‏ Genesis 19

Los ángeles llegan a Sodoma

1
1. Los dos Ángeles: Si los tres personajes son una representación de la Trinidad (cf. 18, 2 y nota), podemos ver en estos dos Ángeles al Hijo y al Espíritu Santo, “Que son enviados por el Padre; y por eso, porque el Padre nunca es enviado, no apareció allí, mas apareció en aquellos tres, pues el Padre apareció, pero nunca fue enviado” (San Buenaventura).
Llegaron los dos ángeles a Sodoma por la tarde cuando Lot estaba sentado en la puerta de Sodoma. Al verlos se levantó Lot a salirles al encuentro; y postrándose rostro en tierra,
2dijo: “Mirad, señores míos, os ruego que os dirijáis hacia la casa de vuestro siervo, para pernoctar y lavaros los pies, y de madrugada os levantaréis para seguir vuestro camino.” Mas ellos dijeron: “No, pues pasaremos la noche en la plaza.” 3Pero les instó de tal manera que se encaminaron y fueron a su casa, donde les preparó un banquete y coció panes ácimos; y comieron.

4Mas antes que fueran a acostarse, los hombres de la ciudad, los sodomitas, que habían cercado la casa, todo el pueblo junto, desde los jóvenes hasta los viejos, 5
5. La perversa multitud, que sin siquiera respetaba el derecho de hospitalidad, intenta cosas abominables contra los huéspedes. Así se deduce de la respuesta de Lot, quien, para salvarlos, promete entregar a los malvados sus propias hijas, con tal que dejen en paz a los extranjeros. Notemos que estos eran ángeles y figura de la divina Trinidad (véase 18, 2 y nota). Hasta eso llegó la bestialidad carnal de los hombres. Aquí se ve que las escenas crudas de la Sagrada Biblia, que algunos miran farisaicamente como escandalosas, son de la más alta edificación, enseñándonos que somos capaces de todas las monstruosidades, y mostrándonos la necesidad de la Redención.
llamaron a Lot y le dijeron: “¿Dónde están los varones que han venido a ti esta noche? Sácanoslos para que los conozcamos.”
6Lot salió a la entrada donde ellos estaban, y cerrando tras sí la puerta, 7dijo: “Os ruego, hermanos míos, no hagáis esta maldad. 8Mirad, tengo aquí dos hijas que aún no han conocido varón. Os las sacaré fuera; haced con ellas como bien os parezca, pero no hagáis nada a estos varones; pues para eso se han acogido a la sombra de mi techo.” 9Mas ellos respondieron: “¡Quítate allá!” Y añadieron: “¡Este individuo que vino como extranjero, quiere hacerse juez! Ahora te trataremos a ti peor que a ellos.” Y arrojándose sobre el hombre, sobre Lot, con gran violencia se acercaron a forzar la puerta. 10Entonces los (dos) varones alargaron la mano y metieron a Lot dentro de la casa donde estaban, y cerraron la puerta. 11
11. Esto debió ser para Lot una prueba clara de que eran enviados por Dios.
Y a los hombres que estaban a la puerta de la casa los hirieron con ceguera, desde el menor hasta el mayor, de modo que se fatigaron (inútilmente) por hallar la puerta.

