‏ Ezekiel 36

Retorno y restauración de Israel

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1 ss. Crampón y otros autores distinguen, en lo que sigue de esta profecía, un proceso de restauración que abarca sucesivamente varios aspectos: a) la tierra (36, 1-15); b) el pueblo (36, 15-37, 28); c) la eliminación de los enemigos (capítulos 38 y 39); d) el templo y lo relativo a él (capítulos 40-47) y e) la nueva división de Palestina entre las doce tribus (capítulo 48).
Tú, hijo de hombre, profetiza a los montes de Israel, diciendo: Oíd, montes de Israel, la palabra de Yahvé.
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2. Los collados eternos; o sea, los montes antiguos. Algunos toman estas palabras como dichas irónicamente por los enemigos de Israel los cuales querrían con ello mostrar que habían fallado los pactos de Dios que prometiera esas tierras a su pueblo. Sin perjuicio de esto, más bien parece que el sentido de esta expresión es semejante al de Génesis 49, 26 y Deuteronomio 33, 15 (véase las notas respectivas). Nácar-Colunga traduce de un modo muy diferente: “ruinas perpetuas”.
Así dice Yahvé, el Señor: Porque el enemigo ha dicho de vosotros: «¡Ea! los collados eternos están en nuestro poder»,
3por eso vaticina y di: Así dice Yahvé, el Señor: Precisamente por eso, porque os asolaron y os hollaron por todos lados, para que fueseis herencia de las demás naciones, y porque llegasteis a ser objeto de chismes y el oprobio de los pueblos, 4por eso, escuchad, montes de Israel, la palabra de Yahvé, el Señor: Así dice Yahvé a los montes y a los collados, a las hondonadas y a los valles, a las ruinas, y a las ciudades abandonadas, que a las demás naciones circunvecinas sirvieron de presa y de ludibrio.

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5. Contra las otras naciones y contra la Idumea entera: Reitera la distinción hecha entre aquellas y esta (cf. 35, 2 y nota). Mis celos: el amor desbordante de Dios obra aquí celosamente como en 38, 19, etc., contra los enemigos que asuelan y humillan a su elegida Israel, así como otras veces castiga también a este mismo pueblo con la venganza propia del amor cuando es definitivamente despreciado. Cf. 5, 13 y nota.
Por tanto, así dice Yahvé, el Señor: En el fuego de mis celos he hablado contra las otras naciones y contra la Idumea entera, quienes se apoderaron de mi tierra, regocijándose de todo corazón y despreciándola en su alma, a fin de tomarla y saquearla.
6Por eso, profetiza respecto de la tierra de Israel; y di a los montes y a los collados, a los torrentes y a los valles: Así dice Yahvé, el Señor: He aquí que en mis celos y en mi indignación he hablado, porque vosotros habéis soportado la afrenta de las naciones. 7
7. He alzado mi mano: en señal de juramento.
Por tanto, así dice Yahvé, el Señor: He alzado mi mano para que las naciones que os rodean, soporten también ellas su oprobio.

Restauración del país

8Mas vosotros, oh montes de Israel, brotad vuestras ramas y producid vuestro fruto para Israel, mi pueblo, porque cercana está su vuelta. 9Porque he aquí que a vosotros (vengo); hacia vosotros vuelvo mi rostro y seréis labrados y sembrados. 10
10. La casa de Israel toda entera: es decir, las doce tribus reunidas (cf. 37, 16 ss.). Fillion hace notar que “de todo este pasaje, como de los que se le asemejan, sea en el libro de Ezequiel, sea en los otros escritos proféticos, hay que decir que después del fin del cautiverio solo tuvieron un principio de realización, teniendo un alcance mucho más largo que aquel porvenir inmediato”. Cf. Eclesiástico 36, 1 ss.; Esdras 2, 63; Números 9, 36 ss. y notas.
Multiplicaré en vosotros la gente, la casa de Israel, toda entera. Serán repobladas las ciudades y reedificados los lugares destruidos.
11Os henchiré de hombres y de bestias, que crecerán y serán fecundos; os poblaré como antiguamente y os daré más bienes que al principio; y conoceréis que Yo soy Yahvé. 12Y haré que ande gente sobre vosotros: Israel, mi pueblo. Ellos te poseerán, y tú serás su herencia; y no volveréis a estar sin ellos.

