‏ Joel 2

Descripción del castigo

1
1 ss. En lo sucesivo Joel pinta de nuevo la invasión de las langostas, con la diferencia de que en el primer capítulo se nos muestran los efectos de la plaga, y aquí las langostas mismas, o sea el enemigo invasor que viene del norte (v. 20 y nota), su enorme masa, su orden y disciplina, el pánico de la gente, etc. (v. 2-9). Las imágenes de este capítulo (2, 10; 2, 31; cf. 3, 15 s.) fueron retomadas por Jesucristo al describir la destrucción de Jerusalén y el fin del siglo (Mateo 24, 29; cf. Hechos 2, 17-21; II Pedro 3, 10). Según esto, y dado el carácter escatológico de Joel, algunos ven aquí, como en Ezequiel 38, 17 ss. a los pueblos que vienen para la gran batalla de Armagedón (cf. Apocalipsis 16, 16; 19, 19). Jardín de Edén, nombre del paraíso. La Vulgata dice: Jardín de delicias. El sentido es el mismo.
Tocad la trompeta en Sión,

dad la voz de alarma en mi santo monte.

Tiemblen los moradores todos de la tierra,

porque viene el día de Yahvé; ya está cerca.

2Día de oscuridad y de densas tinieblas,

día de nubes y de sombras espesas.

Como la aurora sobre las montañas,

así se derrama un pueblo numeroso y fuerte,

tal como nunca ha existido desde el principio,

ni existirá después de él

en el transcurso de las generaciones.

3Delante de él va fuego devorador,

y en pos de él llama abrasadora.

Delante de él la tierra

es como un jardín de Edén,

y detrás de él un desierto, una desolación.

No hay quien pueda librarse de su poder.

4Su aspecto es como el aspecto de caballos,

y como jinetes, así corren.

5
5. El ruido de una manga de langostas es parecido al de los carros y al crepitar de una pradera en llamas. Véase Apocalipsis 9, 9.
Saltan sobre las cimas de las montañas

con un estruendo semejante al de los carros;

su ruido es como el crepitar de llamas de fuego

que devoran la paja;

y como un pueblo fuerte,

así se ordenan para batalla.

6A su presencia se estremecen las naciones

y todas las caras se ponen pálidas.

7Corren como campeones,

como hombres de guerra escalan el muro,

marchan cada cual por su senda,

sin desviarse de su camino.

8
8. No se empujan: Las langostas no se aprietan la una contra la otra, sino que marchan en buen orden como los soldados de un ejército. San Jerónimo refiere haberlas visto volar así en Judea, con un orden perfecto.
No se empujan unos a otros,

cada uno sigue su rumbo;

y aun cayendo sobre espadas

no se hacen daño.

9Asaltan la ciudad,

corren por el muro,

escalan las casas,

entran por las ventanas como el ladrón.

10
10. “Es el día del Señor. La descripción vuelve a retornar del tipo al antitipo, del espanto causado por las langostas, a los terrores que precederán al gran día de las venganzas de Yahvé. La transición tiene lugar suavemente, naturalmente, porque las imágenes empleadas por el escritor sagrado se ajustan todavía muy bien a la plaga de las langostas aunque van ahora más allá de ella” (Fillion).
Ante ellos tiembla la tierra,

se conmueve el cielo;

el sol y la luna se oscurecen,

y las estrellas pierden su resplandor.

11
11. Sus batallones: Algunos dicen que las langostas son llamadas ejércitos del Señor por ser instrumentos dóciles de la venganza divina. No debe, empero, perderse de vista que los invasores son expulsados y humillados (v. 20), es decir, que no se consuma aquí una venganza contra Israel, sino contra las naciones (véase 3, 9). Otros opinan que este versículo habla realmente del ejército del Señor en la gran batalla del Apocalipsis (Apocalipsis 19, 19). Cf. 3, 13 y nota.
Yahvé hace resonar su voz

al frente de sus batallones,

pues muy grande es su ejército,

y fuertes son los que ejecutan sus órdenes.

Porque grande es el día de Yahvé

y muy terrible,

¿quién podrá soportarlo?

Dios exhorta al pueblo a convertirse

12Ahora, pues, dice Yahvé,

convertíos a Mí de todo vuestro corazón;

con ayuno, con llanto y plañido.

