‏ Ezekiel 28

Profecía acerca del rey de Tiro

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1. Ese príncipe de Tiro, cuya tremenda humillación veremos, no es una persona determinada, sino la personificación de aquella ciudad impía y de todos los hombres engreídos que se resisten a Dios. Algunos Padres lo toman como figura de Luzbel.
Me fue dirigida la palabra de Yahvé en estos términos:
2“Hijo de nombre, di al príncipe de Tiro: Así dice Yahvé, el Señor:

Se ha engreído tu corazón,

y has dicho: «Yo soy un dios,

yo ocupo el asiento de Dios

en medio de los mares»,

siendo tú un hombre y no Dios,

aunque te imaginaste ser un dios.

3
3. ¿Eres más sabio que Daniel? Ironía por la cual vemos, de paso, cuán grande era la celebridad del profeta Daniel por sus oráculos en Babilonia (véase Daniel capítulos 2; 4; 5; 13; 14). Lo más notable aquí es el contraste con Daniel, pues este, lejos de creerse sabio, antes de sus grandes oráculos imploraba la misericordia de Dios (Daniel 2, 18), y después que Él le revelaba los arcanos (Daniel 2, 19), el joven profeta prorrumpía en alabanzas al Nombre del Señor “porque de Él son la sabiduría y la fortaleza… Él da sabiduría a los sabios… Él revela las cosas profundas”, etc. (Daniel 2, 20 ss.). No puede ser más dramática su comparación con este príncipe insensato que, no sabiendo nada, cree saberlo todo por sí mismo. Así también vemos el destino de uno y de otro: Daniel, el pequeño, es citado aquí como prototipo de sabiduría proverbial (cf. 14, 14), en momentos en que el otro va a ser indeciblemente envilecido.
¿Acaso eres tú más sabio que Daniel,

y no hay secreto alguno que te quede oculto?

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4 ss. Se trata aquí de los males espirituales que el poder y la riqueza producen, pero no ya al individuo, sino colectivamente a las naciones o instituciones (véase nota 2). A este propósito San Hilario, refiriéndose al emperador Constancio, le dice, con respecto a la Iglesia: “Ahora luchamos con un perseguidor disfrazado, con un falso amigo, que no nos golpea sino que nos acaricia; que nos enriquece con bienes financieros, para conducirnos a la muerte, que nos honra en su palacio, para hacernos esclavos; que respeta nuestra cabeza, pero mata con su oro nuestro espíritu; que reprime las herejías, para evitar que siga habiendo verdaderos cristianos; que honra a los sacerdotes, para evitar que siga habiendo verdaderos obispos; que edifica iglesias, para demoler la fe.” Véase Dom Calmet, comentario sobre el Anticristo (II Tesalonicenses 2, 4). El Dante expresa análoga preocupación (Infierno 19, 112 ss.; Paraíso 20, 55 ss.). Véase Oseas 12, 8 y nota.
Te hiciste rico con tu sabiduría

y con tu inteligencia,

y amontonaste oro y plata

en tus tesorerías.

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5. Se ha engreído tu corazón: ¿No parece esto un apostrofe a la sabiduría humana de nuestro tiempo, que con su ciencia parecería haber sorprendido los secretos del Creador, en tanto que se destrozan los hombres unos a otros? Buscaron sus conquistas como elementos para la ansiada felicidad, pero esta no llegó, y Dios explica aquí por qué: porque no se limitaron a procurarse el bienestar, sino que se engrió su corazón y se ensalzó, y quiso para sí la gloria, el mérito y la alabanza (cf. Juan 5, 44 y nota) por lo que no era sino un don de Dios, único dueño de toda gloria, único y exclusivo merecedor de toda alabanza (cf. Salmo 148, 13 y nota). Es muy de notar que el espíritu del Anticristo no será el de tales o cuales vicios, maldades o pecados, sino exactamente el que aquí se muestra: el ensalzarse como si fuera Dios (véase II Tesalonicenses 2, 4). Si bien miramos, el único valor auténtico de un hombre es esa humildad como la de Daniel, que lo asemeja al modelo sumo de toda perfección: Cristo. Porque si se trata de recoger aplausos, cualquier perverso es capaz de grandes esfuerzos para saciar su soberbia, que es la más fuerte de las pasiones. Alguien decía que si Satanás pudiera ser adorado, sería capaz de hacerse crucificar como Jesús. Y esto es muy verosímil si vemos lo que él dijo al Señor cuando le tentó en el desierto. (Lucas 4, 5-8).
Con tu mucho saber y con tu comercio

aumentaste tu poder,

y se ha engreído tu corazón a causa de tu poderío.

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6. Por eso: a este cargo de soberbia, se agregaba el señalado en 26, 2: el odio antijudío.
Por eso así dice Yahvé, el Señor:

Por cuanto te imaginaste ser un dios,

7por tanto, he aquí que haré venir contra ti extranjeros,

los más feroces de los pueblos;

que desenvainarán sus espadas contra las obras maestras de tu sabiduría,

y profanarán tu gloria.

