Exodus 33
Arrepentimiento del pueblo
1 ▼▼1 ss. Tú y el pueblo que sacaste de Egipto: Es como si Dios se distanciara del pueblo escogido y negara ser su libertador. El Amor ofendido rehúsa conducir Él mismo a los que eran dignos de ser consumidos (v. 5). Dios iba delante de su pueblo en la columna de nube y fuego (23, 20 ss.), pero por su infidelidad se habían hecho indignos de tal fervor. Es por eso que Moisés insiste (v. 12 ss.) en que Dios siga conduciendo a su pueblo.
Dijo Yahvé a Moisés: “Anda, sube de aquí, tú y el pueblo que sacaste de Egipto, al país que Yo con juramento prometí a Abrahán, a Isaac y a Jacob, diciendo: A tu posteridad lo daré. 2Enviaré delante de ti un Ángel, y echaré al cananeo, al amorreo, al heteo, al fereceo, al heveo y al jebuseo, 3(para que entres) en la tierra que mana leche y miel; pues Yo no iré en medio de ti, porque eres un pueblo de dura cerviz; no sea que te destruya en el camino.” 4Al oír estas duras palabras el pueblo se puso de luto y nadie se atavió con sus galas. 5Dijo entonces Yahvé a Moisés: “Di a los hijos de Israel: Vosotros sois un pueblo de dura cerviz. Si Yo un solo momento subiera contigo, te consumiría. Ahora, pues, quítate tus atavíos, para que Yo sepa qué he de hacer contigo.” 6Por lo cual los hijos de Israel se despojaron de sus atavíos desde el monte Horeb. Dios habla con Moisés cara a cara
7 ▼▼7. El Tabernáculo que Moisés coloca lejos del campamento no es idéntico con el que, según Éxodo 25, 1 ss., había de construirse, sino con el pabellón primitivo en que Dios solía hablar a Moisés. La separación del Tabernáculo significa un castigo para el pueblo apóstata, una especie de excomunión.
Y tomó Moisés el Tabernáculo y lo plantó a cierta distancia fuera del campamento, y lo llamó Tabernáculo de la Reunión. De modo que todo el que buscaba a Yahvé salía hacia el Tabernáculo de la Reunión fuera del campamento. 8Cuando salía Moisés hacia el Tabernáculo se ponía en pie todo el pueblo, y cada cual se estaba a la puerta de su tienda, siguiendo con sus ojos a Moisés hasta entrar este en el Tabernáculo. 9Y cuando Moisés entraba en el Tabernáculo, bajaba la columna de nube y se detenía a la puerta del Tabernáculo, mientras (Yahvé) hablaba con Moisés. 10Todo el pueblo que veía la columna de nube erguida a la puerta del Tabernáculo, se levantaba, y cada cual se postraba junto a la puerta de su tienda. 11 ▼▼11. Cara a cara, o sea, familiarmente, como con un amigo, no por sueños o visiones, como con los otros profetas y hombres de Dios. ¡Admiremos la llaneza de nuestro Padre celestial! ¡Qué benevolencia tendrá hoy para con nosotros, que somos hermanos de su Hijo Jesús! “Desde que con sus manos soberanas plasmó el barro de nuestro cuerpo y le vivificó con el aliento de su espíritu, hasta el incomprensible prodigio de su convivencia substancial con el hombre en Jesucristo, Hombre-Dios, y de las inefables comunicaciones del Dios encarnado con los demás hombres sus hermanos: cum homínibus conversatus est (conversó con los hombres)” (Cardenal Gomá).
Así hablaba Yahvé con Moisés cara a cara, como suele hablar un hombre con su amigo. Luego volvía este al campamento, pero su ministro, el joven Josué, hijo de Nun, no se apartaba del Tabernáculo. 12 ▼▼12. Te conozco por tu nombre: Expresión de especial amistad y familiaridad. Cf. 31, 2 y nota.
