Job 7
Job continúa su defensa
1 ▼▼1 s. Milicia: La idea no es la de guerra, sino la del trabajo por un tiempo, y durante el cual suspiramos por el reposo (Crampón). “Pero el Señor otorga la gracia a sus fieles siervos, y lo que es aún más, como dice San Pablo (Romanos 8, 28): «El hace que todo contribuya al bien de los que le aman» hasta el fin; todo: la gracia, las cualidades naturales, las contradicciones, las enfermedades, hasta el pecado, dice San Agustín, el pecado que Él permite en la vida de sus siervos, como permitió la negación de Pedro, para que se afiancen en la humildad y en el amor más acendrado” (Garrigou-Lagrange, Proverbios y Conf., III, 3). Cf. I Pedro, 1, 6; 5, 10.
Milicia es la vida del hombre sobre la tierra; como los del jornalero son sus días. 2Como el siervo suspira por la sombra, y como el jornalero espera su salario; 3así heredé meses de calamidad, y noches de dolor me tocaron en suerte. 4Si me acuesto, digo: “¿Cuándo me levantaré?” Mas la noche es larga, y me canso, dándome vuelta hasta el alba. 5 ▼▼5. Cf. 17, 14 y nota.
Mi carne está cubierta de gusanos y de una costra de barro; mi piel se rompe y se deshace. 6 ▼▼6. Cf. 9, 25; 16, 23; 17, 11; Salmos 89, 4; 102, 12; Isaías 38, 12; 40, 6.
Mis días pasan más ligeros que la lanzadera, y desaparecen sin esperanza. 7 ▼▼7 ss. Vuelve aquí a orar, con la debilidad de un niño que se queja. Este espíritu agrada al Padre Celestial, como lo vemos en los Salmos. Lo que Él aborrece es la soberbia que blasfema, o la soberbia que quiere ser fuerte confiando en sí misma. Véase versículo 21.
Acuérdate de que mi vida es un soplo; mis ojos ya no verán la felicidad. 8No me verá más el ojo del que ahora me ve; apenas tus ojos me ven, y ya no subsisto. 9La nube se disipa y pasa; así no sube más el que desciende al sepulcro. 10No volverá más a su casa, ni le reconocerá su lugar. 11 ▼▼11. No tendré ya escrúpulo en lamentarme. Admiremos en esto la blandura de Dios.
Por eso, no refrenaré mi lengua, hablaré en la angustia de mi espíritu, me quejaré en la amargura de mi alma. 12 ▼▼12. Igual pequeñez que en 6, 12.
¿Soy yo el mar, o algún monstruo marino, para que me tengas encerrado con guardias? 13Cuando digo: Mi lecho me consolará, mi cama aliviará mi pesar, 14entonces me aterras con sueños, y me espantas con visiones. 15Por eso prefiero ser ahogado, deseo la muerte para estos mis huesos. 16 ▼▼16. Job desiste de desear la muerte violenta (versículo 15), pues de todos modos no vivirá ya mucho porque la vida se le escapa de entre las manos. La desesperación es todo lo contrario al espíritu de Job, el cual llega al colmo del dolor y lo dice, pero mantiene siempre la confianza en que Dios se dejará aplacar, y no pone límite a su esperanza, como vemos en 13, 15 s.
Tengo asco; no quiero vivir más; déjame, ya que mi vida es un soplo. 17 ▼▼17. ¿Qué es el hombre para que tanto le estimes? Es lo que debemos preguntarnos, con el santo Job, todos los días, siempre que nos compenetramos de la grandeza de Dios y de su magnificencia y la comparamos con nuestra miseria, nuestra pequeñez, nuestra flaqueza, nuestra mezquindad. “Sobrepasa la medida de nuestra comprensión el que Dios se ocupe de cada uno de nosotros, y sin embargo lo hemos experimentado mil veces en nuestra vida. Dios se comporta con sus creaturas como si toda su solicitud se concentrara sobre ellas, y particularmente sobre el hombre, y como si pensara únicamente en la felicidad de este mismo, cuidándolo y guiándolo; facilitándole todo lo que necesita; poniendo en su camino cuanto podría serle útil; colmándole de alegrías y consuelos y prodigándose para hacerle entender Su amor, como si cada alma fuese el único y exclusivo objeto de su divina providencia” (Elpis).
¿Qué es el hombre, para que tanto le estimes, y fijes en él tu atención, 18para que le visites cada mañana, y a cada momento le pruebes? 19¿Cuándo cesarás de mirarme, y me das tiempo para tragar mi saliva? 20 ▼▼20. Guardador de los hombres: He aquí uno de los más hermosos nombres de Dios, un fino atributo de su paternidad. ¡Y lo formula el hombre más atribulado del mundo, que ya no tiene esperanza de vivir! Admiremos también en esto la inquebrantable fe de Job. San Gregorio ve aquí expresada la fe en el Salvador esperado.
Si he pecado, ¿qué te he hecho con eso, oh Guardador de los hombres? ¿Por qué me pones por blanco a mí, que soy una carga para mí mismo? 21 ▼▼21. Los versículos 16-21 se emplean en la Liturgia en el Oficio de Difuntos. Este final contiene una sublime doctrina sobre la gracia, pues es como si dijera: ¿Si acaso he pecado, qué otra forma hay de limpiarme, sino tu perdón? ¿Acaso sería yo capaz de purificarme a mí mismo? Cf. 14, 4; Salmo 50, 9; Juan 13, 8, etc.
¿Por qué no perdonas mi pecado ni borras mi iniquidad? Pues pronto me dormiré en el polvo; y si me buscas, ya no existiré.”
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