‏ Mark 4

La parábola del sembrador

1De nuevo se puso a enseñar, a la orilla del mar, y vino a Él una multitud inmensa, de manera que Él subió a una barca y se sentó en ella, dentro del mar, mientras que toda la multitud se quedó en tierra, a lo largo del mar. 2Y les enseñó en parábolas muchas cosas; y en su enseñanza les dijo: 3“¡Escuchad! He aquí que el sembrador salió a sembrar. 4Y sucedió que al sembrar una semilla cayó a lo largo del camino, y los pájaros vinieron y la comieron. 5Otra cayó en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotó en seguida
5. Brotó en seguida: Es de admirar la elocuencia de esta imagen: la semilla en el estéril pedregal brota más rápidamente que en la tierra buena. Jesús nos enseña a ver en esto una prueba de falta de profundidad (v. 17). Debemos, pues, desconfiar de los primeros entusiasmos, tanto en nosotros como en los demás. De ahí el consejo que San Pablo da a Timoteo sobre los neófitos (1 Tm 3, 6).
, por falta de profundidad de la tierra.
6Mas al subir el sol, se abrasó, y no teniendo raíz, se secó. 7Otra parte cayó entre abrojos, y los abrojos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto. 8Y otra cayó en buena tierra
8. La buena tierra es el corazón sin doblez. Para creer y “crecer en la ciencia de Dios” (Col. 1, 10) no se requiere gran talento (Mt. 11, 25), sino rectitud de intención; hacerse pequeño para recibir las lecciones de Jesús. Sobre esta parábola véase Mt. 13, 1 ss., y sus notas; Lc. 8, 4 ss.
; brotando y creciendo dio fruto, y produjo treinta, sesenta y ciento por uno”.
9Y agregó: “¡Quien tiene oídos para oír, oiga!”

10Cuando estuvo solo, preguntáronle los que lo rodeaban con los Doce, (el sentido de) estas parábolas. 11Entonces les dijo: “A vosotros es dado el misterio del reino de Dios; en cuanto a los de afuera, todo les llega en parábolas, 12para que mirando no vean, oyendo no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone”
12. Cf. Is. 6, 9 s.; Jn. 12, 40; Hch. 28, 26; Rm. 11, 8. Dios no es causa de la ceguedad espiritual, pero la permite en los que no corresponden a la gracia. Véase 2 Ts. 2, 10 ss. y nota.
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13Y añadió: “¿No comprendéis esta parábola? Entonces, ¿cómo entenderéis todas las parábolas?
13. Estas palabras, exclusivas de San Marcos, muestran la enorme importancia que tiene la parábola del sembrador en la predicación de Jesús, como verdaderamente básica en el plan divino de la salvación, ya que esta procede de la fe, y la fe viene del modo cómo se escucha la palabra de Dios (Rm. 10, 17).
14El sembrador es el que siembra la palabra. 15Los de junto al camino son aquellos en quienes es sembrada la palabra; mas apenas la han oído, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. 16De semejante manera, los sembrados en pedregal son aquellos que al oír la palabra, al momento la reciben con gozo, 17pero no tienen raíz en sí mismos, y son tornadizos. Apenas sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la palabra, se escandalizan en seguida. 18Otros son los sembrados entre abrojos; estos son los que escuchan la palabra, 19pero los afanes del mundo, el engaño de las riquezas y las demás concupiscencias invaden y ahogan la palabra, la cual queda infructuosa. 20Aquellos, en fin, que han sido sembrados en buena tierra, son: quienes escuchan la palabra, la reciben y llevan fruto, treinta, sesenta y ciento por uno”.

