Malachi 1
El amor de Dios a su pueblo
1 ▼▼1. La palabra de Dios aparece aquí personificada y como juez. Lo mismo dice Jesús del Evangelio: “Quien me menosprecia y no recibe mis palabras, ya tiene juez que le juzgue: la palabra que Yo he predicado, esa le juzgará en el último día” (Juan 10, 48).
Carga. Palabra de Yahvé a Israel por boca de Malaquías: 2 ▼▼2 ss. Dios elige a quien quiere, como se ve en el ejemplo de Jacob y Esaú. Jacob, el menor fue elegido, y Esaú, el primogénito, fue rechazado. Véase Génesis 25, 23; 27, 1 ss. y notas. Malaquías elige este ejemplo para mostrar cómo Dios ama a su pueblo. Por este amor redujo a soledad las montañas de Esaú, el país de Edom (versículo 3) y destruyó todas las esperanzas de los idumeos (versículo 4). Cf. Salmo 136, 7; Jeremías 49, 7 ss.; Joel 3, 19; Amós 1, 11 s.; Abdías 1 ss., etc. Ello no obsta para que la esposa ingrata le pregunte todavía: “¿En qué nos amaste?” Releamos Ezequiel 16 con sus notas y mirémonos todos en ese espejo.
“Os he amado, dice Yahvé, mas vosotros decís: «¿En qué nos amaste?» ¿No era acaso Esaú hermano de Jacob? dice Yahvé, y Yo he amado a Jacob; 3a Esaú, empero, he aborrecido, y he convertido sus montañas en soledad, (abandonando) su herencia a los chacales del desierto. 4Si Edom dice: «Aunque hemos sido destruidos, volveremos a edificar las ruinas»; así dice Yahvé de los ejércitos: Ellos edificarán, mas Yo derribaré, y se les llamará: ‘Tierra de impiedad’, y: ‘Pueblo contra el cual Yahvé está indignado para siempre’. 5Vuestros ojos lo verán; y diréis: «Grande es Yahvé, aún más allá del país de Israel». Pecados de los sacerdotes
6El hijo honra al padre, y el siervo a su amo. Ahora bien, si Yo soy Padre, ¿dónde queda mi honra? y si soy Señor, ¿dónde está el temor que me corresponde? dice Yahvé de los ejércitos a vosotros, sacerdotes, que despreciáis mi Nombre. Vosotros diréis: «¿En qué hemos despreciado tu Nombre?» 7 ▼▼7. Véase la pregunta del versículo 2, en que desconocen el amor con que son amados. Y ahora, como en 2, 17, desconocen su propia ingratitud. Cf. Juan 6, 3 y nota. Los sacerdotes, dice San Cirilo, aun sin pronunciar expresamente estas palabras irreverentes, mostraban en sus costumbres y actos que despreciaban el altar del Señor, como si en realidad tuvieran esta opinión impía. Ofrecían como sacrificios cosas viles e inútiles, pan inmundo (pan con levadura, en vez de panes ácimos; cf. Levítico 2, 4; Lucas 13, 21 y nota), y reses ciegas y cojas (cf. Levítico 3, 1 y 6; Deuteronomio 15, 21 etc.). ¿Cómo podía el pueblo tener respeto a lo santo, si los mismos sacerdotes, los consagrados al Señor, trataban las cosas divinas de un modo tan sacrílego? San Jerónimo aprovecha este pasaje para exhortar a los sacerdotes del Nuevo Testamento, diciéndoles: “Mancillamos el pan, esto es, el Cuerpo de Cristo, cuando nos acercamos indignamente al altar, y estando sucios bebemos aquella sangre limpia... mas las obras de los pecadores son un desprecio de la mesa del Señor; pues Este es vilipendiado y ultrajado cuando lo son sus sacramentos.”
Ofrecéis en mi altar pan inmundo y decís: «¿Cómo te hemos profanado?» Con vuestro decir: «La mesa de Yahvé es despreciable». 8 ▼▼8 s. Nótese el carácter sarcástico de este pasaje. ¿Cómo pretendéis que Dios pueda escuchar semejante oración, hecha con un corazón doble, mientras por vuestra conducta despreciáis la fe y el amor? ¿Acaso podréis burlaros de Dios? Véase la tremenda respuesta que Él da en 2, 1 ss. Cf. 3, 7 y nota.