Salvación de Lot

12Luego dijeron los varones a Lot: “¿Tienes aquí todavía alguno? Sácalos a todos de aquí: los yernos, tus hijos y tus hijas, y todo cuanto tengas en la ciudad. 13Pues vamos a destruir este lugar, porque se ha hecho grande su clamor delante de Yahvé, y Yahvé nos ha enviado a exterminarla.” 14
14. Así dice Jesús que sucederá en su segunda Venida. (Cf. Lucas 17, 28).
Salió, pues, Lot y habló con sus yernos, desposados con sus hijas, diciendo: “Levantaos, salid de este lugar; porque Yahvé va a destruir la ciudad.” Mas era a los ojos de sus yernos como quien se burlaba.
15Al rayar el alba, los ángeles apremiaron a Lot, diciendo: “Levántate, toma a tu mujer y a tus dos hijas que se hallan (contigo), no sea que perezcas por la maldad de la ciudad.” 16
16. Admirable imagen de la gracia, que nos salva aun a pesar de nuestra flaqueza, como dice la Iglesia en la Secreta de la cuarta Dominica después de Pentecostés.
Y como él tardase, los varones lo asieron de la mano, y, por compasión de Yahvé hacia él, también a su mujer y a sus dos hijas. Lo sacaron, pues, y lo pusieron fuera de la ciudad.
17Y mientras los sacaban fuera, dijo uno: “Ponte a salvo, por tu vida. No mires atrás, ni te pares en ningún lugar de la Vega. Huye a la montaña, no sea que perezcas.” 18Pero Lot les dijo: “No, por favor, Señor mío. 19Veo que tu siervo ha hallado gracia a tus ojos, y le has mostrado tan grande misericordia salvándome la vida; mas no puedo escapar a la montaña, sin riesgo de que me alcance la destrucción y la muerte. 20He ahí cerca esa ciudad donde podría refugiarme. Es tan pequeña. Con tu permiso huiré a ella —¿no es ella tan pequeña?— y vivirá mi alma.” 21Contestole: “Bien, te concedo también esta gracia de no destruir la ciudad de la cual hablas. 22
22. Segor significa en hebreo “pequeño”. La ciudad se llamaba anteriormente Bela (cf. 14, 2 y 8). Lot intercedió por ella (v. 20), aduciendo su pequeñez. Tal es el privilegio de los pequeños (Sabiduría 6, 7).
Date prisa, refúgiate allá; pues nada podré hacer hasta que hayas entrado en ella.” Por eso fue llamada aquella ciudad Segor.
23Salía el sol sobre la tierra cuando Lot entraba en Segor.

Destrucción de Sodoma

24
24. Según Deuteronomio 29, 3 fueron alcanzadas por el castigo, las ciudades de Sodoma, Gomorra, Adamá y Seboím. La quinta ciudad de la zona fue perdonada y recibió el nombre de “Segor” (v. 23). La catástrofe cuyo teatro era la parte meridional del lago que hoy se llama Mar Muerto, se realizó probablemente con intervención de causas naturales, betunes que se encendieron, volcanes, etc. Cf. Sabiduría 10, 7. Flavio Josefo, Eusebio, el mapa de Madaba y muchos expositores modernos, p. ej. Abel, Dhorme, Heinisch, Lagrange, ubican las ciudades destruidas de la Pentápolis en la parte meridional del Mar Muerto. Algunos modernos buscan su lugar en el norte del mismo mar, en la región de Teleilat el Ghassul, donde el P. Köppel hizo excavaciones, descubriendo una ciudad destruida por un incendio, alrededor del año 2000 a. C.
Entonces Yahvé hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego que venía de Yahvé, desde el cielo.
25Y destruyó aquellas ciudades y toda la Vega, con todos los habitantes de las ciudades, hasta las plantas del suelo. 26
26. En Sabiduría 10, 7 se lee que aún subiste esa columna como “testimonio de un alma incrédula”. De ahí se ve que el castigo de la mujer de Lot no fue por su curiosidad, sino por su apego a la ciudad maldita. En vez de mirar contenta hacia el nuevo destino que la bondad de Dios le deparaba, volvió a ella los ojos con añoranza, mostrando la verdad de la palabra de Jesús: “Donde está tu tesoro, allí está tu corazón” (Mateo 6, 21). Dios le dio lo que deseaba, convirtiéndola en un pedazo de la misma ciudad que ella añoraba. Jesús alude a este ejemplo de apego al mundo en Lucas 17, 31 s., donde habla de su segunda venida: “En aquel día, quien se encuentre sobre la azotea y tenga sus cosas dentro de su casa, no baje a recogerlas; e igualmente, quien se encuentre en el campo, no se vuelva por las que dejó atrás. Acordaos de la mujer de Lot”. Comentando estas palabras de Jesús, escribe Fillion: “Así también el cristiano cuyo primer pensamiento, a la venida del Hijo del hombres, se fijare en la seguridad de sus bienes temporales, no sería digno del Reino de Dios”. Santa Teresa toma a la mujer de Lot como figura de aquellas almas que, si no viene el mismo Señor a mandarlas se levanten, son incapaces de orientarse: “Si estas almas no procuran entender y remediar su gran miseria, quedarse han hechas estatuas de sal, por no volver la cabeza hacia sí” (Moradas, I, 1, 6).
Mas la mujer de (Lot) miró atrás y se convirtió en estatua de sal.
27Levantose Abrahán muy de mañana y se fue al lugar donde había estado en pie delante de Yahvé. 28Miró hacia Sodoma y Gomorra, y hacia toda la región de la Vega, y vio que de aquella tierra subía humo, como humo de un horno. 29Así, pues, cuando Dios destruyó las ciudades de la Vega, se acordó de Abrahán y sacó a Lot de en medio de la ruina, al asolar las ciudades donde Lot habitaba.

