‏ Leviticus 25

El año sabático

1Habló Yahvé a Moisés en el monte Sinaí y dijo: 2
2 ss. Tan santo era el sábado que hasta la tierra tenía que celebrarlo y santificarlo. La santificación del séptimo día se trasladó al séptimo año, celebrándose este como tiempo sagrado, en que hombres, animales y campos podían descansar. Más aún, cada siete semanas de años, es decir, después de cada periodo de 49 años celebraba la tierra, además del año sabático, un año jubilar, de modo que descansaba dos años seguidos. Los frutos que durante estos años crecían, eran bien común y pertenecían, ante todo, a los pobres y extranjeros; además se perdonaban las deudas. Para el sustento del pueblo, el Señor prometió tan abundante bendición en el año anterior, que alcanzaría para tres años (versículo 21). Véase Éxodo 23, 11; Deuteronomio 15, 2; 31, 10. Nehemías 10, 31; I Macabeos 6, 49 ss. También la Iglesia celebra cada veinticinco años un Año Santo, pero sin imponer las leyes que acompañaban el año sabático y el año jubilar.
“Habla a los hijos de Israel y diles: Después de vuestra entrada en el país que Yo os daré, descansará también la tierra su sábado en honor de Yahvé.
3Seis años sembrarás tu campo, y seis años podarás tu viña y recogerás sus frutos; 4pero el séptimo año será para la tierra un sábado de absoluto descanso, un sábado en honor de Yahvé: No sembrarás tu campo, ni podarás tu viña. 5No segarás lo que de suyo naciere de tu siega (anterior), ni recogerás las uvas de tu viña sin podar. Año de descanso absoluto será para la tierra. 6Lo que la tierra diere durante el descanso os servirá de alimento a ti, a tu siervo, a tu sierva, a tu jornalero y al extranjero que mora contigo. 7También a tus ganados y a los animales de tu tierra, servirán de alimento todos sus frutos.

El año jubilar

8Contarás siete semanas de años, siete veces siete años; de modo que el tiempo de las siete semanas de años vendrá a sumar cuarenta y nueve años. 9Entonces, en el mes séptimo, el diez del mes, harás resonar la trompeta sonora; en el día de la Expiación haréis resonar la trompeta por toda vuestra tierra. 10Santificaréis el año quincuagésimo, y proclamaréis en el país libertad para todos sus habitantes. Será para vosotros un jubileo; cada uno recobrará su propiedad, y cada cual regresará a su familia. 11Un jubileo os será el año quincuagésimo; no sembraréis, ni segaréis lo que de suyo naciere de ella, ni vendimiaréis la viña, que ha quedado sin podar; 12porque es el jubileo, que os será santo. Comeréis el producto espontáneo del campo.

13
13 ss. Hay que destacar el eminente valor social del año jubilar, durante el cual todos recobraban sus campos, imposibilitando así la formación de un proletariado (cf. Isaías 5, 8 s.). Al mismo fin obedecía la disposición de que los esclavos lograsen la libertad (versículo 39 ss.). Cf. 27, 17; Deuteronomio 15, 12. Según Éxodo 21, 2, los esclavos de raza israelita recobraban la libertad el séptimo año a contar desde el comienzo de la esclavitud. Otra disposición se da en los versículos 40 y 54 de este capítulo. Isaías se refiere a estos versículos anunciando el año de remisión (Isaías 61, 1-3) que se cumplió en Jesucristo (Lucas 4, 19), desde cuya muerte gozamos un perpetuo año de remisión (cf. Hebreos capítulo 9). “El año jubilar es un tipo de la «restauración de todas las cosas» (Hechos 3, 21) al fin del mundo, cuando los hijos de Dios recibirán su herencia entera y la libertad completa” (Steinmueller, Introducción General, p. 366). Cf. Hechos 3, 21 y nota.
En este año jubilar volveréis cada cual a vuestra propiedad.
14Si vendiereis algo a vuestro conciudadano o le comprareis alguna cosa, mirad que nadie perjudique a su hermano. 15Conforme al número de los años transcurridos después del jubileo lo comprarás a tu conciudadano, y conforme al número de los años de cosecha él te lo ha de vender. 16Cuanto más numerosos sean los años, tanto más cobrarás; y cuanto menos años queden, tanto más lo bajarás, porque el número de cosechas es lo que él te vende. 17Nadie oprima a su prójimo, antes bien teme a tu Dios; pues Yo soy Yahvé, vuestro Dios.

