Jerusalén que se hallaba en ruinas, según dice el mismo Azarías en el versículo 38, sino al santuario eterno y al trono celestial. Véase Salmo 150, 1 y nota; cf. Salmo 10, 5; Isaías 6, 1; Habacuc 2, 20, etc.
Bendito eres Tú en el Templo santo de tu gloria,

y sobre todo loor, y sobre toda gloria por los siglos.

54Bendito eres Tú en el trono de tu reino,

y sobre todo loor y sobre toda gloria por los siglos.

55Bendito eres Tú que penetras los abismos y te sientas sobre querubines,

y eres digno de loor y de ser ensalzado por los siglos.

56Bendito eres en el firmamento del cielo,

y digno de loor y de gloria por los siglos.

57
57 ss. Aquí empieza (hasta el versículo 88) el Benedicite, recitado cada día, después de la Misa, como himno de agradecimiento y alabanza en unión de todas las creaturas. El estribillo: loadle y ensalzadle, recuerda el Salmo 148. Véase también Salmo 102, 20 ss. y notas. Aprovechemos este rapto de sublime lirismo que aquí nos brinda el Espíritu Santo. La alabanza, propia del gozoso agradecimiento (como el Magníficat), es lo único que el hombre puede dar a Dios, y es lo que a Él le agrada (Salmo 49, 23 y nota). De ahí que toda entera ha de ser para Él, sin que el hombre se reserve la más mínima parte (Salmo 148, 13 y nota). Bien lo vemos, por contraste, en la estatua de oro (versículo 1 y nota). Cosa muy notable es que el Anticristo no nos es anunciado como el arquetipo de inmoralidad, ni siquiera de falta de misericordia, sino del que se hace alabar (II Tesalonicenses 2, 4). En este sentido será el antípoda de Cristo que solamente deseaba la gloria del que lo envió y no hay en él injusticia (Juan 7, 18). Cf. Lucas 13, 26 y nota.
Obras todas del Señor, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

58Ángeles del Señor, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

59Cielos, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

60Aguas todas que estáis sobre los cielos, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

61Ejércitos todos del Señor, bendecid al Señor,

loadle y ensalzadle por los siglos.

62Sol y luna, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

63Estrellas del cielo, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

64Lluvias todas y rocíos, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

65
65. Espíritus: aquí, según el contexto, los vientos, no los ángeles. Véase Salmo 103, 4 y nota. Cf. Salmo 148, 8.
Espíritus todos de Dios, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

66Fuego y calor, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

67Frío y calor, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

68Rocíos y escarcha, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

69HieIo y frío, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

70Heladas y nieves, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

71Noches y días, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

72Luz y tinieblas, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

73
73. Hasta este versículo el cántico se refiere a los fenómenos de los espacios celestes. Con el versículo 74 empieza la enumeración de las creaturas de la tierra, en progresión ascendente, de las menos perfectas a las superiores.
Relámpagos y nubes, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

74Bendiga la tierra al Señor;

alábele y ensálcele por los siglos.

75Montes y collados, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

76Plantas todas que nacéis en la tierra, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

77Fuentes, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

78Mares y ríos, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

79Monstruos del mar y cuanto se mueve en las aguas, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

80Aves todas del cielo, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

81Bestias todas y ganados, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

82Hijos de los hombres, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

83
83. Si Israel tiene motivos sin límites para tributar a su Dios el homenaje de la alabanza (versículo 57 ss. y nota), más aún los tiene la Iglesia de Jesucristo (cf. versículo 95 ss. y nota), aunque su actual peregrinación dolorosa a la espera del Esposo (cf. Cantar de los Cantares 1, 1 y nota) se parece mucho, como la de cada cristiano en particular, al destierro de Israel en Babilonia, cuando sus cantores, silenciosos al recuerdo de Sión, colgaban las arpas en los sauces. Véase Salmo 136, 1 ss. y notas. Cf. Filipenses 3, 20 s.
Bendiga Israel al Señor;

alábele y ensálcele por los siglos.

84Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

85Siervos del Señor, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

86
86. Espíritus y almas: En el lenguaje bíblico, espíritu significa las facultades superiores, el sujeto de la vida sobrenatural; y alma indica las inferiores, que se refieren a la vida natural, psíquica y aun fisiológica (cf. I Tesalonicenses 5, 23; Hebreos 4, 12; Génesis 2, 7; Job 32, 8; Zacarías 12, 1). Aquí el término se refiere a los justos que murieron en el Señor, y es un elocuente testimonio de la inmortalidad del alma.
Espíritus y almas de los justos, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

87Santos y humildes de corazón, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

88Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor;

loadle y ensalzadle por los siglos.

