‏ Genesis 3

Tentación y caída

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1. La serpiente: no un ser fantástico, sino una verdadera serpiente (como se deduce del v. 14), de la cual se sirvió el diablo, el cual en el Apocalipsis se llama “la antigua serpiente” (Apocalipsis 12, 9; 20, 2). Algunos, como p. ej. Ceuppens, prefieren entender directamente el diablo en forma de serpiente. Los antiguos creían que tenía patas (cf. las representaciones en las catacumbas) y que era semejante al dragón que en la antigüedad llevaba también el nombre de serpiente. En la serpiente apareció Satanás por primera vez como Ángel de luz (II Corintios 11, 14), táctica que desde entonces usa con creciente éxito. “El más astuto”, en este caso de un modo especial, por ser el diablo. Sobre el carácter mentiroso y envidioso de este enemigo número 1 del género humano, véase Sabiduría 2, 24; Juan 8, 44; II Corintios 4, 4; Apocalipsis 12, 9, etc. Él es padre de la mentira, de lo cual tenemos la primera prueba en este mismo pasaje, donde se maravilla de un precepto que cita en forma exagerada, pues Dios no dijo: “No comáis de todos los árboles”, pero “no-todo” significa en hebreo “ninguno”. El diablo se dirige a Eva, aprovechando la curiosidad y flaqueza de la mujer, y su influencia sobre el marido. El hecho de que la serpiente hablase como un ser racional no extrañaba a Eva, porque antes de la caída Adán y Eva vivían como niños, y toda la naturaleza que los rodeaba era para ellos un milagro, de manera que prácticamente no atendían a la diferencia entre lo natural y lo milagroso. El P. Páramo explica este fenómeno psicológico que tan hábilmente aprovecha el diablo, citando las palabras de San Cirilo, quien dice que Eva, como acababa de salir de las manos de Dios, pudo entrar en duda de si habría algún animal más perfecto que los otros, que pudiese hablar; o si acaso le hablaba algún ángel por medio de la serpiente, sin conocer que fuese bueno o malo. Es de notar que Satanás no pronuncia el nombre de Yahvé (Señor), sino solamente el de Elohim (Dios), lo mismo que Eva en la respuesta (v. 3), mientras que en toda esta narración el nombre de Dios es Yahvé Elohim (Yahvé Dios).
La serpiente, que era el más astuto de todos los animales del campo que Yahvé Dios había hecho, dijo a la mujer: “¿Cómo es que Dios ha mandado “No comáis de ningún árbol del jardín”?”
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2 s. La respuesta de Eva muestra pleno conocimiento del precepto de Dios, pero agrega: ni lo toquéis, lo cual Dios no había dicho en 2, 17.
Respondió la mujer a la Serpiente: “Podemos comer del fruto de los árboles del jardín;
3mas del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: “No comáis de él, ni lo toquéis, no sea que muráis”. 4
4 s. La serpiente, viendo la debilidad de Eva, va más lejos, tachando de mentiroso al mismo Dios, y prometiendo más cosas que el Creador: inmortalidad, omnisciencia, felicidad absoluta, y ante todo igualdad con Dios. De ninguna manera moriréis: mentira sarcástica, como se manifiesta después en el versículo 7. Eva toma las palabras en otro sentido que el tentador maligno. Conocedores del bien y del mal (versículo 5): Estas palabras pueden significar dos cosas: a) conoceréis todas las cosas, las buenas y las malas; o 2) sabréis la diferencia entre lo bueno y lo malo. Otra forma de sarcasmo diabólico: pues esto se realizó, pero muy de otra manera. El diablo no sospechaba que el ansia del mismo Dios consistía precisamente en otorgar a los hombres su propia vida divina, pero no por vía de rebelión, sino por vía de obediencia a su mandato. Notamos ya en este primer encuentro del diablo con el hombre el signo característico de toda rebeldía contra Dios, esa contradicción esencialmente diabólica, que consiste no ya solo en la monstruosa ingratitud de aprovechar un don para ofender al donante, sino en la indecible estupidez de pretender que somos algo frente al que nos sacó de la nada. Tal fue la actitud de los ángeles rebeldes (cf. Isaías 14, 12 ss. y nota), y tal fue igualmente el móvil del primer pecado del género humano, cometido bajo los auspicios del diablo. Otra característica, no menos significativa, se revela en esta primera aparición de Satanás en el escenario de la tierra: su audacia en penetrar en el jardín de Dios, el paraíso, y llevar su ataque contra el mismo centro del Reino de Dios que estaba en sus primeros comienzos. De la misma manera se metió también en el colegio más santo del mundo, el de los apóstoles, por medio de su representante Judas. Estemos seguros que el enorme éxito que tuvo con este método le ha inducido a seguirlo y a perfeccionarlo. Por eso, si queremos localizar a Satanás, no hemos de buscarle en el desierto, sino metido en los centros y en los puntos neurálgicos y bien disfrazado como “ángel de la luz” (II Corintios 11, 14). Solamente así se explica el misterio de la apostasía bajo formas de piedad, de la cual habla San Pablo en II Tesalonicenses 2, 3 ss.
Replicó la serpiente a la mujer: “De ninguna manera moriréis;
5pues bien sabe Dios que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal”.