18Guardad mis mandamientos y observad mis preceptos y cumplidlos; así viviréis seguros en la tierra; 19y la tierra dará su fruto, y comeréis hasta saciaros; y habitaréis tranquilamente en ella. 20Y si preguntáis: ¿Qué comeremos el año séptimo, puesto que no sembraremos ni recogeremos nuestros productos? 21(Sabed que) Yo os mandaré mi bendición en el año sexto, de modo que (la tierra) producirá frutos para tres años; 22sembraréis el año octavo, y seguiréis comiendo de la cosecha añeja hasta el año noveno. Hasta que venga su cosecha seguiréis comiendo de lo añejo.

Restitución de las posesiones

23
23. Mía es la tierra; el suelo no puede venderse a perpetuidad: Hay tres cosas que Dios se ha reservado como exclusiva propiedad suya: la vida, la tierra y los pobres; la vida porque Él es el Padre de todos los que viven; la tierra, por ser Él su Creador y absoluto Dueño; y los pobres porque fuera de Él no tienen otro refugio (Salmo 9A, 10), a quien clamar en sus angustias; y Él ha prometido oírlos: “Si (el pobre) clamare a Mí, le oiré, porque soy misericordioso” (Éxodo 22, 27). Entre las tres reivindicaciones la más asombrosa es la segunda, que dice: Mía es la tierra; el suelo no puede venderse a perpetuidad. Aunque esta ley vale solamente para la tierra de promisión y el pueblo del Antiguo Testamento, es sin embargo el fundamento del bienestar de todos los pueblos y una norma de estupenda trascendencia social, ya que garantiza a cada familia la herencia de sus padres e impide que el patrio suelo se torne objeto de especulación o sea acumulado en manos de sociedades anónimas que se enriquecen con su compra y venta sin cultivarlo. Únicamente Dios pudo formular esta ley lapidaria. Óiganlo los acaparadores y especuladores de terrenos: ¡Mía es la tierra! Huele a comunismo, dicen. ¡Ojalá se hubiera impuesto este “comunismo” de ley divina, y no el comunismo materialista de hoy! Lo que Dios dice es santo y justo, y quien no escucha su voz es un enemigo de la a sociedad, como lo vemos en las funestas consecuencias de los precios fantásticos de los terrenos suburbanos, que a tanto llegan que las familias pobres no pueden adquirirlos. De aquí que en su desesperación no vean otra salida que un comunismo brutal y materialista. ¡Mía es la tierra! Óiganlo también los legisladores que forjan las leyes sociales y tienen la enorme responsabilidad de proteger a los pobres, cuyo sumo protector y vengador es Dios.
El suelo no puede venderse a perpetuidad, pues mía es la tierra, puesto que vosotros sois para mí como extranjeros y peregrinos.
24En todo el país de vuestra posesión concederéis derecho de rescatar la tierra. 25
25. Su rescatador; literalmente: su redentor. Véase un ejemplo histórico en el libro de Rut 4, 1 ss. Cf. Isaías 59, 20.
Si se empobreceré tu hermano y vendiere algo de su posesión, vendrá su rescatador, el pariente suyo más cercano, y rescatará lo vendido por su hermano.
26Si uno no teniendo rescatador adquiriere él mismo medios y hallare lo suficiente para rescatarlo, 27haga el cómputo de los años transcurridos después de la venta y pague al comprador la suma restante; así recobrará su posesión. 28Pero si no hallare lo suficiente para recobrarla, lo vendido quedará en poder del comprador hasta el año jubilar; y en el jubileo será libre, y (el vendedor) la recobrará de nuevo.

29Si uno vendiere una casa de habitación en ciudad amurallada, durará su derecho de rescatarla hasta cumplirse el año de su venta. Un año entero durará su derecho de rescate. 30En caso de no ser rescatada dentro de un año entero, la casa situada en ciudad amurallada quedará para siempre al comprador y a sus descendientes. No saldrá de su poder en el jubileo. 31Mas las casas de las aldeas no amuralladas serán tratadas como los campos del país: pueden rescatarse, y en el año jubilar quedan libres. 32
32. Los levitas no podían adquirir campos; vivían casi exclusivamente del Santuario y de los diezmos, por lo cual había que devolverles sus casas a fin de asegurarles la vida.
En cuanto a las ciudades de los levitas, podrán siempre rescatar las casas de las ciudades de su posesión.
33Si uno compra una casa de los levitas, la casa vendida, en la ciudad de su posesión, saldrá libre en el jubileo: porque las casas de las ciudades de los levitas son su posesión en medio de los hijos de Israel. 34Tampoco pueden venderse los campos en torno a las ciudades de ellos, pues son posesión de ellos a perpetuidad.

