Mark 1
I. SAN JUAN BAUTISTA
Predicación de Juan Bautista
1Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. 2Según lo que está escrito en Isaías, el profeta: “Mira que envío delante de Ti a mi mensajero, el cual preparará tu camino” ▼▼2 s. Véase Mal. 3, 1; Is. 40, 3; Mt. 3, 1 ss.; Lc. 3, 2 ss. La voz de Juan es como el trueno que conmueve los desiertos (S. Ambrosio); y sin embargo, Israel no escuchó su mensaje ni preparó el camino. De ahí lo que dice Jesús en Mt. 17, 11-13.
. 3“Voz de uno que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas”. 4Estuvo Juan el Bautista bautizando en el desierto ▼▼4. El desierto en que San Juan predicaba y bautizaba se hallaba a tres o cuatro leguas al este de Jerusalén, entre esta ciudad y el Mar Muerto. Su nombre geográfico es “desierto de Judea”. Acerca del carácter del bautismo de Juan véase Mt. 3, 6 y nota. Cf. v. 3; Mt. 3, 1; Lc. 3, 2.
, y predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados. 5Y todos iban a él de toda la tierra de Judea y de Jerusalén y se hacían bautizar por él en el río Jordán, confesando sus pecados. 6Juan estaba vestido de pelos de camello y llevaba un ceñidor de cuero alrededor de sus lomos. Su alimento eran langostas y miel silvestre. 7Y predicaba así: “Viene en pos de mí el que es más poderoso que yo, delante del cual yo no soy digno ni aun de inclinarme para desatar la correa de sus sandalias ▼▼7. La conmoción que el Bautista con su predicación de penitencia y su modo de vivir produjo, fue tan grande, que muchos creyeron que él fuese el “Mesías” prometido. Para evitar este engaño, Juan acentúa su misión de “precursor” señalando con su dedo hacia Jesús: En pos de mí, viene uno... “Así como la aurora es el fin de la noche y el principio del día, Juan Bautista es la aurora del día del Evangelio, y el término de la noche de la Ley” (Tertuliano). Véase Juan 3, 30 y nota.
. 8Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo”. Bautismo y tentación de Jesús
9Y sucedió que en aquellos días Jesús vino de Nazaret de Galilea, y se hizo bautizar por Juan en el Jordán. 10Y al momento de salir del agua, vio entreabrirse los cielos, y al Espíritu que, en forma de paloma, descendía sobre Él. 11Y sonó una voz del cielo: “Tú eres el Hijo mío amado, en Ti me complazco”. 12Y en seguida el Espíritu lo llevó al desierto. 13Y se quedó en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás; y estaba entre las fieras ▼▼13. Entre las fieras del desierto de Judea: chacales, lobos, zorras, etc. Detalle exclusivo de Marcos.
, y los ángeles le servían. II. JESÚS EN GALILEA
14Después que Juan hubo sido encarcelado, fue Jesús a Galilea, predicando la buena nueva de Dios, 15y diciendo: “El tiempo se ha cumplido, y se ha acercado el reino de Dios. Arrepentíos y creed ▼▼15. Arrepentíos y creed: Esta expresión sintetiza todo el mensaje de Jesucristo. Todo hombre debe confesarse pecador y creer en la buena nueva de que Dios es un Padre que perdona (1 Jn. 1, 8 ss.; Lc. 13, 1 ss. y nota). El rechazo de este mensaje por parte del pueblo llevó a Jesús a la Cruz.
en el Evangelio”. Los primeros discípulos
16Pasando a lo largo del mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, hermano de Simón, que echaban la red en el mar, pues eran pescadores ▼▼16 ss. Cf. Mt. 4, 18 ss.; Lc. 5, 2 ss.; Jn. 1, 40 ss.
