Leviticus 9
Aarón ofrece los primeros sacrificios
1El día octavo llamó Moisés a Aarón y sus hijos, y a los ancianos de Israel, 2y dijo a Aarón: “Tómate un becerro de la vacada para el sacrificio por el pecado y un carnero para holocausto, ambos sin tacha, para ofrecerlos ante Yahvé. 3Y hablarás a los hijos de Israel, diciendo: ‘Tomad un macho cabrío para el sacrificio por el pecado, y un becerro y un cordero, ambos primales y sin tacha, para el holocausto, 4y un toro y un carnero para el sacrificio pacífico, que se inmolen ante Yahvé, y una oblación amasada con aceite; porque hoy se os mostrará Yahvé’.” 5Trajeron, pues, ante el Tabernáculo de la Reunión lo que Moisés había mandado, y se acercó todo el pueblo y se mantuvo en pie delante de Yahvé. 6Dijo entonces Moisés: “He aquí lo que ha mandado Yahvé; hacedlo y se os aparecerá la gloria de Yahvé.” 7 ▼▼7. San Pablo alude a este oficio del Sumo Sacerdocio, según el cual tenía que ofrecer víctimas, primero por sí mismo y después por el pueblo, y hace resaltar que Jesucristo no necesitaba ofrecer sacrificios por sí mismo (Hebreos 7, 27), con lo que demostró su superioridad sobre los sacerdotes de la Antigua Alianza.
Después dijo Moisés a Aarón: “Acércate al altar y ofrece tu sacrificio por el pecado y tu holocausto, y haz la expiación por ti mismo y por el pueblo; ofrece también la oblación del pueblo y haz la expiación por ellos; como Yahvé lo ha prescrito. 8Se acercó, pues, Aarón al altar y degolló el becerro del sacrificio por su propio pecado. 9Los hijos de Aarón le presentaron la sangre; y él, mojando su dedo en la sangre roció con ella los cuernos del altar y derramó la sangre al pie del altar. 10Luego quemó sobre el altar el sebo, los riñones y la telilla del hígado, del sacrificio por el pecado, como Yahvé había mandado a Moisés; 11pero la carne y la piel las quemó fuera del campamento. 12Después degolló el holocausto, y los hijos de Aarón le presentaron la sangre, la cual derramó todo en torno sobre el altar. 13Le presentaron igualmente el holocausto, trozo por trozo, juntamente con la cabeza, y lo quemó sobre el altar. 14Y habiendo lavado las entrañas y las patas las quemó encima del holocausto sobre el altar. 15Después ofreció la oblación del pueblo. Tomó el macho cabrío correspondiente al pueblo para el sacrificio por el pecado, lo inmoló y lo presentó por el pecado del mismo modo que el primero. 16Ofreció así el holocausto, haciéndolo según, el rito. 17Además presentó la oblación. Tomando un puñado de ella lo quemó en el altar, juntamente con el holocausto de la mañana. 18Degolló asimismo el toro y el carnero como sacrificio pacífico por el pueblo. Los hijos de Aarón le entregaron la sangre, la cual él derramó sobre el altar, todo alrededor, 19y las partes grasas del toro y del carnero con la cola, el sebo que cubre las entrañas, los riñones y la telilla del hígado. 20Las partes grasas las pusieron sobre los pechos (de las víctimas) y él las quemó sobre el altar. 21 ▼▼21. Los meció Aarón: Véase sobre este rito Éxodo 29, 24 ss. y nota. Cf. 7, 30 y nota.
Mas los pechos y la pierna derecha los meció Aarón como ofrenda ante Yahvé, conforme Moisés había mandado. Aparición de la gloria del Señor
22 ▼▼22. Alzando las manos hacia el pueblo lo bendijo: Bendecir al pueblo y hacer expiación por el mismo (versículo 7), es decir, rogar por la grey, son obligaciones inseparablemente unidas al ministerio del sacerdote. “Lloren los sacerdotes, los ministros del Señor, entre el atrio y el altar, dice el profeta Joel, y exclamen: Perdona, Señor, perdona a tu pueblo” (Joel 2, 17). Cf. el ejemplo del Sumo Sacerdote Onías en II Macabeos 15, 14. “Son poderosos en obras y palabras los sacerdotes fervorosos y asiduos en la oración” (San Bernardo, Serm. de tribus ordin.).
Entonces Aarón alzando las manos hacia el pueblo lo bendijo, y se retiró después de haber ofrecido el sacrificio por el pecado, el holocausto y la hostia pacífica. 23 ▼▼23. La gloria de Yahvé se apareció a todo el pueblo: No sabemos cómo se realizó esta aparición; se refiere tal vez al fuego que consumió el holocausto (versículo 24).
Luego Moisés y Aarón entraron en el Tabernáculo de la Reunión y cuando salieron bendijeron al pueblo. Entonces la gloria de Yahvé se apareció a todo el pueblo. 24 ▼▼24. Cf. 1, 3; 6, 9 y notas. Este fuego se conservaba con el mayor cuidado. Cuando Salomón consagró el Templo de Jerusalén, se reiteró el milagro; y después del cautiverio, con motivo de la consagración del segundo Templo, el fuego volvió a bajar del cielo (II Macabeos 1, 18 ss.). En el culto de la Nueva Ley el fuego representa al Espíritu Santo, que en esa forma descendió el día de Pentecostés (Hechos 2, 3).
Salió fuego de la presencia de Yahvé que consumió el holocausto puesto en el altar y las partes grasas. Todo el pueblo lo vio, y prorrumpiendo en gritos de júbilo cayeron sobre sus rostros.
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