Genesis 37
V. HISTORIA DE JOSÉ
Envidia de los hijos de Jacob contra José su hermano
1Habitó Jacob en la tierra de las peregrinaciones de su padre, en la tierra de Canaán. 2 ▼▼2. Diez y siete años: Vulgata: dieciséis.
He aquí la historia de Jacob. Cuando José tenía diez y siete años, apacentaba con sus hermanos los rebaños, y por ser todavía joven, estaba con los hijos de Bilhá y los hijos de Silfá, mujeres de su padre; y dio José noticia de la mala fama que ellos tenían. 3 ▼▼3 ss. Un traje talar: Otros: una túnica de varios colores. Así también la Vulgata. Los hermanos de José no comprendían el cariño de su padre hacia el hijo predilecto, que era mejor educado que ellos y no participaba en sus fechorías (cf. v. 2). En sentido espiritual Jacob es figura del Padre Eterno, y José figura de Jesucristo, el “Hijo amado” (Marcos 12, 6).
Israel amaba a José más que a todos sus hermanos, por ser el hijo de su vejez; y le había hecho un traje talar. 4Viendo, pues, sus hermanos que su padre le amaba más que a todos sus hermanos, cobraron tal odio contra él que no podían hablarle en paz. 5Tuvo José un sueño, que contó a sus hermanos, por lo cual le odiaron más todavía. 6Les dijo: “Escuchad este sueño que he soñado. 7 ▼▼7. Los sueños con que Dios favoreció a José aumentaron la envidia y el odio de los hermanos, porque los miraban como una expresión de ambición de reinar y tomar el mando sobre toda la casa de Jacob. De ahí que tramen su ruina, sin saber que con ello serán la causa de su elevación y gloria. Pues los designios de Dios deben cumplirse; cumplirse al pie de la letra. Tenemos en esta narración un ejemplo clásico de los caminos de la divina Providencia, que sabe convertir en bien las maquinaciones de la malicia humana, como lo dice el mismo José en 50, 20.
Estábamos atando gavillas en el campo, y vi cómo se levantaba mi gavilla y se mantenía derecha, mientras que vuestras gavillas la rodeaban, y se postraban ante mi gavilla.” 8Le dijeron sus hermanos: “¿Quieres acaso reinar sobre nosotros o dominarnos por completo?” De modo que le odiaron aún más a causa de sus sueños y sus palabras. 9Tuvo, además otro sueño, y lo contó a sus hermanos diciendo: “Mirad, he tenido otro sueño más: el sol y la luna y once estrellas se postraban delante de mí.” 10Lo contó a su padre y a sus hermanos, por lo cual su padre le reprendió, diciendo: “¿Qué sueño es este que has soñado? ¿Debemos acaso venir, yo y tu madre y tus hermanos, y postrarnos en tierra delante de ti?” 11 ▼▼11. Como Jacob mismo había recibido en sueños instrucciones divinas, miraba el caso con respeto y no le parecía imposible que los sueños de su hijo significaran grandes acontecimientos.
Y sus hermanos le tenían envidia, mas su padre reflexionaba sobre lo sucedido. José es arrojado en una cisterna.
12Los hermanos de José fueron a apacentar los rebaños de su padre en Siquem, 13y dijo Israel a José: “¿No están tus hermanos pastoreando en Siquem? Ven, que te enviaré a donde ellos están.” Le respondió: “Heme aquí.” 14Y dijo: “Anda, y ve cómo están tus hermanos y cómo se halla el ganado, y tráeme noticias.” Así le envió desde el valle de Hebrón, y (José) se fue a Siquem. 15Y cuando andaba errante por el campo le encontró un hombre, el cual le preguntó: “¿Qué estás buscando?” 16Contestó: “Busco a mis hermanos; dime por favor, dónde están pastoreando.” 17 ▼▼17. Dotain, localidad situada a unos 60 kilómetros al norte de Jerusalén y unos 100 kilómetros al norte de Hebrón, donde vivía Jacob.
Dijo el hombre; “Se han ido de aquí, pues les oí decir: ‘Vamos a Dotain’.” Con esto se marchó José en busca de sus hermanos, y los halló en Dotain. 18Cuando ellos le vieron desde lejos, ya antes que llegase a ellos, buscaron cómo matarle dolosamente, 19diciéndose uno a otro: “Mirad, ahí viene ese soñador. 20Vamos a matarle y arrojarle en una de estas cisternas; y diremos que una fiera lo ha devorado; entonces veremos qué será de sus sueños.” 21Rubén, que oyó esto, trató de librarlo de sus manos, diciendo: “No le quitemos la vida.” 22 ▼▼22. Las cisternas secas se usaban también como prisiones. Véase el caso del profeta Jeremías, quien sufrió la misma suerte (Jeremías 38, 6).