Porque Él nos sacó del infierno y nos libró de la mano de la muerte;

nos salvó de en medio de las ardientes llamas, sacándonos del fuego.

89
89. Véase Salmo 135, 1 y nota.
Tributad gloria al Señor, porque es bueno,

porque es eterna su misericordia.

90
90. Al final de este versículo San Jerónimo anota: “Hasta aquí falta en el hebreo, y lo que hemos puesto es la versión de Teodoción.” Después continúa el texto arameo (protocanónico) que se interrumpió desde el versículo 23. El versículo 91 de la Vulgata corresponde al 24 del texto arameo.
Todos los que dais culto a Dios, bendecid al Señor, al Dios de los dioses;

loadle y celebradle,

porque su misericordia permanece por todos los siglos.

Nabucodonosor glorifica a Dios

91Entonces el rey Nabucodonosor se asombró y levantándose apresuradamente, se dirigió a sus consejeros y dijo: “¿No fueron tres los hombres que echamos atados en medio del fuego?” Respondieron ellos y dijeron al rey: “Así es, oh rey.” 92
92. Hijo de Dios significa, en boca del rey pagano, el ángel del versículo 49. San Ireneo y Tertuliano ven en esta figura al Mesías, y claro está que espiritualmente estamos seguros de que Él “está con nosotros basta la consumación del siglo” (Mateo 28, 20), a través de las persecuciones anunciadas (Juan 16, 33; II Timoteo 3, 12) y simbolizadas sin duda en el suplicio de los tres jóvenes por no adorar al ídolo del mundo, que en una u otra forma será adorado hasta el fin de los tiempos (véase versículo 6 y nota).
Y él repuso, diciendo: “He aquí, que yo veo cuatro hombres sueltos, que se pasean en medio del fuego, sin que hayan padecido daño alguno, y el aspecto del cuarto es semejante a un hijo de Dios.”
93Entonces Nabucodonosor, acercándose a la boca del horno de fuego ardiente, tomó la palabra y dijo: “¡Sidrac, Misac y Abdénago, siervos del Dios Altísimo, salid y venid!” Salieron, pues, Sidrac, Misac y Abdénago de en medio del fuego. 94Y habiéndose reunido los sátrapas, los gobernadores, los altos jefes y los consejeros del rey, vieron a esos varones sobre cuyos cuerpos el fuego no había tenido ningún poder. Ni un cabello de su cabeza se había chamuscado, sus ropas estaban intactas, ni siquiera el olor del fuego los había alcanzado.

95
95 ss. Si bien el rey reconoce al Dios de Israel que acaba de salvar a los tres jóvenes, y aun reconoce que fue porque confiaron en Él, no parece atribuirle todavía la exclusividad, el carácter del Dios solo y único (cf. 2, 47 y nota), porque en 4, 5 llama a Baal su dios. En 4, 31 ss. le vemos hacer una más plena confesión del verdadero Dios. “Ante esa confesión y la de Darío (6, 25 ss.), en que reyes paganos proclaman la divinidad del Dios de Israel, podemos apreciar mejor, con San Pablo, todo lo que tiene de asombroso que nosotros, descendientes del “pueblo necio” de los gentiles (Romanos 10, 19), ajenos a las promesas de Israel y sin Dios en este mundo (Ef. 2, 12 ss.), hayamos sido admitidos a gozar de ese Dios por la fe en el Evangelio de su Hijo Jesucristo, y a participar, como cristianos, de promesas aún mayores. ¡Cuánto más preciosa no debería sernos esa fe, y cuán grande la humildad del olivo silvestre! (Romanos 11, 17 ss.).”
Entonces Nabucodonosor tomó la palabra y dijo: “Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago, que ha enviado su ángel y ha salvado a sus siervos que han confiado en Él, traspasaron la orden del rey y entregaron sus cuerpos para no servir ni adorar a dios alguno fuera del Dios suyo.
96Publico por mi parte este decreto: Cualquier pueblo, nación o lengua que hable mal del Dios de Sidrac, Misac y Abdénago, será hecho pedazos, y sus casas serán convertidas en cloacas; por cuanto no hay ningún otro dios que pueda salvar de tal manera.” 97Y el rey ensalzó a Sidrac, Misac y Abdénago en la provincia de Babilonia.

Manifiesto del rey

98
98. Los versículos 98-100 corresponden en el texto original al capítulo siguiente.
“El rey Nabucodonosor a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra: La paz os sea dada en abundancia.
99Me parece conveniente publicar las señales y las maravillas que el Dios Altísimo ha hecho conmigo. 100
100. Cf. Salmo 144, 13 y nota.
¡Cuán grandes son sus señales y cuan estupendas sus maravillas! Su reino es reino eterno y su poderío subsiste de generación en generación.”
Copyright information for SpaPlatense