Genesis 18
Dios se aparece de nuevo a Abrahán
1Apareciósele Yahvé (a Abrahán) en el encinar de Mamré mientras estaba sentado a la entrada de la tienda, durante el calor del día. 2 ▼▼2. Que los tres eran una aparición de Dios, se desprende del versículo 1 y de los vv. 3 y 13 ss. La aparición bajo la figura de tres personas es, además una manifestación de la Santísima Trinidad. Así explican la narración los Santos Padres: “Abrahán vio a tres, y adoró a uno solo” (San Agustín). Partiendo de este pasaje, representa la Iglesia Oriental a la Santísima Trinidad, preferentemente, como tres jóvenes de igual figura y aspecto.
Alzando los ojos miró, y he aquí que estaban parados delante de él tres varones. Tan pronto como los vio, corrió a su encuentro desde la entrada de su tienda, y postrándose en tierra 3dijo: “Señor mío, si he hallado gracia a tus ojos, te ruego no pases de largo junto a tu siervo. 4 ▼▼4 ss. Los Padres alaban la hospitalidad del santo patriarca que trata a los tres desconocidos como si fuesen sus hermanos. “Abrahán no encomendaba el servir a los huéspedes a sus siervos y criados, disminuyendo de tal modo el bien que hacía (por ejercerlo por manos ajenas), sino que él mismo servía a la humanidad necesitada, juntamente con su mujer, como si en esto hubiera encontrado un gran provecho. Él mismo lavaba los pies de los peregrinos, y él mismo traía sobre sus propios hombros un ternero gordo de la manada. Cuando los huéspedes estaban comiendo, él les servía en pie, como uno de sus criados, y sin comer él, ponía en la mesa los majares que Sara había guisado con sus propias manos” (San Jerónimo, Carta a Pamaquio).
Permitid que se traiga un poco de agua; y lavaos los pies, y descansaos debajo del árbol. 5Traeré, entretanto, un bocado de pan, y fortaleceréis vuestros corazones; después pasaréis adelante; pues por eso habéis pasado delante de vuestro siervo.” 6Fue, pues, Abrahán apresuradamente a la tienda, a Sara, y dijo: “¡Pronto, tres medidas de flor de harina; amasa y haz tortas!” 7Corrió Abrahán también a la vacada, tomó un ternero tierno y gordo, y lo dio a un mozo, el cual se apresuró a aderezarlo. 8Después tomó requesón y leche y el ternero que había aderezado, y se lo puso adelante; y mientras comían, él se quedó de pie junto a ellos, bajo el árbol. Dios renueva la promesa de dar un hijo
9Preguntáronle: “¿Dónde está Sara, tu mujer?” “Ahí, en la tienda”, contestó él. 10Entonces dijo (Dios): “Volveré a ti sin falta, por este mismo tiempo, y he aquí que Sara, tu mujer, tendrá un hijo.” Entretanto Sara estaba escuchando a la entrada de la tienda, detrás de él. 11Porque Abrahán y Sara eran ancianos, de avanzada edad, y había cesado ya en Sara la costumbre de las mujeres. 12 ▼▼12. Mi señor: Abrahán. San Pedro se refiere a este pasaje en su primera Epístola (3, 6), donde dice que la mujer, siendo más débil por voluntad de Dios, debe ser respetuosa y obediente al marido “como Sara que obedecía a Abrahán y lo llamaba señor”, y que es por este camino por donde ella llegará a ganar al marido (I Pedro 3, 1). También San Pablo recalca la voluntad divina de que la mujer tenga un papel subordinado en lo que se refiere al marido. “Quiero que sepáis, exhorta el gran apóstol de los Gentiles, que como Cristo es la cabeza de todo varón, así el varón es la cabeza de la mujer” (I Corintios 11, 3). “El (varón) es la imagen y gloria de Dios, mas la mujer es la gloria del varón; que no fue el varón formado de la mujer, sino la mujer del varón” (I Corintios 11, 7 s.). Los primeros cristianos, y aun las mujeres de la Edad Media, conocían estas sabias normas dictadas por los apóstoles y las observaban. Así, por ejemplo, Isabel la Católica, reina y heredera del trono de Castilla, llamaba a su marido “mi señor”, aunque le era igual en dignidad. Hoy día se habla de la “emancipación de la mujer”, pero no en provecho de su dignidad. Comprendan las mujeres cristianas que la felicidad de la mujer no consiste en la “emancipación” de las leyes naturales y divinas, pero sepan también los maridos que, en el matrimonio cristiano, ellos son los representantes de Cristo y que deben por lo tanto amar a sus mujeres “como Cristo amó a la Iglesia” (Efesios 5, 25), tratándolas “con toda discreción” (I Pedro 3, 1):
