Luke 24
VI. RESURRECCIÓN Y ASCENSIÓN DE JESÚS
La Resurrección
1Pero el primer día de la semana ▼▼1 s. Véase Mt. 28, 1 ss.; Mc. 16, 1 ss.; Jn. 20, 1 y nota. Jesús estuvo en el sepulcro desde la noche del viernes hasta la madrugada del domingo.
, muy de mañana, volvieron al sepulcro, llevando los aromas que habían preparado. 2hallaron la piedra desarrimada del sepulcro. 3Habiendo entrado, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. 4Mientras ellas estaban perplejas por esto, he ahí que dos varones de vestidura resplandeciente se les presentaron. 5Como ellas estuviesen poseídas de miedo e inclinasen los rostros hacia el suelo, ellos les dijeron: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? 6No está aquí; ha resucitado. Acordaos de lo que os dijo, estando aún en Galilea: 7que era necesario que el Hijo del hombre fuese entregado en manos de hombres pecadores, que fuese crucificado y resucitara el tercer día”. 8Entonces se acordaron de sus palabras. 9Y de vuelta del sepulcro, fueron a anunciar todo esto a los Once ▼▼9. Los Once: faltaba Judas, que se había suicidado.
y a todos los demás. 10Eran María la Magdalena, Juana y María la (madre) de Santiago; y también las otras con ellas referían esto a los apóstoles. 11Pero estos relatos aparecieron ante los ojos de ellos como un delirio, y no les dieron crédito. 12Sin embargo Pedro se levantó y corrió al sepulcro, y, asomándose, vio las mortajas solas. Y se volvió, maravillándose de lo que había sucedido. Los discípulos de Emaús
13Y he aquí que, en aquel mismo día, dos de ellos se dirigían a una aldea, llamada Emaús, a ciento sesenta estadios de Jerusalén ▼▼13. Ciento sesenta esladios: o sea unos 30 kms., distancia que corresponde a la actual Amwás. En algunos códices se lee “sesenta”, en vez de “ciento sesenta”, lo que dio lugar a buscar, como posible escenario de este episodio, otros lugares en las proximidades de Jerusalén (El Kubeibe y Kaloníe).
. 14E iban comentando entre sí todos estos acontecimientos. 15Y sucedió que, mientras ellos platicaban y discutían, Jesús mismo se acercó y se puso a caminar con ellos. 16Pero sus ojos estaban deslumbrados para que no lo conociesen. 17Y les dijo: “¿Qué palabras son estas que tratáis entre vosotros andando?” 18Y se detuvieron con los rostros entristecidos. Uno, llamado Cleofás, le respondió: “Eres Tú el único peregrino, que estando en Jerusalén, no sabes lo que ha sucedido en ella en estos días?” 19Les dijo: “¿Qué cosas?” Y ellos: “Lo de Jesús el Nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y palabra delante de Dios y de todo el pueblo, 20y cómo lo entregaron nuestros sumos sacerdotes y nuestros magistrados para ser condenado a muerte, y lo crucificaron. 21Nosotros, a la verdad, esperábamos que fuera Él, aquel que habría de librar a Israel. Pero, con todo, ya es el tercer día desde que sucedieron estas cosas. 22Y todavía más, algunas mujeres de los nuestros, nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, 23y no habiendo encontrado su cuerpo se volvieron, diciendo también que ellas habían tenido una visión de ángeles, los que dicen que Él está vivo ▼▼23. Gran misterio es ver que Jesús resucitado, lejos de ser aún glorificado sobre la tierra (cf. Hch. 1, 6), sigue luchando con la incredulidad de sus propios discípulos. Cf. Jn. 21, 9 y nota.
. 24Algunos de los que están con nosotros han ido al sepulcro, y han encontrado las cosas como las mujeres habían dicho; pero a Él no lo han visto”. 25Entonces les dijo: “¡Oh hombres sin inteligencia y tardos de corazón para creer todo lo que han dicho los profetas! 26¿No era necesario que el Cristo sufriese así para entrar en su gloria?” ▼▼26 s. Les mostró cómo las profecías y figuras se referían también a su primera venida doliente (cf. Is. 53; Salmos 21 y 68, etc.), porque ellos solo pensaban en la venida del Mesías glorioso. Cf. Hch. 3, 22 y nota.
27Y comenzando por Moisés, y por todos los profetas, les hizo hermenéutica de lo que en todas las Escrituras había acerca de Él. 28Se aproximaron a la aldea a donde iban, y Él hizo ademán de ir más lejos. 29Pero ellos le hicieron fuerza, diciendo: “Quédate con nosotros, porque es tarde, y ya ha declinado el día”. Y entró para quedarse con ellos. 30Y estando con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y les dio ▼▼30. Pirot hace notar que ha sido abandonada la opinión de que esta fracción del pan fuese la Eucaristía.
