‏ Ezekiel 40

IV. EL NUEVO TEMPLO, LA NUEVA CIUDAD Y LA TIERRA RESTAURADA

El nuevo Templo

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1. La mano de Yahvé: expresión usada en las revelaciones más importantes. Cf. 37, 1 y nota. En efecto, estos nueve últimos capítulos de la profecía de Ezequiel, contienen la más extensa de las visiones que le fueron reveladas. Simón-Prado la titula “descripción del Reino restaurado” y la subdivide en la siguiente forma; “1) Nuevo Templo: su atrio exterior (40, 5- 27), e interior (40, 28-47); santuario (40, 48; 41, 26) y gazofilacios del atrio exterior (42, 1-20). 2) Nuevo Culto: su inauguración por el ingreso de la gloria del Señor en el Templo (43, 1-12); ritos y leyes que deberán observarse con respecto al altar de los holocaustos (43, 13-27); de la puerta oriental (44, 1-3); de los extranjeros (44, 4-9); de los levitas y sacerdotes (44, 10- 31); de las asignaciones a los ministros del Templo (45, 1-5); y al príncipe (45, 6-8); de los pesos justos (45, 9-12); de las primicias (45, 13-17); de los sacrificios (45, 18; 46, 24). 3) Manantial de salvación que fluye del Templo (47, 1-12). 4) Partición de la Tierra santa entre las tribus de Israel (47, 13; 48, 35). El profeta tuvo esta visión en 573, o sea después de la destrucción del primer Templo, como lo hace constar el versículo 1 (cf. 33, 21). El vigesimoquinto año se refiere al cautiverio del rey Jeconías (IV Reyes 24, 12 ss.). Todos los expositores, sin excepción alguna, admiten que no se trata del antiguo Templo de Salomón, pues “es aún más augusto y magnífico”, ni del construido por Zorobabel a la vuelta de Babilonia, el cual “fue tan inferior a aquel en esplendor y magnificencia, que los judíos, que habían conocido el primero, lloraban al ver este segundo, como se lee en Esdras” (Scío). Aquí las perspectivas del retorno de Israel “se confunden con las perspectivas mesiánicas y escatológicas”. Así entendían esta profecía ya los Santos Padres. Es notable la semejanza con los capítulos 21 y 22 del Apocalipsis de San Juan.
El año veinte y cinco de nuestro cautiverio, al principio del año, el diez del mes, catorce años después de la caída de la ciudad, aquel mismo día vino sobre mí la mano de Yahvé y me trasladó allá.
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2. Sobre un monte muy alto. Todos convienen en que se trata del monte donde estaba el Templo (Sión o Moriah), como lo dice el profeta Zacarías, posterior al retorno de Babilonia: “Yo he tenido grandes celos de Sión, y mis celos por causa de ella me irritaron sobremanera. Mas esto dice el Señor: Yo me he vuelto hacia Sión y habitaré en Jerusalén; y Jerusalén será llamada la ciudad de la verdad (esto es: la ciudad fiel), y el monte del Señor de los ejércitos, monte Santo” (Zacarías 8, 2 s.). Sobre Sión cf. 34, 26 ss.; Salmo 64, 2; 67, 18 y 26 y notas; 86, 1 ss.; Isaías 2, 2 ss.; Hebreos 12, 22; Apocalipsis 14, 1, etc. Una construcción semejante a una ciudad: Jerusalén. Comentando a Jeremías 31, 39-40, donde se hace igual anuncio, Crampón observa que esa nueva Jerusalén “será, en toda su extensión, lo que en la antigua Jerusalén era solo el Templo: el santuario de Yahvé” (cf. 48, 35). Algunos hacen notar que esta sección de la profecía de Ezequiel es continuación de las precedentes, según las cuales Dios restablecerá su Santuario (cf. 37, 26-23). Véase 33, 1 y nota.
Me llevó en visiones divinas a la tierra de Israel, y me colocó sobre un monte muy alto, sobre el cual había, al mediodía, una construcción semejante a una ciudad.
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3. El hombre con la cuerda y con la caña es un ángel, representante de Dios. Véase 9, 2; 42, 16; 43, 6 y nota. Cf. Apocalipsis 11, 1; 21, 15 ss.; Zacarías 4, 10 y notas.
Cuando me había llevado allá, vi a un varón, cuyo aspecto era como el aspecto de bronce. Tenía en la mano una cuerda de lino y una caña de medir y estaba parado a la puerta.
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4. Para mientes en todo lo que te voy a mostrar, etc.: A todos nos alcanza esta prevención hecha por Dios al profeta, porque estamos frente a uno de esos pasajes bíblicos que ponen saludablemente a prueba nuestra fe, ya que ante todo hemos de admitir que se trata, sin discrepancia, de una visión profética (cf. 43, 18) y divina (versículo 2), que merece y reclama nuestro infinito respeto, y una atención que no desmienta ese respeto. Por ello, confesando nuestra ignorancia para explicar lo que no entendemos (cf. nuestra introducción al Cantar de los Cantares), como lo hizo honradamente, en su tiempo, el erudito Cornelio a Lapide (cf. 48, 29 y nota), no por eso hemos de relegar al olvido estas palabras de Dios como si fueran una especie de fábula, según podría pensarse por el modo como algunos autores las tratan en forma enteramente marginal, lo cual hace decir a un autor de tanto peso como Le Hir, que “la excesiva abundancia de los detalles de ceremonias (que en general, según él mismo observa, concuerdan con la Ley de Moisés), de números y de medidas en los cuales el profeta se detiene con complacencia, parecerían sin objeto en una pura alegoría”. Hay puntos misteriosos, cuya investigación avanza lentamente, como por ejemplo los relativos al Príncipe y al Sumo Sacerdote (cf. 44, 3 y nota); al Arca de la Alianza (cf. 41, 26 y nota), etc. Pero esto muestra, como ha dicho Pío XII, “que Dios, con todo intento, inspiró para que no solo nos excitáramos con más intensidad a resolverlos, sino también, experimentando saludablemente los límites de nuestro ingenio, nos ejercitáramos en la debida humildad”. Recuerda también el Sumo Pontífice que “a veces se trata de cosas oscuras y demasiadamente remotas de nuestros tiempos y de nuestra experiencia”; y de ahí deduce que, “en tal condición de cosas, el intérprete católico… por nada debe cejar en su empeño de emprender una y otra vez las cuestiones difíciles no desenmarañadas todavía” (Encíclica “Divino Afflante Spiritu”; cf. Juan 21, 25 y nota). No sería, pues, conforme a las normas y enseñanzas pontificias, el refugiarse apriorísticamente en una simple afirmación alegórica sin buscar una solución concreta, sin el estudio que el Papa recomienda y sin el fundamento contextual necesario para que las profecías, faltas de “terreno firme en qué descansar”, no queden reducidas a “fórmulas vacías y términos materiales de una simple figura retórica” (Encíclica Spiritus Paraclitus; cf. Isaías 7, 14 y nota). De ahí que San Gregorio Magno dijese, al referirse a esta profecía: “Tengamos bien presente que caminamos de noche y hemos de andar tanteando para buscar el camino.” Y San Jerónimo insistió igualmente en que, cuanto dejó escrito acerca de estos nueve capítulos, fue dictado como simple conjetura y no como interpretación asertiva. Cf. 43, 18 y nota, y 44, 5 y nota donde Dios repite una vez más al profeta la recomendación especial de este versículo. Tomando en cuenta todas estas dificultades y particularmente las derivadas del carácter profético del Libro, nos limitaremos en general a citar de ahora en adelante las opiniones de buenos autores.
Y me dijo aquel varón: “Hijo de hombre, mira con tus ojos, y escucha con tus oídos y para mientes en todo lo que te voy a mostrar; pues para que yo te lo haga ver, has sido trasladado aquí. Todo cuanto veas anúncialo a la casa de Israel.”

