‏ Genesis 38

Hijos de Judá

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1. “Moisés interrumpe aquí la narración de los hechos de José, para dar lugar a la historia y genealogía de Judá, antes que a la de los otros hermanos. En primer lugar, porque de Judá, por medio de Tamar, había de nacer el Salvador del mundo. Y en segundo lugar, para que los judíos no menospreciasen a los gentiles, puesto que la tribu de Judá, que era la más noble de todas, descendía de los cananeos por medio de una mujer gentil” (Scío). El P. Páramo completa este pensamiento, llamando la atención sobre el hecho de que en la genealogía de Cristo se haga mención de Tamar (y de Rahab y Betsabee), “para confundir la soberbia de los hombres y hacer ver que el misterio de la Redención fue obra toda de la misericordia de Dios, y para alentar al mismo tiempo a los gentiles”. “Adullamita”: de Odollam, lugar situado al suroeste de Belán. Cf. Josué 15, 35; I Reyes 22, 1.
En aquel tiempo se separó Judá de sus hermanos, y bajando llegó a un adullamita que se llamaba Hirá.
2Allí vio Judá a la hija de un cananeo, llamado Súa; la tomó (por mujer) y se llegó a ella; 3la cual concibió y dio a luz un hijo, a quien llamó Er. 4Concibió otra vez, y dio a luz un hijo, al que puso por nombre Onán. 5Volvió a dar a luz un hijo, a quien llamó Selá. Estaba en Quesib cuando dio a luz.

6Ahora bien, tomó Judá para Er, su primogénito, una mujer que se llamaba Tamar. 7Pero Er, el primogénito de Judá, era malo a los ojos de Yahvé, y Yahvé le quitó la vida. 8
8. Vemos aquí una institución según la cual el cuñado tenía que casarse con la viuda de su hermano, si este moría sin dejar hijos. La institución recibió el nombre de levirato (levir = cuñado). Los hijos nacidos del matrimonio del levirato eran considerados como hijos del hermano difunto. Véase Deuteronomio 25, 5.
Entonces dijo Judá a Onán: “Llégate a la mujer de tu hermano, y cumple con ella tu deber de cuñado, suscitando descendencia a tu hermano.”
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9. Enseña esta narración que el uso del matrimonio sin querer tener hijos provoca el castigo de Dios (v. 10), por ser un pecado contra la naturaleza. Este castigo se cumple también hoy en las familias contagiadas por el onanismo, vicio que de Onán trae su nombre. Dios no los hace desaparecer tan rápidamente como Onán, los abandona más bien a la comodidad, a los placeres de la vida y a las pasiones vergonzosas (Romanos 1, 26), de modo que degeneran sin remedio, extirpándose a sí mismos. Nótese que el móvil de Onán no fue tan perverso como el del maltusianismo de hoy, por lo cual este es aún más detestable. Tenemos en este episodio un ejemplo de pedagogía divina, que envuelve los preceptos morales en historias. Hay un caudal de verdades morales que de esta manera nos han sido transmitidas en la Biblia. “Dictada por Dios principalmente, con un fin religioso, es decir, santificador, prepondera en ella la verdad normativa a la de simple especulación… Pero la misma enseñanza moral suele darse en historias, y estas se convierten en regla viva, en moral ‘vivida’, como hoy se dice, cuyas reglas se graban profundamente en el espíritu de los oyentes” (Cardenal Gomá, Biblia y Predicación, pág. 118).
Mas Onán, sabiendo que la descendencia no había de ser suya, siempre que se llegaba a la mujer de su hermano, derramaba en tierra, para no dar prole a su hermano.
10Lo que hacía, era malo a los ojos de Yahvé, por lo cual lo mató a él también. 11Dijo entonces Judá a Tamar, su nuera: “Quédate como viuda en casa de tu padre, hasta que sea mayor mi hijo Selá”, porque se decía: “No sea que muera también él, como sus hermanos.” Se fue, pues, Tamar, y habitó en casa de su padre.

