Deuteronomy 8
La protección divina en el desierto
1Cuidad de poner en práctica todos los mandamientos que hoy os ordeno, a fin de que viváis y os multipliquéis, y entréis en posesión de la tierra que Yahvé juró dar a vuestros padres. 2 ▼▼2. Para conocer lo que había en tu corazón: He aquí, explicada por el mismo Dios, la razón de nuestras pruebas y su eficacia para descubrir la rectitud del corazón. Véase I Pedro 1, 7; Salmo 16, 3. Dice a este respecto la Imitación de Cristo: “La tentación no hace al hombre flaco, mas demuestra que lo es.”
Acuérdate de todo el camino por donde Yahvé, tu Dios, te hizo andar estos cuarenta años por el desierto con el fin de humillarte y probarte, para conocer lo que había en tu corazón: si guardas o no sus mandamientos. 3 ▼▼3. Dios no tiene necesidad de pan para dar de comer a los hombres; puede alimentarlos, mediante su palabra, con cualquier cosa, p. ej., con el maná. En Mateo 4, 4 Jesucristo emplea esta cita para confundir al tentador. Véase 6, 16.
Te afligió y te hizo padecer hambre; y te dio a comer el maná, que tú no conocías ni habían conocido tus padres, para mostrarte que no de solo pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca de Dios. 4 ▼▼4. ¡Admirable providencia del Padre Celestial! Jesús insiste sobre ella en el Sermón de la Montaña para aumentar nuestra fe (Mateo 6, 25 ss.). “No contentos con tornar estas palabras en sentido netamente literal, los rabinos suponían que los vestidos crecían con quienes los llevaban” (Fillion). Una piadosa tradición afirma que también la túnica inconsútil que el Señor usó, fue siempre la misma que María Santísima le hiciera en su infancia, y que creció con Él, conservándose siempre inmaculada.
Tu vestido no ha envejecido sobre ti, y tu pie no se ha hinchado durante estos cuarenta años. 5Reconoce, pues, en tu corazón que como un hombre corrige a su hijo, así te está instruyendo Yahvé, tu Dios. 6Guarda, por tanto, los mandamientos de Yahvé, tu Dios, marchando por sus caminos y temiéndole. Agradecimiento a Dios
7Porque Yahvé, tu Dios, va a introducirte en una tierra buena, tierra de torrentes de agua, de fuentes y manantiales profundos, que brotan en los valles y en las montañas; 8tierra de trigo y cebada, de viñas, higueras y granados, tierra de olivos, aceite y miel; 9 ▼▼9. Tierra cuyas piedras son hierro: “Parece aludir al basalto, piedra dura y negra, semejante al hierro (cf. 3, 11), muy frecuente en Palestina septentrional sobre todo. Sin embargo, la Transjordania posee también minas de dicho metal, como las de Punón o Piñón” (Bover-Cantera).
tierra en que sin escasez comerás el pan y no carecerás de nada; tierra cuyas piedras son hierro y de cuyas montañas sacarás el bronce. 10Comerás y te hartarás, y bendecirás a Yahvé, tu Dios, por la buena tierra que te ha dado. 11 ▼▼11 ss. ¡Qué bien conoce Dios el corazón del hombre! ¿Quién no ve retratada aquí su propia infidelidad? (cf. Juan 2, 24 s.). Ante tantas muestras del amor de Dios a su pueblo, que nos arrebatan el corazón por su delicadeza, y ante, los males que habían de acarrearse los israelitas por el abuso de los dones divinos, y muy principalmente por la soberbia de creerse ellos merecedores de tantas bondades, tiembla el corazón de Moisés y los pone en guardia, para que no se olviden del Autor y Dador de las bendiciones. En efecto, la tentación de engreírse en tiempos de prosperidad es muy grande. ¿Quién es capaz de enfrentar seguro y humilde los peligros de la riqueza? “¿Quién es este?, y le elogiaremos, porque hace maravillas”, dice el Eclesiástico (31, 9). Y si confrontamos el paso del camello por el ojo de la aguja, que Jesús mismo indicó a los ricos (Mateo 19, 24), con la bienaventuranza de los pobres, de los que lloran y de los perseguidos, entonces recogeremos sabiamente el consejo de San Pablo: “El que piensa estar en pie mire que no caiga” (II Corintios 10, 12), y recibiremos amorosamente la prueba de las manos paternales de ese Dios a quien nuestros dolores le duelen más que a nosotros, según Él mismo repite muchas veces (II Reyes 24, 16; Mateo 14, 14; Marcos 6, 3; Mateo 24, 16).
Guárdate de olvidarte de Yahvé, tu Dios, dejando de observar sus mandamientos, preceptos y leyes que hoy te prescribo; 12no sea que cuando hayas comido y te hayas hartado, y cuando hayas edificado y habitado hermosas casas, 13y después de multiplicarse tus vacadas y tus rebaños y acrecentarse tu plata y tu oro y todos tus bienes, 14se engría tu corazón, y te olvides de Yahvé, tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de la servidumbre, 15 ▼▼15. Escorpiones: La Vulgata añade: y dipsades; una especie de víboras que, según opinión de los antiguos, producían por su picadura sed insaciable. De ahí su nombre de dipsades, que en griego significa causantes de sed. Cf. Números 21, 6 ss.
y te condujo por ese vasto y espantoso desierto, donde había serpientes abrasadoras y escorpiones y tierra árida sin agua, pero Él te hizo salir agua de una roca durísima, 16y en el desierto te dio a comer el maná que no conocieron tus padres, para humillarte y probarte y al fin hacerte bien. 17No digas, pues, en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han procurado esta prosperidad. 18Antes bien, acuérdate de Yahvé, tu Dios; porque Él es quien te da poder para adquirir riquezas, a fin de cumplir, como se ve hoy, la alianza que juró a tus padres. 19Mas si, olvidado por completo de Yahvé, tu Dios, andas tras otros dioses, rindiéndoles culto y postrándote delante de ellos, os protesto el día de hoy que pereceréis sin remedio. 20Como las naciones que Yahvé va exterminando delante de vosotros, así también vosotros pereceréis por no haber escuchado la voz de Yahvé, vuestro Dios.
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