8Te harán descender a la fosa, y morirás de la muerte

de aquellos que mueren en el seno del mar.

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9. Picante sarcasmo. El que se cree semejante a Dios en sabiduría y poder, no sabe responder palabra a los que le matan. Recuerda la burla sobre las estatuas de los dioses en Baruc 6, 7 ss.
¿Seguirás entonces diciendo frente a tu matador: «Yo soy un dios»?

Hombre serás, y no Dios,

en la mano del que te traspasa.

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10. La muerte de los incircuncisos: fórmula repetida en 31, 1, 8; 32, 19 ss. para expresar el destino ignominioso de los que no tenían alianza con Dios. Cf. Génesis 17, 13 s. y nota.
Morirás de la muerte de los incircuncisos,

por mano de extranjeros;

pues Yo he hablado”,

dice Yahvé, el Señor.

Elegía sobre el rey de Tiro

11Y vino a mí la palabra de Yahvé, diciendo: 12
12 s. El príncipe de Tiro poseía todas las prendas naturales de manera tal que podía imaginarse estar en el paraíso. Por donde se ve con cuánto temor hemos de mirar a esa prosperidad que, si no renovamos a cada instante el espíritu sobrenatural, envenenará nuestro corazón quitándole el hambre de los bienes verdaderos (cf. Lucas 18, 22-27 y notas), hambre que es indispensable para llegar a poseerlos. Véase Lucas 1, 53; 16, 25 y nota; Salmo 80, 10 s. y nota.
“Hijo de hombre, entona una elegía sobre el rey de Tiro, y dile: Así habla Yahvé, el Señor:

Tú eras el sello de la perfección,

lleno de sabiduría y de acabada hermosura.

13Vivías en el Edén, jardín de Dios;

todas clases de piedras preciosas formaban tu vestido:

el sardio, el topacio, el diamante,

el crisólito, el ónice, el jaspe,

el zafiro, el carbunclo,

la esmeralda y el oro.

Tus tambores y tus flautas estuvieron a tu servicio

en el día en que fuiste creado.

14
14 s. Eras un querubín ungido para proteger: Otras traducciones: eras un querubín extendido y que cubre (Vulgata); un querubín que extiende las alas, protector (Bover Cantera); te pusieron junto al querubín (Nácar-Colunga). Este y otros rasgos de los versículo 12-15, hacen pensar a varios autores modernos, como a muchos de los Padres, que el sentido se dilata aquí, y se extiende aún más allá del primer hombre, a la excelencia que Dios había dado al príncipe de los ángeles rebeldes, cuya caída sería descrita, como rey de Babilonia, en Isaías 14, 9-14, único texto bíblico donde aparece el nombre Lucifer (en la Vulgata latina), que otras versiones traducen Lucero, o astro brillante, hijo de la aurora (Setenta: Eósforos). Muy poco se sabe de esa rebelión, porque Moisés, si bien el relato edénico la presupone, ni siquiera menciona la creación angélica, quizá, según piensa el Crisóstomo, por no dar a Israel pretextos de idolatría. Sabemos, sin embargo, además de esa creación (Colosenses 1, 16), que Satanás desde el principio no permaneció en la verdad (Juan 8, 44), y que para él y sus ángeles fue destinado el infierno (Mateo 25, 41), porque Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los mantiene reservados para el juicio (II Pedro 2, 4; Judas 6), por lo cual se explica que San Pablo diga que nosotros los juzgaremos (I Corintios 6, 3) y que Satanás después de ser encerrado en el abismo (Apocalipsis 20, 3) sea suelto nuevamente (Apocalipsis 20, 7) antes de recibir el cumplimiento definitivo de su sentencia en el “lago de fuego y azufre” (Apocalipsis 20, 9). Con respecto a esta rebelión, algunos suponen que, entre los versículos 1 y 2 del Génesis, habría no solo esa rebelión, sino también todo el larguísimo tiempo necesario para las formaciones que afirman algunos geólogos. Es decir, que la tierra solo habría llegado a estar “informe y vacía” después de esa gran catástrofe y no en el momento en que Dios la creó. En el monte santo de Dios: Del mismo modo que los Querubines estaban en el Santuario del monte Sión, así te puse en un lugar seguro e inaccesible para el enemigo.
Eras un querubín ungido para proteger;

así Yo te había constituido;

estabas en el monte santo de Dios

y caminabas en medio de piedras de fuego.

15Perfecto fuiste en tus caminos

desde el día de tu creación,

hasta que fue hallada en ti la iniquidad.

