Exodus 13
Consagración de los primogénitos de Israel
1Habló Yahvé a Moisés, diciendo: 2 ▼▼2. Los primogénitos son propiedad de Dios; esta idea es antiquísima en la humanidad, y se establece expresamente como ley en el v. 1 de este capítulo. No obstante ello, Dios no quiere el sacrificio de los primogénitos, como algunos pueblos paganos creían, sino solamente su rescate. La obligación de consagrar los primogénitos a Dios se compensaba por una ofrenda de dinero (cinco siclos de plata). Este rito había de cumplirse de generación en generación y se cumplió también en Jesús (Lucas 2, 28). Cf. Levítico 27, 26; Números 8, 16 s. Desfilaba, pues, por decirlo así, una procesión perenne de primogénitos delante del Señor, representantes de todo el pueblo, que así reconocía perfectamente el señorío de su Dios, quien “exigía este tributo particularmente a los varones, para hacerse reconocer como jefe de todas las familias de Israel y para que en las personas de los primogénitos, que representaban el tronco de la casa, todos los demás niños fuesen consagrados a su servicio. De suerte que por esta ofrenda los primogénitos eran separados de las cosas comunes y profanas y pasaban a la categoría de las cosas santas y consagradas” (Bossuet, Sermón sobre la Purificación de María).
“Conságrame todo primogénito. Mío es todo primer nacido entre los hijos de Israel, tanto de hombres como de animales.” 3Dijo pues Moisés al pueblo: “Acordaos de este día en que salisteis de Egipto, de la casa de la servidumbre; pues Yahvé os ha sacado de aquí con mano poderosa; y no comáis pan fermentado. 4 ▼▼4. En el mes de Abib: Véase 12, 2 y nota.
Salís hoy, en el mes de Abib. 5Así, pues, cuando Yahvé te haya introducido en la tierra del cananeo, del heteo, del amorreo, del heveo y del jebuseo, que juró a tus padres darte, tierra que mana leche y miel, celebrarás ese rito en este mes. 6Siete días comerás panes ácimos y el día séptimo será fiesta en honor de Yahvé. 7Se comerán panes ácimos durante siete días, y no se verá pan fermentado en tu casa, ni levadura en todo tu territorio. 8En aquel día dirás a tu hijo: “Esto es a causa de lo que hizo conmigo Yahvé cuando salí de Egipto. 9 ▼▼9. De ahí la costumbre de los judíos de ceñir a la frente y a la mano izquierda cedulitas o filacterias conteniendo palabras de la Ley. Cf. Números 15, 38; Deuteronomio 6, 8; 11, 18 ss.; 22, 12; Mateo 23, 5.
Y esto te será como una señal en tu mano, y como un recuerdo entre tus ojos, para que la ley de Yahvé se halle en tu boca; porque con mano poderosa te sacó Yahvé de Egipto.” 10Guardarás este precepto, año por año, en el tiempo señalado. 11Cuando Yahvé te haya introducido en la tierra del cananeo, como lo tiene jurado a ti y a tus padres, y te la haya dado, 12apartarás para Yahvé a todos los primogénitos. También todos los primerizos de tus animales, si son machos, pertenecen a Yahvé. 13Todo primerizo del asno lo rescatarás con un cordero; y si no lo rescatas, has de quebrarle la cerviz. Rescatarás también todo primogénito humano de entre tus hijos. 14Y cuando el día de mañana te preguntare tu hijo, diciendo: “¿Qué significa esto?”, le dirás: “Con mano poderosa nos sacó Yahvé de Egipto, de la casa de la servidumbre. 15Al obstinarse el Faraón en no dejarnos salir, Yahvé mató a todos los primogénitos en el país de Egipto, desde el primogénito del hombre hasta el primogénito de la bestia. Por eso sacrifico a Yahvé todo primer nacido macho, y rescato todo primogénito de mis hijos.” 16Esto será como una señal en tu mano, y como frontal entre tus ojos; porque con mano poderosa Yahvé nos ha sacado de Egipto.” Partida de Egipto
17 ▼▼17. Si hubieran tomado el camino de la costa hacia el país de los filisteos, estos los habrían derrotado; y desalentados habrían vuelto a Egipto. “Esta es la imagen de lo que hace Dios con un alma en los principios de su conversión. Ve que acaba de entrar en una nueva vida, y que es todavía flaca; por lo que no permite que sea tentada, sino de manera que pueda fácilmente resistir a la tentación haciendo que salga de ella con ventaja y aprovechamiento” (Scío).
Cuando el Faraón dejó salir al pueblo, Dios no los condujo por el camino de la tierra de los filisteos, aunque estaba cerca; pues dijo Dios: “No sea que al verse atacado se arrepienta el pueblo y se vuelva a Egipto.” 18Dios hizo, pues, rodear al pueblo por el camino del desierto hacia el Mar Rojo. Y los hijos de Israel salieron en buen orden del país de Egipto. 19 ▼▼19. Véase Génesis 50, 25.
Moisés llevó también consigo los huesos de José, pues este había hecho jurar a los hijos de Israel, diciendo: “Cuando os visitare Dios, llevad de aquí con vosotros mis huesos.” 20 ▼▼20. No se conoce la situación de Etam. Los modernos creen que corresponde al nombre egipcio Khetam, que significa fortaleza.
Partieron de Sucot y acamparon en Etam, al borde del desierto. 21 ▼▼21 s. Yahvé iba al frente de ellos . En 14, 19 se llama al conductor divino Ángel de Yahvé. Cf. Génesis 16, 7; 28, 10-19; 31, 11 y notas. La columna de nube, que de noche era columna de fuego, es otro gran misterio del Antiguo Testamento. Según San Judas, se esconde en ella el Verbo eterno, el Enviado — pues esto significa Ángel — del Padre que rescató al pueblo de la esclavitud de Egipto (Judas v. 5) y lo acompañó en la columna de nube hasta su entrada en la tierra prometida. Se descorre aquí por un momento el velo que en el Antiguo Testamento cubre la actividad del Verbo, “sin el cual nada se hizo de lo que ha sido hecho” (Juan 1, 3). Cf. Salmo 77, 14; 104, 39; Sabiduría 10, 17; 19, 7; I Corintios 10, 1; Col. 1, 16. Esta explicación no es moderna, sino antigua. La presenta San Isidoro en la Pequeña Defensa de la Fe, cap. 1, y la sostienen Eusebio y otros Padres. Según esta opinión, el que desde el comienzo de la creación se aparecía a los hombres, revestido de la apariencia humana, no era el Padre o el Espíritu Santo sino el Hijo. San Isidoro dice, p. ej. en el lugar citado, refiriéndose a Éxodo 23, 20: “¿Quién es este Ángel a quien Dios entrega su potestad y su nombre? ¿Alguna otra potestad angélica? Esto es imposible creer; porque ¿quién hay en el cielo que pueda igualarse con el Señor? ¿Quién entre los hijos de Dios es semejante a Él? (Salmo 88, 7). Pues el que no se le iguala en la naturaleza no podrá tampoco igualársele en el nombre. Es, pues, este el mismo Hijo, que fue enviado por el Padre y que se aparecía visiblemente a los hombres” Cf. 17, 6; 23, 20 y notas.
E iba Yahvé al frente de ellos, de día en una columna de nube para guiarlos en el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarlos, a fin de que pudiesen marchar de día y de noche. 22La columna de nube no se retiraba del pueblo de día, ni la columna de fuego de noche.
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