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6. Eva se deja engañar por el diablo y sus propios apetititos. Dio también a su marido: San Agustín agrega: “con palabras persuasivas”. Ha de excluirse todas las teorías modernas que consideran este primer pecado como un pecado de niño irresponsable, o un pecado de magia, o un pecado sexual. Toda la tradición lo toma como un acto de desobediencia y aunque la desobediencia de Eva precedió a la de Adán, no hay duda de que este es la causa primera del pecado original y de su propagación, por ser nuestra cabeza y la causa primera de la generación. Santo Tomás y muchos Teólogos opinan que a pesar de la caída de Eva, no habría habido transmisión del pecado original si Adán no hubiera pecado. Comienza aquí el drama del género humano, que se desarrolla de pecado en pecado hasta el último pecado del último hombre, solo interrumpido por el entreacto de la Redención. Mas en el último acto veremos, como afirma San Pedro, el gran milagro de la “restauración de todas las cosas” (Hechos 3, 21), y en esto se funda nuestra “bienaventurada esperanza” (Tito 2, 13). Cf. Mat 19, 28. Los racionalistas han realizado grandes esfuerzos por dar al relato bíblico de la caída de Adán un carácter mitológico, pero no han encontrado sino un sello babilónico del tercer milenio a. C. En el sello aparecen dos personajes, sentados en escabeles a ambos lados de un árbol. Detrás de la primera persona, que según el vestido puede ser una mujer, hay una serpiente colocada verticalmente. En realidad nadie conoce el verdadero sentido de la escena grabada en el sello.
Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comida y una delicia para los ojos, y que el árbol era apetecible para alcanzar sabiduría, tomó de su fruto y comió y dio también a su marido (que estaba) con ella, y él comió también.
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7. Se les abrieron los ojos, no para adquirir nuevos y más elevados conocimientos, ni mucho menos para ser como Dios, sino para reconocer su propia miseria y el terrible engaño de que habían sido víctimas. Perdieron todos los dones sobrenaturales, la gracia santificante, la inocencia, justicia y santidad original y la amistad de Dios; hasta sus dones naturales comenzaron a flaquear, se despertó la concupiscencia, la carne empezó a rebelarse contra el espíritu, y detrás de todos los males se cernía la muerte y la corrupción de todo el género humano. La caída de Adán tiene mucha semejanza con la del Ángel caído. Ambos sobrepasaban sus derechos buscando en cierto modo arrebatar el Reino de Dios para sí mismos; ambos negaban la autoridad que correspondía a Dios solo. Mas la sublevación del Ángel fue definitiva e irreparable; la caída del hombre, en cambio, será reparada por un Redentor que por su obediencia restaurará el Reino de Dios sobre la tierra, destruido por la desobediencia de Adán. La higuera es el primer árbol cuyo nombre aparecen en la Biblia, el segundo es el olivo (8, 11).
Efectivamente se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaba desnudos; por lo cual cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales.

Castigo del pecado y promesa del Redentor

8Cuando oyeron el rumor de Yahvé Dios que se paseaba en el jardín al tiempo de la brisa del día, Adán y su mujer se ocultaron de la vista de Yahvé Dios por entre los árboles del jardín.

