Exodus 3
Aparición de Dios en la zarza
1 ▼▼1. Jetró, llamado Ragüel en 2, 18. Véase allí la nota que explica los dos nombres. Horeb: otro nombre del monte Sinaí, situado en la parte sur de la península del mismo nombre.
Un día, apacentando las ovejas de Jetró, su suegro, sacerdote de Madián, llevó Moisés las ovejas al interior del desierto y vino al Horeb (que es) el monte de Dios. 2 ▼▼2. Sobre el Ángel de Yahvé véase Génesis 48, 15 s. y nota. De los dos términos “Yahvé” y “Ángel de Yahvé” este último designa a Yahvé en cuanto se manifiesta; aquel, en cambio, a Dios como el Ser absoluto. La Vulgata traduce aquí: “el Señor”, en vez de “el Ángel de Yahvé”. Cf. Hechos 7, 30.
Y se le apareció el Ángel de Yahvé en una llama de fuego, en medio de una zarza. Veía cómo la zarza ardía en el fuego, pero la zarza no se consumía. 3Dijo, pues, Moisés: “Iré a contemplar este gran fenómeno (para saber) por qué no se consume la zarza.” 4Cuando Yahvé vio que se ponía en marcha para mirar, lo llamó de en medio de la zarza, diciendo: “¡Moisés, Moisés!” “Heme aquí”, respondió él. 5 ▼▼5. Muchos pastores conocían esa zarza en el desierto, pero únicamente Moisés vio en ella al Ángel de Yahvé. Es porque Moisés se había acostumbrado a vivir retirado del mundo, meditar en Dios y confiar en Él en todos los trances de su destierro. Dios ama a los que aman la soledad; por eso los grandes profetas del Antiguo Testamento, el Precursor y el mismo Jesús buscaban la soledad para estar con Dios. Santa Teresa opina que Moisés no escribió todo lo que vio en la zarza, sino solamente lo que quiso Dios que dijese; y cree la Santa que “si no mostrara Dios a su alma secretos con certidumbre, para que viese y creyese que era Dios, no se pusiera en tantos y tan grandes trabajos; mas debía entender tan grandes cosas dentro de los espinos de aquella zarza, que le dieron ánimo para hacer lo que hizo por el pueblo de Israel” (Moradas VI, 4, 7). En la zarza ven los Padres una figura de la Virgen Santísima: “Así como esta zarza hace resplandecer el fuego y no se quema, así la Virgen María ha dado al mundo la luz, sin perder la virginidad” (San Gregorio de Nisa). Lo mismo expresa la Liturgia en el Oficio de la Virgen: “En la zarza que Moisés vio que no se quemaba, reconocemos tu virginidad digna de todo elogio”.
Y Dios le dijo: “No te acerques aquí; quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que estás, es tierra santa.” 6 ▼▼6. El Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob: En esta triple enumeración ven algunos Padres revelado el misterio de la Trinidad. En Abrahán ve San Buenaventura la figura del Padre; Cristo es figurado por Isaac, que llevaba al cuello la leña, figura de la cruz; el Espíritu Santo, por Jacob, fecundo en procrear, pues el Espíritu es el que en la Creación fecunda las aguas. Cf. Génesis 1, 2; 18, 2; 19, 1 y notas.
Y añadió: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.” Se cubrió entonces Moisés el rostro, porque temía mirar a Dios. Vocación de Moisés
7Y dijo Yahvé: “He visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he escuchado el clamor que levanta a causa de sus exactores; pues conozco sus sufrimientos. 8He descendido para librarlo de la mano de los egipcios y para llevarlo de esta tierra a una buena y espaciosa; a una tierra que mana leche y miel, al país del cananeo, heteo, amorreo, fereceo, heveo y jebuseo. 9Ahora el clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta Mí y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen. 10Ve, por tanto, y te enviaré al Faraón, para que saques a mi pueblo, los hijos de Israel, de Egipto.” 11 ▼▼11. Lo mismo dijeron Jeremías (Jeremías 1, 6), y otros profetas. Esta hermosa desconfianza de sí mismo es lo que atrae sobre los pequeños la predilección de Dios, que elige a los débiles para confundir a los fuertes. Véase I Corintios 1, 19-31.