Y dijo Moisés a Yahvé: “Mira, Tú me dices: Saca este pueblo; mas no me has dado a conocer a quien enviarás conmigo; y sin embargo me has dicho: Te conozco por tu nombre, y también: Has hallado gracia a mis ojos. 13Ahora, pues, si realmente he hallado gracia a tus ojos, te ruego me muestres tu camino, para que yo te conozca y halle gracia a tus ojos, y considera que este pueblo es pueblo tuyo.” 14 ▼▼14. Mi Rostro: Yo personalmente. Descanso: se entiende, en la tierra de promisión. Yahvé promete conducir a Moisés, quien pide a Yahvé que no solamente lo acompañe a él sino a todo el pueblo. Dios promete también esto en el versículo 17.
Respondió Él: “Mi Rostro irá (delante de ti) y te daré descanso.” 15Le contestó: “Si tu Rostro no va (delante nuestro), no nos hagas partir de aquí. 16Pues ¿en qué podrá conocerse que he hallado gracia a tus ojos, yo y tu pueblo, sino en eso en que Tú marches con nosotros, para que nos distingamos, yo y tu pueblo, de todos los pueblos que hay sobre la tierra?” 17Respondió Yahvé a Moisés: “Cumpliré también esto que me acabas de pedir, pues has hallado gracia a mis ojos, y Yo te conozco por tu nombre.” Moisés quiere ver el rostro de Dios
18 ▼▼18. Después de haber conseguido el cumplimiento de su pedido Moisés sigue pidiendo y se atreve a decir a Dios que salga de la obscuridad y se muestre en su esencia divina; cosa imposible para hombre mortal, como se ve en el v. 20.
Entonces dijo (Moisés): “Muéstrame, te ruego tu gloria.” 19 ▼▼19. Mi bondad: Otros traducen: mi bien, o, mi hermosura, o, mi gloria. Preferimos la primera traducción, porque lo que Dios quiere manifestar aquí es su misericordia, como se nota en la segunda parte del versículo: haré merced... usaré de misericordia… San Pablo cita este texto en Romanos 9, 15 para explicarnos el misterio de nuestra elección, la que no es fruto de nuestros méritos sino un acto de la bondad de Dios. “Esta idea la repiten en otra forma los profetas cuando, anunciando la vuelta de Israel del destierro y su restauración en la patria, insisten en que no por los méritos del pueblo, sino por el nombre de Yahvé, por su misericordia, hará el Señor esta grande obra” (Nácar-Colunga). Vislumbramos aquí un gran misterio, que cuesta creer: Dios no concede la gracia sino por amor de sí mismo, para gloria de su nombre (Isaías 48, 9; Jeremías 14, 7; Ezequiel 20, 14 y 22; 36, 21). De ahí que Yahvé, al mostrar su bondad, pronuncie su nombre, que es, en este caso, su “bondad libremente favorecedora y piadosa” (Bover-Cantera).
Él le contestó: “Yo haré pasar ante tu vista toda mi bondad y pronunciaré delante de ti el nombre de Yahvé; y haré merced a quien Yo haga merced y usaré de misericordia con quien Yo use de misericordia.” 20 ▼▼20. Ni siquiera Moisés pudo ver a Dios, aunque tantas veces hablaba con El “cara a cara” (v. 11). Cualquier resplandor de la divina majestad es inmenso. Los débiles ojos humanos no podrían soportarlo, y el cuerpo se desplomaría como si lo tocara el rayo. Contentémonos, pues, con la esperanza “hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo, al que a su tiempo hará ostensible el bendito y único Dominador (el Padre), el Rey de los Reyes y Señor de los señores, el único que posee inmortalidad y habita en una luz inaccesible, que ningún hombre ha visto ni puede ver. A Él sea honor y poder eterno. Amén” (I Timoteo 6, 14-16).
Y añadió: “Pero mi Rostro no podrás verlo; porque no puede verme el hombre y vivir.” 21Luego dijo Yahvé: “He aquí un lugar junto a Mí; tú te pondrás sobre la peña; 22y al pasar mi gloria, te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que Yo haya pasado. 23 ▼▼23. Mis espaldas: Lenguaje antropomórfico, como si dijera: Tú verás solamente un reflejo de mi gloria.
Luego apartaré mi mano, para que veas mis espaldas; pero mi Rostro no se puede ver.”
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