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5. En tiempos de Ezequiel el codo común tenía 49 centímetros más o menos. Sin embargo emplea el profeta el codo grande o sagrado que tenía 55 centímetros. El texto dice: seis codos, cada uno de los cuales tenía un codo y un palmo, es decir, un codo corriente y un palmo. Las medidas que se dan a continuación, no coinciden con el Templo salomónico ni con el nuevo levantado después del cautiverio. “Un Templo nuevo se levantará, dice Fillion, digno del Señor, quien tomará posesión de él, como ahora nos lo revelará el profeta en 43, 1 ss. El pueblo de Israel volverá también a recobrar su patria, según Ezequiel lo tiene anunciado en 37, 25 y según aquí va a desarrollarlo extensamente. Los nueve últimos capítulos nos describen el nuevo reino de Dios, la restauración de la religión y de la nacionalidad judía. En una visión magnífica, Ezequiel es transportado a Tierra Santa el año vigesimoquinto de la cautividad, y allí Dios le muestra anticipadamente lo que Él realizará en lo futuro; el nuevo templo, el nuevo culto que le será dado, y el nuevo reparto de la Palestina.”
Y vi un muro exterior que rodeaba toda la Casa; (vi) también en la mano de aquel varón una caña de medir, de seis codos, cada uno de los cuales tenía un codo y un palmo. Y midió el ancho del edificio: una caña; y la altura: una caña.

