Ezekiel 37
Los huesos secos que recobran vida
1 ▼▼1. La mano de Yahvé: Esta es la expresión que, como observa un autor, usa el texto hebreo en los siete períodos más culminantes de Ezequiel (1, 3; 3, 14 y 22; 8, 1; 33, 22; 37, 1 y 40, 1). En las secciones secundarias el hebreo usa la expresión la palabra de Yahvé (cf. 38, 1, etc.). Efectivamente, este capítulo es, al decir de San Jerónimo, una de las páginas que más celebradas fueron en la Iglesia. Nácar-Colunga lo llama “estupenda visión que representa la resurrección nacional de Israel y a la vez la edad mesiánica”. Se compone de dos revelaciones distintas: una visión (versículo 1-34) y una acción simbólica (versículo 15-28), que tienen por objeto predecir que la nación teocrática, tan humillada entonces debía ser restablecida con un nuevo esplendor. Este oráculo pertenece a la misma época que los precedentes, no siendo sino un desarrollo de estos.
Vino sobre mí la mano de Yahvé: Yahvé me sacó fuera en espíritu, y me colocó en medio de la llanura, la cual estaba llena de huesos. 2Y me hizo pasar junto a ellos, todo en torno; y he aquí que eran numerosísimos. Estaban (tendidos) sobre la superficie de la llanura y secos en extremo. 3Y me dijo: “Hijo de hombre, ¿acaso volverán a tener vida estos huesos?” Yo respondí: “Yahvé, Señor, Tú lo sabes.” 4Entonces me dijo: “Profetiza sobre estos huesos, y diles: ¡Huesos secos, oíd la palabra de Yahvé! 5Así dice Yahvé a estos huesos: He aquí que os infundiré espíritu y viviréis. 6Os recubriré de nervios, haré crecer carne sobre vosotros, os revestiré de piel y os infundiré espíritu para que viváis; y conoceréis que Yo soy Yahvé.” 7Profeticé como se me había mandado; y mientras yo profetizaba he aquí que hubo un ruido tumultuoso, y se juntaron los huesos, cada hueso con su hueso (correspondiente). 8Y miré y he aquí que crecieron sobre ellos nervios y carnes y por encima los cubrió piel; pero no había en ellos espíritu. 9 ▼▼9. Profetiza al espíritu; es decir, llama al Espíritu de Dios, que da la vida. Estas palabras de maravillosa grandeza se refieren en primer lugar a la restauración de Israel, mas nos dan también una idea de la resurrección de los muertos. Cf. Isaías 26, 19. Sopla: Es la misma acción por la cual el Creador dio vida al primer hombre (Génesis 2, 7; cf. Job 27, 3 y nota).
Entonces me dijo: “Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al aliento: Así dice Yahvé, el Señor: Ven, oh espíritu de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán.” 10Profeticé como Él me había mandado; y entró en ellos el espíritu, y vivieron y se pusieron en pie, (formando) un ejército sumamente grande. 11 ▼▼11 ss. Ezequiel consuela aquí a los judíos que durante el cautiverio se habían entregado a una completa desesperación y rehusaban creer en las promesas consoladoras que Dios les dirigía por sus profetas. Siendo los huesos secos figura del pueblo de Israel, las sepulturas (versículo 12 y 13) simbolizan los lugares de su destierro (cf. y. 23 y nota).
Entonces me dijo: “Hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. Mira cómo dicen: «Se han secado nuestros huesos y ha perecido nuestra esperanza; estamos completamente perdidos». 12Por eso profetiza, y diles: Así dice Yahvé, el Señor: He aquí que abriré vuestros sepulcros y os sacaré de vuestras tumbas, oh pueblo mío, y os llevaré a la tierra de Israel. 13Y al abrir Yo vuestros sepulcros y al sacaros de vuestras tumbas, conoceréis, oh pueblo mío, que Yo soy Yahvé. 14 ▼▼14. Viviréis: Fillion anota que no se trata directamente del dogma de la resurrección de la carne, pero es claro que tal dogma está aquí implícito porque —agrega— “como dice muy bien un exégeta protestante, ese símbolo no podía tener valor sino para los que estaban familiarizados con la idea expresada en él”. Vacant comenta así este misterio en el Dictionnaire de la Bible de Vigouroux: “La muerte en los profetas continúa siendo mirada como un castigo y un objeto de terror. Todas las almas bajan al scheol, pero no ya todas tienen allí la misma suerte; hay en esa prisión partes más profundas, donde están sumergidos los enemigos de Dios (Isaías 14, 15). El reinado del Mesías es anunciado en términos magníficos y consoladores. Dios vendrá hacia su pueblo. Juzgará a todas las naciones. Traerá la salvación para siempre. No se conocerá más imperfecciones ni sufrimientos. Dios recogerá a sus servidores, los hijos de Israel, de