‏ Joel 1

La plaga de langostas

1
1. En este primer discurso profético Joel traza ante nuestros ojos un cuadro terrible de la calamidad causada por una invasión de langostas, que a manera de un innumerable ejército enemigo (cf. v. 6) devastaba todo el país, dejando tras de sí la desolación y la miseria en grado nunca visto. El profeta aprovecha esta prueba para hablar al corazón de su pueblo, explicándole el significado de la calamidad y exhortándolo a convertirse sinceramente y pedir perdón a Yahvé.
Palabra de Yahvé que llegó a Joel, hijo de Fatuel:

2Oídlo, oh ancianos,

y prestad oídos, habitantes todos del país.

¿Ha sucedido cosa semejante en vuestros días,

o en los días de vuestros padres?

3Contádselo a vuestros hijos,

y vuestros hijos a los hijos suyos,

y los hijos de estos a la otra generación.

4
4. Gazam, arbeh, etc.: distintas clases de langostas que no se pueden clasificar en nuestra lengua. La Vulgata tradujo: oruga, langosta, pulgón, roya (otros: añublo). Innumerables olas de langostas invadieron el país y destruyeron los árboles, las viñas, el trigo y todos los vegetales. No hay duda de que esa devastación causada por las langostas está puesta como presagio y figura de otros males. San Jerónimo y muchos otros Padres ven en ellas una figura de los pueblos paganos que vendrán a devastar a Israel, la viña de Dios. Cf. Ezequiel capítulos 38 s.
Lo que dejó la (langosta) gazam,

lo devoró la arbeh,

y lo que dejó la arbeh, lo devoró la yélek,

y lo que dejó la yélek, lo devoró la chasil.

5
5. Los ebrios, como tipo de la opulencia, son los primeros invitados a llorar, puesto que el vino se ha agotado a raíz de la plaga de langostas que acabó con los viñedos.
Despertad, oh ebrios, y llorad;

y aullad, todos los bebedores de vino,

porque se ha quitado de vuestra boca el mosto.

6Pues ha subido contra mi tierra

un pueblo fuerte e innumerable;

sus dientes son dientes de león,

y sus mandíbulas, mandíbulas de leona.

7Ha convertido mi viña en un desierto,

y destrozado mis higueras;

las descortezó completamente,

y las dejó derribadas;

sus ramas se han vuelto blancas.

8
8. La joven esposa es el pueblo de Dios; el Esposo de la juventud es Yahvé. La alianza entre Dios y su pueblo era un místico matrimonio (véase Isaías 54, 4 ss.; 62, 4 ss.; Jeremías 2, 2; 3, 1 ss.; Oseas 2, 16 y nota, etc.).
¡Laméntate, cual joven esposa,

que se ciñe de saco

por el esposo de su juventud!

9
9. La devastación es tan grande que los sacerdotes, por falta de víctimas y provisiones, se ven imposibilitados para continuar el culto. Les faltan el trigo, el vino, el aceite para las ofrendas, y particularmente los corderos para el sacrificio perpetuo, de modo que la unión del pueblo de Dios con su divino protector, mantenida por medio de los sacrificios cotidianos, está interrumpida (cf. Oseas 3, 4; Ezequiel 38, 8 y nota; Sofonías 3, 12), calamidad que provoca el llanto de los ministros de Dios, siendo muy de notar que esta vez el profeta no increpa de propósito a Israel y sus pastores por su idolatría y sus pecados, como suelen hacerlo las profecías, sino que destaca, como en Ezequiel 38, 9 ss., lo mucho que el pueblo escogido sufrirá por la invasión extranjera, de la cual lo librará el Señor (cf. 2, 18) definitivamente (2, 19), y no ya sacándolo del cautiverio de Asiria o Babilonia, sino arrojando fuera al invasor (2, 20), y luego colmando al pueblo de bendiciones (2, 21 ss.; Ezequiel 39, 25 ss.).
Falta la ofrenda y la libación

en la Casa de Yahvé;

los sacerdotes, ministros de Yahvé,

están de duelo.

10El campo asolado, la tierra en luto,

porque devastados están los trigales,

se secó el vino, falta el aceite.

