‏ Haggai 2

Gloria del nuevo Templo

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1. En el hebreo está este versículo al final del capítulo anterior.
Era el día veinticuatro del mes sexto del segundo año del rey Darío.
2El veintiuno del mes séptimo, habló Yahvé, por boca del profeta Ageo, en estos términos: 3“Habla a Zorobabel, hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y al Sumo Sacerdote Jesús, hijo de Josedec, y al resto del pueblo, y diles: 4
4 s. Vivían todavía algunos que habían visto la majestad del primer Templo, destruido por Nabucodonosor en 587, en comparación con el cual este segundo parecía como nada. Cf. Esdras 3, 12-13 y nota. El profeta alienta de nuevo a los príncipes y al pueblo.
¿Vive entre vosotros aún un hombre que haya visto esta Casa en su gloria anterior? ¿Y qué tal os parece ahora? ¿No es a vuestros ojos como nada?
5Ahora, pues, cobra ánimo, oh Zorobabel, dice Yahvé. Cobra ánimo, oh Jesús, hijo de Josedec, Sumo Sacerdote; cobra ánimo, pueblo todo del país, dice Yahvé. ¡Y manos a la obra! pues Yo estoy con vosotros, dice Yahvé de los ejércitos. 6
6. Dios les recuerda el pacto del Sinaí en que los hizo su pueblo escogido. (Éxodo 19, 5 s.).
Por el pacto qué hice con vosotros cuando salisteis de Egipto, mi Espíritu está en medio de vosotros. No temáis.
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7. Dentro de poco: “Faltaba algo más de quinientos años hasta el nacimiento de Jesucristo, y llamase un poco de tiempo con respecto a la eternidad de Dios” (Paramo). Cf. La expresión “dentro de poco” en Juan 16, 16 y nota. Véase la explicación que de este verso da San Pablo en Hebreos 12, 26 ss. Conmoveré, etc.: Los profetas pintan con estas imágenes de revolución terrestre y cósmica el juicio y la segunda venida de Cristo. Véase Isaías 13, 10; 34, 4; Jeremías 4, 23; Daniel capítulo 7; Joel 2, 30 s.; Apocalipsis 6, 12; cf. Mateo 24, 29. Fillion observa a este respecto que “la mayoría de los profetas, suponen, cuando anuncian la era mesiánica, que ella será precedida de grandes perturbaciones en el mundo pagano, para llevarlo a doblegarse bajo la ley del verdadero Dios”; y agrega que “esas perturbaciones son simbolizadas bajo la fisura de revoluciones producidas en el mundo material. Cf. Isaías 2, 2; 11, 10 ss.; 19, 16 ss.; 24, 1 ss.; 60, 1 ss.; Daniel 2, 36-45; 7, 2 ss.; Joel 2, 30 ss.; Miqueas 4, 1 ss., etc.”.
Porque así dice Yahvé de los ejércitos: Una vez más, y esto dentro de poco, conmoveré el cielo y la tierra, el mar y los continentes.
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8. Los tesoros de todos los pueblos. Realmente los reyes persas y los jefes de otros pueblos enviaron regalos y ofrendas para el nuevo Templo. Mas el vaticinio va más allá del restaurado reino judío (véase Salmo 67, 30; Isaías 60, 5 ss.), siendo su sentido mesiánico, como lo afirman muchos Padres, siguiendo la versión de la Vulgata: Vendrá el Deseado de todas las gentes. Este “deseado de todas las gentes” es, en sentir de ellos, Aquel mismo que Jacob llama según la Vulgata la esperanza de las naciones y el deseo de los collados eternos (si bien el hebreo da también allí un sentido diferente, como puede verse en Génesis 49, 10 y 26; Ezequiel 21, 27 y notas). Los Setenta traducen: los elegidos de entre los pueblos: lo que, en opinión de San Cirilo Alejandrino, querría decir que los mejores de los paganos se convertirán.
Conmoveré todas las naciones, y vendrán los tesoros de todos los pueblos, y henchiré de gloria esta Casa, dice Yahvé de los ejércitos.
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9. Mía es la plata, mío el oro: San Agustín parte de estas palabras para inculcar a los ricos los deberes sociales y dice: “Si el oro y la plata son de Dios, esto quiere decir que cuando Dios os manda dar a los pobres, os manda dar lo que es suyo; y cuando hacéis limosna, lo hacéis con fondos que os prescribe distribuir, y no con lo que os pertenece” (De Moribus). Pues Dios es el dueño de todos nuestros bienes, y nosotros somos sus administradores.
Mía es la plata, mío el oro, dice Yahvé de los ejércitos.
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10. No obstante lo expuesto en la nota al versículo 20 sobre el rechazo que Israel había de hacer del Enviado, y que quitó a este segundo Templo la plenitud de la gloria que había de tener, es claro que el solo hecho de que Jesús entrase en él desde Niño (Lucas 2, 46 ss.) y predicase en él hasta el fin (Mateo 23), constituyó para ese Templo una gloria inmensa, si bien no definitiva según anunciaban los profetas (cf. Ezequiel 20, 40; 37, 26 ss.; 43, 7-9; 44, 4; Jeremías 33, 17 ss.; Tobías 13, 12 y nota), pues el mismo Jesús había de llamarlo, al menos por dos veces, mercado (Juan 2, 16) y guarida de ladrones (Mateo 21, 13 y nota), y predecirle su total destrucción (Mateo 24, 1 ss.) por no haber reconocido Israel “el tiempo de Su visita” (Lucas 19, 44). Tal vaticinio del divino Profeta se cumplió por los romanos el año 70, con esa destrucción, que aún perdura, porque el Templo no se levantó más y el pueblo judío vive disperso por el mundo entero, aunque una parte ha vuelto al país de sus padres (cf. Éxodo 25, 4 y notó). Daré la paz: De acuerdo con todo el conjunto de las profecías, la era del Cristo debía ser una era de paz. Cf. Miqueas 5, 4. Sobre Cristo como príncipe de paz, véase Salmo 71, 7; 84, 10; Isaías 9, 6; Miqueas 5, 5; Ezequiel 37, 26.
Grande será la gloria de esta Casa; más grande que la primera será su postrera, dice Yahvé de los ejércitos; y en este lugar daré la paz, dice Yahvé de los ejércitos.”

