‏ Daniel 7

II. VISIONES DE DANIEL

La visión de las cuatro bestias

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1. Con este capítulo empieza la segunda parte del libro de Daniel (capítulos 7-12) que contiene, no ya la interpretación de revelaciones ajenas, sino las visiones propias del profeta. La primera visión se refiere a cuatro animales simbólicos, que significan cuatro reinos. La semejanza con el sueño de Nabucodonosor (capítulo 2), y en parte con el capítulo 8, salta a la vista, si bien no es tan fácil identificarla en todos sus detalles. Esta parece revestir un carácter más espiritual y aquella más político. Para poder asimilar las dos visiones en su significación final (cf. versículo 7 y nota), faltaría que los autores aclarasen de común acuerdo si ambas tienen o no carácter escatológico, es decir si la revelación hecha al profeta alcanza en ambos casos a la segunda venida de Cristo o se detiene en la primera. El año primero de Baltasar: Es decir, en 540 a. C, dos años antes de su muerte (véase 5, 29 ss.; 8, 1).
El año primero de Baltasar, rey de Babilonia, vio Daniel un sueño y visiones que (pasaban) por su cabeza mientras estaba en su cama. En seguida escribió el sueño en forma de un resumen.
2“Yo estaba mirando durante mi visión nocturna, dice Daniel tomando la palabra, y vi cómo los cuatro vientos del cielo revolvían el Mar Grande. 3
3. El mar simboliza el mundo de los gentiles (cf. Isaías 17, 12; Apocalipsis 17, 15), quizá por oposición a la tierra santa de Israel, que la Biblia suele llamar por antonomasia “la tierra”. También sale del mar la gran Bestia de siete cabezas de Apocalipsis 13 (cf. Isaías 27, 1), y de ahí que algunos la identifiquen con estas cuatro bestias de Daniel, que entre todas también tienen siete cabezas, pues la tercera tiene cuatro (versículo 6).
Y subieron del mar cuatro grandes bestias, diferentes una de otra.
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4. Como león: En este león con alas de águila, símbolo de fuerza y agilidad, se ve generalmente el imperio caldeo, significando esos emblemas la cabeza de oro de la estatua (cf. 2, 32). En Jeremías 4, 7 y 49, 19 ss., Nabucodonosor es figurado como león, y como águila en Ezequiel 17, 3; Habacuc 1, 8, etc. También con los asirios se usa la figura del león (Isaías 5, 29), y eran comunes en los monumentos de Nínive y Babilonia los leones alados, aunque no como esta bestia, sino con cabeza de hombre. No faltan, sin embargo, quienes piensan que, tratándose de una revelación sobre lo futuro, no podría aquí hablarse de Nabucodonosor que ya había muerto cuando Daniel tuvo esta visión (cf. v. 1 y nota), y de ahí que se inclinen a pensar que esta profecía no es una repetición del capítulo 2, sino que su paralelismo debe buscarse en el Apocalipsis de San Juan, viendo en ella reinos de un carácter más espiritual que histórico. El que le fueran arrancadas las alas, muestra, según algunos, la debilidad del reino bajo los últimos sucesores de Nabucodonosor, especialmente bajo Naboned y Baltasar (cf. capítulo 5). Queda la dificultad de lo que sigue: fue levantada de la tierra, etc. Unos ven aquí una nueva señal de debilitamiento; otros, de la curación de Nabucodonosor (4, 31 ss.). Otros recuerdan, al contrario, su locura, pero el cambio de corazón de aquel rey no fue de bestia en hombre sino a la inversa (4, 13 ss.). También hay algunos que suponen aquí una indicación de que el imperio caldeo, humanizado en manos de Ciro, se continuó en él.
La primera era como león, y tenía alas de águila. Mientras estaba todavía mirando, le fueron arrancadas las alas, y fue levantada de la tierra y puesta sobre sus pies como un hombre; y se le dio un corazón de hombre.
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5. El oso, suele explicarse como correspondiente al segundo imperio del capítulo 2, 32, y la mayoría lo aplica al reino de los medos y persas, aunque algunos subdividen en dos a este imperio; otros ven en la segunda bestia el imperio de Alejandro a quien, dicen, cuadrarían mejor que a Ciro las palabras “come carne en abundancia”. Tres costillas en su boca, entre sus dientes (Vulgata: tres órdenes de dientes): Ellos significarían, dicen unos, Babilonia, Lidia y Egipto, tres países conquistados por Ciro; o bien, dicen otros, las vastas conquistas del imperio medo-persa. Nada puede decirse de seguro a este respecto. Vemos por esto con cuánta moderación hemos de usar las afirmaciones propias y ajenas en terreno tan debatido, que no solo está sujeto a variar según las investigaciones históricas (cf. 5, 30 y nota), sino que puede encerrar también misterios que solo quiera aclarar Dios en un “tiempo determinado”, como se le dice a Daniel en 12, 9 ss. (Véase la introducción.)
