Luke 13
Todos necesitamos arrepentirnos
1En aquel momento llegaron algunas personas a traerle la noticia de esos galileos cuya sangre Pilato había mezclado con la de sus sacrificios ▼▼1 ss. Como los amigos de Job, tenemos tendencia a pensar que los que reciben a nuestra vista grandes pruebas son los más culpables. Jesús rectifica esta presunción de penetrar los juicios divinos y de ver la paja en el ojo ajeno, mostrando una vez más, como lo bizo desde el principio de su predicación (Mc. 15, 1 y nota), que nadie puede creerse exento de pecado y por consiguiente que a todos es indispensable el arrepentimiento y la actitud de un corazón contrito delante de Dios.
. 2Y respondiendo les dijo: “¿Pensáis que estos galileos fueron los más pecadores de todos los galileos, porque han sufrido estas cosas? 3Os digo que de ninguna manera, sino que todos pereceréis igualmente si no os arrepentís ▼▼3. El griego metanoeite es algo más que arrepentirse: pensar de otro modo. Equivale al “renunciarse”. Cf. 9, 23 y nota.
. 4O bien aquellos dieciocho, sobre los cuales cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén? 5Os digo que de ninguna manera sino que todos pereceréis igualmente si no os convertís”. La higuera estéril
6Y dijo esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Vino a buscar fruto de ella, y no lo halló ▼▼6. La higuera estéril es la Sinagoga. Jesús le consiguió del Padre, al cabo de tres años de predicación desoída, el último plazo para arrepentirse (v. 5), que puede identificarse con el llamado tiempo de los Hechos de los Apóstoles, durante el cual, no obstante el deicidio, Dios le renovó, por boca de Pedro y Pablo, todas las promesas antiguas. Desechada también esta predicación apostólica, perdió Israel su elección definitivamente y S. Pablo pudo revelar a los gentiles, con las llamadas Epístolas de la cautividad, la plenitud del Misterio de la Iglesia (Hch. 28, 28 y 31 y notas; Ef. 1, 1 ss. y notas). En sentido más amplio la higuera estéril es figura de todos los hombres que no dan los frutos de la fe, como se ve también en la Parábola de los talentos (Mt. 25, 14 ss.).
. 7Entonces dijo al viñador: “Mira, tres años hace que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo. ¡Córtala! ¿Por qué ha de inutilizar la tierra?” 8Mas él le respondió y dijo: “Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor y eche abono. 9Quizá dé fruto en lo futuro; si no, la cortarás”. La mujer encorvada
10Un día sabático enseñaba en una sinagoga. 11Había allí una mujer que tenía desde hacía dieciocho años, un espíritu de enfermedad: estaba toda encorvada, y sin poder absolutamente enderezarse. 12Al verla Jesús, la llamó y le dijo: “Mujer, queda libre de tu enfermedad”. 13Y puso sobre ella sus manos, y al punto se enderezó y se puso a glorificar a Dios. 14Entonces, el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en día sabático, respondió y dijo al pueblo: “Hay seis días para trabajar; en esos días podéis venir para haceros curar, y no el día de sábado”. 15Mas Jesús le replicó diciendo: “Hipócritas, ¿cada uno de vosotros no desata su buey o su asno del pesebre, en día sabático, para llevarlo al abrevadero? 16Y a esta, que es una hija de Abrahán, que Satanás tenía ligada hace ya dieciocho años, ¿no se la había de libertar de sus ataduras, en día sabático?” 17A estas palabras, todos sus adversarios quedaron anonadados de vergüenza, en tanto que la muchedumbre entera se gozaba de todas las cosas gloriosas hechas por Él.Parábola del grano de mostaza y de la levadura
18Dijo entonces: “¿A qué es semejante el reino de Dios, y con qué podré compararlo? ▼▼18 ss. Dijo entonces: Como observa Pirot, estas palabras (y las análogas del v. 20) vinculan lo que sigue con los vv. 15 ss., en que Jesús está reprochando a los fariseos su hipocresía que en 12, 1 llamó levadura. De ahí que algunos refieren a ellos estas dos parábolas, que Lucas trae aquí sueltas a diferencia de Mt. 13. El grano de mostaza (cf. Mt. 13, 31 s.; Mc. 4, 32) que puede también representar la técnica de la pequeñez, según la cual Dios bendice lo que comienza humildemente como empezaron los apóstoles, se refiere a la planta brassica nigra que, como la cizaña, es una plaga por su crecimiento excesivo. En tal caso los pájaros (v. 19) serían semejantes a los de Mt. 13, 4 y nota. Sobre la levadura cf. Mt. 13, 33 y nota.