13
13. Una vez más enseña Dios a su pueblo que el verdadero arrepentimiento, es decir, la sincera contrición, le asegura el perdón de los pecados. “No despreciarás, oh Dios, el corazón contrito y humillado” (Salmo 50, 19). Por lo cual, en tiempos calamitosos, la Iglesia dispone rogativas y nos exhorta a quebrantar el corazón con una auténtica conversión y llevar una vida propia del arrepentimiento. Véase Oseas 11, 8 s.; Lamentaciones 3, 42 y notas.
Rasgad vuestros corazones,

y no vuestros vestidos,

y volveos a Yahvé, vuestro Dios;

porque Él es benigno y misericordioso,

tardo para airarse y de mucha clemencia,

y le duele el mal.

14¿Quién sabe si volviéndose no se arrepentirá,

y dejará tras sí bendición,

ofrenda y libación para Yahvé,

vuestro Dios?

15
15. Promulgad un ayuno, porque el ayuno purifica el alma, se entiende, aquel ayuno que se practicaba antiguamente y que consistía en no comer ni beber nada durante las horas del día. “El ayuno, dice San León Magno, engendra los pensamientos castos, las voluntades razonables y rectas, y los más saludables consejos. Con esta aflicción voluntaria la carne muere para las concupiscencias, y el espíritu se renueva con las virtudes” (Sermón II acerca del ayuno). Convocad una solemne asamblea: Se refiere a la asamblea religiosa. Véase II Paralipómenos 20, 13; 30, 17-20; Judit 3, 10.
Tocad la trompeta en Sión,

promulgad un ayuno,

convocad una solemne asamblea.

16
16. Salga de su cámara, etc.: La admonición es tanto más grave cuanto que la Ley, por no turbar la dicha de los jóvenes esposos, los dispensaba aun de ir a la guerra (Deuteronomio 24, 5). San Pablo enseña a ser fiel al tálamo (I Corintios 7, 5) mas sin poner en ello el corazón (I Corintios 7, 29-31), pues la vida es efímera. Cf. Lucas 17, 30 ss. y notas.
Congregad al pueblo,

convocad a junta;

reunid a los ancianos,

juntad a los párvulos y los niños de pecho;

salga de su cámara el joven esposo,

y de su tálamo la esposa.

17
17. Quiere decir: Los sacerdotes eleven con lágrimas sus plegarias en lo íntimo del Templo, entre la puerta del Santuario propiamente dicho, y el altar de los holocaustos. Cf. 1, 13 s.; Daniel 9, 3 ss., nota. La oración es la llave del cielo. “La oración sube y la misericordia de Dios baja” (San Agustín). La Iglesia nos recuerda este texto en la Liturgia del miércoles de ceniza para que no creamos, como el fariseo del Evangelio (Lucas 18, 11), que solo el publicano Israel tiene que arrepentirse, ya que “si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13, 1-5); que si Dios no perdonó a la oliva castiza, menos perdonará al acebuche (Romanos 11, 21) que hasta ayer era ajeno a la familia de Dios (Efesios 2, 12); y que mayor suplicio que Israel merecen los que violan la Ley del Nuevo Testamento (Hebreos 10, 29). Véase en efecto, cómo toda la enseñanza de esta profecía nos muestra la misericordia de Dios para con Israel arrepentido, y su terrible venganza contra los gentiles. La herencia tuya: tu pueblo.
Entre el pórtico y el altar

lloren los sacerdotes,

ministros de Yahvé, y digan:

“¡Apiádate, Yahvé, de tu pueblo,

y no abandones al oprobio la herencia tuya,

entregándolos al dominio de los gentiles.

¿Por qué ha de decirse entre las naciones:

¿Dónde está su Dios?”