Leyes en favor de los pobres y esclavos

35
35 ss. Dios inculca incesantemente este cuidado por el necesitado, especialmente por boca de los profetas (Deuteronomio 15, 7; Nehemías 5, 5; Isaías 1, 17; Jeremías 7, 6; 22, 3; Oseas 5, 6). Sobre los esclavos véase la nota a los versículos 13 ss. de este capítulo. Es de notar que Israel era el único pueblo de la antigüedad que tenía una legislación social en favor de los esclavos y mantenía el principio de la igualdad de todos los hombres.
Si tu hermano empobreciere y se apoya sobre ti, lo sostendrás, sea extranjero o advenedizo, para que pueda vivir junto a ti.
36No tomarás de él interés ni usura, antes bien teme a tu Dios y deja vivir a tu hermano junto a ti. 37No le cobrarás interés por tu dinero ni le darás tus víveres a usura. 38Yo Soy Yahvé, vuestro Dios, que os saqué de la tierra de Egipto para daros la tierra de Canaán, a fin de ser vuestro Dios.

39Si empobreciere tu hermano a tu lado y se te vendiere, no le impondrás trabajos de esclavo; 40estará contigo como jornalero y como advenedizo, te servirá hasta el año del jubileo. 41Entonces saldrá libre de tu casa, él y sus hijos juntamente con él, y volverá a su familia y a la posesión de sus padres. 42
42. Son mis siervos: ¿No suena esto como una grave acusación contra el capitalismo materialista que mira al obrero como mercadería? Dios recuerda aquí a los israelitas la esclavitud de Egipto y las maravillas que Él hizo para librarlos. Del mismo modo tendrán que mostrar compasión de los que por miseria se ven sujetos a la esclavitud.
Porque son mis siervos, a quienes Yo saqué de la tierra de Egipto; no han de ser vendidos como esclavos.
43No le dominarás con dureza, sino que tendrás temor a tu Dios. 44Los siervos y las siervas que necesites serán de las naciones que os rodean; de ellos podréis adquirir siervos y siervas. 45También de los hijos de los advenedizos que moran en medio de vosotros podréis comprarlos, y de sus familias residentes entre vosotros, es decir, de los nacidos en vuestra tierra. Esos serán vuestra propiedad. 46Los dejaréis en herencia a vuestros hijos después de vosotros como posesión hereditaria. A los tales podréis tener por siervos a perpetuidad. Pero si se trata de vuestros hermanos, los hijos de Israel, ninguno de vosotros domine a su hermano con dureza.

47Si el extranjero o advenedizo que mora contigo, adquiriere riquezas, y si junto a él tu hermano empobreciere y se vendiere al extranjero que mora contigo, o a algún descendiente de la familia del extranjero; 48después de haberse vendido le quedará el derecho al rescate: uno de sus hermanos podrá rescatarlo. 49Lo rescatará su tío, o el hijo de su tío; o algún pariente cercano suyo dentro de su parentela podrá rescatarlo, o si alcanzare los medios, él mismo podrá rescatarse. 50Hará el cómputo con aquel que le compró, desde el año de su venta hasta el año del jubileo; el precio de su venta será según el número de años, los días (de su trabajo) le serán computados como los de un jornalero. 51Si faltan todavía muchos años, pagará en proporción de ellos el precio de su rescate, descontándolo del precio con que fue comprado. 52Y si faltan pocos años hasta el año del jubileo, hará el mismo cómputo; en proporción de los años pagará el precio de su rescate. 53
53. Con dureza: No tolerarás que le trate con rigor. Es para inculcar la gran fraternidad que debía reinar entre los israelitas. Recuérdese el caso de Moisés en Egipto (Éxodo 2, 11 ss.).
Como quien trabaja a jornal año por año, así estará con él; no permitas que le trate con dureza ante tus ojos.
54Si no fuere rescatado por otros, quedará libre el año del jubileo, él y sus hijos juntamente con él. 55Porque siervos míos son los hijos de Israel; siervos míos son, a quienes Yo he sacado del país de Egipto. Yo soy Yahvé, vuestro Dios.”
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