Si ofrecéis un (animal) ciego, ¿no es cosa mala? y si ofrecéis una (res) coja o enferma, ¿no es malo? ¡Preséntalo a tu gobernador! ¿a ver si te lo agradecerá, y te será favorable? dice Yahvé de los ejércitos. 9Ahora, rogad a Dios que se apiade de nosotros, pues obra de vuestra mano han sido estas cosas. Quizás os será propicio, dice Yahvé de los ejércitos. Nuevo sacrificio puro y universal
10 ▼▼10. El sentido es: ¡Ojalá se cerraran las puertas del Templo, para que nadie de vosotros pudiera entrar y encender el fuego! Véase Isaías 1, 11-15.
¡Oh si alguno de entre vosotros cerrase las puertas, para que no encendierais en vano (el juego de) mi altar! No tengo complacencia en vosotros, dice Yahvé de los ejércitos, y no me agrada la ofrenda de vuestras manos. 11 ▼▼11. Es grande mi Nombre: El nombre de Dios y de su Hijo Jesucristo será glorificado aun por los paganos, que se convertirán en masa. Cf. Isaías 2, 2 ss.; 11, 9; 49, 6; 60, 9; Miqueas 4, 2, etc. Se ofrece incienso. El incienso acompañaba todos los sacrificios. Ofrenda pura: El hebreo usa aquí, como en el versículo 10 y en 3, 4, la palabra minchah, que San Jerónimo traduce aquí por “ofrenda”, y más adelante por “sacrificio”. Este versículo es una grandiosa profecía que halla su cumplimiento en el sacrificio del Nuevo Testamento, la Santa Misa. Cf. Concilio Tridentino, sesión 22, capítulo 1. Entre las naciones: Aun en sentido literal reconocen todos que aquí no se trata, como en 3, 4, de Israel, ni de un sacrificio exclusivo para los israelitas, sino que esto presupone la conversión de los gentiles, en la que “le adorarán todos los reyes de la tierra, y todas las naciones le servirán” (Salmo 71, 10; cf. Salmo 101, 16 s. y nota). Presupone también la muerte redentora de Jesús. De todos modos, es un hecho que Jesús anunció la necesidad de su Pasión y Muerte, no solo después de resucitado (Lucas 24, 44-47) sino también desde el principio del Evangelio de San Juan, cuando expuso a Nicodemo la necesidad del nuevo nacimiento.
Porque desde el orto del sol hasta el ocaso es grande mi Nombre entre las naciones; y en todo lugar se ofrece a mi Nombre incienso y ofrenda pura, pues grande es mi Nombre entre las naciones, dice Yahvé de los ejércitos. 12Pero vosotros lo profanáis cuando decís: «La mesa del Señor es inmunda, y lo que en ella se ofrece, es un manjar despreciable». 13 ▼▼13. ¡Qué fastidio! Vulgata: He aquí el fruto de nuestro trabajo: “Este versículo, dice Scío, es muy oscuro, y por esto se le dan varios sentidos. Decís que estas ofrendas que me hacéis son el fruto de vuestros trabajos y fatigas, y pretendéis así burlaros de mí, pero yo digo que ellas son fruto de vuestra rapiña. Así San Jerónimo.” De todas maneras vemos aquí expresada la abominación del divino Padre por el culto forzado y falto de amor, que obra como si con ello hiciera a Dios un favor.
Decís “¡Qué fastidio!”, y la colmáis de desprecio, dice Yahvé de los ejércitos; ofreciéndome lo robado, lo cojo y lo enfermo. ¡Esto me ofrecéis en sacrificio! ¿Acaso lo puedo aceptar de vuestra mano? dice Yahvé. 14 ▼▼14. No solamente los sacerdotes son culpables, sino también los laicos que, inducidos por el mal ejemplo de aquellos, ofrecen animales defectuosos para los sacrificios (cf. versículo 7 y nota). “Los malos sacerdotes, dice San Gregorio Magno, son la causa de la perdición de los pueblos.” “Los sacerdotes escandalosos son los que destruyen el santuario de Dios” (San Jerónimo). Porque Yo soy un rey grande: Admiremos la majestad de estas palabras (Zacarías 14, 9), y temblemos ante esta maldición que nos amenaza si pretendemos “quedar bien con Dios” a base de lecciones exteriores, como si Él no conociese el fondo de nuestro corazón.
¡Maldito el fraudulento que tiene en su rebaño un macho, y habiendo hecho un voto, ofrece a Yahvé una res defectuosa! Porque Yo soy un rey grande, dice Yahvé de los ejércitos; y temible es mi Nombre entre las naciones.
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