Judá y Tamar

12Pasados ya muchos días, murió la hija de Súa, mujer de Judá; y concluido el duelo, subió Judá con su amigo Hirá adullamita a Timná donde estaban los esquiladores de sus ovejas. 13Lo supo Tamar, pues le decían: “Mira, tu suegro sube a Timná, al esquileo de sus ovejas.” 14Entonces ella se quitó los vestidos de su viudez y se cubrió de un velo; y así envuelta se sentó a la entrada de Enaim, en el camino de Timná, porque veía que Selá era ya grande, y ella no le había sido dada por mujer. 15Como la viese Judá, la tuvo por ramera, por tener ella cubierto el rostro; 16y dirigiéndose hacia ella, en el borde del camino dijo: “Déjame, por favor llegarme a ti”, pues no sabía que era su nuera. Ella preguntó: “¿Qué me darás por llegarte a mi?”, 17Respondió: “Enviaré un cabrito del rebaño”, a lo cual ella dijo: “Sí, con tal que me des una prenda, hasta que lo mandes.” 18
18. El cordón servía para llevar el sello, el cual pendía del cuello y era, por regla general, un cilindro horadado.
“¿Qué prenda te he de dar?”, preguntó él, y ella contestó: “Tu sello, tu cordón y el bastón que llevas en la mano.” Se lo dio, y llegose a ella, la cual concibió de él.
19Después se levantó y se fue, se quitó el velo y se vistió los vestidos de su viudez.

20Envió Judá el cabrito por mano de su amigo, el adullamita, para retirar de la mujer los objetos dados en prenda, pero no la halló. 21Por lo cual preguntó a los hombres de aquel lugar, diciendo “¿Dónde está la prostituta de Enaim, la de junto al camino?” Respondieron: “Aquí no ha habido prostituta alguna.” 22Se volvió, pues, a Judá y dijo: “No la he encontrado; y además los hombres de aquel lugar dicen: ‘No ha habido aquí prostituta alguna.’” 23Dijo entonces Judá: “Tómeselo para sí, para que nadie pueda burlarse de nosotros. He aquí, yo he enviado este cabrito, mas tú no la has encontrado.”

24Pasados unos tres meses fue dada a Judá esta noticia: “Tu nuera Tamar se ha prostituido, y también está encinta a consecuencia de sus fornicaciones.” Y mandó Judá: “¡Sacadla, y sea quemada!” 25
25 s. Judá la condena como adúltera, sin pensar que él mismo fue la causa del crimen por el cual la quiere entregar a las llamas. También hoy día se consideran honestos los hombres que por una parte abusan de una mujer y por otro la condenan como mala. Judá reconoció después su culpa (v. 26).
Fue, pues, sacada, mas envió a decir a su suegro: “Del varón a quien pertenecen estas cosas estoy yo encinta.” Y añadió: “Averigua tú, te ruego, de quien son este sello, este cordón y este bastón.”
26Los reconoció Judá, y dijo: “Más justa es ella que yo, por cuanto no se la he dado a Selá, mi hijo.” Y no volvió más a conocerla.

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27. Hay que saber que las mujeres de Israel se sentían deshonradas si no tenían descendencia, de la cual bien podía nacer el Mesías (cf. en Jueces 11 el caso de la hija de Jefté). Y en realidad, los mellizos que de Tamar nacieron, figuran en la genealogía legal de Jesucristo, según San Mateo (1, 3). ¡Abismo de humillación que aceptó el Verbo Eterno, cuyo amor al Padre y a los hombres lo llevó a despojarse a sí mismo (Filipenses 2, 7) por buscar misericordiosamente a los pecadores! Véase Mateo 9, 13.
Venido el tiempo de su parto, sucedió que había mellizos en su seno.
28Y al dar a luz, uno sacó la mano; la tomó la partera y ató a ella un hijo de escarlata, diciendo: “Este salió primero.” 29Pero retiró él su mano y salió su hermano. Y ella dijo: “¡Cómo te abriste brecha!” Y fue llamado Fares. 30Luego salió su hermano, el que tenía en la mano el hijo de escarlata, y fue llamado Zara.
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