‏ Ezekiel 43

El señor vuelve al Templo

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1. Al encabezar su comentario sobre esta sección de la Profecía (43, 1; 46, 24), bajo el título “El nuevo culto”, Fillion expresa lo siguiente: “El profeta nos hace ante todo asistir a un episodio grandioso: la entrada de Yahvé en el Templo así reconstruido. Compárese, como contraste, los relatos de 10, 18 ss.; 11, 22 ss. Volviendo a tomar posesión del Santuario, el Señor muestra que ha perdonado enteramente a Israel y que quiere restablecerlo sobre una nueva base.” Llama la atención que este solemne retorno de la Gloria de Dios al Templo, como cuando entró en el Tabernáculo (Éxodo 40, 34 s.) y en el Templo de Salomón (III Reyes 8, 10 s.), no se encuentre en la Sagrada Escritura con respecto al segundo Templo. La explicación está en que aquel templo había de ser también destruido, por predicción del mismo Señor Jesús (cf. Ageo 2, 10 y nota; Daniel 9, 27).
Me trasladó después a la puerta que mira hacia el oriente;
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2. Venía del oriente: Cf. 11, 23. Alguien observa que del norte viene siempre la ira, y del oriente la salvación. En Zacarías 3, 8, según la Vulgata y los Setenta, se llama al Mesías “mi Siervo el Oriente”, y así también el anciano Zacarías en Lucas 1, 78 (cf. Malaquías 4, 2). El hebreo reza allí: “El Pimpollo” (cf. 34, 29 y nota), aludiendo, dice Crampón, a que Él es “el vástago por excelencia de la familia de David, de la que Él debe operar el restablecimiento”. Cf. Lucas 1, 32 ss.; Hechos 15, 16; Amós 9, 11 y notas. El gran misterio está en comprender cómo Jesús puede ser llamado autor de ese restablecimiento, no habiendo los judíos aceptado al Mesías. En tales casos hay que recordar las palabras del profeta Zacarías: “Si lo que anuncio parece difícil... ¿acaso será difícil para Mí?, dice el Señor de los ejércitos” (Zacarías 8, 6). Cf. 41, 26 y nota; Romanos 11, 25 ss. De una gran mole de aguas: el ruido de las alas de los Querubines. Cf. 1, 24; 3, 12.
y he aquí que la gloria del Dios de Israel venía del oriente. Su voz era como el estruendo de una gran mole de aguas; y la tierra resplandecía de su gloria.
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3. Cuando Él vino para destruir: cf. capítulos 9-12. Junto al río Cobar: cf. 1, 1 ss.
El aspecto de la imagen que veía era como la que vi cuando Él vino para destruir la ciudad. Todo lo que veía era semejante a la visión que tuve junto al río Cobar; y póstreme sobre mi rostro.

4Y la gloria de Yahvé entró en la Casa, por la puerta que mira hacia el oriente. 5Entonces me levanto el Espíritu, y me llevó al atrio interior; y vi cómo la gloria de Yahvé llenaba la Casa.

