‏ Exodus 32

El becerro de oro

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1. Tan grande es su superstición, que no vacilan en sacrificar sus alhajas como precio de este adulterio para con Dios, que tanto los había colmado de favores. Véase cómo el Señor, lleno de celos, echa en cara a Israel su infidelidad en el incomparable capítulo 16 de Ezequiel.
Cuando el pueblo vio que Moisés tardaba en bajar del monte, se reunió alrededor de Aarón y le dijeron: “Anda, haznos un dios que vaya delante de nosotros, ya que no sabemos que ha sido de ese Moisés, ese hombre que nos ha sacado de la tierra de Egipto.”
2Les respondió Aarón: “Quitad los pendientes de oro de las orejas de vuestras mujeres y de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos.” 3Y todos se quitaron los pendientes de oro que llevaban en las orejas, y los entregaron a Aarón. 4
4. Ídolos de becerros y toros eran entre los pueblos paganos muy frecuentes, como símbolo de la fuerza de sus dioses. En sentir de Aarón, esta imagen representaba al Señor (v. 5). Es posible que fuese una imitación del toro sagrado (Apis) de Egipto. La cobardía del Sumo Sacerdote Aarón es un ejemplo de la fragilidad humana. ¿Quién osará después de esto apoyarse en las propias fuerzas? Cf. la negación de Pedro en Mateo 26, 6 ss.
Y él, tomándolos de sus manos le dio forma con el buril e hizo así un becerro de fundición. Entonces ellos dijeron: “Este es tu Dios, oh Israel, el que te ha sacado de la tierra de Egipto.”
5Viendo esto Aarón, erigió un altar ante el becerro e hizo esta proclamación: “Mañana habrá fiesta en honor de Yahvé.” 6
6. Cf. nuestra nota en I Corintios 10, 7.
Y levantándose al día siguiente muy temprano, ofrecieron holocaustos y presentaron sacrificios pacíficos. Luego se sentó el pueblo a comer y beber, y después se levantaron a divertirse.
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7. El Señor ya no dice: “mi pueblo”, sino “tu pueblo”, porque este ha apostatado. ¡Cuántas veces no se ha reiterado la misma apostasía en la historia de Israel! Véase Salmo 105, 19 s.
Entonces habló Yahvé a Moisés, y dijo: “¡Ve, baja! porque ha pecado tu pueblo que sacaste de la tierra de Egipto.
8Muy pronto se han apartado del camino que Yo les había prescrito. Se han hecho un becerro de fundición y se han postrado ante él; le han ofrecido sacrificios y han dicho: “Este es tu Dios, oh Israel, el que te ha sacado de la tierra de Egipto.” 9Y dijo Yahvé a Moisés: “Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. 10
10. Déjame, etc. “Esta manera dé hablar es de mucha honra para Moisés, y muy propia al mismo tiempo de la bondad de aquel Señor, que le da a entender cuánto apreciaba y honraba su amistad” (Scío). Dios sugiere a Moisés que se ponga de por medio y aparte de su pueblo el castigo, como si dijera: “Mira cuánto valimiento tienes conmigo; conseguirás todo cuanto quisieres a favor de! pueblo” (San Gregorio Magno). Cf. Números 14, 13 ss.; Ezequiel 22, 30 y nota.
Déjame ahora para que se encienda mi ira contra ellos y los consuma; de ti, en cambio, haré un gran pueblo.”
11Pero Moisés imploró a Yahvé, su Dios, diciendo: “¿Por qué, oh Yahvé, ha de encenderse tu ira contra tu pueblo, que Tú sacaste de la tierra de Egipto con gran poder y mano fuerte? 12¿Por qué han de decir los egipcios: Para hacerles mal los ha sacado a fin de matarlos en las montañas, y extirparlos de sobre la faz de la tierra? Deja el ardor de tu ira y arrepiéntete del mal contra tu pueblo. 13Acuérdate de Abrahán, de Isaac y de Israel, siervos tuyos, a los cuales por Ti mismo juraste, diciéndoles: Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo; y toda esta tierra que os tengo prometida, la daré a vuestros descendientes, y ellos la poseerán para siempre.” 14
14. Se arrepintió: Se aplacó movido por la oración de Moisés. “Nada es tan poderoso como el hombre justo cuando ora” (San Crisóstomo). Por eso dijo el Señor en cierta ocasión a Jeremías que no intercediera con sus oraciones por los rebeldes para que Él no se viese obligado a escucharlo. Hay que aprovechar esta inclinación del corazón paternal de Dios que se deja desarmar por nuestras súplicas y se complace en ceder a nuestros pedidos. Adoremos ese abismo insondable de la bondad de Dios. Dijo que iba a castigar, y dejó de ejecutar el castigo, para que los pueblos vean la paciencia y el amor con que Él trata a su pueblo. Cf. Números 14, 18 ss. y nota.
Y se arrepintió Yahvé del mal con que había amenazado a su pueblo.