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13. Alusión a Números 13, 33, donde los exploradores enviados por Moisés desacreditaron la tierra prometida diciendo que ella se tragaba a sus habitantes. En el versículo 14 habla en singular, dirigiéndose a la tierra en lugar de los montes: No perderás más tu población (versículo 15): Se refiere a lo que expresa más adelante en el versículo 24. Cf. 37, 12 y 21.
Así dice Yahvé, el Señor: Por cuanto dicen de vosotros: «Eres una tierra que se traga a los hombres y priva a tu pueblo de sus hijos»,
14por eso en adelante no comerás más a los hombres ni privarás a tu pueblo de sus hijos, dice Yahvé, el Señor. 15Yo haré que no oigas más los insultos de las gentes ni tengas que sufrir los oprobios de los pueblos; pues no perderás más tu población”, dice Yahvé, el Señor.

Purificación del pueblo

16Y me llegó la palabra de Yahvé, diciendo: 17“Hijo de hombre, mientras los de la casa de Israel habitaban en su tierra, la contaminaron con su proceder y sus malas obras. Era su conducta delante de Mí como la inmundicia de una mujer en su impureza. 18Por lo cual derramaré mi ira sobre ellos, a causa de la sangre que derramaron sobre el país y porque lo contaminaron con sus ídolos. 19Por eso los he dispersado entre las naciones y fueron diseminados por los países; así los juzgué según sus caminos y conforme a sus obras. 20Mas llegados a las naciones adonde fueron, profanaron mi santo Nombre, pues se decía de ellos: «Estos son el pueblo de Yahvé, pero de la tierra de Él han salido». 21
21 s. Por amor a mi santo Nombre: Sobre el alcance de esta expresión véase Éxodo 33, 19 y nota. Ni la vuelta de Babilonia, ni la restauración final serán mérito de Israel, sino obra de la pura misericordia del paternal Corazón divino, que cifra en ello su honor, en vez de ponerlo, como los hombres, en la venganza (cf. 33, 24 ss. y nota). Cuando el Señor repite así con insistencia una cosa como esta, poniendo en juego su Santo Nombre —que en la Biblia significa el contenido esencial de una persona (cf. Mateo 1, 21) — hemos de hacerle el honor de creer que no está diciendo una vaciedad, sino que quiere comunicarnos amorosamente una gran luz de vida. El Nombre suyo que Dios quiere aquí honrar, es el nombre de Padre, porque tal es, como observa el P. Joüon, el Nombre que Yahvé nos revela en el Evangelio, por medio de Jesús: “Yo les di a conocer tu Nombre” (Juan 17, 6 y 26), es decir, tu nombre de Padre. Pues bien, como Padre, Dios trata aquí a Israel como se debe tratar a un hijo: le anuncia el perdón y la misericordia que tendrá con él, para que no caiga en la desesperación (cf. Lucas 15, 20 y nota). Pero, como los hijos son muy inclinados a infatuarse ante las bondades paternas, creyendo que las merecen, el Padre se apresura a prevenir, y con toda insistencia, puesto que ya lo había hecho, sin ser escuchado, por medio de Moisés, en un pasaje admirable (Deuteronomio 8, 12 ss.), que la causa de ese amor y de esa bondad no esta en el amado, sino en el que ama (cf. Cantar de los Cantares 2, 10 y nota). ¡Qué lección para los padres, como educadores; y para los hijos educandos!
Sin embargo los perdoné por amor a mi santo Nombre, al que la casa de Israel había deshonrado entre las naciones adonde llegaron.