La luz sobre el candelero

21Les dijo también: “Acaso se trae la luz para ponerla debajo del celemín o debajo de la cama? ¿No es acaso para ponerla en el candelero? 22Nada hay oculto que no haya de manifestarse, ni ha sido escondido sino para que sea sacado a luz
22. Jesús insiste en que su predicación no tiene nada de secreto ni de esotérico. El grado de penetración de su luminosa doctrina depende del grado de atención que prestamos a sus palabras, como lo dice en el v. 24, en el cual promete a los que las oyen bien, una recompensa sobreabundante. Cf. Lc. 12, 1 ss. y nota.
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23Si alguien tiene oídos para oír, ¡oiga!” 24Díjoles además: “Prestad atención a lo que oís: con la medida con que medís, se medirá para vosotros; y más todavía os será dado a vosotros los que oís
24. Véase en Mateo 7, 2 y nota la explicación de este pasaje. San Marcos añade aquí, en las palabras finales, un nuevo rasgo de esa divina misericordia que se excede siempre en darnos más de lo que merecemos. El Papa San Pío V condenó, entre los errores de Miguel Bayo, la proposición según la cual en el día del juicio las buenas obras de los justos, no recibirán mayor recompensa que la que merezcan según la mera justicia (Denz. 1014).
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25porque a quien tiene se le dará, y a quien no tiene, aun lo que tiene le será quitado”.

La simiente que crece por sí sola

26Y dijo también: “Sucede con el reino de Dios lo que sucede cuando un hombre arroja la simiente en tierra
26 ss. Esta pequeña y deliciosa parábola, exclusiva de Marcos, muestra la eficacia propia que por acción divina tiene la Palabra de Dios, con solo dejarla obrar en nuestra alma sin ponerle obstáculos. Cf. Jn. 17, 17 y nota.
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27Ya sea que duerma o esté despierto, de noche, y de día, la simiente germina y crece, y él no sabe cómo. 28Por sí misma la tierra produce primero el tallo, después la espiga, y luego el grano lleno en la espiga. 29Y cuando el fruto está maduro, echa pronto la hoz, porque la mies está a punto”
29. Muy apropiada es esta parábola para suprimir en los ministros del Evangelio la vanagloria; al mismo tiempo les inspira confianza, puesto que el éxito no depende de ellos sino de la gracia divina (Simón Prado). Véase 1 Co. 3, 7.
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El grano de mostaza

30Dijo además: “¿Qué comparación haremos del reino de Dios, y en qué parábola lo pondremos?
30 ss. Véase Mat. 13, 31 s.; Lc. 13, 18 s.
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31Es como el grano de mostaza, el cual, cuando es sembrado en tierra, es la menor de todas las semillas de la tierra. 32Con todo, una vez sembrado, sube y se hace mayor que todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de modo que los pájaros del cielo pueden anidar bajo su sombra”.

33Con numerosas parábolas como estas les presentaba su doctrina, según eran capaces de entender, 34y no les hablaba sin parábolas, pero en particular, se lo explicaba todo a los discípulos que eran suyos.

Jesús calma la tempestad

35Y les dijo en aquel día, llegada la tarde: “Pasemos a la otra orilla”. 36Entonces ellos, dejando a la multitud, lo tomaron consigo tal como estaba en la barca; y otras barcas lo acompañaban. 37Ahora bien, sobrevino una gran borrasca, y las olas se lanzaron sobre la barca, hasta el punto de que ella estaba ya por llenarse. 38Mas Él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal. Lo despertaron diciéndole: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?”. 39Entonces Él se levantó, increpó al viento y dijo al mar: “¡Calla; sosiégate!” Y se apaciguó el viento y fue hecha gran bonanza. 40Después les dijo: “¿Por qué sois tan miedosos? ¿Cómo es que no tenéis fe?”
40. Véase Mt. 8, 23 ss.; Lc. 8, 22 ss. La barca abandonada a las olas es una imagen de la Iglesia, que sin cesar tiene que luchar contra toda clase de tormentas; mas Cristo está en la barca para conducirla a través del “tiempo de nuestra peregrinación” (1 Pe. 1, 17) “en este siglo malo” (Ga. 1, 4). Tengamos, pues, confianza.
. Y ellos temían con un miedo grande, y se decían unos a otros: “¿Quién es, entonces
41. ¿Quién es entonces?: Vemos por esta expresión la incertidumbre en que aún estaban estos discípulos respecto de Jesús, no obstante la admirable confesión de Natanael en Jn. 1, 49.
, Este, que aun el viento y el mar le obedecen?”.
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