Y vi otra bestia, la segunda, semejante a un oso; que se alzaba a un lado; (tenía) tres costillas en su boca, entre sus dientes, y le dijeron así: «¡Levántate y come carne en abundancia!».
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6. Por el leopardo se entiende, en general, el imperio de Alejandro Magno. Las cuatro alas denotarían la velocidad de sus conquistas y las cuatro cabezas su división en cuatro reinos (Siria, Egipto, Asia Menor y Macedonia), correspondiendo este reino al tercero del capítulo 2 (2, 32 c. y 39 b.). Véase 8, 8 ss.; 11, 4. Otros lo aplican al rey de los persas. Otros observan que si esta bestia correspondiese al tercer reino del capítulo 2, se partiría en dos como el vientre y los muslos de la estatua y no en cuatro, alegándose por otra parte que los verdaderos sucesores de Alejandro Magno fueron en realidad dos, Seleuco y Ptolomeo, a los que Daniel llama, en el capítulo 11, rey del norte y rey del sur. Las tres bestias que aquí vemos: león, oso y leopardo, recuerdan las características de la Bestia apocalíptica, que “será semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como de león” (Apocalipsis 13, 2). Cf. versículo 3 y nota.
Después de esto seguí mirando, y vi otra, semejante a un leopardo, con cuatro alas de ave en sus espaldas. Tenía esta bestia cuatro cabezas; y le fue dado el dominio.
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7 s. La cuarta bestia no tiene nombre como las anteriores. Es tan diferente de ellas, que Daniel apenas halla palabras para describirla. Según la mayoría de los intérpretes, ella representa al imperio romano, y los dientes de hierro serían el hierro de la estatua descrita en 2, 33 ss. Las diez astas o cuernos corresponden a los dedos de los pies de la estatua del capítulo 2 (2, 33 y 41) y significan diez reyes (versículo 24) o diez reinos (cf. 2, 44), en que habría de dividirse el imperio romano en la Edad Media y en los tiempos modernos, lo cual tendría que armonizarse con la interpretación dada al capítulo 2. Fillion observa que “en ambos relatos se insiste especialmente sobre el cuarto de estos reinos”, y deduce que “ambos contienen la misma revelación”, por lo cual no se ve cómo allí puede referirse el profeta a la primera venida de Cristo, y aquí a la secunda, a la cual precederá el Anticristo del versículo 8 (II Tesalonicenses 2, 4 ss.). Una minoría sostiene que este cuarto reino es el de Alejandro Magno y los reinos de sus sucesores, mientras el tercero (el leopardo) correspondería al reino persa y el segundo (el oso) a los medos. El pequeño cuerno (versículo 8) es, en opinión de estos expositores, Antíoco Epífanes, y los diez cuernos representan, según ellos, los tres grandes generales de Alejandro y los siete reyes que precedieron a Antíoco. Nos parece poco probable esta opinión, no solo por las coincidencias históricas, que en ninguna de las dos interpretaciones alcanzan la seguridad necesaria para imponerse, sino por la autoridad de San Juan, que en los capítulos 13 y 17 del Apocalipsis atribuye a la bestia que sube del mar (versículo 3) las características de las tres antes señaladas (versículo 6 y nota), y sobre todo las de esta cuarta bestia de Daniel (diez cuernos, una boca que blasfema, guerra contra los “santos”, poder de tres años y medio), refiriéndose seguramente no al reino greco-sirio, sino a un reino futuro, y en el cual se contempla esencialmente el aspecto religioso.
Después de esto continué mirando la visión nocturna y vi una cuarta bestia, espantosa y terrible y extraordinariamente fuerte, que tenía grandes dientes de hierro. Devoraba y desmenuzaba, y lo que sobraba lo hollaba con los pies. Era diferente de todas las bestias anteriores y tenía diez cuernos.
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8. “En este pequeño cuerno los Padres —entre otros San Ireneo, Teodoreto, San Jerónimo, Lactancio— y los comentadores modernos —Maldonado, Cornelio a Lapide, Calmet— y muchos exégetas contemporáneos, sean católicos, sean protestantes, han visto con razón la figura del Anticristo. Véase los versículos 24 b-25” (Fillion). Muchos de ellos señalan que está tipificado en Antíoco Epífanes. Véase 8, 23-25; 9, 26 s.; 11, 36 ss.; 12, 11, etc. Algunos, para sostener la aplicación de la cuarta bestia al imperio romano, suponen que este renacerá por poco tiempo al final (Apocalipsis 17, 11 ss.).
Estaba yo contemplando los cuernos, cuando divisé otro cuerno pequeño, que despuntaba entre ellos; y le fueron arrancados tres de los primeros cuernos. Y he aquí que había en este cuerno ojos como ojos de hombre y una boca que profería cosas horribles.