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6. Aquel varón: No parece ser otro que el ángel del capítulo 40, 3 ss., que aquí habla en primera persona como representando a Dios.
Y oí cómo alguien me hablaba desde la Casa, y aquel varón estaba parado junto a mí.
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7 ss. Sobre esta reiterada promesa véase 20, 40; 37, 26 ss.; 40, 2 y nota; 44, 5; Tobías 13, 12 ss.; Salmo 98, 2-5; 131, 7-14; Isaías 24, 23; 60, 13; Miqueas 4, 7; Jeremías 3, 17 y nota, etc. Fillion la interpreta aquí citando este último texto de Jeremías, y diciendo: “En calidad de rey del nuevo Israel, el Señor consiente en establecer su trono en Jerusalén y en el templo de una manera permanente.” Scío y otros autores antiguos insistían en interpretar esta profecía literalmente “de la renovación del Templo por Esdras y Zorobabel”. Los modernos han advertido que no puede aplicarse tales promesas a un templo cuya destrucción anunció personalmente Jesús (Mateo 24, 1 ss.); de donde Él arrojó a los mercaderes (comparar Zacarías 14, 21); donde no hubo la paz prometida por Ageo 2, 10 (cf. Hebreos 12, 26), etc. Con los cadáveres de sus reyes (cf. versículo 9). Algunos traducen (según la Vulgata): las ruinas de sus reyes; otros, los crímenes de sus reyes, según los Setenta. Los expositores autorizados entienden que aquí se suprime la inhumación en el templo, que quizá se practicó alguna vez aunque no consta en la Escritura. Véase Sabiduría 14, 15 ss., donde se muestra cómo el culto de los muertos llegó a ser idolatría. Quizá podría también tratarse aquí de agoreros que los reyes de Judá habían instituido para ofrecer sacrificios en los altos, y que fueron exterminados en la reforma de Josías (IV Reyes 23, 5-9).
Y me dijo: “Hijo de hombre, este es el lugar de mi trono y el lugar de las plantas de mis pies, donde moraré entre los hijos de Israel para siempre. La casa de Israel, ellos y sus reyes, no contaminarán más mi santo Nombre con sus idolatrías, con los cadáveres de sus reyes y con sus lugares altos.
8Pusieron su umbral junto a mi umbral, y los postes de su puerta junto a los postes de mi puerta, de suerte que solo la pared estaba entre Mí y ellos; y contaminaron mi santo Nombre con las abominaciones que cometieron; por eso los he consumido en mi ira. 9Ahora arrojarán lejos de Mí sus idolatrías y los cadáveres de sus reyes, y habitaré en medio de ellos para siempre.

10Tú, hijo de hombre, muestra a la casa de Israel este Templo, para que se avergüencen de sus iniquidades, y tomen medida de las construcciones. 11
11. Y las pongan en práctica: Cf. versículo 18; 44, 5 y nota. El profeta tiene que ponerlo todo por escrito para que no puedan excusarse diciendo: nadie nos ha instruido.
Y si se avergonzaren de todo lo que han hecho, muéstrales la imagen de la Casa, su disposición, sus salidas y sus entradas, toda su estructura y todas sus disposiciones, toda su forma y todas sus leyes; y ponlo por escrito delante de sus ojos, para que guarden todas sus disposiciones y todas sus leyes y las pongan en práctica.
12Esta es la ley de la Casa sobre la cumbre del monte: Todo su territorio a la redonda será santísimo. He aquí que esta es la ley de la Casa.”

El altar de los holocaustos

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13. Comienza la descripción del nuevo altar de los holocaustos. Por sócalo entienden algunos un canal alrededor del zócalo del altar que servía para recibir la sangre de las víctimas. Otros traducen: seno. Véase Levítico 8, 15.
He aquí las medidas del altar en codos, teniendo el codo un codo y un palmo. El zócalo: un codo (de alto) y un codo de ancho; y su reborde todo alrededor: un palmo. Tal era el zócalo del altar.
14Desde el zócalo de sobre la tierra hasta la planta inferior: dos codos, y un codo de anchura. Y desde la planta chica hasta la planta grande: cuatro codos, y un codo de anchura. 15
15. Ariel es denominación de la parte superior del altar. Su significación etimológica es: fogón de Dios. Véase Isaías 29, 1, donde este vocablo se usa en sentido figurativo de Jerusalén. Sobre los cuatro cuernos del altar véase Éxodo 27, 1 ss. y nota.
El ariel tenía cuatro codos de altura; y del ariel hacia arriba salían cuatro cuernos.
16El ariel tenía doce codos de largo por doce de ancho y formaba un cuadrado perfecto. 17La planta tenía en sus cuatro lados catorce (codos) de largo por catorce de ancho, y alrededor suyo había una cornisa de medio codo, y todo en torno un canal de un codo, y sus gradas estaban en la parte oriental.