Causas de las calamidades

11El día veinticuatro del mes noveno del año segundo de Darío, habló Yahvé por boca del profeta Ageo, en estos términos: 12“Así dice Yahvé de los ejércitos: Propón a los sacerdotes esta cuestión legal: 13
13 s. Cf. Lev. 6, 20 s.; Números 19, 22 s. Crampón aduce el ejemplo de la naturaleza, en que un fruto sano, en contacto con otro picado, no puede sanar a este, sino que a la inversa, se pica él también. Véase Mateo 13, 21, cuya interpretación se vincula con este concepto.
Si uno lleva carne sagrada en una falda de su vestido, y toca con esa su falda pan, o un guiso, o vino, o aceite, o cualquier clase de comida, ¿quedarán acaso santificadas estas cosas?” Respondieron los sacerdotes y dijeron que no.
14Luego dijo Ageo: “Si uno está inmundo por (haber tocado a) un muerto y toca alguna de estas cosas, ¿quedarán estas inmundas?” Respondieron los sacerdotes y dijeron: “Quedarán inmundas.” 15
15. Se aplica lo que precede al pueblo judío. Este es semejante a un hombre inmundo que ha contraído impureza legal por contacto con un cadáver, de manera que todo lo que toca o hace queda inmundo, porque la inmundicia es contagiosa, en contraste con la santidad que no se comunica automáticamente (versículo 13). La inmundicia consiste en la indolencia que acaban de mostrar respecto a la reconstrucción del Templo. Por eso Dios considera todas sus obras como inmundas. Hay en esto una honda doctrina espiritual: Todo lo que no viene del corazón sencillo, es decir, recto y sin doblez, desagrada a Dios (véase Juan 1, 47 y nota). (Mencionemos de paso que algunos expositores ven en la inmundicia a los samaritanos cuyo contacto hacía impuros a los judíos (cf. Esdras 4, 1 ss.).
Entonces Ageo tomó la palabra y dijo: “Así es este pueblo, y así es esta nación, delante de Mí, dice Yahvé; y así son todas las obras de sus manos; inmundo es lo que me ofrecen en este lugar.