La puerta oriental

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6. Sobre esta puerta cf. 44, 1 ss. y nota.
Entonces fue a la puerta que mira hacia el oriente, subió por sus gradas y midió el umbral de la puerta: una caña de ancho; y el otro umbral: una caña de ancho.
7Cada cámara tenía una caña de largo y una caña de ancho; y entre las cámaras había (un espacio) de cinco codos; y el umbral de la puerta junto al vestíbulo de la puerta interior tenía una caña. 8Luego midió el vestíbulo de la puerta interior: una caña. 9Midió también el vestíbulo de la puerta: ocho codos; y sus pilares: dos codos; el vestíbulo de la puerta estaba en la parte de adentro. 10Las cámaras de la puerta oriental eran tres de un lado, y tres del otro. Una misma medida tenían todas ellas, y una misma medida los pilares de ambos lados. 11Después midió el ancho de la entrada de la puerta: diez codos; y la profundidad del portal: trece codos. 12Había delante de las cámaras un espacio delimitado de un codo de un lado, y de un codo del otro lado; y cada cámara tenía seis codos por una y otra parte. 13Y midió la puerta desde el techo de una cámara hasta la (opuesta), y era su anchura de veinte y cinco codos, de puerta a puerta. 14
14. Vemos que los pilares han de ser altísimos. El resto del versículo es muy distinto según las versiones. El texto dice: hizo los pilares, lo cual no concuerda con el contexto; pues no se trata de construir el Templo sino de medirlo. La Biblia Pirot vierte: midió el vestíbulo; Nácar-Colunga; midió el atrio.
Y midió los pilares de sesenta codos, los cuales estaban adheridos al atrio que rodeaba todo (el edificio de) la puerta.
15Desde el frente de la puerta de la entrada hasta el frente del vestíbulo de la puerta interior, había cincuenta codos. 16
16. Ventanas de reja: La Vulgata dice: ventanas oblicuas, lo que da la impresión de ventanas que por fuera tenían más distancia del suelo que por dentro.
En las cámaras y sus pilares había ventanas de reja, que daban al interior (del edificio) de la puerta, todo en derredor, y asimismo en los vestíbulos. Las ventanas estaban todo en derredor y daban al interior, y en los pilares había palmeras.

El atrio exterior y las demás puertas

17Me llevó después al atrio exterior; y allí había cámaras y un pavimento enlosado de piedras todo en torno del atrio. Treinta cámaras bordeaban el pavimento. 18El pavimento se extendía a ambos lados de las puertas, y correspondía a la profundidad de las puertas. Este era el pavimento inferior. 19Y midió por la parte de afuera la profundidad (del atrio), desde la fachada de la puerta de abajo hasta la fachada del atrio interior; cien codos hacia el oriente y hacia el norte.

20Midió también la longitud y la anchura de la puerta del atrio exterior, que mira hacia el norte. 21Sus cámaras, tres a un lado y tres al otro, así como sus pilares y su vestíbulo tenían las mismas medidas que las de la puerta primera: cincuenta codos de largo por veinte y cinco de ancho. 22
22. Este versículo, como el versículo 26 y también los versículos 37, 43, 48, etc., presentan variantes según las versiones.
Sus ventanas, su vestíbulo y sus palmeras eran conforme a la medida de la puerta que miraba hacia el oriente. Se subía a ella por siete gradas, y delante de estas se hallaba un vestíbulo.
23En el atrio interior había una puerta frente a la puerta septentrional, que correspondía a la oriental; y de puerta a puerta había una distancia de cien codos.

24Luego me llevó a la parte meridional; y he aquí una puerta que daba al sur; y midió sus pilares y su vestíbulo, que tenían las mismas dimensiones. 25Tenía, así como su vestíbulo, todo en torno, ventanas semejantes a las otras ventanas, de cincuenta codos de largo y de veinte y cinco de ancho. 26Tenía también siete gradas para subir, y delante de ellas estaba un vestíbulo. Había en los pilares palmeras, una de un lado, y otra del otro. 27Había también en el atrio interior una puerta que miraba al sur; y midió (el varón) de puerta a puerta, hacia el sur: cien codos.

Puertas del atrio interior

28Entonces me llevó al atrio interior, a la puerta meridional, y midió la puerta meridional, la cual tenía las mismas dimensiones. 29También sus cámaras, sus pilares y su vestíbulo tenían las mismas medidas. Había ventanas en ella y en su vestíbulo, todo en derredor. Su longitud era de cincuenta codos, y su anchura de veinte y cinco. 30
30. Este versículo falta en la versión de los Setenta y faltaba también en la antigua traducción latina. Se considera una glosa añadida, porque sus datos rompen la simetría.
Los vestíbulos, que había todo en derredor, eran de veinte y cinco codos de largo y de cinco codos de ancho.
31Su vestíbulo daba al atrio exterior; tenía palmeras en sus pilares y se subía por ocho gradas.