El Anciano de días

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9. El Anciano de días: Este antropomorfismo, como observa Fillion, designa evidentemente a Dios, es decir, al eterno Padre. Véase Deuteronomio 33, 26-27; Ezequiel 1, 26; Apocalipsis 3, 21; 4, 2.
Estuve mirando

hasta que fueron puestos tronos;

y se sentó el Anciano de días

cuyo vestido era blanco como la nieve,

y el cabello de su cabeza como lana blanca.

Su trono era de llamas de fuego,

y las ruedas del mismo, fuego ardiente.

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10. Millares de millares: Véase Apocalipsis 5, 11; Hebreos 1, 14. En un notable grabado del artista Alberto Durero, el célebre ilustrador del Apocalipsis combina esta escena en que, el Hijo del hombre recibe del Padre la potestad eterna —en virtud de la cual todos los pueblos de la tierra le servirán—, con la de Apocalipsis 5, donde Dios, sentado en el trono, entrega al Cordero el Libro de los siete sellos Cf. Apocalipsis 5, 7 ss.
Un río de fuego corría

saliendo de delante de él;

millares de millares le servían,

y miríadas de miríadas se levantaban ante su presencia.

Se sentó el tribunal

y fueron abiertos los libros.

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11. Sobre la destrucción del Anticristo véase versículo 26; II Tesalonicenses 2, 8; Apocalipsis 19, 20; Isaías 11, 4.
Miraba yo entonces a causa del ruido de las grandes palabras que hablaba el cuerno; y mientras estaba mirando fue muerta la bestia y su cuerpo destruido y entregado a las llamas del fuego,
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12. Algunos señalan esta subsistencia de las primeras bestias hasta el final, como argumento contra la interpretación histórica de los reinos que ellas representarían.
A las otras bestias también les fue quitado su dominio, pero les fue prolongada la vida hasta un tiempo y un momento.

El Hijo del hombre

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13. En el Hijo del hombre ya los judíos veían al Mesías (cf. Salmo 79, 18 y nota). La palabra parecido prueba, que el Hijo del hombre no es simplemente igual a uno de nosotros, sino un Ser superior. Sobre el significado mesiánico de este título no cabe duda, ya que Jesucristo se lo aplica 80 veces a Sí mismo, 30 veces en San Mateo, 14 en San Marcos, 25 en San Lucas y 11 en San Juan, caracterizando con él toda su misión terrenal como predicador de la Buena Nueva, amigo de los pobres, enfermos y pecadores, como también su pasión, su muerte, su futura gloria y segunda venida como Juez. Véase especialmente Mateo 26, 64; Marcos 14, 62. Semejante retrato no se encuentra sino en los vaticinios de Isaías sobre el “Siervo de Yahvé” (Isaías capítulos 42, 49, 50, 52, 53), por lo cual Battifol cree que las palabras “Hijo del Hombre” son equivalentes a “Siervo de Yahvé”. En todo caso es una “expresión feliz en la que Cristo Nuestro Señor compendió a maravilla su misión de restaurar el reinado sobrenatural de Dios en el mundo y el modo de llevar a cabo tal restauración según las profecías del Antiguo Testamento” (Oñate). El Padre d'Alés, Joüon y otros expositores expresan que al llamarse así en alusión a su venida gloriosa, Jesús alude evidentemente a este pasaje del profeta Daniel.
Seguía yo mirando en la visión nocturna,

y he aquí que vino sobre las nubes del cielo

Uno parecido a un hijo de hombre,

el cual llegó al Anciano de días,

y le presentaron delante de Él.

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14. El señorío, la gloria y el reino: un reino universal (versículo 27 s.), en el cual serán recogidos todos los pueblos de la tierra y a cuyo rey obedecerán todas las naciones. Este es el reino que el Señor Jesús enseñó a pedir a sus discípulos en la oración dominical: “Venga a nos el tu reino” (venga a nosotros tu reino) (Mateo 6, 9). “En este cuadro, así como a menudo en los cuadros proféticos, la primera venida del Salvador para establecer el reino mesiánico, se junta con su segunda venida para darle perfección” (Crampón). Véase Miqueas 4, 7; Apocalipsis 11, 15, etc. “En cuanto Hijo de Dios el Mesías poseía la potestad infinita, pero en cuanto Hombre, necesitaba ser entronizado solemnemente por su Padre” (Fillion). Cf. Salmo 2, 8, que figura en la Misa de Cristo Rey junto con el presente versículo y con Salmo 71, 2, 8 y 11; 88, 27 s.; Juan 18, 33-37; Apocalipsis 5, 12; 19, 16; etc.
Y le fue dado el señorío, la gloria y el reino,

y todos los pueblos y naciones y lenguas

le sirvieron.

