‏ John 9

Curación del ciego de nacimiento

1Al pasar vio a un hombre, ciego de nacimiento. 2Sus discípulos le preguntaron: “Rabí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que naciese ciego?”
2 s. Los discípulos, como los judíos en general, creían que todo mal temporal era castigo de Dios. En su respuesta rechaza el Señor este concepto. Véase 5, 14 y nota.
3Jesús les respondió: “Ni él ni sus padres, sino que ello es para que las obras de Dios sean manifestadas en él. 4Es necesario que cumplamos las obras del que me envió, mientras es de día; viene la noche, en que ya nadie puede obrar. 5Mientras estoy en el mundo, soy luz de (este) mundo”
5. Esto es: Él sigue, como en Mt. 11, 5, realizando esas maravillas para las cuales fue enviado (Is. 35, 5 y nota), hasta que la violencia se lo impida (Mt. 11, 12; Lc. 13, 32) y empiece para “este mundo” la noche que perdurará “hasta que Él venga” (Ga. 1, 4; 2 Pe. 1, 19; 1 Co. 11, 26). Sobre la luz, cf. 1, 4 y 8 s.; 3, 19; 8, 12; 12, 35 y 46.
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6Habiendo dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva y le untó los ojos con el barro. 7Después le dijo: “Ve a lavarte a la piscina del Siloé”
7. La piscina del Siloé se hallaba a 333 metros al sur del Templo. Hoy día se llama: Ain Sitti Miriam (Fuente de Nuestra Señora María).
, que se traduce “El Enviado”. Fue, pues, se lavó y volvió con vista.
8Entonces los vecinos y los que antes lo habían visto —pues era mendigo— dijeron: “¿No es este el que estaba sentado y pedía limosna?” 9Unos decían: “Es él”; otros: “No es él, sino que se le parece”. Pero él decía: “Soy yo”. 10Entonces le preguntaron: “Cómo, pues, se abrieron tus ojos” 11Respondió: “Aquel hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó con él los ojos y me dijo: “Ve al Siloé y lávate”. Fui, me lavé y vi”. 12Le preguntaron: “¿Dónde está Él?” Respondió: “No lo sé”.

13Llevaron, pues, a los fariseos al que antes había sido ciego. 14Ahora bien, el día en que Jesús había hecho barro y le había abierto los ojos era sábado. 15Y volvieron a preguntarle los fariseos cómo había llegado a ver. Les respondió: “Puso barro sobre mis ojos, y me lavé, y veo”. 16Entonces entre los fariseos, unos dijeron: “Ese hombre no es de Dios, porque no observa el sábado”. Otros, empero, dijeron: “¿Cómo puede un pecador hacer semejante milagro?” Y estaban en desacuerdo. 17Entonces preguntaron nuevamente al ciego: “Y tú, ¿qué dices de Él por haberte abierto los ojos?” Respondió: “Es un profeta”
17. Es un profeta: El ciego quiere decir un enviado de Dios. Todavía no está seguro de que sea el Mesías. Más tarde lo confiesa plenamente (v. 38).
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18Mas los judíos no creyeron que él hubiese sido ciego y que hubiese recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista. 19Les preguntaron: “¿Es este vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? Pues, ¿cómo ve ahora?” 20Los padres respondieron: “Sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego; 21pero cómo es que ahora ve, no lo sabemos; y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco sabemos. Preguntádselo a él: edad tiene, él hablará por sí mismo”. 22Los padres hablaron así, porque temían a los judíos. Pues estos se habían ya concertado para que quienquiera lo reconociese como Cristo, fuese excluido de la Sinagoga. 23Por eso sus padres dijeron: “Edad tiene, preguntadle a él”. 24Entonces llamaron por segunda vez al que había sido ciego, y le dijeron: “¡Da gloria a Dios! Nosotros sabemos que este hombre es pecador”. 25Mas él repuso: “Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que yo era ciego, y que al presente veo”. 26A lo cual le preguntaron otra vez: “¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?” 27Contestoles: “Ya os lo he dicho, y no lo escuchasteis. ¿Para qué queréis oírlo de nuevo? ¿Queréis acaso vosotros también haceros sus discípulos?”
27. La ironía que se revela en la pregunta del ciego, excita extremadamente a los fariseos, que son los verdaderos ciegos luchando contra la evidencia de los hechos.
28Entonces lo injuriaron y le dijeron: “Tú sé su discípulo; nosotros somos los discípulos de Moisés. 29Nosotros sabemos que Dios habló a Moisés; pero este, no sabemos de dónde es”. 30Les replicó el hombre y dijo: “He aquí lo que causa admiración, que vosotros no sepáis de dónde es Él, siendo así que me ha abierto los ojos
30 ss. “El que era ciego y ahora ve se indigna contra los ciegos” (S. Agustín). Vemos aquí en efecto que ese pecado de incredulidad de los fariseos (8, 24 y nota) es de ceguera voluntaria (v. 39 ss.) que deliberadamente niega la evidencia. Es el pecado contra la luz (v. 5; 3, 19) y en consecuencia contra el Espíritu (Mc. 3, 28-30; Hch. 7, 51), el que no tiene perdón, porque no es obra de la flaqueza sujeta a arrepentirse (Lc. 7, 47), sino de la soberbia reflexiva y de la hipocresía que encubre el mal con la apariencia del bien para poder defenderlo, (Mt. 23, 1-39; 2 Tm. 3, 5).
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31Sabemos que Dios no oye a los pecadores, pero al que es piadoso y hace su voluntad, a ese le oye. 32Nunca jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento. 33Si Él no fuera de Dios, no podría hacer nada”. 34Ellos le respondieron diciendo: “En pecados naciste todo tú, ¿y nos vas a enseñar a nosotros?” Y lo echaron fuera
34. Una vez más los fariseos recurren al insulto, a falta de argumentos (cf. 8, 48) y ponen en práctica lo que tenían resuelto según el v. 22.
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Los ciegos verán y los videntes cegarán

35Supo Jesús que lo habían arrojado, y habiéndolo encontrado, le dijo: “¿Crees tú en el Hijo del hombre?” 36Él respondió y dijo: “¿Quién es, Señor, para que crea en Él?” 37Díjole Jesús: “Lo estás viendo, es quien te habla”
37. Jesús se define de la misma manera en 4, 26. Él es, por excelencia, la “Palabra”: el Verbo, el Logos.
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38Y él repuso: “Creo, Señor”, y lo adoró. 39Entonces Jesús dijo: “Yo he venido a este mundo para un juicio: para que vean los que no ven; y los que ven queden ciegos”
39. Es el juicio de 3, 19. Los soberbios serán heridos de ceguera espiritual (St. 4, 1; 1 Pe. 5, 5), ceguera culpable que los hará perderse (v. 40 s.; 2 Ts. 2, 10 ss.).
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40Al oír esto, algunos fariseos que se encontraban con Él, le preguntaron: “¿Acaso también nosotros somos ciegos?” 41Jesús les respondió: “Si fuerais ciegos, no tendríais pecado. Pero ahora que decís: «vemos», vuestro pecado persiste”
41. Nótese la estupenda dialéctica del Maestro. El rechazo que ellos hacen de la imputación de cegueras se vuelve en su contra, como un argumentum ad hominem, mostrando así que su culpa es aún mayor de lo que Jesús les había dicho antes.
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