22Por eso, di a la casa de Israel: Así dice Yahvé, el Señor: No por vosotros hago (esto), oh casa de Israel, sino por mi santo Nombre, al que vosotros habéis profanado entre las naciones a donde llegasteis. 23
23. Véase 37, 28; 38, 16; 39, 29; Salmo 101, 16 s. y notas.
Y santificaré mi gran Nombre que ha sido deshonrado entre los gentiles, el cual vosotros profanasteis en medio de ellos; y conocerán los gentiles que Yo soy Yahvé, el Señor cuando haga patente mi santidad en vosotros, viéndolo ellos.
24Pues Yo os sacaré de entre los gentiles, os recogeré de todos los países y os llevaré a vuestra propia tierra. 25Y derramaré sobre vosotros agua limpia para que quedéis limpios, y os purificaré de todas vuestras inmundicias y de todos vuestros ídolos. 26
26. Véase 11, 19 s. y nota. El Catecismo Romano (IV, 14, 9) cita estas palabras de Dios a Israel, para explicar que la verdadera penitencia consiste en el dolor de corazón, y dice: “Viéndose David afligido por tales remordimientos, se movía a pedir el perdón de sus pecados. Y por tanto propondrán los párrocos a los fíeles, así el ejemplo del dolor de David, como la causa de su conducta, valiéndose del Salmo 50, para que a imitación de este profeta queden bien instruidos, tanto respecto de la naturaleza del dolor, esto es, de la verdadera penitencia, como en lo relativo a la esperanza del perdón.” Cuántas utilidades acarrea este modo de enseñar, a saber, que por los pecados mismos aprendamos a dolernos de ellos, lo declaran aquellas palabras de Dios por Jeremías, quien exhortando a penitencia al pueblo de Israel, le amonestaba que mirase bien los males que se siguen al pecado: “Mira, dice, cuan malo y cuan amargo es haber tú desamparado a tu Dios y Señor, y no hallarse temor de Mí en ti, dice el Señor Dios de los ejércitos” (Jeremías 2, 19). Y de los que carecen de este necesario reconocimiento y sentimiento de dolor, se dice en los profetas Isaías (46, 12), Ezequiel (36, 26) y Zacarías (7, 12) que “tienen corazón duro, de piedra y diamante”. La Liturgia utiliza este pasaje en el bautismo de adultos (cf. versículo 25), y San Ambrosio en su oración de preparación a la Misa (fragmento para la feria 5ª).
Os daré un corazón nuevo, y pondré en vosotros un espíritu nuevo; quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne.
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27. Sobre este versículo y los que siguen hasta el fin del capítulo transcribimos, en su mayor parte, las explicaciones de Fillion, que sintetizan brevemente su contenido. Mi Espíritu: “Es como un nuevo principio vital que penetrará en ellos y les hará realizar obras dignas del Señor. Cf. Isaías 32, 15; Joel 2, 28; Zacarías 4, 6, etc.”
Infundiré mi Espíritu en vuestro corazón y haré que sigáis mis mandamientos y observéis mis leyes, poniéndolas por obra.
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28. Y habitaréis, etc.: Volveréis a encontrar, gracias a vuestra obediencia, lo que la rebelión os ha quitado. Cf. 28, 25; 37, 25. Y vosotros seréis el pueblo mío: Unión eterna y estrechísima entre Yahvé e Israel. Cf. 34, 30; Levítico 26, 11; Jeremías 7, 23.
Y habitaréis en la tierra que Yo di a vuestros padres; y vosotros seréis el pueblo mío, y Yo seré vuestro Dios.
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29. “La nueva nación teocrática será santa y no cometerá los crímenes de la antigua Israel. Haré venir el trigo: A la prosperidad moral corresponderá la prosperidad material.” (Cf. 34, 27 y 29; Jeremías 31, 12 etc.)
Os libraré de todas vuestras inmundicias; haré venir el trigo y lo multiplicaré; y no os enviaré más el hambre.
30Multiplicaré el fruto del árbol y la cosecha del campo, a fin de que no sufráis más el oprobio del hambre entre las naciones. 31
31. Os acordaréis: Véase 6, 9; 16, 61-63. Tendréis asco: La Vulgata vierte: os serán amargos.
Entonces os acordaréis de vuestros malos caminos y de vuestras obras que no eran buenas, y tendréis asco de vosotros mismos a causa de vuestras iniquidades y abominaciones.
32No por vosotros haré Yo (esto), dice Yahvé, el Señor, tenedlo así entendido. ¡Confundíos y avergonzaos de vuestros caminos, oh casa de Israel!