. 17Díjoles Jesús: “Venid, seguidme, y Yo os haré pescadores de hombres”. 18Y en seguida, dejando sus redes, lo siguieron. 19Yendo un poco más adelante, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, que estaban también en la barca, arreglando sus redes. 20Al punto los llamó; y ellos dejando a Zebedeo, su padre, en la barca con los jornaleros, lo siguieron ▼▼20. Santiago y Juan pertenecían a la clase media, como se deduce del hecho de que su padre Zebedeo ocupaba jornaleros. Es, pues, un error considerar a los discípulos del Señor como gentes que nada tenían que perder y por eso seguían a Jesús (cf. 2, 14; Lc. 5, 27-29). Abrazaron la pobreza espontáneamente, atraídos, en la sinceridad de sus corazones, por el irresistible sello de bondad que ofrecía el divino Maestro a todos los que no tenían doblez.
. 21Entraron a Cafarnaúm; y luego, el día de sábado, entró en la sinagoga y se puso a enseñar. 22Y estaban asombrados por su doctrina; pues les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. Primeros milagros de Jesús
23Se encontraba en las sinagogas de ellos un hombre poseído por un espíritu inmundo, el cual gritó ▼▼23 s. Véase Lc. 4, 31 ss.; El Santo de Dios: el Mesías (Lc. 1, 35; Dn. 9, 24).
: 24“¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a perdernos? Te conozco quién eres: El Santo de Dios”. 25Mas Jesús lo increpó diciendo: “¡Cállate y sal de él!” 26Entonces el espíritu inmundo, zamarreándolo y gritando muy fuerte salió de él. 27Y todos quedaron llenos de estupor, tanto que discutían entre sí y decían: “¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva e impartida con autoridad! ¡Aun a los espíritus inmundos manda, y le obedecen!” 28Y pronto se extendió su fama por doquier, en todos los confines de Galilea. 29Luego que salieron de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Santiago y Juan ▼▼29 ss. Véase Mt. 8, 14-16; Lc. 4, 38-41.
. 30Y estaba la suegra de Simón en cama, con fiebre y al punto le hablaron de ella. 31Entonces fue a ella, y tomándola de la mano, la levantó, y la dejó la fiebre, y se puso a servirles. 32Llegada la tarde, cuando el sol se hubo puesto, le trajeron todos los enfermos y los endemoniados. 33Y toda la ciudad estaba agolpada a la puerta. 34Sanó a muchos enfermos afligidos de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios; pero no dejaba a los demonios hablar, porque sabían quién era Él. 35En la madrugada, siendo aún muy de noche, se levantó, salió y fue a un lugar desierto, y se puso allí a orar ▼▼35. El retiro de Jesús a la oración, después de trabajar todo el día y gran parte de la noche, nos enseña que la oración es tan indispensable como el trabajo. Cf. 14, 38; Mt. 14, 23 y nota.
. 36Mas Simón partió en su busca con sus compañeros. 37Cuando lo encontraron, le dijeron: “Todos te buscan”. 38Respondioles: “Vamos a otra parte, a las aldeas vecinas, para que predique allí también. Porque a eso salí”. 39Y anduvo predicando en sus sinagogas, por toda la Galilea y expulsando a los demonios. 40Vino a Él un leproso, le suplicó y arrodillándose, le dijo: “Si quieres, puedes limpiarme”. 41Entonces, Jesús, movido a compasión, alargó la mano, lo tocó y le dijo: “Quiero, sé sano”. 42Al punto lo dejó la lepra, y quedó sano. 43Y amonestándolo, le despidió luego, 44y le dijo: “¡Mira! No digas nada a nadie; mas anda a mostrarte al sacerdote, y presenta, por tu curación, la ofrenda que prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio” ▼▼44. La Ley de Moisés prescribía que el leproso curado se presentara a los sacerdotes y ofreciera un sacrificio (Lv. 14, 2-32; Mt. 8, 2- 4; Lc. 5, 12-14). Así Jesús enseñaba a cumplir la Ley de Israel y respetar a sus sacerdotes sin perjuicio de conminarlos terriblemente cuando debía defender a las almas contra su hipocresía. Véase el gran discurso del Templo (Mt. 23, 1 ss.; Lc. 11, 46 ss.; 20, 45 ss.).
. 45Pero él se fue y comenzó a publicar muchas cosas y a difundir la noticia, de modo que (Jesús) no podía ya entrar ostensiblemente en una ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares despoblados; y acudían a Él de todas partes.
Copyright information for
SpaPlatense