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9. ¿Dónde estás? No es una simple pregunta, sino la voz del buen pastor que busca la oveja perdida, como si dijera “¿En qué situación estás? ¿A qué extremo te ha reducido tu pecado, que huyes de tu Dios a quien antes buscabas?” (San Ambrosio).
Yahvé Dios llamó a Adán y le dijo: “¿Dónde estás?”
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10. Tuve miedo: He aquí la primera palabra del hombre después de la caída: tuve miedo; las primeras angustias de un corazón humano, el primer remordimiento de una conciencia perturbada, que se transmitirá de generación en generación hasta llegar a nosotros, como las ondulaciones producidas por una piedra lanzada en las aguas alcanzan la ribera.
Este contestó: “Oí tu paso por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí”.
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11. “De dos dolores nos habla aquí la Sagrada Escritura: del dolor de Dios y del dolor del hombre. El pecado es el dolor de Dios, su consecuencia es el dolor del hombre. El pecado nos aleja de Dios, el dolor nos acerca a Él. El pecado es separación de Dios, el dolor, unión con Él” (Elpis).
Mas Él dijo: “¿Quién te ha dicho que estás desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del cual te prohibí comer?”
12Respondió Adán: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y comí.” 13Dijo luego Yahvé Dios a la mujer: “¿Qué es lo que has hecho?” Y contestó la mujer: “La serpiente me engañó, y comí.”

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14. El “castigo” se dirige no tanto a la serpiente como al diablo. No quiere decir que la serpiente hubiera tenido patas antes del pecado del paraíso, ni que en adelante se alimentaría del polvo de la tierra, como lo explicaban por ej. Flavio Josefo y Lutero. Arrastrarse sobre el pecho y comer polvo son metáforas que señalan las más profunda humillación (cf. Miqueas 7, 17). Especialmente la segunda metáfora era muy usada entre los pueblos orientales. En la mitología babilónica el polvo era el manjar de los condenados en el infierno. San Judas nos revela que el diablo, pese a su caída y la sentencia pronunciada contra él, sigue siendo de altísima categoría, de modo que San Miguel no se atrevió a maldecirlo directamente, sino que le dijo: “Te reprenda el Señor” (Judas v. 9), palabras que repetimos todos los días en el exorcismo que León XIII mandó rezar después de la misa para implorar el encierro de Satanás, que se realizará cuando sea vencido definitivamente (Apocalipsis 12, 7-12 y 20, 10). Entretanto le es dada cierta libertad, como lo vemos en el primer capítulo del libro de Job y en muchos pasajes del Nuevo Testamento, por ej. En I Pedro 5, 8. Cf. también Juan 14, 30; II Corintios 2, 10 s.; 4, 4 y notas.
Entonces dijo Yahvé Dios a la serpiente:

“Por haber hecho esto, serás maldita

como ninguna otra bestia doméstica o salvaje.

Sobre tu vientre caminarás,

y polvo comerás todos los días de tu vida.

15
15. Brilla aquí el primer rayo de luz después de la caída del hombre. El corazón paternal de Dios tiene preparada una salida, tan compasiva como insospechada: la futura reparación y salvación por medio de un nuevo Adán, Cristo (cf. Romanos 5, 12 ss.), por donde se ve “que en el pensamiento de Dios el Cordero inmaculado se inmola desde el principio del mundo y pone a la humanidad caída en vías de redención” (Eschoyez). Cf. Apocalipsis 13, 8. La nueva versión italiana explicada por el P. Vaccari, profesor del Pontificio Instituto Bíblico, explaya el misterio de este versículo con las siguientes palabras: “La descendencia de la mujer vencerá al demonio de la misma manera que el hombre aplasta la cabeza de una serpiente. La descendencia de la mujer es, en general, el género humano; más principalmente, el Salvador Jesucristo, que es la Cabeza de toda la humanidad (Colosenses 1, 15, 18). Él venció por propia virtud al demonio, lo que los otros hacen en virtud de Él. Contiene, pues, este versículo el primer anuncio del futuro Redentor. Se le da por ello el nombre de “Protoevangelio” (“primera Buena Nueva”). Al triunfo del Salvador va asociada su madre, la magna Señora, que se contrapone a Eva (Lucas 1, 26- 38).” En vez de “este” (el linaje) dice la Vulgata “esta” (la mujer), lo que dio lugar a muchas discusiones, porque el texto hebreo y todas las versiones antiguas se oponen a esta traducción. El mismo San Jerónimo atestigua que también la primera versión latina, la Itala, traía igualmente el pronombre masculino, y no el femenino. “Le aplastarás el calcañar”: Cristo fue clavado en la Cruz, por obra de la serpiente (Satanás) y sus cooperadores, y así obtuvo Satanás una aparente victoria, mas el verdadero vencedor fue Cristo, que con la muerte de Cruz aplastó al enemigo del género humano, el cual al fin (Apocalipsis 20, 10) será precipitado en el “lago de fuego y azufre.” Entretanto, “ronda como león rugiente, buscando a quien pueda devorar” (I Pedro 2, 4; cf. Judas v. 5). Así se explica la misteriosa palabra de San Pablo en I Corintios 6, 3: “¿No sabéis que juzgaremos a los ángeles?”
Y pondré enemistad entre ti y la mujer,