16Mirad ahora (lo que sucederá) desde este día en adelante: Antes de poner vosotros piedra sobre piedra en el Templo de Yahvé, 17
17 ss. Se refiere a las malas mieses que obtenían, a causa del escaso interés en la reconstrucción del Templo. Desde aquel momento en que continúen reedificando la Casa del Señor, la tierra les dará sus frutos. Cf. versículo 20; Isaías 5, 10.
cuando uno iba a un montón de veinte había solamente diez (medidas), cuando iba al lagar para sacar cincuenta, había solamente veinte,
18porque Yo os castigué con tizón y añublo y granizo, (destruyendo) todas las labores de vuestras manos; y con todo no os volvisteis a Mí, dice Yahvé. 19Pero mirad (lo que sucederá) desde este día en adelante, desde el día veinte y cuatro del mes noveno, desde el día en que han sido echados los cimientos de la Casa de Yahvé. ¡Miradlo bien! 20
20. La vid, la higuera, etc.: Todo debía hacer florecer el divino Padre (cf. Cantar de los Cantares 7, 12; Oseas 2, 14 ss., etc.) cuando viniese Jesús, el Deseado (versículo 8), en quien tenía Él todo su gozo (Mateo 17, 5) y por quien hizo todas las cosas (Hebreos 1, 2). Pero esas bendiciones prometidas a Israel quedaron en suspenso, porque el Ungido vino a su pueblo y él no lo recibió (Juan 1, 11). Para entender rectamente las profecías no puede perderse de vista este punto gravísimo del rechazo del Mesías, que lo convirtió en piedra de tropiezo, cosa que la misma Escritura llama asombrosa (Salmo 117, 22 y nota). El que vino para ser Salvador y príncipe de Israel (Miqueas 5, 2; Lucas 1, 32; Mateo 25, 31) fue motivo de su ruina, como lo anunció Simeón (Lucas 2, 34). De ahí el asombro de Pedro cuando Jesús le anuncia su Pasión (Mateo 16, 21 ss.), y de ahí que los discípulos lo aclamaran el domingo de Ramos como ya triunfante (Marc. 11, 10), y no comprendieran, hasta que Jesús mismo se lo explicó después de su Resurrección (Lucas 24, 25 ss.), que era necesario que Él padeciese antes de entrar en esa gloria con que lo presentaban los profetas (Jeremías 23, 5 ss.; Ezequiel 37, 22, 25; cf. Isaías 60, etc.), y que también esa Pasión y Muerte del gran Rey estaba anunciada (cf. Isaías 53; Salmo 21 y 68, etc.), lo mismo que su Resurrección (Hechos capítulos 3 y 13), porque Dios no podía ignorar que Israel rechazaría al Salvador que Él le mandaba; así como en el caso de Adán, aunque Él no lo creó para que pecase, no podía ignorar que iba a pecar. Véase Isaías 35, 5; Zacarías 3, 7 y nota; Mateo 11, 12; Hechos 3, 22 y 26; I Pedro 1, 3 y notas.
La semilla está todavía en el granero; la vid, la higuera, el granado, el olivo no han dado aún su fruto, pero desde este día haré Yo mi bendición.”

Distinción de Zorobabel

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21. Termina el Libro de Ageo con una promesa esplendorosa, y concordante con las de muchos otros profetas: los reinos paganos desaparecerán, más Zorobabel y su descendencia vivirán en paz y seguridad, esperando la salud prometida. Anuncio evidentemente mesiánico, pues sabemos que históricamente sucedió algo muy distinto. Cf. versículo 7, 10 y 20 y notas.
Habló Yahvé a Ageo por segunda vez, el día veinte y cuatro del mes, diciendo:
22“Habla a Zorobabel, gobernador de Judá, y dile: Yo conmoveré el cielo y la tierra; 23trastornaré el trono de los reinos y destruiré el poder de los reinos de los gentiles, volcaré los carros y sus ocupantes, y caerán los caballos y los que en ellos cabalgan, los unos por la espada de los otros. 24
24. Como anillo de sellar; que era guardado cuidadosamente; su portador nunca se separaba de él y lo llevaba siempre consigo. Véase Génesis 41, 42; Jeremías 22, 24; Cantar de los Cantares 8, 6. Siervo y escogido son epítetos mesiánicos, por lo cual San Jerónimo considera a Zorobabel como figura de Cristo, y realmente parece que en este notable pasaje relativo al último príncipe descendiente de David, caudillo de Judá (Esdras 2, 2) y restaurador del culto de Dios (cf. 1, 14; Esdras 3, 2 y 8; Nehemías 12, 46), a quien se dirige ante todo la profecía de Ageo (cf. 1, 1; 2, 3) y también la de Zacarías (Zacarías 4, 6-10), se escondiese también algo del misterio davídico y mesiánico que anotábamos en Isaías 32, 1 y nota; Ezequiel 46, 16 ss. Crampón comenta a este respecto: “El sello tiene una gran importancia entre los orientales: atestigua el derecho de su poseedor y certifica sus voluntades. Dios cuidará de Zorobabel como de una cosa de gran precio; hará de él el instrumento de sus voluntades, el agente fiel de sus decretos frente a su pueblo y frente al mundo entero, y hará propia la obra de su siervo, como obra privilegiada suya.” El Eclesiástico habla también de Zorobabel (y del sacerdote Jesús, hijo de Josedec) en términos ditirámbicos, lo mismo que Zacarías, y lo llama, como aquí anillo. Véase Eclesiástico 49, 13; cf. Mateo 1, 12.
En aquel día, dice Yahvé de los ejércitos, te tomaré, oh Zorobabel, hijo de Salatiel, siervo mío, dice Yahvé, y te haré como anillo de sellar, porque Yo te he escogido”, dice Yahvé de los ejércitos.

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