‏ Exodus 19

III. ALIANZA Y LEGISLACIÓN DEL SINAÍ

Preparativos para la alianza

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1. Ese mismo día: el primer día del tercer mes. El Sinaí, idéntico con el Horeb, se encuentra, según la opinión común (que remonta hasta el siglo VI d. C), en la parte meridional de la península del mismo nombre. La cumbre más alta, el famoso monte de Santa Catalina mide 2.600 metros. Las otras son el monte Safsafeh (1.994 m.), el Dschebel Musa (2.244 m.) y el Dschebel Serbal. Todos estos se disputan el honor de haber sido el escenario de la promulgación del Decálogo. La tradición judía y algunos modernos (Nielsen, Musil, Lucas) buscan el monte Sinaí u Horeb más al norte, en el país de Madián, o en Seír y Farán. Cf. Deuteronomio 33, 2; Jueces 5, 4; Habacuc 3, 3; Gálatas 4, 25.
Al tercer mes después de la salida de la tierra de Egipto, ese mismo día, llegaron los hijos de Israel al desierto de Sinaí.
2Habiendo partido de Rafidim, llegaron al desierto de Sinaí y acamparon en el desierto. Allí acampó Israel frente a la montaña. 3Moisés subió hacia Dios, y le llamó Yahvé desde el monte, diciendo:

“Así dirás a la casa de Jacob

y anunciarás a los hijos de Israel:

4Vosotros habéis visto lo que he hecho a los egipcios,

y cómo os he llevado sobre alas de águila

y os he traído a Mí.

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5 s. He aquí una nueva etapa en la formación del Reino de Dios. Por libre beneplácito elige el Omnipotente al pueblo de Israel, lo declara “propiedad particular suya” y lo constituye como “reino de sacerdotes” y “nación santa”. Es, pues, el sentido del pacto del Sinaí, separar a Israel de todos los demás pueblos, hacerlo pueblo santo, antorcha de fe entre las naciones, darle carácter sacerdotal y concederle existencia nacional solamente en sentido limitado, es decir, en cuanto ellos reconozcan a Él como Rey; a Él solo, pues es un Dios celoso. Cf. 20, 5; 34, 14 s.; Dios. Cf. Zacarías 9, 14. San Pedro aplica la idea del sacerdocio y de la realeza a los cristianos, los que, mediante el bautismo son sacerdotes y reyes, por ser injertados en Jesucristo (I Pedro 2, 9). Igual expresión se usa en Apocalipsis 5, 10.
Ahora, pues, si de veras escuchareis mi voz

y guardareis mi pacto,

seréis entre todos los pueblos mi propiedad particular,

pues mía es toda la tierra.

6y seréis para Mí un reino de sacerdotes

y una nación santa.

Estas son las palabras que has de decir a los hijos de Israel.”

7Fue Moisés y convocó a los ancianos del pueblo, a los cuales expuso todas estas palabras según Yahvé le había mandado. 8Y todo el pueblo respondió a una voz, diciendo: “Haremos todo cuanto ha dicho Yahvé.” Y Moisés llevó a Yahvé la respuesta del pueblo.

9Entonces dijo Yahvé a Moisés: “He aquí que Yo vendré a ti en una densa nube para que el pueblo oiga que hablo contigo, y también te dé crédito para siempre.” Y refirió Moisés a Yahvé las palabras del pueblo. 10Luego dijo Yahvé a Moisés: “Vuélvete al pueblo y santifícalos hoy y mañana. Que se laven sus vestidos, 11y estén preparados para el día tercero; porque al tercer día descenderá Yahvé a la vista de todo el pueblo sobre el monte Sinaí. 12Le señalarás al pueblo un límite en torno (al monte), diciendo: Guardaos de subir al monte y aun de tocar su falda. Todo el que tocare el monte morirá irremisiblemente. 13
13. La trompeta, no la de hombres, sino la de Dios. Cf. Zacarías 9, 14. También San Pablo habla de la “trompeta de Dios” en I Tesalonicenses 4, 16.
Nadie lo toque con la mano, pues será apedreado o asaeteado; sea animal, sea hombre, perderá la vida. Cuando suene la trompeta, entonces subirán al monte.”
14Bajó, pues, Moisés del monte, adonde estaba el pueblo, y santificó al pueblo, y ellos lavaron sus vestidos. 15Y dijo al pueblo: “Preparaos para el tercer día, y no toquéis mujer.”

Aparición de Dios en el monte

16Al tercer día, al rayar el alba, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre el monte, y también un toque penetrante de trompeta; por lo cual todo el pueblo que estaba en el campamento comenzó a temblar. 17Entonces Moisés hizo salir al pueblo del campamento para ir al encuentro de Dios, y se apostaron al pie del monte. 18
18. Si Dios se manifiesta de tan imponente manera es para convencer al pueblo de su inaccesible majestad y grandeza e infundirle un santo temor. Los rayos y llamas simbolizan la santidad de Dios; la nube y el humo, su incomprensibilidad; el retumbo del trueno y el formidable sonido de la bocina, su poder; el temblor de los montes, su altísima majestad, ante la cual hasta los ángeles tiemblan.
Todo el monte Sinaí humeaba, porque Yahvé descendía sobre él en medio de fuego. Este humo subía como el humo de un horno, y todo el monte temblaba fuertemente.
19El sonido de la trompeta se sentía cada vez más fuerte; mientras Moisés hablaba y Dios le respondía con voz (de trueno). 20Después, cuando Yahvé había descendido sobre el monte Sinaí, sobre la cumbre del monte, llamó a Moisés a la cumbre del monte y Moisés subió, 21y dijo Yahvé a Moisés: “Desciende y prohíbe terminantemente al pueblo que traspase los límites por ver a Yahvé, no sea que mueran muchos de ellos; 22y que también los sacerdotes que se acercan a Yahvé se santifiquen para que Yahvé no haga estragos entre ellos.” 23Moisés respondió a Yahvé: “El pueblo no podrá subir al monte Sinaí; porque Tú nos lo has prohibido, diciendo: Señala límites alrededor del monte y santifícalo.” 24Yahvé le dijo: “Anda y baja, y después subirás tú y Aarón contigo; pero los sacerdotes y el pueblo no traspasen los límites para subir hacia Yahvé, no sea que haga estragos entre ellos.” 25Bajó, pues, Moisés adonde estaba el pueblo y se lo dijo.
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