en medio de los pueblos extranjeros. Él restablecerá a Jerusalén; hará con Israel una nueva alianza; pondrá en Israel su espíritu; lo colmará de bienes por la eternidad. Oseas (6, 3), Isaías (26, 19-21) y Ezequiel (37, 1-14), predicen o describen la resurrección de los hijos de Jacob que Dios arrancará del scheol. Daniel (12, 1-3) anuncia la resurrección de la carne y la vida eterna de los santos en el día de la salvación.” Y os daré reposo: San Agustín, siguiendo a otros Padres, señala este “sabatismo” (Hebreos 4, 8 s.) diciendo: El pueblo de Israel debía “sabatizar” (Éxodo 16, 30) descansando después de sus días de trabajo, y lo mismo la tierra cada siete años (Éxodo 23, 10; Levítico 25, 1 ss.; Deuteronomio 15, 1 ss.) en memoria del día séptimo en que Yahvé descansó después de la Creación (Génesis 2, 2). Así también ven los Padres el plan de Dios para el cual “mil años son como un día” (Salmo 89, 4; II Pedro 3, 8) y algunos hacen notar que pasaron dos mil años desde Adán hasta Abrahán, fundador de Israel, y que dos mil años duró también la vida de aquel pueblo escogido hasta la primera venida del Mesías; por lo cual, dicen, es lógico pensar que otros dos mil años transcurran “en la actual dispensación de la Iglesia” (San Bernardo) hasta que Israel vuelva a su Dios (cf. Cantar de los Cantares 3, 4 y nota; Oseas 6, 3). Según observa Schuster-Holzammer, esta profecía “se cumplirá en toda su amplitud al fin de los tiempos”, cuando haya un solo pastor y un solo rebaño. Cf. 34, 23 ss.; Romanos 11, 25 s.; Juan 10, 16. Vemos así la importancia que para los cristianos tiene el Antiguo Testamento, al que están vinculados indisolublemente los misterios de nuestra Religión, tanto pasados como futuros (“nova et vetera” dice Jesús en Mateo 13, 52), de los cuales nos recuerda San Pedro que hablaron y escrutaron los profetas antiguos, y les fue revelado, no para ellos sino para nosotros (I Pedro 1, 10-12). Si un argentino quiere saber la historia de su pueblo muchos siglos atrás, tiene que conocer la historia de España, sin la cual no existiría su patria. Con mucho mayor razón necesita un cristiano estudiar el Antiguo Testamento, en el cual se esconde el Nuevo, según la célebre expresión de San Agustín, quien agrega: “debéis entender de modo que las cosas que se leen en el Antiguo Testamento sepáis exponerlas a la luz del Nuevo”.
E infundiré en vosotros mi espíritu y viviréis, y os daré reposo en vuestra tierra; y conoceréis que Yo, Yahvé, lo he dicho, y Yo lo hago, dice Yahvé.” Unión de Judá e Israel
15Me fue dirigida la palabra de Yahvé que dijo: 16 ▼▼16 ss. “La escisión del reino de David fue una gran calamidad para el pueblo de Dios; la restauración aquí prometida traerá la reunión de Israel y de Judá, bajo el cetro del descendiente de David, el Mesías” (Nácar-Colunga). Cf. Isaías 11, 16; Jeremías 3, 15; Oseas 1, 11, etc. Para Judá: Judá es el reino del Sur, con capital en Jerusalén, formado principalmente por la tribu de Judá y también por los hijos de Israel unidos a él; esto es, las tribus de Benjamín y Leví y restos de la extinguida tribu de Simeón (cf. II Paralipómenos 11, 12-16; 15, 9; 30, 11-16). Este reino es el que había caído en el cautiverio de Babilonia, donde se hallaba Ezequiel. Para José el báculo de Efraím y para toda la casa de Israel que le está unida, Este es el reino del Norte, con capital en Samaria, que había sido ya antes llevado a Asiria, de donde nunca volvió, y estaba formado por todo el resto de las doce tribus. Este anuncio de la reunión de las doce tribus puede leerse también en 16, 53; 20, 40 ss.; 39, 25; Isaías 27, 13; Jeremías 3, 18; 31, 1 y 31 ss. (citados en Hebreos 8, 8 ss.); 33, 14 ss.; Zacarías 8, 13; 10, 6 ss., etc. Cf. Esdras 1, 2; Nehemías 9, 37 s. y notas.
“Tú, hijo de hombre, toma una vara y escribe en ella: «Para Judá y los hijos de Israel unidos a él». Luego toma otra vara y escribe en ella: «Para José, el báculo de Efraím, y para toda la casa de Israel que le está unida». 17Y acerca la una a la otra para que sean una sola vara; y se unirán en tu mano. 18Y cuando los hijos de tu pueblo te pregunten, diciendo: «¿No nos explicarás qué significa esto para ti?» 19 ▼▼19. En mi mano: La Vulgata dice: en su mano, es decir, en la mano de Judá. Los Setenta dicen expresamente: en la mano de Judá. Judá tendrá la hegemonía como la tuvo antes, pues el nuevo Rey, hijo de David, descenderá de Judá (Lucas 1, 32 s.).
