‏ Deuteronomy 26

Las primicias

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1 ss. Las primicias se ofrecían a Dios en reconocimiento de los beneficios que todo el pueblo recibía de su benigna mano año tras año y día por día. Hasta los pueblos paganos daban las primicias a sus dioses y santuarios. Por eso Santo Tomás considera la ofrenda de las primicias como una obligación de la Ley natural. Cf. Números 18, 8 ss.
Cuando hubieres entrado en el país que Yahvé, tu Dios, te va a dar en herencia, y cuando después de tomarlo en posesión habitares en él,
2tomarás de las primicias de todos los frutos de la tierra que cosechares en el país que Yahvé, tu Dios, te dé, y las pondrás en un canasto, e irás al lugar que Yahvé, tu Dios, haya elegido para morada de su nombre. 3Allí te presentaras al sacerdote que fuere por entonces, y le dirás: ‘Yo confieso hoy a Yahvé, tu Dios, que he entrado en el país que Yahvé juró a nuestros padres que nos daría.’ 4El sacerdote recibirá el canasto de tu mano y lo pondrá delante del altar de Yahvé, tu Dios.

5
5. Un arameo errante: Se refiere a Abrahán, quien nació en el seno del pueblo arameo, y antes de llegar a Canaán vivió como nómada en el país de los arameos (Mesopotamia en hebreo “Padán-Aram”). También el patriarca Jacob vivió allí mucho tiempo (cf. Oseas 12, 12). La Vulgata trae otro texto: el sirio perseguía a mi padre. Ese sirio (o arameo) sería Labán, que persiguió a Jacob (Génesis capítulos 30 y 31).
Entonces tomarás la palabra y dirás en presencia de Yahvé, tu Dios: ‘Un arameo errante fue mi padre, el cual con muy poca gente bajó a Egipto y vivió allí como extranjero, y allí vino a ser un pueblo grande, fuerte y numeroso.
6Pero los egipcios nos maltrataron y nos oprimieron, imponiéndonos dura servidumbre. 7Y clamamos a Yahvé, el Dios de nuestros padres, y Yahvé oyó nuestra voz, y miró nuestra miseria, nuestro trabajo y nuestra opresión; 8y nos sacó Yahvé de Egipto con mano poderosa y con brazo extendido, en medio de terrores estupendos, con señales y prodigios, 9y nos trajo a este lugar, entregándonos esta tierra, tierra que mana leche y miel. 10Ahora, pues, he aquí que ofrezco las primicias de los frutos de la tierra que Tú, Yahvé, me has dado.’ Y las pondrás delante de Yahvé, tu Dios, y te prosternarás ante Yahvé, tu Dios; 11y te regocijarás por todo el bien que Yahvé, tu Dios, te ha dado a ti y a tu casa, así tú como el levita y el extranjero que moran en medio de ti.

Los diezmos

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12 s. Véase 1, 4, 28. Es un diezmo especial en favor de los pobres, entre los cuales figuran siempre en primer lugar los levitas.
Cuando hubieres acabado de separar el diezmo de todos tus frutos en el año tercero, el año del diezmo, lo darás al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, para que coman dentro de tus puertas y se sacien;
13y dirás delante de Yahvé, tu Dios: ‘He sacado de mi casa las cosas consagradas (a Dios), y las he dado al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, conforme a todo lo que me has mandado; no he traspasado en nada tus mandamientos ni los he olvidado. 14
14. Para un muerto: Ha de entenderse de las ofrendas que se daban a los muertos, a manera de los paganos, y de los banquetes que se hacían en memoria de los difuntos (Tobías 4, 18; Eclesiástico 30, 18; Jeremías 16, 7; Ezequiel 24, 17; Oseas 9, 4). Tocar las cosas santificadas (diezmos) estaba prohibido en tiempos de luto y en estado de impureza legal.
No he comido de ellas cuando estaba de luto, no he sacado nada de ellas en estado de impureza ni dado para un muerto. He obedecido la voz de Yahvé, mi Dios; he hecho conforme a cuanto me has mandado.
15Mira desde tu santa morada, desde el cielo, y bendice a Israel, tu pueblo, y a la tierra que nos has dado, como juraste a nuestros padres, tierra que mana leche y miel.’

16Hoy Yahvé, tu Dios, te manda que cumplas estas leyes y preceptos; los observarás y los pondrás en práctica con todo tu corazón y con todo tu alma. 17Hoy has hecho declarar a Yahvé que Él será tu Dios y que tú tienes que andar en sus caminos, guardar sus leyes, sus mandamientos y sus preceptos, y escuchar su voz. 18
18 s. Cf. 7, 6; 14, 2; 29, 13; 32, 10 ss.; Éxodo 4, 22; 19, 5 s., y notas. Pueblo particular: Esto se cumplió en los israelitas, pero mucho más todavía en el pueblo del Nuevo Testamento, pueblo santo y redimido por la sangre de Cristo (Romanos 9, 24).
Hoy Yahvé te ha hecho confesar que tú eres un pueblo particular suyo, como te lo ha prometido, y que has de guardar todos sus mandamientos;
19y Él te elevará a gloria, honor y esplendor, sobre todos los pueblos que ha hecho, y serás un pueblo santo para Yahvé, tu Dios, como Él ha dicho.”
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