16
16 ss. En lo que se sigue parece alternarse misteriosamente lo preternatural con algún elemento terreno. De ahí que se haya visto en esto, no ya al mismo Satanás, sino a un personaje animado por él, como será la Bestia del Apocalipsis (cf. Apocalipsis 13, 1 ss.; 19, 20; Daniel 7). Así vemos que Satanás “entró en Judas” (Juan 13, 27), a quien Jesús llama “hijo de perdición” (Juan 17, 12), nombre que San Pablo da al Anticristo (II Tesalonicenses 2, 3). Lo mismo sucede con la serpiente que tentó a Eva (Génesis 3, 1 y nota), siendo de notar sin embargo, que el Apocalipsis (20, 2), al anunciar el encierro de Satanás, lo identifica expresamente con “aquella antigua serpiente”. Por otra parte, vemos que la maldición de aquella tiene un primer aspecto puramente terrenal: se arrastrará sobre su pecho y comerá tierra (Génesis 3, 14), y otro de evidente trascendencia sobrenatural, que contiene el Protoevangelio o primera promesa del Redentor (Génesis 3, 15). San Judas nos da idea de la altísima dignidad que tuvo el diablo, cuando nos revela que, aun después de su rebeldía, San Miguel, el gran príncipe, no se atrevió a maldecirlo, sino que le dijo: “Te reprenda el Señor” (Judas 9; Zacarías 3, 2), palabras que repetimos en el exorcismo final que León XIII mandó rezar después de la misa, para implorar el encierro de Satanás, el cual actualmente, ronda tratando de devorarnos (I Pedro 5, 8; II Corintios 2, 11), disfrazado de ángel de luz (II Corintios 11, 14) junto con sus principados y potestades en los lugares celestiales (Efesios 6, 12) para poder acusarnos (Job 1, 6 ss.), hasta que sea vencido por nuestro caudillo San Miguel (cf. Apocalipsis 12, 7-12; Daniel 12, 1; Lucas 10, 18).
Con el gran aumento de tu comercio

se llenó tu corazón de violencias y pecaste;

por tanto te profané

(echándote) del monte de Dios;

y te destruí, oh querubín protector,

de en medio de las piedras de fuego.

17Se engrió tu corazón

a causa de tu hermosura;

corrompiste tu sabiduría

con tu esplendor;

por eso, te arrojé al suelo

y te di en espectáculo a los reyes.

18
18 s. Las injusticias de tu comercio: Era proverbial entre los griegos la “falsedad fenicia” y la de su codiciosa colonia Cartago, como lo era entre los romanos la doblez de los griegos, que Virgilio llamaba “graeca fides”. La destrucción del rey de Tiro será completa y definitiva. Fuego de en medio de ti. Es decir que la causa de su destrucción saldrá de él mismo (o sea, que los frutos de su propio ingenio traerán su destrucción), así como se le anunció al rey de Judá (19, 14), lo cual vemos que ya no coincidiría con las profecías sobre la destrucción del Anticristo. Cf. II Tesalonicenses 2, 8; Apocalipsis 19, 20; Isaías 11, 4.
Por la multitud de tus maldades,

y por las injusticias de tu comercio

profanaste tu santidad;

por eso hice salir fuego de en medio de ti,

un fuego que te consumió,

y te convertí en ceniza sobre la tierra,

ante los ojos de todos los que te ven.

19Todos los que te conocían entre los pueblos,

están asombrados de ti;

has venido a ser un objeto de pasmo

y ya no existirás nunca jamás.”

Contra Sidón

20Y me llegó la palabra de Yahvé, diciendo: 21
21 ss. Sidón, antigua capital de Fenicia, había pasado a segundo término, eclipsada por Tiro. Como esta, habrá también de caer, destruida por los persas en 351 a. C. y sin volver nunca a su prosperidad. El odio a Israel (versículo 24 y 26) es siempre el leitmotiv que en los Profetas reaparece como causa del castigo divino (cf. 26, 2). El versículo 25 introduce una rápida visión de la prosperidad que tendrá Israel restaurada cuando hayan caído todos sus enemigos (tema que el profeta explayará con preferencia desde el capítulo 33 en adelante), porque, como anota Fillion, “Yahvé es santificado por el castigo de las naciones que afligen a su pueblo, y es santificado también por el restablecimiento de este” Cf. 12, 16; 37, 23 y nota.
“Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia Sidón, y profetiza contra ella.
22Dirás:

Así dice Yahvé, el Señor:

Heme aquí contra ti, Sidón;

Yo quiero glorificarme en medio de ti;

y conocerán que Yo soy Yahvé,

cuando la juzgue

y manifieste en ella mi santidad.

23Enviaré contra ella la peste,

y habrá sangre en sus calles,

y caerán en medio de ella traspasados por la espada,

que la herirá por todos lados;

y conocerán que Yo soy Yahvé.

24Y ya no habrá para la casa de Israel zarza punzante ni espina que le cause dolor, en medio de todos sus circunvecinos que la desprecian; y conocerán que Yo soy Yahvé.

La vuelta de Israel

25Así dice Yahvé, el Señor: Cuando Yo congregare la casa de Israel de entre los pueblos entre los cuales han sido dispersados, entonces manifestaré mi santidad de ellos a la vista de los gentiles, y habitarán en su tierra que di a mi siervo Jacob. 26Habitarán allí en paz, edificarán casas y plantarán viñas; habitarán en seguridad cuando Yo haga justicia en todos aquellos que los desprecian por todos lados; y conocerán que Yo, Yahvé, soy su Dios.”
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