Las hijas de Lot

30
30 ss. El autor sagrado relata el incesto de Lot con sus hijas, con el fin evidente de explicar la mancha de origen que tenían los moabitas y ammonitas. San Agustín destaca que Lot fue menos culpable porque sus hijas lo habían emborrachado, y que estas, a su vez, viviendo con su padre en una cueva, creían (v. 31) que, con la ruina de Sodoma y Gomorra, habían perecido todos los hombres, y que por lo tanto no podían contar con un marido para dar sucesión a su padre. La actitud de ellas en los vv. 33, 35 muestra bien que no obraron solo por pasión, y que Lot no supo quiénes eran. No juzguemos este episodio con criterio mundano. La Biblia es un archivo de muy diversos caracteres, santos y malvados, con santidad y maldad específica. “Son tipos, diríamos, creados por Dios, con un fin de ejemplaridad moral universal” (Car. Gomá). Es verdad que entre gente culta no se habla de cosas sucias o hediondas por razón de buen gusto. Y no se piensa que hay muchas cosas repugnantes en nuestro mismo cuerpo de carne (que está vivo o muerto), del que, sin embargo, se habla con gran interés —por curar sus enfermedades o por satisfacer sus pasiones— disfrazando entonces con eufemismos todas estas cosas repulsivas e innobles como son las enfermedades y las funciones animales del organismo. Lo que hace que la Biblia resulte intolerable para los mundanos es, más que nada, esa implacable y divina veracidad que brota a cada página y que, en síntesis, dice: Dios es todo, y el hombre es nada. “Maldito quien pone su confianza en el hombre… Bienaventurado el varón que confía en Yahvé” (Jeremías 17, 5-7).
Subió Lot de Segor y habitó con sus hijas en la montaña, porque tuvo miedo de quedarse en Segor. Se estableció, por eso, en una cueva, él y sus dos hijas.
31Y dijo la mayor a la menor: “Nuestro padre es viejo y no hay en el país hombre que se llegue a nosotras, como es costumbre en toda la tierra. 32Vayamos a embriagar a nuestro padre con vino, y nos acostaremos con él, a fin de conseguir de nuestro padre descendencia.” 33Embriagaron, pues, con vino a su padre esa misma noche, y entró la mayor y se acostó con su padre, sin que él se diera cuenta de ello, ni cuando ella se acostó ni cuando se levantó.

34Al día siguiente dijo la mayor a la menor: “Mira, yo me acosté anoche con mi padre; démosle a beber vino también esta noche, y entra tú para acostarte con él, de modo que de nuestro padre consigamos descendencia.” 35Embriagaron, pues, con vino, también aquella noche a su padre y fue la menor a acostarse con él, sin que él se diera cuenta de ello, ni cuando ella se acostó, ni cuando se levantó. 36Y sucedió que las dos hijas de Lot concibieron de su padre. 37La mayor dio a luz un hijo, a quien llamó Moab. Es el padre de los moabitas hasta hoy. 38También la menor dio a luz un hijo, el cual llamó Ben-ammi. Es el padre de los ammonitas hasta hoy.
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