‏ Deuteronomy 20

El derecho de guerra

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1. Caballos y carros: los israelitas temían la superioridad de los pueblos vecinos, los que poseían carros de guerra, esa poderosa arma, los tanques de entonces (Éxodo 14, 7; Josué 17, 16; Jueces 1, 19; 4, 3; I Reyes 13, 5). Por eso Dios les promete luchar por ellos, con tal que tengan confianza en Él, Cf. versículo 4; 17, 14 y nota; Salmo 32, 16 ss.
Cuando saliendo a la guerra contra tus enemigos vieres caballos y carros y gente más numerosa que tú, no los temas; porque Yahvé, tu Dios, el que te sacó del país de Egipto, está contigo.
2Cuando os dispongáis al combate, se acercará el sacerdote y hablará al pueblo, 3y le dirá: ‘Escucha Israel: os dispondréis hoy para pelear contra vuestros enemigos; no desmaye vuestro corazón; no temáis, no os asustéis, ni os amedrentéis ante ellos; 4
4. ¡Yahvé va a pelear por su pueblo! ¡Qué promesa más estupenda! Sin embargo, ¡cuántas veces la olvidaron! Isaías tuvo que inculcarla de nuevo ante el peligro asirio (Isaías 7, 4 ss.), y Jeremías no se cansa de recordarla en tiempos de Nabucodonosor. Llena de confianza la recoge y la enseña Judit para confortar a los ancianos de Betulia (Judit 8, 10 ss.). Así también nosotros en los combates espirituales hemos de implorar y esperar la ayuda de Dios, sin la cual nada podemos (San Agustín).
pues Yahvé, vuestro Dios, marcha con vosotros para pelear por vosotros contra vuestros enemigos para salvaros.’

5Los capitanes hablarán al pueblo, diciendo: ‘¿Quién ha edificado una casa nueva y no la ha estrenado? Váyase y vuelva a su casa, no sea que muera en la batalla y otro hombre la estrene. 6
6. No ha comenzado a disfrutarla: Cf. Levítico 19, 23 ss. “Los frutos de los primeros años pasaban por impuros, los del cuarto año eran consagrados al Señor. Después de esto, la viña y sus frutos estaban puestos en el rango de las cosas comunes y ordinarias” (Vigouroux, Polyglotte I, pág. 935).
¿Quién ha plantado una viña y no ha comenzado aún a disfrutarla? Váyase y vuelva a su casa, no sea que muera en la batalla y otro hombre goce de ella.
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7. Meditemos con la debida admiración estas tres excepciones de los versículos 5-7, que parecerían el colmo de la insensatez en nuestro siglo incrédulo. Son un verdadero alarde de confianza en la Providencia. En cuanto a los tímidos (versículo 8), el pasaje tiene un alto sentido espiritual, como se ve en Apocalipsis 21, 8. Véase Jueces 7, 3; I Macabeos 3, 56.
¿Quién se ha desposado con una mujer, y aún no la ha tomado? Váyase y vuelva a su casa, no sea que muera en la batalla y otro hombre se case con ella.’
8Los capitanes se dirigirán de nuevo al pueblo y dirán: ‘¿Quién tiene miedo y es tímido de corazón? Váyase y vuelva a su casa, no sea que el corazón de sus hermanos desfallezca así como el corazón suyo.’ 9Y cuando los capitanes hayan acabado de hablar al pueblo, los jefes de las tropas se pondrán al frente del pueblo.

10En el caso de acercarte a una ciudad para atacarla le ofrecerás la paz. 11Si la acepta, y te abre, toda la gente que se hallare dentro será tributaria tuya y te servirá. 12
12. ss. Estas leyes de guerra comparadas con las de otros pueblos son extraordinariamente humanas. La extirpación de los pueblos cananeos (versículo 17) que parece estar en contradicción con el carácter humanitario de la Ley de Moisés, se debe únicamente a un especial mandato de Dios, quien quiso preservar a los israelitas de la idolatría de aquellos pueblos. “En semejante guerra, dice San Agustín, el ejército no se ha de tener por autor de ella, sino por ministro y ejecutor.” ¡Líbrenos Dios de escandalizarnos de lo que Él en su sabiduría infinita ha mandado en la Ley antigua!
Mas si no hace paz contigo, y empieza a hacerte guerra, la sitiarás;
13y cuando Yahvé tu Dios, la entregare en tu mano pasarás a cuchillo a todos sus varones; 14pero las mujeres, los niños y los ganados, con todo lo que se halle dentro de la ciudad, todo su botín lo tomarás para ti, y comerás de los despojos de tus enemigos, que Yahvé, tu Dios, ha entregado en tus manos. 15Así harás con todas las ciudades muy distantes de ti y que no sean de las ciudades de estos pueblos.

16Pero en cuanto a las ciudades de estos pueblos que Yahvé, tu Dios, te da por herencia, no dejarás con vida alma alguna, 17sino que entregarás al anatema a los heteos, amorreos, cananeos, fereceos, heveos y jebuseos, como Yahvé, tu Dios, te lo ha mandado, 18a fin de que no os enseñen a imitar todas las abominaciones que ellos practican con sus dioses, y para que no pequéis contra Yahvé, Dios vuestro.

19Cuando sitiares una ciudad por mucho tiempo, peleando contra ella para conquistarla, no destruirás sus árboles, alzando contra ellos el hacha; porque de ellos podrás comer; no los cortarás. ¿Acaso son hombres los árboles del campo y necesitan ser sitiados? 20Solamente los árboles que tú sabes que no son frutales, podrás destruir cortándolos para construir fortificaciones contra la ciudad que te hace guerra hasta que se rinda.
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