11Confundíos, labradores;

ululad, viñadores, por el trigo y la cebada,

porque la cosecha del campo ha sido destruida.

12
12. No hay más alegría entre los hijos de los hombres: Hoy más que nunca los hombres buscan la alegría, y no la encuentran, porque la confunden con la diversión, con el placer, con la comodidad, con el lujo y creen que la alegría se deja comprar por dinero. Mons. Keppler, el gran Obispo de Rottenburgo, dice en su libro “Más Alegría” (traducido a 33 lenguas): “La cultura moderna es en el fondo cultura de la existencia, cultura de los asuntos de esta tierra, cultura técnica, cultura intelectualista, y por tanto, insuficiente, equivocada, ineficaz y falta de alegría. La verdadera civilización debe ser cultura interior, cultura del corazón, cultura del alma.”
Las viñas agostadas, la higuera marchita;

el granado, la palmera y el manzano,

todos los árboles del campo se han secado;

no hay más alegría entre los hijos de los hombres.

Exhortación a la penitencia

13
13 s. Para conjurar la calamidad y aplacar la ira de Dios, el profeta exhorta a los sacerdotes. Promulgad un ayuno (v. 14), es decir, un ayuno extraordinario, como no se prescribía sino en las circunstancias más graves. Véase Esdras 8, 21; Judit 4, 11 s. El profeta recuerda aquí los deberes de los ministros del Señor en días de calamidad general, y cómo han de proceder cuando una catástrofe amenaza a su grey, intercediendo como Aarón (Núm. 16, 46 ss.), como Elías, Jeremías, Judas Macabeo y Onías, que se consumieron por su pueblo. Dice San Gregorio Magno: “Si Jacob, apacentando las ovejas de Labán, velaba y trabajaba con tanto celo, ¿cuáles no habrán de ser los trabajos, el celo y la vigilancia del que apacienta las ovejas de Dios?” Sobre la penitencia colectiva véase la nota a Lamentaciones 3, 42.
Ceñíos, sacerdotes, y plañid;

lanzad gritos, ministros del altar;

venid, pasad la noche en sacos,

oh ministros de mi Dios,

pues ha desaparecido de la Casa de vuestro Dios

la ofrenda y la libación.

14Promulgad un ayuno,

convocad una solemne asamblea;

congregad a los ancianos

y a todos los habitantes del país

en la Casa de Yahvé, vuestro Dios;

y clamad a Yahvé:

15
15. El día de Yahvé: término muy frecuente en las profecías, que señala el día del juicio de Dios. Cercano está (cf. 3, 14): el hambre, la miseria, la suspensión del culto público en Israel, provocado por el enemigo invasor (cf. 2, 2), son para el profeta presagios de la ira del Dios celoso de la defensa de su pueblo (véase Ezequiel 36, 1-6; 38, 19; Zacarías 1, 14; 8, 2), que arrojará al invasor del norte (2, 20 y nota), y juzgará a todos los enemigos de Israel como lo vemos en 3, 1 ss. Sobre el día del Señor véase 2, 1; Isaías 2, 12 y nota; 13, 9; Jeremías 12, 3; 46, 10; Ezequiel 30, 3; Amós 5, 18; Miqueas 7, 4; Sofonías 1, 15, etc.
“¡Ay del día!”,

pues cercano está el día de Yahvé,

como ruina vendrá de parte del Todopoderoso.

16¿Acaso no ha desaparecido

ante nuestros ojos el alimento,

lo mismo que el gozo y la alegría

de la Casa de nuestro Dios?

17Se pudrieron los granos

debajo de sus terrones;

los graneros se hallan exhaustos,

vacías las trojes,

por haberse secado el trigo.

18¡Cómo gimen las bestias!

Andan errando los hatos de ganado

porque no tienen pasto,

y también los rebaños de ovejas están pereciendo.

19A Ti, oh Yahvé, levanto mi clamor,

porque el fuego ha consumido

las dehesas del desierto,

y la llama ha abrasado

todos los árboles del campo.

20Hasta los animales del campo

braman hacia Ti,

porque están secas las corrientes de agua

y el fuego ha devorado

los pastizales del desierto.
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