y entre tu linaje y su linaje:

este te aplastará la cabeza,

y tú le aplastarás el calcañar.”

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16. La sumisión de la mujer al marido, que tantas veces repite San Pablo (Romanos 7, 2; I Corintios 11, 3 ss.; Efesios 5, 22, 24 y 33; Colosenses 3, 18) es, según estas palabras de Dios, una ley natural y divina. Hoy se tiende a olvidar esta norma primitiva, que no significa esclavitud de la mujer, sino su legítima posición dentro de la familia, ya que no puede haber dos cabezas en el mismo cuerpo.
Después dijo a la mujer:

“Multiplicaré tus dolores

y tus preñeces;

con dolor darás hijos a luz;

te sentirás atraída por tu marido,

pero él te dominará.”

17A Adán le dijo:

“Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que Yo te había prohibido comer,

será maldita la tierra por tu causa;

con doloroso trabajo te alimentarás de ella

todos los días de tu vida;

18te producirá espinas y abrojos,

y comerás de las hierbas del campo.

19
19. En ese momento el hombre empezó a morir, faltándole el fruto del árbol de la vida (v. 22). Desde entonces sentimos que el hombre es polvo. “De la tierra y a la tierra”, he aquí las palabras lapidarias que el dedo de Dios escribió sobre el escudo del género humano. “Todos los hombres no son más que polvo y ceniza”, dice ya el Eclesiástico (17, 31). Mas, si bien el cuerpo se descompone, el alma es un soplo de Dios (2, 7), que no se descompone ni muere (Sabiduría 3, 1-4), y aun el cuerpo descansa en la esperanza de la resurrección (Juan 5, 28 s.; Romanos 8, 23; I Corintios 15, 42). De aquí arranca un nuevo concepto de la vida. Somos lo que somos, hijos de Adán y herederos de su carne depravada. Solamente los méritos de Cristo nos dan capacidad para sobreponernos a esta degeneración de la carne y vivir según el espíritu; pero esto, que solo se da a los que creen con fe viva, no quita nada de nuestra decadencia natural; ya que la vida según el espíritu es un “nuevo nacimiento” en Cristo y presupone la muerte de nuestro “hombre viejo”, para que “caminemos en nueva vida” (Romanos 6, 4). San Pablo explica este misterio a los Efesios, diciéndoles: “Dejad vuestra pasada manera de vivir y desnudaos del hombre viejo, que se corrompe al seguir los deseos del error; renovaos en el espíritu de vuestra mente y vestíos del hombre nuevo, creado según Dios en la justicia y en la santidad de la verdad” (Efesios 4, 22-24; cf. Efesios 3, 9). Esto, sin duda, es menos frecuente de lo que creemos; pues para ello debe el hombre renunciarse a sí mismo (Lucas 9, 23), lo cual no es difícil si estamos convencidos de esa decadencia en que nacemos, pero es muy difícil para el que tiene esa suficiencia de sí mismo, tan en boga hoy día, pues nadie deja lo que cree bueno, en tanto que es fácil dejar lo que sabemos malo y perjudicial.
Con el sudor de tu rostro comerás el pan,

hasta que vuelvas a la tierra;

pues de ella fuiste tomado.

Polvo eres y al polvo volverás.”