Moisés respondió a Dios: “¿Quién soy yo para ir al Faraón y sacar a los hijos de Israel de Egipto?” 12 ▼▼12. Serviréis a Dios en este monte: Se trata de una señal futura como en Isaías 7, 14. El sentido es: “Verás de una manera evidente la verdad de lo que digo, en el día en que me ofrezcas un solemne sacrificio en este mismo monte”.
Respondió Él: “Yo estaré contigo y esto te servirá de señal de que Yo te he enviado: cuando hayas sacado al pueblo de Egipto, serviréis a Dios en este monte.” 13Contestó Moisés a Dios: “Iré, pues, a los hijos de Israel y les diré: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros; pero cuando me pregunten: ¿Cuál es su nombre? ¿Qué les responderé? 14 ▼▼14. El nombre que Dios adopta para manifestarse es en hebreo Yahvé, que quiere decir: El que es, el Ser por excelencia, el “ens a se”, el Eterno. No hay nombre que signifique mejor la preexcelencia absoluta de Dios sobre todos los seres creados. El nombre de Yahvé no era completamente nuevo, encontrándose ya el mismo concepto de Dios en el nombre “El viviente y que me ve” (Génesis 16, 14). De ese nombre de Dios se han descubierto recientemente formas arcaicas: Yahu, Yah, Yo (esta última forma parte del nombre de Jocábed, madre de Moisés). Véase también Apocalipsis 11, 17; “Que eres, que eras y que has de venir”. Los judíos no se atrevían a pronunciar el majestuoso nombre, por lo cual ponían las vocales de Adonai (Señor) bajo las consonantes de Yahvé, el “Tetragrámmaton”, pronunciándolo como Adonai, procedimiento que en el siglo XIV d. C., cuando ya no se conocía la razón de la vocalización, dio lugar al nombre de Jehová, el cual no es más que Yahvé con las vocales hebreas de Adonai. En el Nuevo Testamento, con el envío de su propio Hijo, el Verbo Amor, Dios nos reveló su nombre de Padre, del cual nos dice Jesús: Dios es caridad” (I Juan 4, 8). Cf. Juan 17, 26.
Entonces dijo Dios a Moisés: “Yo soy el que soy.” Y agregó: “Así dirás a los hijos de Israel: «El que es me ha enviado a vosotros.»” 15Prosiguió Dios diciendo a Moisés: “Así dirás a los hijos de Israel: Yahvé, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre, y este mi memorial de generación en generación. 16Ve, pues, y reúne a los ancianos de Israel, y diles: Yahvé, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob se me apareció y me dijo: Yo os he visitado (para ver) lo que os hacen en Egipto. 17Y queda dicho: Os sacaré de la tribulación de Egipto, al país del cananeo, heteo, amorreo, fereceo, heveo y jebuseo, a una tierra que mana leche y miel. 18Ellos escucharán tu voz, y tú irás con los ancianos de Israel al rey de Egipto; y le diréis: Yahvé, el Dios de los hebreos, se nos ha manifestado. Permite, pues, que vayamos camino de tres días al desierto, para ofrecer sacrificios a Yahvé, nuestro Dios. 19Ya sé que el rey de Egipto no os dejará ir, si no será por mano poderosa. 20Por eso extenderé mi mano y heriré a Egipto con toda suerte de prodigios, que obraré allí; y después de esto os dejará salir. 21Y haré que este pueblo halle gracia a los ojos de los egipcios, de modo que cuando partáis, no saldréis con las manos vacías, 22 ▼▼22. Despojando así a los egipcios, como tomando despojos en justa guerra a los enemigos y no cometiendo hurto (Santo Tomás). Véase 12, 36 ss. Dios era perfectamente dueño de hacer, sin dar cuenta a nadie, cuanto le dictaba su infinita sabiduría Cf. Salmo 104, 14 y 44; 135, 17 ss.; Sabiduría 10, 15.
sino que cada mujer pedirá a su vecina y a la que mora en su casa, objetos de plata y objetos de oro, y vestidos, que pondréis a vuestros hijos y a vuestras hijas, despojando así a los egipcios.”
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