diles: Así dice Yahvé, el Señor: He aquí que voy a tomar la vara de José que está en mano de Efraím, y las tribus de Israel que le están unidas, y las juntaré con la vara de Judá, haciendo de ellas una sola vara; y vendrán a ser una misma cosa en mi mano. 20Las varas en que tú escribas han de estar en tu mano, ante los ojos de ellos; 21y les dirás: Así dice Yahvé, el Señor: He aquí que Yo sacaré a los hijos de Israel de entre las naciones adonde fueron; los recogeré de todas las partes y los llevaré a su tierra. El nuevo David
22Y haré de ellos una sola nación en el país, en los montes de Israel; un solo rey reinará sobre todos ellos; nunca más serán dos naciones ni se dividirán ya en dos reinos. 23 ▼▼23. De todos los lugares: Cf. Salmo 106, 2 y 3 y notas. Algunos proponen apartarse del hebreo y del latín, y leer rebeliones (meshubot) en vez de lugares o habitaciones (moshebot); otros refieren esos lugares a las provincias de la misma Palestina donde en otro tiempo había idolatrado Israel. Si atendemos al contexto, el sentido se aclara por las palabras del mismo profeta en el versículo 21, tantas veces reiteradas en 11, 17; 20, 23 y 41; 28, 25; 34, 13; 36, 24; 38, 8; 39, 27, etc. y coincidentes con Isaías 11, 12; Jeremías 30, 3, etc. y con lo que otros observan sobre la expresión “toda la familia de Israel” (cf. 36, 10 y nota), a la cual hemos visto reunirse en versículo 15 ss. De ahí que Scío lo refiere simplemente a todos los lugares “donde estarán en cautiverio o en destierro, como en Babilonia, en Egipto, y en otros lugares, en donde se habrán contaminado con las idolatrías y supersticiones de los gentiles por la comunicación con ellos” (cf. 22, 15; Isaías 27, 12 y notas). Aquí, como en 36, 17-24, después de dejar constancia una vez más de las culpas e ingratitudes del pueblo escogido, Dios le promete acogerle con misericordia. Vemos reaparecer esta esperanza en las palabras que pronuncia María: “Acogió a Israel su siervo, recordando la misericordia, conforme lo dijera a nuestros padres en favor de Abrahán y su posteridad para siempre” (Lucas 1, 54 y nota), después de profetizar el destronamiento de los poderosos y el triunfo de los humildes; en tanto que Ella no llegó a ver sino lo contrario: el triunfo de los orgullosos fariseos, la condena del humildísimo Jesús y, en vez de la purificación de Israel, su tremendo rechazo del Mesías y su apostasía que durará hasta el fin de los tiempos (cf. Romanos 11, 25 ss.). De ahí la pregunta que los apóstoles formulan al Señor después de su Resurrección (Hechos 1, 6 s.).
No se contaminarán más con sus ídolos, con sus abominaciones, ni con ninguna de sus transgresiones, puesto que Yo los pondré en salvo (sacándolos) de todos los lugares donde pecaron, y los purificaré; y ellos serán mi pueblo, y Yo seré su Dios. 24 ▼▼24. Sobre David como nuevo Rey y Mesías, véase la nota a los versículos 16 ss. y 34, 23 y nota. Es muy interesante observar cómo San Pedro, aplicando el Salmo 15, 10, explica a los judíos esta diferencia entre David y su Vástago, y demuestra que dicho Salmo se refiere a Este y no a aquel, y contiene el anuncio de la resurrección de Cristo (véase atentamente Hechos 2, 23-31 y también 13, 23-37, donde confirma el mismo concepto). Cuando el Credo de la Misa nos dice que Jesús resucitó “según las Escrituras”, no se refiere a los anuncios hechos en el Evangelio (escrito después de la Resurrección), sino al Antiguo Testamento.
Mi siervo David será rey sobre ellos; y todos ellos tendrán un solo Pastor; observarán mis leyes y guardarán mis mandamientos y los cumplirán. 25 ▼▼25. En la tierra: Véase Jeremías 30, 3 y nota. Será Para siempre su príncipe: “Por la visión simbólica de los huesos que reviven y por la conjunción de los dos leños se quiere significar la restauración de Israel que será realizada por el Mesías” (Simón-Prado).
Y habitarán en la tierra que Yo di a mi siervo Jacob, donde moraron vuestros padres; allí habitarán para siempre, ellos y sus hijos y los hijos de sus hijos; y mi siervo David será para siempre su príncipe. 26Y haré con todos ellos una alianza de paz, que será para ellos una alianza eterna; los estableceré y los multiplicaré, y pondré mi Santuario en medio de ellos perpetuamente. 27 ▼▼27. Serán el pueblo mío: Cf. versículo 23; 34, 30; 36, 28; Levítico 26, 11; Jeremías 7, 23.
Y tendré entre ellos mi morada, y Yo seré el Dios de ellos, y ellos serán el pueblo mío. 28 ▼▼28. De ese Santuario ha de irradiarse la luz sobre los paganos (Salmo 101, 16 s. y nota; Isaías 2, 2 ss.; Miqueas 4, 1 ss.). La perpetuidad del Santuario es nota característica del reino del nuevo David, que no tendrá fin (Lucas 1, 32 s.).
Y conocerán los gentiles que Yo soy Yahvé, el santificador de Israel, cuando mi Santuario esté en medio de ellos para siempre.”
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