Perdón y prosperidad

18
18. Véase Ezequiel 39, 25 ss. Admiremos una vez más cómo Dios derrocha sus declaraciones de amor. Entre los hombres el que ama suele fingir indiferencia, sabiendo que lo que se prodiga mucho no es apreciado. Dios no usa ese artificio. Siendo Él la verdad, no puede fingir. Y tampoco puede dejar de amar, puesto que Él es la caridad. Él no provoca, como los hombres, la duda sobre su amor, sino que, al contrario, hace consistir nuestra virtud en la fe, es decir, precisamente en creer que Él nos ama (I Juan 4, 16). A los que así le creen, les da su Espíritu Santo, o sea les infunde el espíritu de hijos, con la capacidad de amarlo como lo ama Jesús, el Hijo perfecto (Juan 1, 12; Gálatas 4, 6; Romanos 8, 29, etc.). Vemos que, si no nos creemos amados del Padre, en vano pretenderíamos amarlo. De ahí que le tengamos poco amor, porque nos cuesta creernos amados de Él. Y es por una falsa modestia, que viene de no tener presente la gran revelación de que Él nos ama primero (I Juan 4, 10). Por eso, para que le creamos, nos prodiga Él tanto sus declaraciones de amor, como lo vemos especialmente en el Cantar de los Cantares (cf. 4, 1 y nota) y sobre todo en las palabras de Jesús. Véase Juan 15, 9; 17, 23 y 26, etc. Se ha compadecido: El profeta, que ha predicado la contrición en la suprema angustia de Israel (v. 12-17), no nos dice aquí nada de su conversión anunciada en Deuteronomio 30, 8 (cf. Oseas 3, 5 y nota). Es sin duda para destacar que todo será obra de la divina misericordia (véase Isaías 60, 20; Jeremías 30, 13 y nota; cf. Romanos 11, 5 s. etc.). De aquí las dos tendencias divergentes que aún hay entre los judíos: los sionistas, que quieren preparar el día del Señor, y aquellos otros que no quieren pensar en apresurarlo, porque dicen “que el Mesías lo hará todo a su tiempo”.
Yahvé ardiendo en celos por su tierra,

se ha compadecido de su pueblo;

19
19. No os haré yo más objeto de oprobio: Véase v. 26 y 27; Ezequiel 39, 22-29 y notas.
y respondiendo dice Yahvé a su pueblo:

Mirad, Yo os enviaré trigo, vino y aceite,

y os saciaréis con ello;

y no os haré ya más objeto de oprobio

entre las naciones.

20
20. Aquel que viene del norte: Los enemigos que vienen del norte (cf. Ezequiel 38, 15; 39, 1 s.) serán arrojados fuera y perecerán (cf. Ezequiel 39, 3-16). Algunos lo identifican con el rey del norte, que aparece en Daniel 11, 45, y con el asirio de Miqueas 5, 6, nombre que suele representar a las naciones enemiga de Israel (véase Isaías 5, 25 y nota; 8, 7 s.; 10, 5-34; 14, 24 s.; 30, 31 ss.. etc.). Es uno de los tantos misterios de la escatología que no han sido suficientemente aclarados. El mar oriental: el Mar Muerto. El mar occidental: el Mediterráneo. Su fetidez: Cf. Ezequiel 39, 11 ss.
Alejaré de vosotros

a aquel (que viene) del norte,

y lo empujaré hacia una tierra árida y desierta,

su vanguardia hacia el mar oriental,

y su retaguardia hacia el mar occidental;

y subirá su fetidez y se alzará su hedor,

por haber obrado con soberbia.

21No temas, tierra, gózate y alégrate,

porque Yahvé ha hecho cosas maravillosas.

22No temáis, animales del campo;

pues reverdecen los pastos del desierto;

los árboles dan su fruto,

y la higuera y la vid sus riquezas.

23
23. El Maestro de la justicia: Muchos vierten simplemente: “Él os ha dado justamente (es decir, a su tiempo) la lluvia”, etc. Los Setenta traducen: Él os ha dado manjares de justicia. Es evidente que el Maestro de la justicia, no podría ser aquí sino el Mesías, pues aunque los judíos siguen llamando a Moisés “nuestro maestro”, aquí no se trata de la Ley, sino de los tiempos mesiánicos, en los cuales todos serian enseñados de Dios (Isaías 54, 13; Juan 6, 45; Isaías 63, 1; Jeremías 31, 31 ss.; Hebreos 8, 8 ss., etc.).
Saltad de gozo, hijos de Sión,

y regocijaos en Yahvé, vuestro Dios;

porque Él os dará al Maestro de la justicia;

y hará caer sobre vosotros las lluvias,

la lluvia temprana y la tardía,

como anteriormente.

24Se llenarán de trigo las eras,

y los lagares rebosarán

de vino y de aceite.

25Os compensaré los años

que comió la (langosta),

la arbeh, la yélek, la chasil y la gazam,

mi gran ejército que envié contra vosotros.