32Después me condujo, en el atrio interior, hacia el oriente y midió la puerta, la cual tenía las mismas medidas (que las otras). 33Sus cámaras, sus pilares y su vestíbulo tenían aquellas mismas medidas; y había ventanas en ella y en su vestíbulo todo en derredor. Su longitud era de cincuenta codos, y su anchura de veinte y cinco. 34Su vestíbulo daba al atrio exterior; en sus pilares a uno y otro lado había palmeras, y se subía a la (puerta) por ocho gradas.

35Luego me llevó a la puerta del norte, y la midió con aquellas mismas medidas. 36(Midió) también sus cámaras, sus pilares y su vestíbulo, y las ventanas en ella todo en derredor; cincuenta codos de largo por veinte y cinco de ancho. 37Sus pilares daban al atrio exterior; en sus pilares había palmeras a un lado y al otro y se subía a la (puerta) por ocho gradas.

Descripción del atrio interior

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38 ss. Sobre los holocaustos y las víctimas véase 44, 5 y nota.
Había cámaras con puertas correspondientes junto a los pilares de las puertas, para lavar los holocaustos.
39En el vestíbulo de la puerta había a cada lado dos mesas, para degollar sobre ellas los holocaustos, las víctimas por el pecado y las víctimas por la culpa. 40En el lado exterior, al norte de quien subía a la entrada de la puerta, había también dos mesas, y otras dos en la parte opuesta junto al pórtico de la puerta; 41de modo que había junto a la puerta cuatro mesas de un lado y cuatro mesas del otro, (o sea) ocho mesas, sobre las cuales se degollaban (las víctimas). 42Las cuatro mesas para los holocaustos eran de piedra labrada, de codo y medio de largo, codo y medio de ancho y un codo de alto. Sobre estas se ponían los instrumentos con que se degollaban los holocaustos y las (otras) víctimas. 43Por dentro había ganchos colocados todo en torno, qué tenían el tamaño de un palmo; y sobre las mesas, se ponía la carne de las víctimas. 44
44. Cámaras para los cantores, según el plano del Templo salomónico. En aquel Templo eran los levitas los encargados del canto sagrado; en el nuevo las cámaras han de servir para los sacerdotes (versículo 45 s.), pues los levitas apóstatas serán degradados (44, 10 ss.).
Fuera de la puerta interior, en el atrio interior, había cámaras para los cantores, una al lado de la puerta del norte, con su frente hacia el sur; y otra al lado de la puerta oriental, con la frente hacia el norte.
45Y me dijo: “La cámara que mira hacia el sur, es para los sacerdotes que están al servicio de la Casa; 46
46. Los únicos sacerdotes del nuevo Templo serán, según se confirma en 43, 19, estos hijos de Sadoc, de la familia de Eleazar, hijo de Aarón (II Reyes 15, 24; III Reyes 1, 8 y 38; 2, 35), y no ya, como antes, todos los hijos de Aarón (véase 44, 15 y nota). Cf. Jeremías 32, 31 s. Es muy de notar que el actual sacerdocio cristiano procede del mismo Jesús y según el orden de Melquisedec, personaje misterioso y quizás angélico según suponen algunos, es decir de un orden celestial (cf. Génesis 14, 18; Salmo 109, 4; Hebreos 5, 6 y 10; 6, 20). San Pablo, al tratar de este sacerdocio cristiano en el capítulo 7 de su Epístola a los Hebreos, para nada alude al anunciado aquí por Ezequiel.
y la cámara que mira hacia el norte es para los sacerdotes que desempeñan el servicio del altar. Son los hijos de Sadoc los que entre los hijos de Levi se acercan a Yahvé para servirle.”

47Y midió el atrio: cien codos de largo y cien codos de ancho, un cuadrado. Y el altar estaba delante de la Casa.

El pórtico del Templo

48Después me llevó al pórtico de la Casa, y midió los pilares del pórtico: cinco codos de un lado y cinco del otro; y la anchura de la puerta: tres codos de un lado y tres del otro. 49
49. Las columnas recuerdan las dos columnas Jaquín y Boas (véase III Reyes 7, 15 ss.). Gradas: Los Setenta dicen: diez gradas; la Vulgata: ocho gradas.
Tenía el pórtico veinte codos de largo y once codos de ancho, y se subía a él por gradas. Y había columnas junto a los pilares, una a cada lado.
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