Y los exhortó Rubén: “No derraméis sangre; arrojadlo en esta cisterna que está en el desierto, mas no pongáis en él la mano”, (esto decía) para librarlo de su mano, a fin de devolverlo a su padre. 23Con todo, cuando José llegó a sus hermanos, le despojaron de su túnica, el traje talar que traía puesto; 24y tomándolo lo arrojaron en la cisterna. La cisterna estaba vacía, no había agua en ella. José en Egipto
25 ▼▼25. Ismaelitas, árabes, descendientes de Ismael, hijo de Abrahán. En versículo 28 se llaman madianitas. Cf. Jueces 8, 22 ss.
Después se sentaron a comer, y levantando los ojos vieron una caravana de ismaelitas que venía de Galaad, y cuyos camellos llevaban especias y bálsamo y resina para transportarlos a Egipto. 26Entonces dijo Judá a sus hermanos: “¿Qué ganaremos con matar a nuestro hermano y ocultar su sangre? 27Vamos, vendámoslo a los ismaelitas y no pongamos en él nuestra mano; pues es nuestro hermano, carne nuestra.” Sus hermanos estaban de acuerdo, 28 ▼▼28. Por ser odiado por sus hermanos y vendido por pocas monedas, José es figura de Jesucristo. También Jesús fue perseguido por su propio pueblo y vendido como José por unas monedas de plata. Pero para ambos la humillación fue el comienzo de la glorificación: Jesús triunfó en la cruz y José en los sufrimientos de la esclavitud. Pues Dios empieza a elevar cuando humilla, y cuanto más quiere ensalzar, más deprime. “Los hermanos vendieron a José por no honrarle, y él fue honrado y enaltecido precisamente porque lo vendieron” (San Gregorio, in Gen.).
y cuando pasaron los mercaderes madianitas, sacaron a José, alzándole de la cisterna. Y vendieron a José por veinte piezas de plata a los ismaelitas, que le llevaron a Egipto. 29Cuando Rubén volvió a la cisterna y vio que José no estaba en la cisterna, rasgó sus vestidos, 30y volviéndose a sus hermanos, les dijo: “El niño no aparece; ahora, ¿adónde voy yo?” 31Mas ellos tomaron la túnica de José, degollaron un macho cabrío, empaparon la túnica en la sangre, 32y enviaron el traje talar a su padre, diciendo: “Esto hemos hallado; comprueba, pues, si es o no la túnica de tu hijo.” 33Y él la reconoció y dijo: “Es la túnica de mi hijo; una fiera lo ha devorado. Despedazado, despedazado ha sido José.” 34 ▼▼34. El rasgar los vestidos y cubrirse de saco eran señales de dolor y de luto, no solo entre los judíos sino también en otros pueblos del Oriente.
Y rasgó Jacob sus vestidos, puso un saco sobre sus lomos e hizo duelo por su hijo muchos días. 35 ▼▼35. Scheol llamaban los israelitas el lugar donde moraban las almas de los difuntos. Aquí se manifiesta la fe del patriarca en la inmortalidad, que en el pueblo de Israel se desarrollará hasta llegar a la fe en la resurrección (Job 19, 25; Proverbios 7, 27; Isaías 14, 15; Ezequiel 32, 21). Generalmente, la Vulgata traduce “Scheol” por infierno, y da a esta palabra su significado antiguo, que se ha perdido en las lenguas modernas. El “infierno” de la Vulgata se refiere, por consiguiente, no al lugar de los condenados, sino al “limbo de los padres” o “seno de Abrahán”. Cf. el “descendit ad inferos” del Credo.
Todos sus hijos y todas sus hijas vinieron a consolarle; mas él no quiso ser consolado, sino que dijo: “Por tristeza bajaré adonde está mi hijo, al scheol.” Así lo lloró su padre. 36 ▼▼36. Eunuco, no en sentido propio, pues no lo fue, sino en sentido de oficial o funcionario. Faraón: Título de los reyes egipcios. Su significado es “Casa Magna”. Reinaban aquel tiempo en Egipto una dinastía extranjera, la de los Hyksos, invasores asiáticos.
Los madianitas le vendieron en Egipto a Putifar, eunuco del Faraón, jefe de la guardia.
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