Nueva prosperidad de Israel

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33 ss. “Dios colmará de mil bendiciones a su pueblo así transformado. Es un desarrollo de los versículos 29-30. El día en que Yo os purificare: Como más arriba (versículo 25 ss.), el restablecimiento de los judíos en Palestina es presentado como una consecuencia del perdón que Dios les habrá acordado generosamente.” No parece viable suponer que todas esas promesas se dirigiesen a la Iglesia que formamos los gentiles, puesto que esta surgió con bendiciones propias y de un orden superior, como Cuerpo místico de Cristo, cuyo misterio, dicen los apóstoles, estuvo escondido por todos los siglos (Efesios 3, 9; Colosenses 1, 26; Romanos 16, 25; I Pedro 1, 20), Por otra parte, el nacimiento de la Iglesia, lejos de coincidir con una purificación de Israel (versículo 31), ni con una reintegración de la nación judía como esposa de Yahvé, adúltera y perdonada por Él según los anuncios de los profetas (cf. Isaías 54, 1; 62, 4; 27, 2 y notas), significó, al contrario, el abandono de Israel, de la cual nos dice San Pablo que su caída vino a ser la riqueza de los gentiles, agregando que no cayó para siempre, y anunciando su reintegración y su plenitud como algo muy grandioso (véase Romanos 11, 11-15). Además de muchos otros pasajes concordantes (como por ejemplo Jeremías 30, 3 y las notas coincidentes de Páramo, Réboli, etc.), no sería posible sin violencia aplicar a la santa Iglesia expresiones como las de los versículos 29-32. Tampoco hay que olvidar que en el actual período de pruebas, en que la cizaña estará siempre mezclada con el trigo (cf. Mateo 13, 24 y nota), los discípulos de Cristo, lejos de tener prometidas tales prosperidades, deberán al contrario ser perseguidos como lo fue el divino Maestro, y aun al final se hallará la Iglesia Esposa de Cristo frente a la apostasía (II Tesalonicenses 2, 3 ss.; Mateo 24, 24; Lucas 18, 8 y nota, etc.), antes que termine “este siglo malo” (Gálatas 1, 4) y lleguen las ansiadas Bodas con el Esposo celestial (Apocalipsis 19, 7- 9 ss.; I Tesalonicenses 4, 16 ss. etc.). Cf. 12, 24 y nota.
Así dice Yahvé, el Señor: El día en que Yo os purificaré de todas vuestras iniquidades, repoblaré las ciudades y serán reedificados los lugares destruidos.
34La tierra devastada será cultivada en vez de ser un desierto a los ojos de todo transeúnte. 35Y se dirá: «La tierra que estaba desolada ha venido a ser como el jardín de Edén; y las ciudades desiertas, arruinadas y destruidas, se hallan ya fortificadas y habitadas». 36Y los gentiles que quedaren en torno vuestro conocerán que Yo, Yahvé, he reedificado lo que estaba destruido, y que Yo he plantado lo que estaba devastado. Yo, Yahvé, he hablado, y Yo obraré.

37
37. Aun esto conseguirá la casa de Israel: Cuando Israel estaba manchado de crímenes. Dios rehusaba dejarse consultar por él y responderle (cf. 14, 3-4; 20, 3); en adelante, Él responderá paternalmente a sus consultas. Otra versión del primer hemistiquio: “Aún tengo que ser rogado acerca de esto”, como si aludiese a alguna calamidad aún futura, de la cual Israel hubiese de ser librado en su extrema aflicción (cf. capítulos 38 y 39). Los aumentaré: Cf. versículos 10, II, 23; Jeremías 31, 27; Oseas 1, 10, etc.
Así dice Yahvé, el Señor: Aun esto conseguirá la casa de Israel, para que lo haga en favor de ellos: los aumentaré con hombres a manera de rebaño.
38Como rebaño de ovejas consagradas, como los rebaños de Jerusalén en sus fiestas, así serán las ciudades desiertas: llenas de rebaños de hombres; y se conocerá que Yo soy Yahvé.
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