Se rió, pues Sara interiormente y dijo: “¿Con que siendo ya consumida he de tener deleite? Y también mi señor es viejo.” 13Entonces dijo Yahvé a Abrahán: “¿Por qué se ha reído Sara, diciendo?: ‘¿Será cierto que voy a dar a luz, siendo, como soy, vieja?’ 14¿Hay acaso para Yahvé cosa imposible? En el plazo señalado por este mismo tiempo, te visitaré otra vez, y Sara tendrá un hijo.” 15Pero Sara negó, diciendo: “No me he reído”; pues tenía miedo. Mas Él dijo: “No, que te has reído”. Abrahán intercede por Sodoma
16Levantáronse de allí los varones y se dirigieron hacia Sodoma, y Abrahán los acompañó para despedirlos. 17Entonces se dijo Yahvé: “¿He de encubrir a Abrahán lo que voy a hacer? 18Pues Abrahán ha de ser padre de una nación grande y fuerte y serán benditos en él todos los pueblos de la tierra. 19Porque le he constituido para eso: que mande a sus hijos y a su casa después de él, guardar el camino de Yahvé, practicando la justicia y el derecho, a fin de que Yahvé haga venir sobre Abrahán lo que tiene prometido a su favor.” 20 ▼▼20. El “pecado de Sodoma” consistió en la perversión del orden de la naturaleza, vicio que se llama sodomía (véase 19, 4 ss.). El diálogo entre Dios y Abrahán enseña cómo Dios detiene su ira por amor e intercesión de los santos; muestra, además, la asombrosa llaneza de Dios en su trato con los hombres, y la rectitud de corazón del patriarca. “Diálogo bellísimo, dice Bover-Cantera, en que no se sabe qué admirar más, si la generosidad de Dios al escuchar la oración de su siervo y perdonar al pueblo pecador o el atrevimiento familiar a la vez respetuoso y la confianza humilde de aquel santo varón, que recibió el título de “amigo de Dios” por antonomasia”.
Dijo, pues, Yahvé: “El clamor de Sodoma y Gomorra es grande, y sus pecados son extraordinariamente graves. 21Bajaré a comprobar si han hecho realmente según el clamor que ha llegado hasta Mí; y si no, lo sabré.” 22Partieron, pues, de allí los varones, y se encaminaron hacia Sodoma; mas Abrahán permanecía todavía en pie delante de Yahvé. 23Y acercándose dijo Abrahán: “¿Es así que vas a destruir al justo con el impío? 24Quizás habrá cincuenta justos en la ciudad. ¿Los exterminarás acaso, y no perdonarás al lugar por los cincuenta justos que se hallaren allí? 25¡Lejos de Ti obrar de esta manera, que hagas morir al justo con el impío, y que el justo y el malvado sean tratados del mismo modo! ¡Lejos eso de Ti! ¿Acaso el Juez de toda la tierra no ha de hacer justicia?” 26Dijo entonces Yahvé: “Si hallare en Sodoma cincuenta justos en la ciudad, perdonaré a todo el lugar por amor de ellos.” 27Replicó Abrahán diciendo: “Mira, te ruego, me he atrevido a hablar al Señor, aunque soy polvo y ceniza. 28Quizás falten de los cincuenta justos cinco; ¿destruirás por los cinco toda la ciudad?” Respondió: “No la destruiré, si hallare allí cuarenta y cinco.” 29Y de nuevo le preguntó y dijo: “Quizás se encuentren allí cuarenta.” Contestó: “No lo haré por amor de los cuarenta.” 30Dijo entonces: “No se irrite el Señor si sigo hablando. Quizás se hallen allí treinta.” Y respondió: “No lo haré si hallare allí treinta.” 31Prosiguió: “Mira, ya que he osado hablar al Señor: Quizás haya allí veinte.” Respondió: “No la destruiré por amor de los veinte.” 32 ▼▼32. “¡Cuán ingeniosa es la caridad de Abrahán para solicitar el perdón de los culpables, al mismo tiempo que reconviene, digámoslo así, a la divina justicia, para que no confunda con ellos a los inocentes! No pide gracia particular por su sobrino, persuadido que se hallarían diez justos en Sodoma, en cuyo número entraría, o abandonándole enteramente a la providencia del Señor” (Scío).
Te ruego, insistió; no se irrite el Señor si hablare una sola vez más: Quizás se encuentre allí diez.” “No la destruiré por amor de los diez”, contestó Él. 33Y se fue Yahvé, luego que acabó de hablar con Abrahán; y Abrahán volvió a su lugar.
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