19Es semejante a un grano de mostaza que un hombre tomó y fue a sembrar en su huerta; creció, vino a ser un árbol, y los pájaros del cielo llegaron a anidar en sus ramas”. 20Dijo todavía: “¿Con qué podré comparar el reino de Dios? 21Es semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina y, finalmente, todo fermentó”. La puerta angosta
22Y pasaba por ciudades y aldeas y enseñaba yendo de viaje hacia Jerusalén. 23Díjole uno: “Señor, ¿los que se salvan serán pocos?” 24Respondioles: “Pelead para entrar por la puerta angosta, porque muchos, os lo declaro, tratarán de entrar y no podrán ▼▼24. Como observan algunos exegetas, estas palabras de Jesús ni parecen las mismas de Mt. 7, 13, donde no se habla de esforzarse y se trata más bien de un pasaje que de una puerta. La imagen es sumamente gráfica, pues hace comprender que, así como nos esforzamos por hacernos pequeños para poder pasar por una portezuela en que no caben los grandes, así hemos de luchar por hacernos pequeños para poder entrar en ese reino que está exclusivamente reservado a los que se hacen niños según lo dice Jesús. Cf. 10, 21; Mt. 18, 1- 4; Mc. 10, 15.
. 25En seguida que el dueño de casa se haya despertado y haya cerrado la puerta, vosotros, estando fuera, os pondréis a llamar a la puerta diciendo: “¡Señor, ábrenos!” Mas él respondiendo os dirá: “No os conozco (ni sé) de dónde sois”. 26Entonces comenzaréis a decir: “Comimos y bebimos delante de ti, y enseñaste en nuestras plazas” ▼▼26. Enseñaste en nuestras Plazas : En el v. 27. Él insiste en decir que no los conoce. Además, escrito está que “nadie oirá su voz en las plazas”, porque Él no será turbulento (cf. Mt. 12, 19 y nota). Si ellos escucharon, pues, fue a otros, como se lo anunció Jesús (Jn. 5, 43 y nota); a otros que no buscaban la gloria del que los envió, sino la propia gloria (Jn. 7, 18 y nota), por lo cual no podían tener fe (Jn. 5, 44 y nota). Esos no eran por tanto, los verdaderos discípulos a quienes Él dijo: “Quien a vosotros escucha, a Mí me escuda” (Lc. 10, 16), sino los falsos profetas sobre los cuales tanto había prevenido Él. Cf. Mt. 7, 15 y nota.
. 27Pero él os dirá: “Os digo, no sé de dónde sois. Alejaos de mí, obradores todos de iniquidad” ▼▼27. Véase Mt. 15, 8, citando a Is. 29, 13. Mt. 7, 23; 25, 41. Condena Jesús anticipadamente a aquellos cristianos que se contentan con el solo nombre de tales y con la vinculación exterior a la Iglesia.
. 28Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y a vosotros arrojados fuera. 29y del oriente y del occidente, del norte y del mediodía vendrán a sentarse a la mesa en el reino de Dios. 30Y así hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos”. El zorro Herodes
31En ese momento se acercaron algunos fariseos, para decirle: “¡Sal, vete de aquí, porque Herodes te quiere matar”. 32Y les dijo: “Id a decir a ese zorro: He aquí que echo demonios y obro curaciones hoy y mañana; el tercer día habré terminado. 33Pero hoy, mañana y al otro día, es necesario que Yo ande, porque no cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén” ▼▼33. Ni los fariseos, ni Herodes logran intimidarlo. Él va a morir libremente cuando haya llegado tu hora. Cuando esta llega, lo vemos con sublime empeño “adelantarse” hacia Jerusalén, sin que nada ni nadie pueda detenerlo. Véase 9, 5; 18, 31; 19, 28. S. Pablo lo imitará. Cf. Hch. 21, 4.
. ¡Ay de Jerusalén!
34Jerusalén, Jerusalén, tú que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados, ¡cuántas veces quise Yo reunir a tus hijos, como la gallina reúne su pollada debajo de sus alas, y vosotros no lo habéis querido! ▼▼34. Jesús está hablando en singular con Jerusalén. El plural que usa luego alude sin duda a los jefes de la Sinagoga. Cf. Mt. 23, 37.
35 ▼▼35. En Mt. 23, 39 el Señor pronuncia este mismo vaticinio del Sal. 117, 26, al terminar su último gran discurso en el Templo. Véase allí la nota.
Ved que vuestra casa os va a quedar desierta. Yo os lo digo, no me volveréis a ver, hasta que llegue el tiempo en que digáis: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”
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