‏ Mark 5

El endemoniado de Gerasa

1Llegaron a la otra orilla del mar, al país de los gerasenos
1 ss. Véase Mt. 8, 28 ss.; Lc. 8, 26 ss. S. Mateo habla de dos endemoniados. Marcos menciona uno solo, probablemente porque este desempeñaba el papel principal. Sobre Gerasa véase Mt. 8, 28 y nota.
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2Apenas desembarcó, saliole al encuentro desde los sepulcros un hombre poseído de un espíritu inmundo, 3el cual tenía su morada en los sepulcros; y ni con cadenas podía ya nadie amarrarlo, 4pues muchas veces lo habían amarrado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y hecho pedazos los grillos, y nadie era capaz de sujetarlo. 5Y todo el tiempo, de noche y de día, se estaba en los sepulcros y en las montañas, gritando e hiriéndose con piedras. 6Divisando a Jesús de lejos, vino corriendo, se prosternó delante de Él 7y gritando a gran voz dijo: “¿Qué tengo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios altísimo? Te conjuro por Dios, no me atormentes”. 8Porque Él le estaba diciendo: “Sal de este hombre inmundo espíritu”. 9Y le preguntó: “¿Cuál es tu nombre?” Respondiole: “Mi nombre es Legión, porque somos muchos”. 10Y le rogó con ahínco que no los echara fuera del país. 11Ahora bien, había allí junto a la montaña una gran piara de puercos paciendo. 12Le suplicaron diciendo: “Envíanos a los puercos, para que entremos en ellos”. 13Se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y entraron en los puercos; y la piara, como unos dos mil, se despeñó precipitadamente en el mar y se ahogaron en el agua. 14Los porqueros huyeron a toda prisa y llevaron la nueva a la ciudad y a las granjas; y vino la gente a cerciorarse de lo que había pasado. 15Mas llegados a Jesús vieron al endemoniado, sentado, vestido y en su sano juicio: al mismo que había estado poseído por la legión, y quedaron espantados. 16Y los que habían presenciado el hecho, les explicaron cómo había sucedido con el endemoniado y con los puercos. 17Entonces comenzaron a rogarle que se retirase de su territorio
17. Los gerasenos son el tipo de aquellos hombres que se retiran de la Iglesia para no ser inquietados en la cómoda vida que llevan. Los cerdos, es decir, los bienes materiales, valen para ellos más que la fe y las promesas de Cristo. Véase la nota a Fil. 3, 11.
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18Mas cuando Él se reembarcaba, le pidió el endemoniado andar con Él; 19pero no se lo permitió, sino que le dijo: “Vuelve a tu casa, junto a los tuyos, y cuéntales todo lo que el Señor te ha hecho y cómo tuvo misericordia de ti”. 20Fuése, y se puso a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho por él, y todos se maravillaban
20. Decápolis, o región de las “diez ciudades libres”, situadas en su mayoría en la Transjordania septentrional.
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Jesús sana a una mujer que padecía flujo de sangre y resucita a la hija de Jairo

21Habiendo Jesús regresado en la barca a la otra orilla, una gran muchedumbre se juntó alrededor de Él. Y Él estaba a la orilla del mar
21 ss. Véase Mt. 9, 18 ss. y notas.
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22cuando llegó un jefe de sinagoga, llamado Jairo, el cual, al verlo, se echó a sus pies, 23le rogó encarecidamente y le dijo: “Mi hija está en las últimas; ven a poner tus manos sobre ella, para que se sane y viva”. 24Se fue con él, y numerosa gente le seguía, apretándolo.

25Y había una mujer atormentada por un flujo de sangre desde hacía doce años. 26Mucho había tenido que sufrir por numerosos médicos, y había gastado todo su haber, sin experimentar mejoría, antes, por el contrario, iba de mal en peor. 27Habiendo oído lo que se decía de Jesús, vino, entre la turba, por detrás, y tocó su vestido. 28Pues se decía: “Con solo tocar sus vestidos, quedaré sana”. 29Y al instante la fuente de su sangre se secó, y sintió en su cuerpo que estaba sana de su mal. 30En el acto Jesús, conociendo en sí mismo que una virtud había salido de Él, se volvió entre la turba y dijo: “¿Quién ha tocado mis vestidos?”
30 s. La pregunta del Señor tiene por objeto confirmar el milagro delante de toda la muchedumbre. La respuesta de los discípulos acusa su poca inteligencia del poder y sabiduría de Jesús, pues Él sabía muy bien quién le había tocado.
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31Respondiéronle sus discípulos: “Bien ves que la turba te oprime, y preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’”. 32Pero Él miraba en torno suyo, para ver la persona que había hecho esto. 33Entonces, la mujer, azorada y temblando, sabiendo bien lo que le había acontecido, vino a postrarse delante de Él, y le dijo toda la verdad. 34Mas Él le dijo: “¡Hija! tu fe te ha salvado. Vete hacia la paz y queda libre de tu mal”.

35Estaba todavía hablando cuando vinieron de casa del jefe de sinagoga a decirle (a este): “Tu hija ha muerto. ¿Con qué objeto incomodas mas al Maestro?”. 36Mas Jesús, desoyendo lo que hablaban, dijo al jefe de sinagoga: “No temas, únicamente cree”. 37Y no permitió que nadie lo acompañara, sino Pedro, Santiago y Juan, hermano de Jacobo. 38Cuando hubieron llegado a la casa del jefe de sinagoga, vio el tumulto, y a los que estaban llorando y daban grandes alaridos. 39Entró y les dijo: “¿Por qué este tumulto y estas lamentaciones? La niña no ha muerto, sino que duerme”. 40y se burlaban de Él. Hizo, entonces, salir a todos, tomó consigo al padre de la niña y a la madre y a los que lo acompañaban, y entró donde estaba la niña. 41Tomó la mano de la niña y le dijo: “¡Talitha kum!”, que se traduce: “¡Niñita, Yo te lo mando, levántate!”
41. “Talitha kum”: expresión aramea, que el Evangelista traduce para su auditorio de Roma.
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42Y al instante la niña se levantó, y se puso a caminar, pues era de doce años. Y al punto quedaron todos poseídos de gran estupor. 43Y les recomendó con insistencia que nadie lo supiese; y dijo que a ella le diesen de comer
43. Parece que los padres, fuera de sí de alegría, olvidaban el alimento que requería su hija. Jesús no lo olvida, Véase Sal. 26, 10; 102, 13; Is. 66, 13 y notas.
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