Su señorío es un señorío eterno

que jamás acabará,

y su reino nunca será destruido.

Interpretación de la visión

15Entonces yo, Daniel, me turbé en espíritu interiormente, y las visiones de mi cabeza me llenaron de espanto. 16Me acerqué a uno de los asistentes y le pedí el verdadero sentido de todo esto. Él me habló y me explicó el significado de aquellas cosas (diciendo): 17«Estas grandes bestias, que son cuatro, son cuatro reyes que se levantarán en la tierra. 18
18. Los santos del Altísimo; o sea, el verdadero pueblo teocrático, al que el mismo Dios había llamado nación santa (Éxodo 19, 6 y Deuteronomio 7, 6). Debido al carácter universal del reino de Cristo, todos los integrantes de la Iglesia tienen la esperanza de reinar con Cristo (cf. Apocalipsis 1, 6; 5, 10; 19, 6 s.; Lucas 21, 31; 22, 16 y 29 s., etc.). La Didajé se refiere a esta palabra de Daniel cuando dice; “Líbrala (a tu Iglesia) de todo mal, consúmala por tu caridad; y de los cuatro vientos reúnela santificada en tu reino que para ella preparaste, porque tuyo es el poder y la gloria en los siglos.” Véase Ef. 1, 22-23.
Mas los santos del Altísimo recibirán el reino, y poseerán el reino hasta la eternidad y por los siglos de los siglos.»

19Quise entonces saber la verdad acerca de la cuarta bestia, que era tan diferente de todas las (demás) y extraordinariamente terrible, que tenía dientes de hierro y uñas de bronce, que devoraba y desmenuzaba y hollaba con sus pies lo que sobraba; 20y acerca de los diez cuernos que estaban en su cabeza, y también acerca de aquel otro que le había salido y delante del cual habían caído los tres; ese cuerno que tenía ojos, y una boca que profería cosas espantosas, y parecía más grande que los otros. 21
21 s. Se refiere al cuerno pequeño, que es el Anticristo. Su triunfo será de corta duración, porque el mismo Señor vendrá a juzgarlo “y matará con el aliento de su boca y destruirá con la manifestación de su Parusía”. Cf. versículo 26; II Tesalonicenses 2, 8; Apocalipsis 19, 11-21 y notas.
Pues estaba yo viendo cómo este cuerno hacía guerra contra los santos, y prevalecía sobre ellos,
22hasta que vino el Anciano de días y el juicio fue dado a los santos del Altísimo y llegó el tiempo en que los santos tomaron posesión del reino. 23Y dijo aquel así: «La cuarta bestia es un cuarto reino que habrá en la tierra. Este será diferente de todos los reinos, devorará toda la tierra, la hollará, y la desmenuzará. 24
24 s. Véase Apocalipsis 17, 12. Mudar los tiempos: a saber, los tiempos sagrados, las fiestas, las formas de culto. Un tiempo, (dos) tiempos y la mitad de un tiempo (cf. 12, 7). San Jerónimo y muchos otros intérpretes creen que un tiempo equivale a un año. Sin embargo puede haber aquí un número místico (véase 4, 22 y nota). Siendo siete el número de perfección, tres y medio puede ser propio de lo contrario, de algo incompleto y malo, esto es, una persecución que no alcanza su objetivo. Véase Apocalipsis 11, 2 y 13, 5, donde aparece la misma cifra misteriosa, expresada en meses. Los que ven en la cuarta bestia el reino greco-sirio, aplican este número a los tres años y medio que duró la profanación del Templo (168-165 a. C.).
Los diez cuernos (significan que) de este reino surgirán diez reyes; y tras ellos se levantará otro que será diferente de los anteriores, y derribará a tres reyes.
25Proferirá palabras contra el Altísimo, oprimirá a los santos del Altísimo y pretenderá mudar los tiempos y la Ley; y ellos serán entregados en su mano hasta un tiempo, (dos) tiempos y la mitad de un tiempo. 26
26. Véase 2, 35; Apocalipsis 19, 17-21; 20, 11 ss.; Isaías 11, 4.
Pero se sentará el tribunal, y entonces se le quitará su dominio, a fin de destruirlo y aniquilarlo para siempre.
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27. Véase versículo 14; Sabiduría 6, 21 y nota.
Y el reino y el imperio y la magnificencia de los reinos que hay debajo de todo el cielo, será dado al pueblo de los santos del Altísimo; su reino será un reino eterno; y todas las potestades le servirán y le obedecerán».”

28Aquí terminaron sus palabras. Yo, Daniel, quedé muy conturbado por mis pensamientos y mudé de color; pero guardé estas cosas en mi corazón.
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