. 31Entonces los ojos de ellos fueron abiertos y lo reconocieron; mas Él desapareció de su vista. 32Y se dijeron uno a otro: “¿No es verdad que nuestro corazón estaba ardiendo dentro de nosotros, mientras nos hablaba en el camino, mientras nos abría las Escrituras?” ▼▼32. Felicidad que hoy está a nuestro alcance (cf. v. 45 y nota). “La inteligencia de las Escrituras produce tal deleite que el alma se olvida no solo del mundo, sino también de sí misma” (Santa Angela de Foligno).
. Jesús se aparece a los Once
33Y levantándose en aquella misma hora, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los demás, 34los cuales dijeron: “Realmente resucitó el Señor y se ha aparecido a Simón”. 35Y ellos contaron lo que les había pasado en el camino, y cómo se hizo conocer de ellos en la fracción del pan. 36Aún estaban hablando de esto cuando Él mismo se puso en medio de ellos diciendo: “Paz a vosotros” ▼▼36. Véase Mc. 16, 14; Jn. 20, 19.
. 37Mas ellos, turbados y atemorizados, creían ver un espíritu. 38Él entonces les dijo: “¿Por qué estáis turbados? y ¿por qué se levantan dudas en vuestros corazones? 39Mirad mis manos y mis pies: soy Yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que Yo tengo”. 40Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. 41Como aún desconfiaran, de pura alegría, y se estuvieran asombrados, les dijo: “¿Tenéis por ahí algo de comer?” ▼▼41. No lo dice por tener hambre, sino para convencerlos de que tenía un cuerpo real. Y lo confirma comiendo ante sus ojos. Cf. Jn. 21, 9 y nota.
42Le dieron un trozo de pez asado. 43Lo tomó y se lo comió a la vista de ellos. Despedida y Ascensión
44Después les dijo: “Esto es aquello que Yo os decía, cuando estaba todavía con vosotros, que es necesario que todo lo que está escrito acerca de Mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos se cumpla”. 45Entonces les abrió la inteligencia para que comprendiesen las Escrituras ▼▼45. Vemos aquí que la inteligencia de la Palabra de Dios es obra del Espíritu Santo en nosotros, el cual la da a los humildes y no a los sabios (10, 31). Véase v. 32; Sal. 118, 34 y nota.
. 46Y les dijo: “Así estaba escrito que el Cristo sufriese y resucitase de entre los muertos al tercer día ▼▼46. Véase v. 7; Mt. 26, 25; Is. 35, 5 y notas.
, 47y que se predicase, en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén ▼▼47. Véase Mt. 10, 6 y nota.
. 48Vosotros sois testigos de estas cosas. 49Y he aquí que Yo envío sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Mas vosotros estaos quedos en la ciudad hasta que desde lo alto seáis investidos de fuerza ▼▼49. Esa “Promesa” del Padre es el Espíritu Santo, según lo refiere el mismo Lucas en Hch. 1, 4. Véase 3, 16; Mt. 3, 11; Mc. 1, 8; Jn. 1, 26; 14, 26.
. 50Y los sacó fuera hasta frente a Betania y, alzando sus manos, los bendijo ▼▼50 s. Esta bendición de despedida de Jesús no es sino un “hasta luego” (Jn. 16, 16 s. y nota), porque Él mismo dijo que iba a prepararnos un lugar en la casa de su Padre, y volvería a tomarnos para estar siempre juntos (Jn. 14, 2 s.). San Lucas continúa este relato de la Ascensión en los Hechos de los Apóstoles, para decirnos que, según anunciaron entonces los ángeles, Jesús volverá de la misma manera que se fue, esto es, en las nubes (Hch. 1, 11 y nota). Entonces terminarán de cumplirse todos esos anuncios de que habla Jesús en el v. 44, para cuyo entendimiento hemos de pedirle que nos abra la inteligencia como hizo aquí con los apóstoles (v. 45).
. 51Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue elevado hacia el cielo. 52Ellos lo adoraron y se volvieron a Jerusalén con gran gozo. 53Y estaban constantemente en el Templo, alabando y bendiciendo a Dios ▼▼53. En el Templo: El mismo de Jerusalén (cf. Hch. 3, 1) cuyo culto continuó hasta su destrucción por los romanos el año 70, después del anuncio hecho por San Pablo a Israel en Hch. 28, 25 ss. Cf. Hb. 8, 4 y nota.
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