Leviticus 15
Pureza sexual
1 ▼▼1 ss. Las disposiciones de este capítulo que en gran parte se refieren a las funciones sexuales del cuerpo, no quieren decir que estas sean pecaminosas en sí, si bien en ellas particularmente se manifiesta la concupiscencia derivada del pecado (cf. Salmo 50, 7). Se trata aquí solamente de la impureza legal que obliga al varón y a la mujer a someterse a las purificaciones prescritas. Estas reglas relativas a la impureza corporal, además de procurar la limpieza del cuerpo, recordaban a los israelitas la pureza del alma y mantenían viva en ellos la conciencia del pecado y el deseo de librarse de él.
Habló Yahvé a Moisés y a Aarón, diciendo: 2“Hablad a los hijos de Israel y decidles: Cualquier hombre que tuviere flujo proveniente de su carne es inmundo por su flujo. 3Y esta impureza causada por su flujo, que él se contrae, tanto al destilar su carne el flujo, cuanto al retenerlo, es impureza para él. 4Toda cama en que durmiere el que padece flujo, quedará inmunda; y todo mueble encima del cual se sentare, será impuro. 5Quien tocare su cama lavará sus vestidos, se bañará en agua y quedará impuro hasta la tarde. 6Quien se sentare sobre un mueble donde se haya sentado el que padece flujo, lavará sus vestidos, se bañará en agua y será impuro hasta la tarde. 7Quien tocare la carne del que padece flujo, lavará sus vestidos, se bañará en agua y será impuro hasta la tarde. 8Si el que tiene el flujo escupiere sobre un hombre puro, este lavará sus vestidos, se bañará en agua y quedará impuro hasta la tarde. 9Toda silla de montar sobre la cual haya cabalgado el que padece flujo, será inmunda. 10Quien tocare un objeto que haya estado debajo del (que padece flujo), quedará impuro hasta la tarde. Y el que lo transportare, lavará sus vestidos, se bañará en agua y será impuro hasta la tarde. 11Todo aquel a quien el que padece flujo tocare sin haberse lavado las manos con agua, lavará sus vestidos, se bañará en agua y quedará impuro hasta la tarde. 12Toda vasija de barro tocada por el que padece flujo, será quebrada, y todo utensilio de madera será lavado con agua. 13Si el que padece flujo sanare de su flujo, contará siete días para su purificación; después lavará sus vestidos, se bañará en agua viva y quedará puro. 14Al día octavo tomará dos tórtolas o dos palominos y se presentará ante Yahvé a la entrada del Tabernáculo de la Reunión, para entregarlos al sacerdote. 15El sacerdote los ofrecerá uno como sacrificio por el pecado, el otro en holocausto, y de esta manera el sacerdote hará expiación por él ante Yahvé, por su flujo. 16El hombre que tuviere derrame de semen, lavará con agua todo su cuerpo y quedará impuro hasta la tarde. 17Toda ropa y toda piel sobre la cual se hubiere derramado el semen, será lavada con agua y quedará impura hasta la tarde. 18 ▼▼18. Se refiere al uso del matrimonio entre los casados. Vemos en todos estos preceptos un altísimo amor a la pureza, que preservaba de caer en la licencia y en la bestialidad sexual. ¡Guardémonos, pues, de escandalizarnos por la crudeza del lenguaje bíblico, olvidando cuán lejos se está hoy de aquel alto concepto de responsabilidad por las funciones del cuerpo! El libertinaje sexual que hoy se predica en todas las esquinas y se ha introducido hasta en ambientes que se llaman cristianos, es una de las más grandes llagas de la cultura moderna, el peor síntoma de la apostasía práctica que prescinde de Dios y sus mandamientos y se entrega a “las concupiscencias del corazón” (Romanos 1, 24); apostasía predicha por el mismo Señor en Lucas 18, 8.
Cuando el hombre se acostare con la mujer, produciéndose efusión de semen, se lavarán ambos con agua y quedarán impuros hasta la tarde. 19La mujer que tiene flujo, su flujo de sangre en su cuerpo, permanecerá en su impureza por espacio de siete días y quien la tocare será impuro hasta la tarde. 20Aquello sobre que durmiere durante su impureza, quedará impuro, lo mismo que todo aquello en que se sentare. 21Quien tocare el lecho de ella, lavará sus vestidos, se bañará en agua y permanecerá impuro hasta la tarde. 22Quien tocare un objeto cualquiera sobre el cual ella se haya sentado, lavará sus vestidos, se bañará en agua y será impuro hasta la tarde. 23Quien tocare una cosa puesta sobre el lecho o sobre el mueble donde ella se sienta, quedará impuro hasta la tarde. 24 ▼▼24. En 20, 18 se establece la pena de muerte en un caso semejante.
Si uno se acuesta con ella, se acarrea la impureza de ella y queda impuro siete días, y toda cama en que él se acueste será inmunda. 25Cuando una mujer tuviere flujo de su sangre durante algunos días, fuera del tiempo de su impureza o cuando el flujo se prolongare más allá del tiempo de su impureza, quedará impura todo el tiempo del flujo de su inmundicia como en los días de su impureza. 26Toda cama en que se acostare durante todo el tiempo de su flujo, le será como la cama de su impureza, y cualquier objeto sobre el que se sentare quedará inmundo, le será como la inmundicia de su impureza. 27Quien los tocare, quedará impuro y lavará sus vestidos, se bañará en agua y quedará impuro hasta la tarde. 28Cuando ella sanare de su flujo, contará siete días, después quedará pura. 29Al octavo día tomará dos tórtolas o dos palominos y los entregará al sacerdote a la entrada del Tabernáculo de la Reunión. 30El sacerdote los ofrecerá, uno como sacrificio por el pecado, el otro en holocausto; y el sacerdote hará expiación por ella ante Yahvé por el flujo de su impureza. 31Así enseñaréis a los hijos de Israel a purificarse de sus impurezas para que no mueran a causa de su impureza por haber contaminado mi Morada, que está en medio de ellos.” 32Esta es la ley respecto del hombre que padece flujo o se mancha con efusión de semen, 33 ▼▼33. El que a la luz de la fe estudia las leyes de pureza levítica contenidas en este capítulo y los cuatro anteriores, encuentra en todas ellas una estrecha relación con el Nuevo Testamento. “Como el pecado destruye la comunión interna con Dios, así la impureza levítica excluía a un hombre de la comunión externa y teocrática con Dios. A la manera que las diversas purificaciones y los sacrificios asociados a ellas reintegraban a la pureza corporal y a la comunión teocrática, así también, pero en mayor grado, la sangre de Jesucristo y los sacramentos instituidos por Él efectúan la purificación del alma del contacto de las obras muertas (Hebreos 9, 13 s.)” (Steinmueller, Introducción, p. 358.)
y respecto de la mujer que se mancha con la impureza mensual, y de aquel que padece flujo, ya varón ya mujer, y de aquel que se acuesta con una mujer impura.
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