Destierro del paraíso

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20. “Eva” significa literalmente: productora de vida, madre. La misma palabra encontramos, aunque con una pequeña diferencia morfológica, en el nombre de Yahvé (el que es, el viviente). “Adán” significa barro, polvo.
Adán puso a su mujer el nombre de Eva, por ser ella la madre de todos los vivientes.

21E hizo Yahvé Dios para Adán y su mujer túnicas de pieles y los vistió. 22
22. ¿Han de entenderse estas palabras de Dios como una simple aserción o en sentido irónico? Son más bien expresión de la compasión del divino Padre, cuyos ojos prevén las calamidades que han de venir sobre los pobres hombres que habían aspirado a ser como Él (v. 5).
Y dijo Yahvé Dios: “He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal; ahora, pues, no vaya a extender su mano para que tome todavía del árbol de la vida, y comiendo (de él) viva para siempre.”

23Después Yahvé Dios lo expulsó del jardín de Edén, para que labrase la tierra de donde había sido tomado. 24
24. “Por el pecado del hombre se cerró el paraíso terrenal, en señal de haberse cerrado el celestial” (Sto. Tomás); nos queda solo la esperanza de la “restauración de todas las cosas”, de la cual habla San Pedro en Hechos 3, 21, y el consuelo de que los ríos del paraíso siguen regándonos místicamente en los Sacramentos. “Los querubines”: ángeles de orden superior; son en el Salmo 17, 11 la “carroza” de Dios, el cual se sienta sobre los querubines (I Reyes 4, 4; Salmo 79, 2; Isaías 37, 16). Es de notar que Dios permitía y ordenaba (Éxodo 25, 18; III Reyes 6, 23) la representación plástica de los querubines, no obstante la prohibición, establecida por Él en el Decálogo, de no hacer imágenes ni figura alguna de las cosas que hay en el cielo y en la tierra (Éxodo 20, 4). También los asirios y babilonios conocían a los querubines (Karibu) y colocaban sus figuras en las puertas como guardianes celestiales de templos y palacios, mas los representaban medio hombre y medio animal, dándoles cuerpo de toro o león, alas de águila y cabeza de hombre con tiara y dos cuernos, símbolos de su divino poder. Cf. la descripción de los querubines en la visión de Ezequiel 1, 5 ss. “La fulgurante espada”, símbolo de la llameante espada divina, la encontramos también en la mitología pagana, donde tiene a veces la forma de tridente. Terminada la explicación de los tres primeros capítulos creemos conveniente llamar de nuevo la atención a la “Respuesta” de la Pontificia Comisión Bíblica del 30 de junio de 1909 que Bover-Cantera sintetiza como sigue: “Los tres primeros capítulos del Génesis contienen narraciones de hechos verdaderos, es decir que responden a la realidad objetiva y verdad histórica; no fábulas mitológicas o cosmogónicas, ni meras alegorías o símbolos destituidos de fundamento objetivo, ni leyendas ejemplares, parte históricas, parte ficticias (Dub. 2). Hay que admitir el sentido literal histórico en los hechos que atañen a los fundamentos de la religión cristiana, cuales son, entre otros: la creación del universo por Dios al principio del tiempo; la peculiar creación del hombre; la formación de la primera mujer, hecha del primer hombre; la unidad del género humano; la felicidad original de los primeros padres en estado de justicia, integridad e inmortalidad; el precepto dado por Dios al hombre para probar su fidelidad; la transgresión del precepto divino, por persuasión del diablo bajo la apariencia de serpiente; la caída de los primeros padres de aquel estado primitivo de inocencia; además la promesa de un futuro Reparador (Dub. 3). No hay que entender siempre en sentido propio y material todas las expresiones, que a las veces son evidentemente metafóricas o antropomórficas (Dub. 5). Siendo la mente del hagiógrafo no dar un tratado científico de la naturaleza, sino más bien un conocimiento popular, no hay que interpretar su lenguaje con rigor científico (Dub. 7) La palabra “yom” (día) puede entenderse en sentido impropio o lato (Dub. 8).
Y habiendo expulsado a Adán puso delante del jardín de Edén querubines, y la fulgurante espada que se agitaba, a fin de guardar el camino del árbol de la vida.
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