26Comeréis hasta saciaros,

y alabaréis el Nombre de Yahvé,

vuestro Dios,

que ha hecho maravillas

en favor de vosotros;

y nunca jamás será confundido mi pueblo.

27
27. Sabréis, etc. Nótese el contraste con las palabras del Precursor, que echaba en cara a Israel su desconocimiento (Juan 1, 26). Y jamás, etc.: véase 3, 20 y nota.
Sabréis que en medio de Israel estoy Yo,

y que Yo soy Yahvé, vuestro Dios,

y que no hay otro;

y jamás será avergonzado el pueblo mío.

Bendiciones celestiales

28
28. (En la Nova Vugata, aquí comienza el capítulo 3.) Después de esto: Crampón coloca estos versículos 28-32 en 3, 1-5, y observa: “A la restauración en el orden temporal sucederá, por el poder del Espíritu de Dios, una admirable floración espiritual, que se extenderá a todas las clases del nuevo pueblo de Dios. A todos hablará Dios por sueños y visiones, es decir, por las dos formas principales de las revelaciones proféticas, que antes no eran concedidas sino a un pequeño número de hombres.” Fillion hace notar que se encuentra la misma promesa en Isaías 44, 3 y-Ezequiel 36, 25-28. Véase la aplicación que hizo San Pedro de esta bellísima profecía (Hechos 2, 17). “Téngase presente que en los Evangelios, y en todo el Nuevo Testamento, se habla muchas veces de la primera venida de Jesucristo, y luego se pasa a hablar de la segunda, proponiéndosenos tan pronto a Jesucristo como Redentor amoroso para alentar nuestra esperanza o como Juez de vivos y muertos para movernos a la penitencia” (Paramo). Nótese que en esta profecía está predicha también la existencia de profetas en el Nuevo Testamento. Su cumplimiento en la Iglesia atestiguan San Pablo en I Corintios capítulo 14, y San Pedro en Hechos 2, 17.
Después de esto, derramaré mi Espíritu

sobre toda carne;

profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas;

vuestros ancianos tendrán sueños,

y vuestros jóvenes verán visiones.

29
29. Aun sobre los siervos y las siervas: “El Espíritu Santo no mira a las personas ni busca las dignidades, sino la piedad del alma. Por lo tanto, no se enorgullezcan los ricos ni se entristezcan los pobres, sino que cada cual se prepare para recibir la gracia celestial” (San Cirilo de Jerusalén, Catequesis XVII).
Aun sobre los siervos y las siervas

derramaré mi Espíritu en aquellos días.

Señales en el cielo

30Haré prodigios en el cielo y en la tierra;

sangre y fuego y columnas de humo.

31
31. Véase v. 10; 3, 15 y las señales que Jesucristo anuncia en su discurso escatológico (Mateo 24, 29).
El sol se convertirá en tinieblas,

y la luna en sangre,

antes que llegue

el grande y terrible día de Yahvé.

32
32. Todo aquel que invocare... será salvo: San Pablo cita este pasaje con relación a la Iglesia, para mostrar que en ella no se distingue entre judío y gentil y que la salvación no es ya por las obras de la Ley sino por Jesucristo (Romanos 10, 11-13; cf. Isaías 28, 16; Hechos 2, 21; Proverbios 18, 10 y nota). Análoga aplicación hacen los apóstoles de la profecía de Oseas (cf. Oseas 2, 24 y nota). E) monte Sión: el lugar donde Yahvé tiene su habitación y su santuario. Como dijo Yahvé: cf. Abdías 17; Isaías 2, 3; capítulo 4; 37, 32; Ezequiel 40, 2 y nota. Que habrá llamado Yahvé: “los judíos dispersos en medio de los paganos, y también estos, que Yahvé quiere asociar a su reino y que responden a este llamado” (Crampón). Tal es la interpretación de San Jerónimo, quien refiere este pasaje a los judíos que Dios un día llamará para formar parte de su reino (Romanos 11, 25 s.), terminando así su larga reprobación y cumpliéndose lo anunciado por Jesús en Lucas 21, 24, según lo muestra el profeta en el capítulo 3.
Y sucederá que todo aquel

que invocare el Nombre de Yahvé será salvo.

Porque, como dijo Yahvé,

habrá salvación en el monte Sión

y en Jerusalén,

y entre los restos que habrá llamado Yahvé.
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