Moisés baja del monte

15Se volvió Moisés y bajó del monte, con las dos tablas del Testimonio en su mano; tablas escritas por ambos lados; por una y otra cara estaban escritas. 16Las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios, grabada sobre las tablas. 17Cuando Josué oyó la voz del pueblo que gritaba, dijo a Moisés: “Gritos de guerra hay en el campamento.” 18Respondió él: “No son gritos de victoria, ni alaridos de derrota. Voz de canto es lo que oigo.” 19
19. Moisés rompió las tablas no en un ataque de cólera, sino más bien en señal de que había sido quebrantado el pacto con Dios. San Agustín ve aquí una figura de la caducidad de la Antigua Alianza que será reemplazada por la Nueva en Cristo. Fray Luis de León dice lo mismo en otras palabras: “Por cuanto ellos le habían dejado por adorar un metal. Él los dejaría a ellos y abrazaría a la gentilidad, gente muy pecadora y muy despreciada. Porque sabida cosa es, así como lo enseña San Pablo (Romanos 9, 32), que el haber desconocido a Cristo aquel pueblo, fue el medio por donde se hizo aqueste trueque y traspaso, en que él quedó desechado y despojado de la religión verdadera, y se pasó la posesión de ella a las gentes” (Nombres de Cristo).
Mas cuando Moisés estuvo cerca del campamento y vio el becerro y las danzas, se encendió su ira de tal manera que arrojó de su mano las tablas y las hizo pedazos al pie del monte.
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20. Nótese el desprecio con que Moisés trata el ídolo. Bebiendo los polvos del becerro, comprendían mejor cuan vana era su idolatría.
Luego tomó el becerro que habían hecho, lo quemó y lo molió hasta reducirlo a polvo, el cual esparció en el agua y se lo dio de beber a los hijos de Israel.
21Y dijo Moisés a Aarón: “¿Qué te hizo este pueblo para que le hayas acarreado pecado tan grave?” 22Aarón respondió: “No se encienda la ira de mi señor. Tú mismo sabes que este pueblo es propenso al mal. 23Me dijeron: ‘Haznos un dios que vaya delante de nosotros; ya que no sabemos qué ha sucedido a ese Moisés, ese hombre que nos ha sacado de la tierra de Egipto.’ 24
24. Salió este becerro: excusa infantil. ¡Como si el fuego por casualidad hubiera producido un becerro sin colaboración de Aarón! Así hablamos nosotros cuando pretendemos tapar nuestros pecados y fingir una justicia que no poseemos. Con razón dice San Pablo, citando el Salmo 115, 2: “Todo hombre es mentiroso” (Romanos 3, 4), mas “el Señor mira el corazón” (I Reyes 16, 7).
Yo les contesté: ‘Quien tenga oro, quíteselo.’ Me lo dieron y yo lo eché al fuego y salió este becerro.”

25
25. Pues Aarón les había dado, etc. La Vulgata vierte este paréntesis de otra manera: porque Aarón le había despojado (al pueblo) por la asquerosa abominación, y lo habla puesto desnudo en medio de los enemigos.
Entonces Moisés viendo al pueblo desenfrenado —pues Aarón les había dado rienda suelta, para que se alegrasen sus enemigos—,
26se puso a la puerta del campamento, y exclamo: “¡A mí los de Yahvé!” Y se reunieron con él todos los hijos de Leví. 27Y les dijo: “Así dice Yahvé, el Dios de Israel: Cíñase cada uno su espada sobre su muslo, y pasad y repasad por el campamento de puerta en puerta, y matad, cada uno a su hermano, a su amigo y a su pariente.” 28
28. Tres mil: según la Vulgata, veinte y tres mil. La cita de I Corintios 10, 8 no se refiere a este pasaje, sino a Números 25, 9. Este acto de celo por la causa de Dios aseguró a la tribu de Leví la dignidad de ser la tribu escogida para el sacerdocio.
Hicieron los hijos de Leví según la orden de Moisés; y perecieron en aquel día unos tres mil hombres del pueblo.
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29. Texto dudoso. El hebreo dice: Consagraos , en vez de: os habéis consagrado, como dice la Vulgata.
Y dijo Moisés: “Hoy os habéis consagrado a Yahvé, cada uno contra su hijo y su hermano; para que hoy recibáis bendición.”

Moisés intercede por el pueblo

30Al día siguiente dijo Moisés al pueblo: “Habéis cometido un gran pecado. Subiré ahora a Yahvé; quizás podré obtener la remisión de vuestro pecado.” 31Y se volvió Moisés a Yahvé y dijo: “¡Ay! este pueblo ha cometido un pecado grande, fabricándose un dios de oro. 32
32. Bórrame de tu libro, el libro de la vida. Cf. Salmo 68, 29; Isaías 4, 3; Dan. 12, 1; Ef. 2, 19; Filipenses 3, 20; Apocalipsis 3, 5; 13, 8; 17, 8; 21, 27. Moisés nos da aquí un admirable ejemplo de caridad pastoral. Antes de que fuese castigado el pueblo, desea el hombre de Dios ser borrado del libro de los vivientes. “Quiere perecer con los que perecen y no se contenta con sola su propia salvación. Porque la gloria del rey es la muchedumbre de su pueblo” (San Jerónimo, Carta a Gaudencio). El mismo amor admiramos en San Pablo (Romanos 9, 3). Pero más admirable aún es la bondad de Dios que se deja aplacar por los ruegos de Moisés y no castiga a Aarón que tenía mayor culpa que el pueblo. Dice al respecto San Cirilo de Jerusalén: “Después del pecado no le prohibió a Aarón el que llegase a ser Sumo Sacerdote; y a ti, que vienes de los gentiles, ¿te va a prohibir que te salves? Haz tú igualmente penitencia, y no se te negará la gracia. Muéstrate irreprensible, porque Dios es verdaderamente misericordioso, y no bastarían todos los siglos para contar sus misericordias. Y aunque se juntasen todas las lenguas no podrían explicar ni una mínima parte de su bondad” (Cateq. II sobre la penitencia).
Pero ahora, perdona su pecado; y si no, bórrame de tu libro que has escrito.”
33Yahvé respondió a Moisés: “Al que haya pecado contra Mí, a este le borraré de mi libro. 34
34. El día de mi visitación: el día de la venganza cuando llegue para castigaros.
Por ahora ve y conduce al pueblo adonde te he dicho. He aquí que mi Ángel irá delante de ti, mas en el día de mi visitación los castigaré por su pecado.”
35Así hirió Yahvé al pueblo por haber hecho el becerro por manos de Aarón.
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