La dedicación del altar

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18. Según admiten todos los expositores, estas ceremonias son del mismo género que las celebradas para los antiguos altares (cf. Levítico 8, 10 ss.; III Reyes 8, 62 ss.; II Paralipómenos 7, 4 s.). Para cuando sea construido: De estas palabras y otros pasajes de esta profecía (versículo 7 y 11; 44, 5; 48, 29, etc.), deducen algunos autores que ella no puede reducirse a los límites de un puro capricho (cf. 40, 4 y nota) ni esfumarse en la vaguedad e imprecisión de las aplicaciones exclusivamente metafóricas, que privarían también de sentido concreto a los anteriores capítulos 33-39. Como observan en efecto los mejores exégetas, esta sección de la profecía (capítulos 40-48) es continuación de aquella (cf. 33, 1; 40, 2 y notas). Y derramar la sangre: Todo derramamiento de sangre por el pecado solo puede ser, o figurativo del Sacrificio de Cristo, o conmemorativo de él, porque, fuera de la sangre Suya, ni aun la de los mártires, puede tener eficacia propia para borrar el pecado (Hebreos 10, 4; Romanos 3, 25). Por otra parte, es claro que sería hacer injuria a la Iglesia de Jesucristo, el pretender que estos sacrificios de animales (cf. 44, 5 y nota) pudiesen tener relación con ella (cf. 40, 4 y nota) que rememora, renueva y actualiza cada día en la santa Misa el Sacrificio del divino Cordero, cuya perpetuación le está asegurada por Él mismo con las palabras “hasta la consumación del siglo” (Mateo 28, 20), o sea “hasta el fin” (Juan 13, 1). San Pablo aclara esto más aún, diciendo: “hasta que Él venga” (I Corintios 11, 26), en coincidencia con la profecía de Daniel sobre la cesación de los sacrificios antiguos (Daniel 9, 27), ya que este “siglo malo” (Gálatas 1, 4), o sea, la presente dispensación, como la llama San Bernardo siguiendo a San Pablo (Efesios 1, 10), terminará con esa venida del Esposo (I Tesalonicenses 4, 13-17; I Corintios 15, 51 ss. texto griego) para las Bodas del Cordero (Apocalipsis 19, 6-9). Así la Iglesia Santa, Cuerpo místico de Cristo, completado ya el número de los elegidos (Romanos 11, 25) al terminar el tiempo de las naciones (Lucas 21, 24), llegará ella también al cabo de su peregrinación dolorosa en este período militante de prueba y persecuciones a imitación de su Maestro, para ser ya la Esposa triunfante, incorporada, como otra Eva, al nuevo Adán (I Corintios 15, 21 s.; Judas 14; Zacarías 13, 5. Cf. Enchiridium Patrístico 10; Denz. 287) y reinar con Él para siempre en la Jerusalén celestial “que es nuestra madre” (Gálatas 4, 26).
Luego me dijo: “Hijo de hombre, así dice Yahvé, el Señor: Este es el rito (de la dedicación) del altar para cuando sea construido, a fin de ofrecer sobre él holocaustos y derramar allí la sangre.
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19. Del linaje de Sadoc: Véase 40, 46; 44, 15 y notas.
A los sacerdotes levitas del linaje de Sadoc, que son los que pueden acercarse a Mí, dice Yahvé, el Señor, para servirme, les darás un novillo para sacrificio por el pecado.
20Tomarás de su sangre y la pondrás sobre los cuatro cuernos del altar, y sobre los cuatro ángulos de la base y sobre el borde todo alrededor. Así lo purificarás y harás su expiación. 21Tomarás luego el novillo del sacrificio por el pecado y lo quemarás en un lugar reservado de la Casa, fuera del Santuario. 22El segundo día presentarás un macho cabrío sin tacha, por el pecado; y purificarán el altar como se hizo con el novillo. 23Terminada la purificación, ofrecerás un novillo sin tacha, y un carnero del rebaño, sin defecto. 24
24. Echarán sal sobre ellos: Este rito, de Levítico 2, 13, es recordado por Jesús en Marcos 9, 49.
Los presentarás delante de Yahvé, y los sacerdotes echarán sal sobre ellos, y los ofrecerán como holocausto a Yahvé.
25Por siete días ofrecerás cada día un macho cabrío por el pecado. Se ofrecerá, además, un novillo y un carnero del rebaño, ambos sin tacha. 26Por siete días se hará expiación por el altar y se lo limpiará. Así será consagrado. 27Cumplidos los días, desde el día octavo en adelante, los sacerdotes ofrecerán en el altar vuestros holocaustos y vuestras víctimas pacíficas; y Yo os seré propicio”, dice Yahvé, el Señor.
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